[ Rodolfo Gil Torres ]
Significado actual del paralelismo entre hispanidad y arabidad
Durante el reciente viaje efectuado al África Occidental de Ifni y Sahara por el Jefe del Estado español, los representantes y portavoces de la población musulmana en ambos territorios coincidieron en hacer notar que la relación de España con aquellos pobladores desbordaba lo local hasta extenderse por todos los países de lengua árabe. Eso coincidió con el retorno desde La Meca y Egipto del buque “Plus Ultra” que llevó y trajo los peregrinos de Marruecos. En él regresó el director de Enseñanza de la zona Jalifana, Sidi Mohammed Aziman, quien declaró que el momento actual los dirigentes del Próximo Oriente árabe ponen sus mayores esperanzas en las relaciones entre sus países y los del conjunto hispanoamericano. Pocos días ante en El Cairo el Secretario General de la Liga Árabe había sostenido con el Embajador de España en Egipto una conferencia, en la cual se acordó que mientras los países de dicha Liga seguirían apoyando la causa de España en la ONU con el interés de siempre, España mediaría cerca de los hispanoamericanos en los temas referentes a intereses arábigos. Adquiere así actualidad nueva y redoblado interés el tema de las conexiones de Hispanidad y Arabidad, por lo cual conviene situar exactamente sus líneas generales.
Mirando al pasado y a la parte histórica, ya se ha superado el prejuicio de creer que la relación comenzó con luchas de españoles cristianos contra árabes mahometanos, pues mientras en el arabismo de Próximo Oriente hubo siempre millones de cristianos desde los tiempos apostólicos hasta hoy, la mayor parte de los llamados “moros” que vivían en la España medieval de la Giralda y la Alhambra eran en realidad españoles conversos al islamismo. Sobre los conversos españoles actuó sin embargo un elemento árabe moldeador, pero este se fundió dentro de lo hispano general, especialmente en las regiones del Sur, Centro-Sur y Levante, dando lugar en ellas a una especie de mestizaje, a un tipo mixto arábigo-hispano. Por eso entre los centenares de millares de árabes que residen en Hispanoamérica se ha dicho que gracias a aquel pasado mestizaje: “La cultura y civilización hispanas son parte, forma y esencia de la historia y personalidad del pueblo árabe como la cultura y civilización arábigas de Alandalus sen parte, forma y esencia de la personalidad de España y su originalidad respecto a las naciones de Europa. Alandalus que fue el nombre con el que teóricamente comenzó a designarse a toda España en lengua árabe, acabó por aplicarse especialmente a las regiones situadas desde el valle del Tajo al Estrecho de Gibraltar, donde con más intensidad se hicieron cruces entre españoles norteafricanos y árabes sueltos de Oriente. Y donde la cultura doble hispano-arabizante floreció con más brillantez. Esas mismas regiones sirvieron después como base para el descubrimiento y la organización de las tierras americanas. Ciudades casi arábigas de origen hispano-libanés o hispano-musulmán, como Cádiz, Sevilla, Cartagena, &c. fueron bases colonizadores americanas. Desde el borde de antiguos monumentos hispano-arábigos como la Rábida y la Torre del Oro partieron la mayor parte de los descubridores y colonizadores. Y en la formación de lo criollo predominaron las influencias fonéticas, arquitectónicas, &c. de Andalucía con Extremadura. Así tanto hispanoamericanos como arábigos tienen en el Sur de España ciudades que les recuerdan sus ciudades históricas propias, y encuentran residuos de nexos familiares. Lo cual se refuerza en Canarias, en Marruecos y entre los núcleos de sirio-libaneses de América, con lo frecuente de los matrimonios que ahora se verifican entre árabes y españoles. Todo lo cual explica muchas coincidencias de costumbres, caracteres, &c. que son la más firme base de convivencia.
Tras esa forma exterior de contacto de tipo familiar está el fondo de las espiritualidades. En ese sentido los medios intelectuales arábigos y panarabistas reconocen hoy que la Hispanidad tiende cada día más a convertirse en una fuerza auténtica de orden y que en el mundo tiene hoy una misión que cumplir. Dar cuerpo y calor a la reconquista por la humanidad del sentido auténticamente humano de la vida; dar al mundo de nuevo la doctrina de la superioridad de la espiritual; normalizar otra vez la historia encauzándola por derroteros que no debió jamás abandonar cuando se esparcieron por el mundo el error positivista que no concede valor real sino a aquello que es útil materialmente para el halago del cuerpo, y relegando al olvido o al menosprecio lo que el alma se refiere. Todo lo cual puede aplicarse también al mundo de los árabes católicos y los árabes musulmanes.