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Nuestro Tiempo

La conferencia de la UNESCO en México

Francisco Giner de los Ríos

En los momentos en que aparezcan estas notas estará a punto de comenzar en México –la nostalgia nos hace pensar, casi decir, que “estará a punto de comenzar aquí”– la segunda Conferencia General de la UNESCO. Dada la importancia del acontecimiento, nos parece oportuno recapitular brevemente lo que UNESCO es (cómo se creó y se fue desarrollando, cuál es su programa y cuáles sus ambiciones, cómo está organizada y cómo funciona, &c.) para señalar por último la significación que tiene el que se celebre en la capital mexicana su segunda Conferencia General lo mismo para los mexicanos que para el complejo organismo cultural de las Naciones Unidas. Sin duda estarán apareciendo en México infinidad de artículos e informaciones sobre la UNESCO, y quizá los mismos Cuadernos Americanos hayan vuelto ya su siempre abierta y preocupada atención sobre los problemas que se van a debatir en la Conferencia. Pero estas notas pueden tener, sobre su interés meramente informativo, el de reflejar las impresiones de un “mexicano” en Europa, de un “mexicano' que por desvinculado que esté ahora –zambullido en otras preocupaciones– de la realidad cultural de México, la ha vivido de lleno durante siete años y sabe, cada día más a conciencia, lo que le debe y lo que significa dentro de su vida espiritual.

Pero vamos con la UNESCO misma antes de volver sobre este tema, que es el que principalmente nos ha movido a esbozar las notas que siguen.

Breve historia de la Organización

¿Es necesario refrescar la memoria del lector sobre la historia de la UNESCO? Si queremos encontrar los antecedentes de la Organización habrá que remontarse a la otra postguerra. En 5921 Léon Bourgeois, en nombre de la Delegación Francesa, planteaba a la entonces flamante Sociedad de las Naciones el problema de la cooperación intelectual. De allí nació la Comisión Internacional de Cooperación Intelectual, cuyos primeros pasos guió nada menos que la mano de Henri Bergson. En 1926, y con la contribución activísima del gran pensador francés, se creaba el Instituto Internacional que iba a funcionar en París hasta la guerra última y cuya obra es conocida de todos.

Pero los antecedentes inmediatos están en la contienda última, y habrá que señalar una fecha concreta para historiarlos brevemente: noviembre de 1942. Con el Ministro de Educación británico se reúnen los de los Gobiernos entonces desterrados en Londres. A todos sigue preocupándoles una cooperación intelectual internacional que la guerra ha truncado, así como el desarrollo y la organización sistemática de unas relaciones internacionales que puedan significar en el mañana la paz duradera. Y, junto a estas ideas de más largo alcance, les angustia un problema de tipo más inmediato: la reconstrucción cultural de la Europa ocupada, que ha devastado el fascismo. Los Ministros de Educación reunidos estudian los daños causados por la guerra en las universidades, bibliotecas, museos, laboratorios, &c. de sus países respectivos. Y de ese estudio y de sus deliberaciones nace ya la convicción de que es necesaria una organización internacional que haga frente a todos esos problemas y asegure, lo mismo que su solución urgente, la de las necesidades permanentes de la época de paz. La convicción va abriéndose camino y en 1944 la Conferencia se amplia con la participación de otros Gobiernos, entre ellos el de los Estados Unidos.

El segundo gran paso se da en junio de 1945, en la Conferencia de San Francisco. Las Naciones Unidas victoriosas, a través de la Carta que resulta de sus deliberaciones, van a mostrar al mundo su voluntad de traducir institucionalmente los principios democráticos que habían defendido frente al totalitarismo. Nace la ONU y se esbozan ya las grandes ramas de su frondoso organismo. Es otra vez la Delegación Francesa la encargada de promover en San Francisco la cooperación intelectual en el campo del mundo. En su moción se declara: “La paz entre las Naciones debe fundarse en la comprensión y el acuerdo mutuos… Incumbe a las Naciones Unidas velar por que la cultura se haga accesible a todos los hombres. Es deber de las Naciones Unidas facilitar el intercambio y la difusión de datos sobre los diversos aspectos de su vida nacional”. En estas palabras está ya el germen de la UNESCO y su vida está decretada en la decisión de la Asamblea de convocar una Conferencia que busque caminos eficaces para la realización de esas ideas.

En efecto, en noviembre del mismo año, y respondiendo a esa decisión, los Gobiernos francés y británico han invitado conjuntamente a los de todas las Naciones Unidas a una Conferencia General en Londres. Asisten cuarenta y cuatro naciones y presiden Ellen Wilkinson, la dinámica Ministro de Educación del nuevo Gobierno laborista, desaparecida recientemente, y Léon Blum. Al cabo de quince días de discusiones –en las que participó brillantemente el entonces Ministro de Educación de México Jaime Torres Bodet– la Conferencia formula una Constitución que lleva en el preámbulo la siguiente divisa: “Puesto que las guerras nacen en la mente de los hombres, es en la mente de los hombres donde deben erigirse los baluartes de la paz”, y se encarga de los primeros trabajos tendentes a la creación del organismo correspondiente a una Comisión Preparatoria. La UNESCO acaba de nacer.

París, noviembre de 1946. El día 4 entra en vigor la Constitución de la UNESCO con la firma y aceptación de los estados representados en la Comisión Preparatoria. Entre los firmantes hay varios países hispanoamericanos: México –cuyo prestigio ha mantenido muy alto en todo momento la gran labor realizada por su representante permanente, Dr. Manuel Martínez Báez–, Brasil, Venezuela, Haití, Ecuador, Perú y la República Dominicana. La Comisión Preparatoria, que en un principio comenzó a funcionar bajo la dirección de Sir Alfred Zimmern, estaba presidida por el Dr. Julián Huxley, y tenía dos secretarios adjuntos: Jean Thomas (Francia) y Howard Wilson (Estados Unidos).

La Conferencia de París

Firmada su Constitución, sobre la que no es posible extenderse todo lo que sería necesario para explicarse el verdadero alcance y sentido de la Organización, la UNESCO celebra inmediatamente su primera Conferencia General. En el Hotel Majestic de París –que es desde entonces su sede permanente– tienen lugar las sesiones, bajo la presidencia de Léon Blum. En ellas se aprueba el informe de la Comisión Preparatoria y se examinan a fondo el programa de trabajos y los problemas administrativos del organismo. La UNESCO propiamente dicha surge de esa Conferencia General, que da a la Organización, además de un programa práctico, los órganos ejecutivos y asesores que son imprescindibles para su funcionamiento. Se nombra un Consejo Ejecutivo, se elige Director General al gran biólogo inglés Julián Huxley y se monta la Secretaría que va a trabajar a sus órdenes. Sería ocioso reseñar aquí, aun cuando fuera brevemente, la primera Conferencia de la UNESCO, pues alcanzó en su día la resonancia mundial obligada. Pero hablar de ella era imprescindible para completar las breves notas históricas anteriores, ya que es el colofón de todos los trabajos preparatorios de la Organización y el verdadero comienzo de su existencia.

En la Conferencia de París se pusieron de manifiesto la buena voluntad y el entusiasmo de las Delegaciones de los distintos países, que supieron trabajar en estrecha colaboración, en un ambiente de auténtica cooperación internacional, y el interés que el nuevo organismo despertaba en los diversos Gobiernos. La mayoría envió Delegaciones copiosas y muchas de ellas tenían al frente o en su seno a grandes figuras intelectuales de los respectivos países: Florkin, Guislain, Blum, Cassin, Auger, Langevin, Cassou, Wallon, Gilson, Joliot-Curie, Mauriac, Ashton, Carr-Saunders, J. B. Priestley, Salis, entre los europeos; Alfonso Reyes, Ramos, Martínez Báez, Nabor Carrillo, Luis Alberto Sánchez, Ventura García Calderón, Otto d'Sola, Labarca, MacLeish, Murray, Carneiro, Arango Ferrer, entre los americanos. (La España republicana, que asistió a la Conferencia como invitada, envió en su representación a Pablo Picasso, que fue ovacionado por todos los delegados después del saludo que dirigió a la España libre Alfonso Reyes, jefe de la Delegación mexicana). La UNESCO comenzaba a marchar con la Conferencia de París, en la que se debatieron lo mismo los problemas urgentes de reconstrucción inmediata que los permanentes de la cultura. El éxito redondo de la Conferencia colocaba desde el principio bajo los mejores auspicios el camino que se ha trazado y que la Conferencia contribuyó no poco a señalar.

Notas sobre la organización internacional de la UNESCO

Los principales órganos de la UNESCO son una Conferencia General, un Consejo Ejecutivo y un Secretariado.

La Conferencia General ha de reunirse anualmente en sesión ordinaria y determinará el programa de la Organización y las conferencias internacionales sobre ciencia, educación y humanidades que convenga celebrar, conociendo y discutiendo la labor desarrollada en el año anterior. Aunque la sede permanente de la UNESCO está en París, el lugar en que se celebra la Conferencia General varía cada año con el fin de mantener contactos vivos y frecuentes con otros medios y fomentar en ellos interés e intercambios de ideas fecundos sobre la obra que realiza la organización.

El Consejo Ejecutivo prepara el programa que habrá de aprobar la Conferencia General y propone a ésta la admisión de nuevos miembros. Celebra dos sesiones regulares durante el año y se compone de dieciocho miembros que la Conferencia General ha elegido entre las Delegaciones de los distintos países. Los miembros del Consejo norman su actuación a las indicaciones de la Conferencia General, en cuyo nombre ejercen su función y no como representantes de sus Gobiernos. De los dieciocho miembros del Consejo actual, tres son iberoamericanos: el Dr. Manuel Martínez Báez (México), el Prof. Paulo Carneiro (Brasil), y el Embajador C. Parra Pérez (Venezuela).

La Secretaría es amplísima y trabaja a las órdenes del Director General de la UNESCO, que elige también la Conferencia General por un período de tiempo definido. La Secretaría tiene en sus manos la realización práctica del programa y nos parece inútil señalar ahora las secciones distintas que la componen, ya que podrán deducirse de la breve exposición del programa de 1947 que haremos a continuación.

En estrecha relación con el organismo central de la UNESCO trabajan las Comisiones Nacionales que se han montado en los países miembros de la Organización. El trabajo de esas comisiones nacionales es esencial para la buena marcha de la UNESCO y para la eficacia de su función, ya que es a través de ellas por donde se derrama en los distintos países la obra y la influencia del organismo central. De la compenetración que las Comisiones Nacionales tengan con el espíritu de la Organización y de su colaboración en los trabajos emprendidos dependen en gran parte las posibilidades de la UNESCO en un futuro próximo y, desde luego, para la obra final de la UNESCO, que, por sus características mismas y por su sentido, se anuncia a largo plazo, es importantísima la incorporación de todos los sectores culturales de los diferentes países.

Los Estados miembros de la UNESCO se han comprometido a contribuir a los gastos de la Organización, a respetar su carácter internacional, a informar periódica y regularmente sobre la legislación en materia cultural de su país así como sobre sus instituciones culturales. Deberán también suministrar información sobre la actividad desarrollada en el campo nacional en lo relativo a recomendaciones y acuerdos de la Organización y procurar por todos los medios que las instituciones culturales más importantes del país se asocien al trabajo de la UNESCO y colaboren en una u otra forma a su obra.

El programa de 1947

El programa de la UNESCO, que es de amplitud extraordinaria y que abarca en su seno los más variados aspectos de la cultura, se divide en dos grandes partes: la primera encierra los grandes proyectos generales; la segunda, los proyectos y actividades diversos. Si es difícil glosar brevemente el programa de la UNESCO, cuyo texto escrito rebasaría ya por sí solo los límites de este artículo, tratar de reflejar debidamente su importancia y su contenido resulta imposible.

He aquí, en forma esquemática, sin comentario apenas, las principales secciones que lleva. Entre los proyectos generales –primera parte del programa– destacan:

a) el de reconstitución, que se enfrenta en la escala mundial con los problemas de la postguerra en el campo de la educación, la ciencia y la cultura. Atiende, por tanto, multitud de cuestiones, grandes y pequeñas, pero todas en general de carácter urgente y, en muchos casos, angustioso. Las zonas devastadas por la contienda recibirán –están recibiendo ya a través de la UNESCO– material científico y técnico, bibliotecas, radio, &c.

2) el de educación de base, con el que se está montando una campaña intensísima contra la ignorancia, campaña que se lleva sobre las direcciones más variadas: higiene y agricultura, artes y civismo, alfabetización, educación para la mejor comprensión internacional. La labor se piensa llevar a cabo a través de las escuelas y de otras instituciones especializadas y se emplearán, con un afán de eficacia puesto a su servicio, los medios modernos para la información de las masas: radio, prensa, cine, &c. Luego hablaremos del primer experimento en este campo que está realizando ya la UNESCO.

3) el de educación para el desarrollo de la comprensión entre las naciones. Se organizarán cursos prácticos para los educadores, se estimulará la acción de los centros de estudios internacionales y la creación de clubes de relaciones, &c., y se procederá a la revisión de los manuales escolares y del material de enseñanza existente para lograr que sirvan el deseo de un mejor entendimiento entre los países.

Los otros proyectos de carácter general se relacionan con la creación de becas, intercambio universitario y de técnicos y artistas, derechos de propiedad intelectual, información, colaboración con otras instituciones internacionales públicas y privadas.

La parte segunda del programa es complejísima y encierra actividades a desarrollar en los campos más diversos de la cultura. Baste decir que hay secciones especializadas en educación, bibliotecas y bibliografía, ciencias naturales y exactas, ciencias sociales, filosofía y humanidades, artes y letras, museos, información de masas. El trabajo de cada sección, siquiera se expusiese someramente daría material para varios artículos. Y habría que hablar, si intentamos abarcar el de todas, lo mismo de un Instituto Internacional del Teatro que de una nueva Declaración de los Derechos del Hombre; y de servicios bibliográficos, de comisiones para estudiar las tensiones internacionales que ponen en peligro la paz, de antologías literarias de países ocupados, de traducciones de clásicos, de estadísticas pedagógicas, de redes mundiales de radiodifusión puestas al servicio de la cultura, de congresos matemáticos, de exploraciones científicas, de reorganización técnica de la prensa en los países que han sufrido la guerra, &c., &c.

Por su carácter americano señalamos dos cosas: el experimento de educación de base a que antes aludíamos y que se está realizando en Haití por el Gobierno de aquel país en estrecha colaboración con la UNESCO, y el magnífico proyecto del Instituto Internacional del Amazonas, que está ya en marcha. La comunidad haitiana de Joamel está siendo sometida a un proceso intensivo de alfabetización, de mejoramiento o de la higiene y del nivel de vida de los habitantes y de perfeccionamiento de los métodos de cultivo. En el Instituto Internacional del Amazonas, que va a estudiar y explorar la región ecuatorial que bautizó Humboldt con el nombre de Hílea Amazónica, tendrán participación directa Brasil, Bolivia, Ecuador, Perú, Colombia, Venezuela y las tres Guayanas y colaborarán los Estados Unidos, la Unión Panamericana, el Instituto Indigenista Interamericano y la Organización Mundial de la Salud. A base de un trabajo coordinado que llevarán a cabo especialistas en distintas ramas de la ciencia, se logrará el conocimiento completo de una de las regiones de la tierra que aún envuelve el misterio. Ninguno de los Gobiernos ahora implicados en el proyecto de la UNESCO había podido realizar por sí solo los trabajos de exploración necesarios. Les faltaban los medios indispensables para hacer frente a problemas técnicos de una gran envergadura, medios que tiene, en cambio una gran organización internacional. De la labor que en la Hílea Amazónica (alguien la ha calificado de “reserva de la humanidad”) realicen en cooperación fecunda y estrecha los geógrafos, etnólogos, antropólogos, naturalistas, químicos, médicos, &c. del Instituto, saldrán datos y noticias de incalculable valor y que pueden ser preciosos no sólo para la investigación científica sino para la economía y la salubridad de otras regiones de la tierra.

La Conferencia de México

La Conferencia General de la UNESCO que se reunirá en México en los días próximos va a conocer el desarrollo de este programa. En México se van a examinar los resultados del primer año de vida real de la Organización, pues, como antes decíamos, fue la primera Conferencia General celebrada en París la que puso en marcha de una manera casi regular ya –todavía hay secciones en organización y otras que no cuentan aún con el total de sus elementos de trabajo– esta gran rama de las Naciones Unidas.

Si bien es inútil subrayar la importancia de la UNESCO y el alcance y la enjundia que tiene su Programa de 1947, no estará de más subrayar la significación de la Conferencia de México, y ello debe hacerse quizá sobre diversos planos: en función de la UNESCO misma y en relación con México e Hispanoamérica en general.

Veamos primero el aspecto de la cuestión que se refiere a la UNESCO. Es muy pronto todavía para hablar de los resultados palpables que haya podido alcanzar la Organización en el trabajo llevado a cabo. No son desdeñables los esfuerzos realizados en el terreno de la reconstrucción cultural de los países devastados y menos aún los resultados obtenidos, y el más exigente soñador de metas de la cultura se sentiría satisfecho ante el programa trazado. Una obra como la que intenta realizar la UNESCO requiere tesón, entusiasmo y fe en los actores y no puede estar sujeta ni subordinada a la impaciencia del espectador. Y de la impaciencia de éste han surgido ya las críticas, aunque le consten el tesón, el entusiasmo y la fe de los actores. El mayor peligro de la UNESCO reside en que no logre la completa adhesión de todos los pueblos y de las instituciones de cultura, en que se convierta –aislada de los demás o de algunos, sin el apoyo vivo y militante de los que hacen la cultura en el mundo– en un gran aparato burocrático, sin raíces verdaderas en los problemas, de espaldas a éstos. El peligro ha sido señalado ya, y no como peligro en potencia, latente, sino como peligro real, actuante, hecho realidad en la Organización misma. No quiero entrar en si el reproche es justo o injusto. Lo que sí puede afirmarse es que es un reproche que puede quizá llegar a hacerse si la marcha de la UNESCO o lo que consiga hacer no lo borran de antemano por completo. Hoy por hoy –y no olvidemos nunca que la obra de la UNESCO es obra a largo plazo– nadie con buena fe puede dudar siquiera de que se pone toda la carne en el asador y que la Organización tiene ante sí grandes proyectos y tareas. ¿Logrará llevarlos a buen cabo? Me atrevería a decir que la respuesta no corresponde sólo a la UNESCO, sino a los que hasta ahora no son más que espectadores y críticos de su obra. En los días que vivimos quizá sea más cómodo seguir siendo espectador –y es desde luego mucho más fácil ser crítico–, pero es indudable que la obligación y el deber bien sentidos dictan un camino de actuación. Para que la UNESCO sea algo vivo, para que el libre espíritu de que nació llegue a penetrar beneficiosamente a la humanidad y la ayude a salir –mediante la comprensión y el entendimiento de todos– de la tensión angustiosa en que vive, es necesario que se le preste el calor que todo requiere para crecer y dar fruto.

De aquí la enorme importancia que tendría para la UNESCO lograr la incorporación activa de los pueblos hispanoamericanos a su obra, y lo decisiva que puede ser en la vida de la Organización la experiencia de esta Conferencia de México. Porque México bien puede ser la piedra de toque para la UNESCO. Por su inquietud, por su sentido renovador, por el vivo problema que México es en sí mismo, el contacto puede significar para la UNESCO un constante chisporroteo de sugerencias, realidades, fuerzas misteriosas, que haga que la Organización vuelva a París con otro ímpetu y con otro sentido de las cosas. La UNESCO va a tocar América en México, otra América que la que suele tocar. Más pobre materialmente, pero infinitamente más rica de posibilidades y caminos para lo que UNESCO es y debe ser. La América hispana puede y debe jugar un papel decisivo en la UNESCO y para la UNESCO es también decisivo entenderla, saberla interpretar y lograr incorporar vivamente a su obra comenzada el rico caudal de lo hispanoamericano, sin el cual la Organización que pretende abarcar la educación, la ciencia y la cultura en el mundo no estaría completa o tendría incluso un triste tinte parcial y partidario. ¿Logrará la UNESCO la adhesión activa de los pueblos hispano-americanos? Para ello hace falta que la UNESCO busque y entienda a aquellos pueblos. El que su segunda Conferencia General se celebre en México, el que el Dr. Julián Huxley haya preparado con verdadero interés su mayor éxito, buscando y tratando de entender a los intelectuales hispanoamericanos en su reciente viaje, son dos buenos signos.

¿Y México? México tiene en el campo internacional desde hace muchos años una trayectoria impecable. Impecable por el espíritu que la inspira e impecable por el rigor con que la guarda. Cumple lo que firma y firma lo que siente. Recuerdo ahora el alegre orgullo con que el Dr. Martínez Báez me enseñaba en su pequeña oficina de la UNESCO en París los textos constitucionales mexicanos en que se incorporaba ya la doctrina de las Naciones Unidas y se hablaba de la UNESCO –tan obra de Martínez Báez, tan suya en el mejor sentido de la palabra– nominalmente. “Creo que somos los primeros en hacerlo”.

Para México –aparte de la satisfacción que le represente la justicia que se hace a esa impecable trayectoria internacional reuniendo en su capital la Conferencia– tiene el acontecimiento un significado mejor: va a ser por unos días la capital intelectual del mundo, el sitio donde se discutan los más profundos problemas de nuestra cultura después de la gran crisis última y en medio de la crisis presente. Y si señalábamos antes lo que para UNESCO podría ser México como piedra de toque, señalemos ahora lo que ese hecho puede ser como estímulo para México en los momentos que vive. Ya lo hubiera sido hace dos años, cuando todavía estábamos allí. Pero lo será mucho más ahora, en el momento de honda transformación que por lo visto ha significado la Administración nueva.

Al estímulo puro y simple que el hecho de la Conferencia celebrada allí implica, sabrá México sumar su afán de superación constante y pondrá al servicio de ese afán la inteligencia. Y para la renovadora corriente de su cultura, para su creadora actividad intelectual –que habrá de prolongar además a los otros pueblos de la América hispana, de los que es ahora auténtica cabeza y representación– puede la UNESCO (si México la busca y la comprende también, tomándole sólo en cuenta los saldos positivos y olvidando benévolamente los que aún no lo son), constituirse en el gran apoyo material de sus mejores empresas.

A México le cabe además en la Conferencia de la UNESCO jugar el gran papel de valedor primero de la cultura hispánica y nadie hoy en día como él para salir por sus fueros al campo general. Este “mexicano” desde París, sin noticias apenas, adivina “desde ya” la gran delegación que México habrá montado. Y sólo desea que esté a la altura de sus nombres y sus hechos. Que ello basta.

(Un paréntesis final que –cuando se publique con el resto del artículo– será también recordatorio final, suma y sigue. ¿La cultura española estará ausente también esta vez de la Conferencia de la UNESCO? ¿Estará sólo “invitada”? La que vive físicamente en España está presa o condenada al silencio. Pero la que vive esparcida por Francia, en la anchura de América y reunida en lo alto de ese Valle de México tiene algo que decir, porque viene continuando la cultura española desde el destierro. Que México e Hispanoamérica hagan suyos los limpios derechos de la España verdadera, la primera de las Naciones Unidas frente al totalitarismo: la única que espera todavía la hora de la libertad).

Francisco Giner de los Ríos.