Signal
Berlín, primer número de septiembre de 1941
número 17 del año 1941 [Sp 17]
páginas 4-5 y 34-35

Alfred Gerigk
Llegaron los soviets...
y tres países europeos perdieron su cultura, sus bienes y su vida

¿Qué hubiera sido de Europa si el bolchevismo hubiese alcanzado su objetivo supremo, la revolución mundial? ¿Qué hubiera sido de la humanidad, del remoto acervo cultural del Continente que desde hace centurias es el manantial de todo cuanto hace la vida digna de vivirse? El corresponsal de «Signal» fue uno de los primeros periodistas que conocieron en los Estados bálticos la naturaleza y los métodos de los soviets. En su información da una concisa respuesta al problema planteado sin cesar desde hace más de veinte años, pero que siempre fue sofocado por el terror de los dirigentes moscovitas. ¿Cómo bolchevizaban los soviets un país que caía en sus manos?

Este es el cuadro más impresionante que presencié a mi paso por un país en el que dominaba aún el sistema soviético. Tres hombres con traje de presidiario, pantalón blanco y camisa abierta también blanca, rostros pálidos y amarillentos, circundados por barbas negras e incultas, ojos oscuros, brillantes y fanáticos. Así estaban en la estrecha celda carcelaria. Completamente inmóviles desde que se abrió la puerta de la ergástula. Inmóviles al caer sobre ellos la primera mirada crítica, inmóviles al acercarse a ellos y al dirigírseles las primeras palabras. Inmóviles en espera de que tal vez corrieran la misma suerte que habían deparado a centenares de personas.

Tres chequistas de la cárcel central de Riga, olvidados y abandonados cuando comenzó la desordenada fuga de los soviets en autos, carretas sobrecargadas y toda clase de vehículos. Tres chequistas abandonados por sus amigos soviéticos, a quienes se encontró, detuvo y encarceló cuando intentaban la fuga. Habían llevado la guerrera verde oliva con las solapas azules y la gorra también azul con una ancha cinta roja –el uniforme de la Checa, que producía espanto y horror, cuando surgía ante la puerta de un hogar, un despacho o una casa de comercio. Ellos recibieron los camiones que abarrotados de prisioneros, atravesaban la férrea puerta de la cárcel de la GPU en la calle de la Libertad.

Y ahora se encontraban en la estrecha celda, inmóviles y con los ojos llameantes. ¿Llameantes de fanatismo? ¿O en la angustiosa espera de una suerte que consideran inexorable al recordar su propio pasado? Tres chequistas letones. –¿Cómo llegaron a vestir el uniforme con las solapas azules y la gorra azul y roja? Se realizó una hábil propaganda antes de que los soviets traspasaran las fronteras de este país báltico. «Cualquier hombre inteligente y de aspiraciones tiene en la Unión Soviética las mayores posibilidades del mundo.» ¿Quién, entre los fracasados de la vida, no se hubiera dejado seducir por semejante consigna?

Pero quien caía una vez en las redes de esta propaganda, quien se ponía al servicio de los soviets, no podía escapar ya. Cada uno por su parte fue encargado en los primeros días del régimen soviético de cumplir tareas que le imposibilitaban el arrepentimiento. Todo espía estaba rodeado de una red de vigilantes que le sujetaba, le impedía dar un paso en libertad o pronunciar una palabra franca.

Tres chequistas de los millares que fueron soltados por la zona báltica para proteger y asegurar el sistema.

¿Cuál era el aspecto del sistema por el que velaban estos chequistas y detenían, deportaban, torturaban y fusilaban a las personas? El primer viaje de exploración al país de los soviets en que yo participé, fue precisamente a los Estados que ensayaban hacía un año el sistema bajo el cual viven desde hace más de dos decenios más de 180 millones de almas.

Partiendo de Virballen recorrimos el país lituano y a través del Niemen llegamos hasta el interior de Letonia. En Kovno, en Vilna, en Riga, en los pequeños pueblos y aldeas interrogamos a las gentes que vivieron como labradores, artesanos o industriales bajo el dominio moscovita. Visitamos después a las autoridades oficiales para dirigirles las mismas preguntas que planteábamos a los particulares: ¿Cómo se vivía bajo la dominación soviética? ¿Cómo transformaron los soviets a estos países en territorio de su soberanía? ¿Cómo se realizó la bolchevización de los países bálticos?.

Las antiguas autoridades habían desaparecido. Quien fue bastante rápido huyó hace un año a cualquier lugar del extranjero antes de que los soviets llegaran al país. Los funcionarios dirigentes del antiguo régimen que se quedaron rezagados fueron deportados con arreglo a la fórmula oficial: «Traslado de residencia con otorgamiento de pensión.» Muchos de los que podrían hablar se hallan entre los 38.000 deportados de Lituania o entre los 40.000 de Letonia. Y naturalmente, han huido quienes desempeñaron bajo los soviets cargos destacados.

Sin embargo, al buscarlas, se encontraban aún gentes que podían dar información: Un coronel lituano que al comenzar la guerra se evadió de la cárcel de la Checa. Uno de los jefes de una asociación nacional letona, que permaneció oculto durante varias semanas. Un director ministerial que había descendido de su cargo directivo a otro míseramente retribuido y se regocijaba de haber sido olvidado en su insignificante cargo. Un sacerdote al que sus feligreses mantuvieron oculto. Así se descubrían personas que estuvieron en situación de observar bajo el bolchevismo, de recoger datos y decretos, y de informar sobre lo acaecido. Así se descubrían gentes que completaban y podían resumir en una imagen de conjunto lo que los particulares de las aldeas y ciudades referían de su destino. Y así se formaba el cuadro de cómo se hacía bolchevique un país al caer en las manos de los soviets.

Por decirlo así, los soviets llegaron como amigos a los pueblos bálticos. Cierto es que se había ejercido una violenta presión para lograr la admisión de las guarniciones bolcheviques y con nuevas elecciones obtener asambleas legislativas que pidieran a Moscú la incorporación a la potencia soviética. No obstante, se estaba obligado hasta cierto punto con respecto a los miembros de estas asambleas legislativas. Y se trataba de un suelo fronterizo que requería precauciones. Por ello, había cuidado la propaganda de que los campesinos esperasen mayores precios, los obreros salarios más altos y mejores condiciones de trabajo. Incluso se había atraído a parte del Ejército a la opinión de que Rusia no atentaría a la independencia interior de estos países.

Así se entró en los países bálticos con las consignas: «¡Ninguna eliminación de la propiedad privada! ¡Ninguna expropiación de tierras! ¡Ninguna ingerencia en los asuntos interiores!» Estas fueron las consignas bajo las cuales las tropas soviéticas alojaron sus guarniciones en los Estados bálticos. Cuatro semanas fueron suficientes para hallar políticos y diputados que en los discursos, artículos periodísticos y manifestaciones exigieran con urgencia la incorporación directa a la Unión Soviética.

Y con ello comenzó la práctica de la bolchevización.

La primera etapa: Todo quedó como antes.

Los países bálticos se habían convertido en repúblicas soviéticas. Pero parecía como si no hubiera variado en su vida. Es cierto que surgían retratos de Stalin, Lenin y Molotow, y se engalanaban las fachadas de los edificios públicos con gigantescas banderas soviéticas. También desfilaban manifestaciones de obreros con enormes carteles, se alojaba al Ejército soviético en cuarteles que habían sido antes lituanos o letones y los generales de los países bálticos tenían que prestar el juramento del Ejército soviético, mientras se colocaba la estrella soviética en las gorras de los oficiales y soldados, y los estadistas directivos eran «pensionados» y trasladados al país de los soviets.

Pero los políticos y estadistas antiguos fueron reemplazados por otros lituanos o letones. Por ejemplo, se colocó a la cabeza de la República soviética letona al famoso profesor Kirchensteins, biólogo y especialista en vitaminas cuyas actividades políticas se limitaron a conferencias sobre la alimentación racional. Subsistían las iglesias y los funcionarios del partido comunista declaraban tiernamente: «Aquí viven pueblos religiosos, suyos sentimientos es preciso respetar. Deberán reconocer su error por sí mismos.» Funcionarios letones y lituanos continuaron prestando su servicio aunque los ministerios se llamaran ahora comisarías del pueblo y aunque se alejaba de la burocracia a cuantos habían desempeñado antes un papel en la milicia, en las organizaciones de autodefensa o en la política. Las fábricas continuaban trabajando y estaban sólo intervenidas por el Estado. Los salarios fueron aumentados.

Parecía como si pudiera sentirse tranquilidad e incluso alegría por el cambio de régimen.

La segunda etapa: Se asegura el poder

La cosa se deslizó así durante las primeras seis u ocho semanas. Después se descubrieron «faltas» de los funcionarios letones o lituanos. Era el momento de sustituir a los pseudocomunistas locales por enérgicos hombres de Moscú. Y al asumir el aparato administrativo se había conquistado libertad de acción.

La comisaría del Interior se transformó en esta primera etapa en una checa con celdas de interrogatorio y cámaras de ejecución. Después apareció el primero de los decretos de terror: La implantación del rublo. Esto significaba una repentina baja de los ingresos. Una oficinista, por ejemplo, recibía hasta entonces 250 latt. En lo sucesivo percibía 250 rublos, que equivalen oficialmente a 25 marcos. Su sueldo anterior tenía la misma capacidad adquisitiva que 200 0 250 marcos, mientras el nuevo, la de 50 a 60. y al propio tiempo que la reforma monetaria llegaron las primeras en el comercio, en el sistema de trabajo de los obreros y empleados. Entonces se produjo el caso de una fábrica letona de chocolates que recibió la orden terminante de no elaborar en lo sucesivo calidades selectas, sino de trabajar con arreglo a la receta de las fábricas soviéticas de dulces. Y comenzaron las exhortaciones al aumento del trabajo: Un repetido requerimiento para prolongar voluntariamente la jornada de trabajo hasta las doce horas.

El aparato administrativo y la fuerza militar estaban por completo en manos de los soviets. Se podía actuar con más desembarazo.

La tercera etapa: Nacionalización y destierro

Se empezó por las escuelas y universidades. Estas recibieron de repente doble organización administrativa: El cuerpo docente y junto a él la administración del partido, que se infiltraba con los comisarios y la enseñanza política en cada facultad, en cada curso y cada laboratorio. Las universidades y escuelas recibieron un nuevo plan de estudios y nuevas asignaturas: Historia del comunismo, Historia del marxismo, etc. Por supuesto que en las escuelas no se realizó con mucha sencillez. Habían quedado inservibles los libros de texto lituanos y letones y no se disponía todavía de otros. Por consiguiente, enseñanza oral por los maestros, con auxilio de libros de texto rusos. Y todo un programa de estudios: «Cada joven lituano y letón deberá adquirir en cinco años la formación escolar de la Segunda Enseñanza.» La ejecución era muy sencilla: Un decreto transformó todas las escuelas de Primera Enseñanza en «escuelas incompletas de Segunda Enseñanza».

Otoño de 1940. Se publica un decreto, en virtud del cual se nacionalizan con efecto inmediato todas las fábricas, todas las sociedades comerciales con cierta cifra de transacciones.

La mañana en que apareció este decreto se difundió un gran terror a través del mundo comercial de Letonia y Lituania.

Pero la misma mañana se presentan ya comisarios de los soviets en los talleres. Se forma inventario y expropian sin indemnización las existencias de todas las fábricas y todos los grandes establecimientos. Son bloqueadas las cuentas bancarias de estas empresas, pero sus anteriores propietarios tienen obligación de pagar todas las deudas, todos los impuestos –y de hacerlo inmediatamente. Otra sacudida de espanto en las clases acomodadas de los países bálticos. Una ola de subastas en las cuales, bajo la coacción de los comisarios, se malbaratan muebles y bienes personales para lograr dinero con que pagar los impuestos.

Pero los soviets han hecho bien sus preparativos. Se declara que han sido expropiados sólo los propietarios. Son sólo las grandes empresas. Y como se advierte viva inquietud en el agro, entre los campesinos habituados a la propiedad, surge un ardiente llamamiento, necesario con urgencia antes de las labores de invierno: ¡Las faenas del campo son más importantes que nunca! ¡Cultivo con arreglo al plan ¡oficial! ¡Quien siembra, recoge! ¡Quien cultive bien su campo, saldrá ganancioso!

La cuarta etapa: «El suelo pertenece al Estado»

La siembra invernal está en el suelo, comienza la estación fría. Ahora se puede dar el siguiente paso.

Decreto sobre expropiación de tierras: Son expropiadas todas las propiedades rústicas. Toda la tierra pertenece al Estado. Pero cada propietario rural recibe treinta hectáreas de su antiguo terreno para cultivo y administración. El resto del suelo expropiado se distribuye entre los proletarios. Braceros agrícolas sin aperos de labranza, jóvenes campesinos, reciben cuatro, cinco hectáreas para su explotación e incluso se les asigna una vaca o un caballo. En las pequeñas aldeas lituanas se registran escenas odiosas, que se fotografían para la propaganda de los periódicos moscovitas: Se instala el retrato de Stalin en la plaza del pueblo. Esperan en larga cola los beneficiados por el reparto. Incados de rodillas ante la imagen del dictador, tienen que expresar su gratitud hacia la Unión Soviética y hacia el «padrecito Stalin».

En esta misma época se elimina definitivamente la propiedad privada de empresas industriales, de casas y de talleres independientes.

La segunda ola de la «nacionalización» se desarrolla durante el invierno. Son expropiados todos los establecimientos comerciales, con inclusión de las más ínfimas tiendas de comestibles. ¿Los dueños? Algunos entran como administradores de sus antiguas empresas y otros son remitidos a lugares extraños de trabajo.

¿La propiedad de las casas? Esto puede regularse fácilmente por decreto. Cada casa que exceda de 180 metros cuadrados –superficie aproximada de la vivienda para una familia– es expropiada y pasa al Estado. Sin indemnización, naturalmente. ¿El derecho de residencia de los particulares? Cada ciudadano soviético de los países recién incorporados tiene derecho a una superficie habitable de 9 metros cuadrados. El nacimiento de los dos primeros niños no concede derechos especiales a los matrimonios. Pero las casas de vecindad, las habitaciones, están ajustadas en la menor parte de los casos al tipo de 9 metros cuadrados. La solución es sencilla: Cuando la distribución de los cuartos no corresponde al decreto, el inquilino tiene que pagar un 50% más de alquiler por el exceso de espacio.

El artesanado desempeña un papel de importancia en estos países bálticos, que sólo hace dos decenios desarrollaron su industria. Pero las artes independientes no son posibles con el bolchevismo. Para el trabajo manual se organizan colectividades de trabajo en las que puede ingresarse voluntariamente. Colectividades de trabajo a las que se transfieren sus herramientas y su máquina de coser, para poder vivir en lo sucesivo como asalariado y utilizar sus propias herramientas, que han pasado a propiedad ajena.

Se elevan aquí y allá voces de censura. En los despachos, en las tiendas, se efectúan conversaciones en voz baja.

—¿Lo ha oído usted ya? ¡Nos mandan madera de los Urales para las serrerías! ¡Cuando en nuestro propio país tenemos madera en abundancia! ¡y envían la nuestra para Siberia!

—No lo comprende usted, amigo. Esto es economía planificada.

—¿Ha leído la «Prawda» de Moscú? Me refiero a la edición prohibida en Letonia. Nuestros muebles letones como última atracción de la Exposición Industrial de Moscú. Nuestros muebles como últimos modelos de la ebanistería soviética.

Los soviets están ya bastante seguros para combatir con energía estas murmuraciones. Se inicia el periodo de las deportaciones. Durante los primeros meses se han redactado listas de intelectuales, de gente acomodada, de todos cuantos han desempeñado un papel en la vida pública. Sólo para Letonia se ha establecido un programa de deportaciones que abarca 80.000 nombres. Se detienen camiones ante las casas y funcionarios de la checa aparecen en los domicilios. En las estaciones se embarcan detenidos en vagones de mercancías y convoyes de «evacuados» ruedan en dirección Este.

La quinta etapa: Voluntariado coactivo

Todo está dispuesto para implantar definitivamente el sistema soviético. Pero continúa habiendo artesanos que no han ingresado en las colectividades. Todavía hay campesinos que intentan cultivar por sí mismos el resto de su antigua propiedad. Ha llegado para los soviets el momento de poner fin a tal independencia. Es hora de destruir los despojos de autonomía que han subsistido todavía después de los primeros meses de dominación soviética.

El artesanado independiente sólo puede trabajar cuando dispone de material y capital. Por tanto, es preciso privarle de ambas cosas. El Estado dispone de los materiales y es natural que el material disponible se destine en primer término a las colectividades. Los artesanos independientes serán sólo suministrados cuando haya material sobrante. ¿El taller ha de esperar tres, cuatro meses? Muy lamentable –pero ¿por qué no ingresa en la colectividad? Entonces recibirá materiales y salario regular. ¿El maestro no quiere llegar a transformarse en obrero asalariado? Entonces debe esperar y pagar impuestos.

El pago de impuestos. Este es un de los recursos más importantes para impulsar al artesanado independiente a adherirse a la colectividad. Quien cuenta con un ingreso anual de 2.000 rublos, satisface sólo 80 de impuestos, es decir el 4%; pero aquel cuyos ingresos ascienden a 24.000 rublos por año ve desaparecer en manos del fisco la tercera parte de sus entradas, es decir, 8.000 rublos, y además el 60% de lo restante. Por consiguiente, quien cuenta con ingresos de 24.000 rublos los ve desaparecer sin que quede nada para él ni para el mantenimiento de su industria. ¿Dónde hay una modista que en tales condiciones no se decida a ceder su máquina de coser a la colectividad y trabajar con ella a trueque de un salario?

En el campo hay todavía casas de valor que no quieren incorporarse coluntariamente a las colectividades campesinas a las que se transfieren todas las propiedades rústicas, para ganar después un salario. Pero ya está previsto que también estos campesinos tendrán que abandonar un día volntariamente su independencia. Los nuevos propietarios agrícolas han recibido parcelas de cuatro, cinco, seis y como máximo diez hectáreas. Y en los países bálticos, para poder vivir, se necesitan 30 ó 40.

¿No basta el producto del suelo para sustentar a la familia? Muy sencillo, se debe ingresar inmediatamente, se puede proveer las propias la propiedad personal. Entonces se recibe un salario y, aunque mezquinamente, se puede proveer las propias necesidades.

Pero quedan todavía las explotaciones a las cuales se entregaron 30 hectáreas para su cultivo. ¿Se les puede obligar a entrar en las colectividades? ¡Naturalmente! Se prohíbe dar trabajo a braceros y dejar terreno sin cultivo. ¿Qué pueden hacer los infortunados cultivadores de 30 hectáreas de suelo? Sólo les queda abierto el camino a las colectividades. Pero hay testarudos que aún se oponen. Cuando hayan experimentado algún tiempo lo que significa la obligación de pagar impuestos y de entrega, se rendirán a la evidencia. ¿Los impuestos? Se suman propiedad rústica, pecuaria y los aperos de labranza y se alcanzan cifras fabulosas. ¿La obligación de entrega? El Estado exige pagos en especie, lana, mantequilla, y calcula el nivel de la entrega según la extensión de la tierra cultivada. ¿El campesino no tiene vacas suficientes para producir la cantidad prescrita de mantequilla ni ovejas para la de la lana? Entonces tiene que adquirir la mantequilla y la lana en el mercado libre, pues es ineludible el deber de entrega al Estado.

Esta es la etapa de la coacción para imponer la voluntariedad. Hace mucho que están intervenidos por el Estado todos los restoranes, todos los cafés, todos los espectáculos públicos. En las clases de la escuela cuelgan los anuncios murales, grandes páginas escritas a máquina que califican de no comunista a este o aquel alumno que ha descuidado su deber con respecto a las organizaciones juveniles, y sus progenitores tiemblan por si puede imputárseles falta de credo comunista. Hace mucho tiempo que han cesado los cuchicheos en las oficinas y cuando dos se encuentran en la calle callan ante la proximidad de un tercero, pues no puede saberse si es o no un espía.

El balance

La hegemonía de los soviets en los países bálticos ha durado casi exactamente un año. ¿Cuáles son sus resultados en la población, en la economía, en la vida cotidiana y el mecanismo del Estado?

Examinemos los escaparates de los establecimientos de Vilna intervenidos por el Estado. ¿1.200, 1.500 rublos un traje? Esto son 120, 150 marcos. ¿Medias de señora a 30 rublos es decir a 3 marcos? No son precios demasiado altos.

¿Pero qué representan para la población? Como la moneda del país se había equiparado al rublo, un obrero especialista gana en Vilna 350 rublos, equivalente a 35 marcos; una mecanógrafa tenía un sueldo mensual de 400 rublos –40 marcos–. Ante esta consideración adquieren distinto significado los precios de los almacenes. De qué sirve que los salarios aumentasen numéricamente en un 75%, si la equiparación entre el rublo y la moneda del país hacía que el obrero o el empleado recibiesen prácticamente sólo la quinta o sexta parte de sus ingresos.

La población de estos países se percataba de su impotencia frente a la dominación soviética. Pero la desesperación buscó remedios. Con antiguos soldados, con hombres de la autodefensa lituana, oficiales, suboficiales, obreros y campesinos se constituyeron batallones de la muerte para combatir el despotismo soviético al primer síntoma de debilidad. En Letonia formaron jóvenes oficiales, estudiantes y obreros un movimiento que se equipó con armas de fuego cuidadosamente ocultas.

Un año de dominación soviética. Cuando empezó, hubo en los países bálticos gente que esperaron el milagro, que recibieron con entusiasmo el primer desfile de las tropas soviéticas por la calles de la Libertad de Kovno o ante el monumento nacional de Riga. Al cabo de un año de tiranía, reinaba sordo odio, sorda indignación, reinaba el ambiente de las conjuraciones en todos los países bálticos. Ningún obrero, que no se resintiera por la crítica sobre su rendimiento; ningún campesino que hubiese renunciado a su esperanza de tener predio propio; ninguna familia que no se preocupase por uno de sus miembros al que una palabra imprudente hubiera hecho sospechoso.

Y sólo el reducido círculo de quienes se habían comprometido con el régimen soviético y caerían inevitablemente con él, luchaba cono desesperada decisión para mantener la hegemonía de Moscú, despreciado por sus propios compatriotas, aislado en el suelo de la patria, un grupo perdido que ni siquiera creía ya en lo que antes había fantaseado.

Este es el balance de un año de bolchevización. ¿Cuál será allí donde el bolchevismo pudo propagarse y consolidarse durante veinte años, donde viven gentes que, enteramente aisladas del mundo, no conocen otra cosa que una vida de angustia, de indigencia, de miseria, en el constante riesgo de que un capricho les arrebate la existencia, el hogar y la familia.


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