Filosofía en español 
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Roosevelt
¿Emperador de la Tierra?

A. E. Johann

“Signal” inicia hoy una serie de artículos dedicados a la política de Roosevelt. El primero, que publicamos en este número, muestra cómo el imperialismo del dólar extiende sus tentáculos sobre todo el globo terrestre. El segundo describirá cómo ha conseguido Roosevelt provocar en el pueblo americano una psicosis de guerra. El tercero responderá a la pregunta: “¿Pueden los Estados Unidos dominar el mundo?”

“Current History”, acaso la revista política más leída de los Estados Unidos, publicó hace poco tiempo un artículo de Basil C. Walker titulado “America´s Destiny”. “Current History” pertenece a la editorial del “New York Times” y dispone de todos los servicios informativos sobre política interior y exterior con que cuenta este diario, cuyas estrechas relaciones con los círculos destacados de la economía y la política americana son bien conocidas.

“¡Ha llegado nuestro día!”

Es nuestra tarea –dice el artículo de Walker– adueñarnos con audaz resolución de la situación presente y guiar el curso de los acontecimientos por cauces que conduzcan a un mundo como el que nosotros deseamos. La única paz que nos interesa una pax americana de idéntico sentido a las que se llamaron pax romana y pax británnica… Al ayudar a Inglaterra desgastamos a nuestro enemigo mortal… Nuestra América está preparada de acuerdo con su historia para el papel que ha de representar. Las circunstancias de la situación mundial señalan que es la única nación capaz de ocupar una posición directiva, no para salvar a Europa o al sistema europeo, sino para hacer a América jefe de todos los hombres libres del mundo entero en la época americana que ahora alborea. Cuanto más tiempo vacilemos, tanto más dura y cruenta será nuestra tarea. Una decisión rápida es también la más inteligente. Ha llegado nuestro día. ¡Tenemos que romper la marcha aquí y ahora!

La destacada revista política mensual de los Estados Unidos expresa por fin de una vez en estas frases adónde se dirige Rooselvet: No hacia la defensa de las democracias o del hemisferio occidental, ni siquiera hacia la defensa contra los “agresores”, sino lisa y llanamente hacia la hegemonía del mundo, hacia su conquista económica y también política. Pues “pax americana” no representa otra cosa que la dominación del mundo desde Wáshington, del mismo modo que que la “pax británica” no significaba otra cosa que la denominación del sistema que puso al servicio de los intereses de Londres vastas partes de la Tierra pero, bien entendido, sin desarrollar los suyos.

Las líneas del artículo del Basil C. Walker contienen el programa de una agresión dirigida no sólo contra Alemania sino contra toda Europa y contra el África, su gran espacio complementario; no sólo contra el Japón, sino contra toda Asia y los países del Mar del Sur. Afecta sobre todo al Reich que los Estados sudamericanos sólo sean tratados como vasallos económicos y políticas por su gran hermano del Norte, porque está vinculado con algunos de ellos por una vieja amistad. Por lo demás, si se prescinde de Inglaterra, Europa ha respetado siempre la doctrina de Monroe. Los Estados de las dos Américas pueden solventar como quieran sus asuntos. Nosotros no nos inmiscuimos.

Pero tanto más respeto exigen Europa y Asia Oriental para su propia “doctrina de Monroe”. América puede hacer cuanto le plazca en defensa de su hemisferio, pero ni a un niño puede convencerse ya de que necesita protegerlo hoy en el África Central, Batavia o los Urales. Roosevelt pretende hacerse emperador del mundo y se complace en representar el papel de un Luis XIV del presente para el cual toda la redondez de la tierra es precisamente lo bastante grande como palestra de sus acciones imperialistas.

Dos grandes potencias se deslizan hacia la nada

Roosevelt puede anotarse ya dos grandes éxitos en los cuales nadie, hade dos años –y aún uno– hubiera podido creer: los dos mayores complejos de Estados de la edad moderna han cedido su puesto directivo a los Estados Unidos y pasan a una dependencia cada vez más profunda de Wáshington: El Imperio inglés y la Unión Soviética. Ambos se muestran implorantes ante las puertas de América, dispuestos a entregar las más valiosas partes de su patrimonio y, si se otorga crédito a algunas voces inglesas, hasta su independencia. Saben que de otra manera apenas podrían oponer resistencia por más tiempo a la Europa que se defiende con enorme pujanza. Pues esta pequeña Europa continúa luchando tenaz, encarnizada y triunfalmente para destruir en sus fronteras el espantoso peligro del bolchevismo. Y al otro extremo del continente eurásico monta la guardia el Japón, silencioso, paciente y dispuesto para el salto, respondiendo a cada golpe con un contragolpe.

Pero los dos están ocupados. Uno en la guerra contra los soviets; el otro, en la guerra contra Chungking. Por consiguiente, no pueden defenderse como lo harían si tuviesen las manos libres. Y Roosevelt aprovecha la ocasión para cercar a Europa y el Japón, y ponerles el nudo corredizo con el cual pretende estrangularlos; le sirve para ello incluso una alianza con Moscú, si le permite el salto sobre el continente asiático por las espaldas del Japón.

América intenta establecerse en todos los ángulos de la tierra susceptibles de transformarse en punto de partida para ataques contra Europa y Asia Oriental. Todos los medios son adecuados para lograrlo: Presión económica, violencia militar, intrigas, propaganda cultural. Una vuelta alrededor de la Tierra lo probará.

Escalones a través del Atlántico

Según el “New york Times”, los Estados Unidos quieren obligar al Brasil a asumir el protectorado de las Azores. La firme actitud de Portugal frente a los “intereses” de los Estados Unidos por las islas avanzadas del Oeste de la costa septentrional africana, enunciados con demasiada claridad, ha hecho circunspecto a Wáshington. Quizá –se piensa en los Estados Unidos– se resignen más fácilmente los portugueses a la ocupación de las Azores si se realiza no por los Estados Unidos, sino por el Brasil, su gran hija sudamericana. Es bienvenida cualquier tentativa de perturbar las relaciones entre Europa y Sudamérica. Pero Portugal ha reforzado sin cesar las guarniciones militares de las Azores, del Cabo Verde y de Madera. Aún no osa Washington proceder con violencia: La violencia contra el pequeño Portugal desenmascararía con demasiada claridad sus verdaderos propósitos; por eso se sirve del Brasil.

La ocupación de estas islas, entre las cuales figura también el grupo español de las Canarias, no sólo protegería a Sudamérica –como se ha dicho– contra “agresiones” de los Estados autoritarios. Tiene más importancia el que, con su posesión, controlaría América las comunicaciones marítimas entre Europa y el África, al sur del Sahara. Wáshington sabe con bastante exactitud que Sudamérica no está amenazada por Alemania no por Italia; quiere más bien asegurarse a través del Atlántico los escalones desde los cuales podría no sólo caer sobre el Sudoeste de Europa, sino también llevar su influencia a la inmediación del África. Pretende crear en su parte occidental una cabeza de puente contra Europa.

Por qué tuvo que marcharse Wavell

Según lo afirmó el “Washington Times” a principios de julio, las diferencias entre Churchill y Wavell, que desembocaron finalmente en la destitución del último de su puesto de comandante militar del Mediterráneo oriental, eran imputables sobre todo a que Wavell compartía con los americanos el criterio de que no se podría mantener a la larga la posición británica en el Mediterráneo oriental. Se debía retirar el frente a una línea trazada a través de África, al Sur del Sahara. Con esto quedaría libre para el Atlántico la flota inglesa del Mediterráneo, duramente acosada; además, los americanos, con los británicos, podrían concentrar entonces sus esfuerzos sobre el Oeste de África. Wavell, por consiguiente, tenía muy buena prensa en los Estados Unidos, pero no logró imponerse, sino que fue enviado a la India. Por de pronto, no se repitió el ataque a Dákar.

El cerco de Europa

En cambio, se nombraron cónsules americanos de carrera para puertos relativamente sin importancia del Oeste de África, se establecieron con ellos líneas regulares de aviones y se intensificó el tráfico naval. El comercio de los Estados Unidos con África se ha elevado en 1940 en un 40% con respecto al de 1939. Desde este año, la exportación americana hacia el África contiene importantes efectos de armamento y artículos para el aprovisionamiento de tropas. Esto resulta comprensible si se sabe que el extremo más meridional del Imperio francés en África –el África ecuatorial francesa– se ha separado del Gobierno de Vichy y está regido por partidarios de de Gaulle. Desde el África ecuatorial francesa hasta el Sudán anglo-egipcio, a través del Congo belga, también hostil a Europa, y desde Kenia hasta el Cabo Guardafui, se extiende un cordón anglo-americano que se continúa por el Norte, pasando por el oprimido Egipto, Palestina y Transjordania, hasta Siria y el Irak, reducidos por la fuerza.

En el Golfo Pérsico se encuentra el cerco de toda Europa que irradia desde América hasta el Este con el lazo corredizo que los Estados Unidos han arrojado hacia el Oeste, a través de los Océanos Pacífico e Índico, con el designio de estrangular el Asia Oriental. Pues el capital americano vela en los campos petrolíferos de las islas Bahrein por el abastecimiento de petróleo para las tropas y buques ingleses del Océano Índico y del Mar Rojo. El cerco de Europa salta desde el Golfo Pérsico hacia la India. Aquí faltan todavía los eslabones intermedios de Turquía y el Irán. A pesar de que estos Estados nada desean con más vehemencia que conservar su neutralidad, aumentan a diario los indicios de que los anglo-americanos se proponen respetar la soberanía del Irán tan poco como las de Siria y el Irak. Como de costumbre, servirán de pretexto “maquinaciones anglófobas de súbditos alemanes en el Irán”, aunque el gobierno de Teherán haya declarado oficialmente que los 650 alemanes residentes en el país proceden con absoluta corrección y no puede hablarse de ninguna “amenaza”. Los ingleses y americanos intentan también, con los más variados pretextos, obligar al Afganistán a formar en el frente antieuropeo.

Europa, ¿colonia económica americana?

Si se añade que la Unión Sudafricana, con su producción de oro, la única decisiva, está entregada por completo a la buena voluntad y deseo adquisitivo de los Estados Unidos, ya que los productos agrarios de la Unión son invendibles en la actualidad, y que las partes de África situadas al Sur del Sahara necesitan con urgencia, en el aspecto económico, de los Estados Unidos, único país que puede actuar de comprador en ellas, se reconoce claramente el proyecto norteamericano de hacer depender a todo el África de su benevolencia para controlarla por último, no sólo económicamente sino también en los aspectos político y militar.

Además se dice que ingenieros, técnicos y obreros especialistas construyen en Bathursi, en suelo africano (Gambia británica, al sur de Dákar), aeródromos, pistas de aterrizaje y cuarteles, que ya se anuncian intervenciones en Liberia y que, junto a la ocupación ya consumada de Groenlandia e Islandia, también en Irlanda septentrional se establecen bases aéreas por técnicos americanos; todo esto indica con la mayor claridad que América quiere someter a su dominio no sólo al Reich o Italia, sino a toda Europa, con inclusión de la Gran Bretaña. Espera poder demostrar que Europa está entregada en su alimentación a la buena voluntad de América y que, además, puede también ser sancionada militarmente por ella. Europa, con inclusión de Inglaterra, debe transformarse en una colonia económica obediente a América; esto representa que, desde el punto de vista de Washington, no existe ya diferencia entre los distintos Estados europeos.

Si se observa por último el apoyo incondicional que los Estados Unidos prestan a los soviets, cuyos designios agresivos contra toda Europa –que, de lograrse, hubieran destruido el continente como concepto cultural– se han demostrado hace mucho tiempo, resulta que la totalidad de los Estados europeos constituyen una comunidad de destino que ha de defender derechos vitales comunes contra el enemigo y la amenaza comunes.

Los tentáculos hacia el Asia

Con la misma consecuente falta de respetos que en el Atlántico, intervienen los Estados Unidos en Asia, a través del Pacífico. Aquí son el Japón y las potencias aliadas con él, o amigas, como Manchuko, la China de Nanking, la Indochina francesa y Tailandia, quienes se ven expuestos a una presión de América, que crece constantemente. También aquí pretende Roosevelt hacer cada vez más estrecho el anillo estrangulador. Poniendo a contribución todas las fuerzas y recursos, sean de naturaleza militar, económica o política, completa América el cerco del Japón, potencia preponderante en el Asia oriental.

Desde que el bolchevismo, acosado con dureza por la fuerza de Europa, se ha acogido a los americanos en una situación parecida al vasallaje, en forma análoga al Imperio Inglés, tiene Roosevelt la posibilidad de cercar al Japón también desde el Norte, cosa que hasta ahora sólo de modo muy incompleto había conseguido. Alaska, cuyo extremo occidental se aproxima a pocas millas de la punta más oriental del Nordeste de Siberia, y que tiene en la extensa cadena de las islas Aleutianas una especie de puente hacia el Asia del Nordeste, se transformó hace ya tiempo en una importante base para la flota y la aviación americanas. El puerto militar de Dutch Harbour en la gran isla aleutiana de Unalaska se convirtió en el equivalente septentrional del gran Pearl Harbour de Oahu, la isla más importante del archipiélago de Hawai; Hawai constituye el núcleo sólidamente fortificado del avance americano en el Océano Pacífico.

No se avanzó en el Norte del gran Océano porque frecuentes temporales y espesas nieblas sustraen valor a las Aleutianas y al litoral sur de Alaska. Los americanos, que tampoco hubieran concedido desinteresadamente su ayuda a los soviets, pretenden que los bolcheviques les cedan bases al Nordeste de Siberia. Como han concedido ya su apoyo completo a los rusos, puede considerarse seguro que han puesto pie o lo pondrán pronto en Kamchatka, en la costa del mar de Ojotsk, en la desembocadura del Amur o acaso hasta en Vladivostok. Desde allí podrían dirigirse hacia el continente asiático formaciones aéreas sin tocar en absoluto el territorio de intereses japonés. Con ello se encontrarían inmediatamente ante las puertas del Imperio nipón. Debe mencionarse a este propósito que es soviética la parte norte de la larga isla de Sajalín, situada ante la desembocadura del Amur, mientras la meridional pertenece al Japón.

Los esfuerzos americanos de predominio se han extendido sin cesar al Pacífico. Fue sistemáticamente mejorado el puente desde Hawai hacia Filipinas –a las cuales los Estados Unidos han prometido para 1946 la apariencia de la libertad–, que hoy se prolonga por Tailandia, Singapur y las Indias neerlandesas e inglesa. Los puntos de apoyo de las islas Johnston y Palmira, al Sudoeste y al Sur de Hawai, se habían terminado ya el 15 de agosto. Se realizan obras en las islas de Howland y Endervury, más al Sudoeste (en el archipiélago de las Fénix). La base naval y aérea americana de Tutuila (islas Samoa) hace mucho tiempo que está fortificada y completa con las islas británicas de Fidji. El puente hacia Nueva Zelanda y Australia. Más al Norte, se desarrollaron constantemente, en la dirección de las Filipinas, las islas Midway, Wake, Marcus y Guam.

En las Filipinas se trabaja con gran actividad en la ampliación de los puntos de apoyo Corregidor y Cavite, en la bahía de Manila, y también en otros. Los bombarderos americanos volaban hacia Java, pues la Indias neerlandesas se han convertido hace ya tiempo en un simple instrumento de la política americana. Se instalan aeródromos en Borneo para cubrir por el flanco, en el mar de la China meridional, la posición de Singapur. Para este puerto tal vez hubiera en caso necesario la posibilidad de defenderlo sólo con fuerzas aéreas y navales americanas.

Es un secreto a voces en el Extremo Oriente la existencia de una alianza militar entre los Estados Unidos, Inglaterra, las Indias holandesas y británica, el Gobierno de Chungking, Australia y Nueva Zelanda. De acuerdo con esta colaboración dirigida por los Estados Unidos, América ha destinado 40 millones de dólares a la construcción de aeródromos en el Sudoeste de China. Los Estados Unidos e Inglaterra quieren tener preparados 600 aviones en kweiyang y otras localidades del Sudoeste de China y destacar allí 200 pilotos. Además, el enviado especial de Roosevelt a Moscú, Hopkins, ha preparado una alianza militar entre la Unión Soviética y el Gobierno de Chungking. Por otra parte, Moscú tiene que comprometerse a terminar con ayuda anglo-americana el ramal ferroviario que partiendo del turco-siberiano discurre en dirección Este hacia el interior de Asia, hasta llegar a Lantchau, en Kansu, a través de Singkiang.

En la frontera de Birmania con Tailandia, Indochina y China surgen aeródromos, depósitos de combustible, hangares y cuarteles construidos con dinero y por ingenieros americanos. El aumento de las guarniciones inglesas de Singapur, los Estado malayos y Birmania permite deducir con seguridad que los anglosajones preparan en Tailandia una acción de violencia contra un pequeño Estado, análoga a la desarrollada en el Irak y a la que constituye desde hace muchos años en la India y Egipto el rasgo fundamental de la política inglesa. Indochina ha escapado al golpe anglo-americano desde que le gobierno francés se unió oportunamente a los japoneses, llamándoles al país para proteger los intereses propios y los nipones. También Tailandia se inclina del lado japonés, como lo prueban sus últimas iniciativas políticas.

Es evidente que Chang-kai-tsek, el tenaz defensor del resto de China, no obtiene por méritos propios aviones de transporte y nuevos empréstitos (10 millones de libras esterlinas y 50 millones de dólares). Constituye la espada continental de los anglo-americanos contra la retaguardia de la posición nipona en Asia Sudoriental, región donde en ningún caso debe reinar al calma. En realidad, se trata para los americanos de abrir a su imperialismo económico el mercado chino, de posibilidades inmensas, y de poder explotarlo. Chang-kai-tseck, si se logran los planes americanos, será depuesto tan pronto como haya cumplido su obligación. Del mismo modo que Inglaterra, mediante su política del “equilibrio de fuerzas”, ha tenido siempre a Europa en la impotencia poniéndose al del país más débil frente a la primera potencia en auge, también los Estados Unidos operan hoy con inequívoca claridad en el gran juego que se ventila en el Asia: Apoyan a la debilitada Unión Soviética y a Chang-kai-tsek, acosado ya en las más distantes provincias del Sudoeste, para asfixiar de este modo al Japón y que no asuma de acuerdo con sus capacidades y su fuerza la dirección del Extremo Oriente.

¿Y por qué? Evasión de los propios problemas

También en Asia Oriental, del mismo modo que en Europa, quieren los Estados Unidos impedir por todos los medios que los países de aquella zona lleguen entre sí a una sensata conciliación de sus justificadas reivindicaciones. Este proceso remitiría a sí mismos a los Estados Unidos. Pero en el propio país de Roosevelt esperan la solución todos los problemas y tareas que no pueden resolverse por los medios tradicionales: es más fácil inmiscuirse en todas partes y convertir al mundo en campo de batalla del imperialismo americano creación de Roosevelt.

Si los países del Imperio británico se avienen voluntariamente a ser vasallos de Wáshington, Europa y Asia Oriental, antiguas cunas de la civilización, no pueden doblegarse al dominio de la clase americana que es capaz de expresar en dólares todos los valores y considera su Hollywood una obra cultural de primera categoría.