Veintidós universitarios trabajan en los saltos de Moncabril
Conviviendo con los trabajadores forjan su vocación social
Cobran el jornal de peón
Desde el pasado día primero del presente mes, veintidós estudiantes universitarios trabajan en las obras de la presa de Ponte Porte del Salto del Moncabril, convertidos en simples obreros, que practican la disciplina del trabajador y la convivencia y hermandad con los productores. Estos estudiantes, al igual que otros muchos de sus compañeros, se hallan encuadrados en el Servicio Universitario del Trabajo.
Campos de Trabajo
Los Campos Universitarios de Trabajo, tal como funcionan en España, constituyen una de las últimas iniciativas del S. E. U., que ha tenido entre los estudiantes la más extraordinaria acogida, hasta el punto de haberse convertido casi en una institución de éxito desbordante, arrollador, que ha superado las más halagüeñas esperanzas de los patrocinadores de la idea.
Su historia es breve, sencilla, pero intensa, como corresponde al carácter de una Obra de esta naturaleza y al ímpetu juvenil de sus realizadores.
En el verano de 1950, tres universitarios, mandos del Frente de Juventudes y S. E. U., movidos por un alto ideal y una voluntad irrenunciable de servicio, de conquista y de aventura, se presentaron en las minas auríferas de Rodalquilar (Almería) para trabajar como simples mineros de aquella explotación. Fueron admitidos por los directores de la Empresa, a los que no dejó de sorprenderles la singularidad de aquella inesperada solicitud estudiantil. Por su parte, los trabajadores de la mina hicieron toda suerte de cabalas sobre la verdadera identidad de los recién llegados, entre las que entraban la de ser sacerdotes-obreros o estudiantes sometidos a esta condición por exigencias técnicas de su carrera.
El recelo se transformaría pronto en simpatía, cuando los productores mineros vieron que trabajaban y trabajaban de verdad, que a los universitarios les salían callos en las manos, que percibían el mismo jornal que ellos y estaban a su mismo nivel en vestido, alimentación y régimen de vida, y todo esto lo hacían por el puro deseo de adentrarse en la pura realidad del mundo que trabaja, tanto para apreciar por sí mismos la profunda dimensión humana, espiritual y social del trabajo, como para conocer de cerca la existencia del trabajador manual, sus problemas, sus afanes, sus aspiraciones, ya que esta existencia como universitarios no les era indiferente; más aún querían iniciar, codo con codo, estudiantes y obreros, una noble, sincera y leal camaradería, como punto de partida de una empresa mucho más trascendente de hermandad social, soñada por siglos y nunca hasta ahora entrevista.
La experiencia cobra vuelos
En 1951 no fueron ya tres, sino treinta estudiantes los que volvieron a Rodalquilar. La experiencia empezaba a cobrar unos vuelos insospechados. La adaptación al trabajo cuesta, pero logra conseguirse en unos días, porque el empeño y el amor propio de los estudiantes vence cualquier obstáculo. Después de la labor de la jornada se organizan clases nocturnas, que dirigen los universitarios, y surge un cuadro artístico. La empresa está en marcha porque ha logrado alcanzar plenamente sus objetivos: la identificación y compenetración más absoluta entre trabajadores y estudiantes.
Al regresar de este turno, cada participante se erigió en un entusiasta proselitista de los Campos de Trabajo. La semilla arrojada no caía en tierra estéril. En el verano de 1952 se organizan, además de Rodalquilar, Campos en El Cariño (La Coruña), dedicado a la pesca; Sierra Almagrera (Almería), en explotaciones de galena argentífera; Benarrasa (Alicante), repoblación forestal; Andorra (Teruel), en la Empresa Calvo Sotelo; Pont de Suart (Lérida), en la Eléctrica Ribagorzana; Pasajes (San Sebastián), Empresa Lissorriaga; Lobio (Orense), repoblación forestal, y Valle de los Caídos (Madrid), también en tareas de repoblación forestal.
Un centenar de campos de trabajo
A primeros de este mes comenzó la campaña anual del Servicio Universitario del Trabajo, que este año ha organizado cerca de un centenar de Campos de Trabajo, con más de tres mil participantes, que se dedicarán a las actividades como simples pescadores, repobladores forestales, empleados en las labores de las explotaciones agrícolas y pecuarias, productores mineros y peones en Empresas industriales.
A los estudiantes-obreros no se les exige aportación económica de ninguna clase. Los gastos de alimentación correrán a cargo del S. U. T. y de los estudiantes, conjuntamente. En cuanto a los viajes, la ida es por cuenta del Servicio, y la vuelta, en un sesenta por ciento, es sufragado por el universitario, como asimismo el viaje turístico por la región.
Código para estudiantes obreros
Al mando de cada campo hay un Jefe, que fija y modifica los horarios exigiendo su cumplimiento; organiza las actividades apostólicas, sociales y culturales que juzgue convenientes para los fines del Campo que le está encomendado; es el representante de los universitarios ante la Empresa respectiva; vela por la salud de los acampados, ordenando el descanso de los mismos y el traslado del trabajo, y especialmente por el mantenimiento del estilo y la disciplina entre sus subordinados, de acuerdo con el código de faltas voluntariamente aceptado por los estudiantes.
En el horario existen unas horas rígidas –alrededor de las cuales giran todas las demás–: las de levantarse y acostarse. Se exige un mínimo de ocho horas de sueño y, en cuanto al trabajo, está establecida la jornada normal, aunque se permite igualmente el trabajo “a destajo” si así lo requieren las costumbres laborales que los universitarios, al igual que cualquier otro uso del lugar, respetan, porque no aspiran a otra cosa que –siguiendo una táctica paulatina, porque en fin de cuentas de empresa apostólica se trata– de hacerse “obreros con los obreros”.
Al habla con el Jefe Nacional de Formación Política del S. E. U.
El jefe nacional de Formación Política del S. E. U., camarada Javier Herrero, es el que está al frente de los veintidós universitarios del Campo de Ponte Porto. El camarada Herrero pasó ayer unas horas en Zamora, de paso para Madrid, donde asistirá a las tareas de la Asamblea de Universidades.
—¿De qué Universidad proceden los estudiantes que trabajan con la Empresa Moncabril?
—Puede decirse que de todas las de España. Además figura entre ellos un estudiante mejicano becario del Instituto de Cultura Hispánica.
—¿Siguen todos la misma carrera?
—No. Los hay de las más diversas Facultades, así como de Escuelas Especiales.
—¿Qué sueldos cobran?
—El de simples peones; es decir, 16,50 pesetas diarias.
—¿Y en qué trabajos se ocupan?
—Los Ingenieros, arquitectos y peritos, en sus trabajos profesionales; los demás, casi todos como canteros.
—¿Qué tal acogida han tenido en las obras?
—Estamos encantados por el trato que hemos recibido de la Empresa y también de la acogida de los obreros, con los cuales convivimos en tiendas de campaña, en los comedores o en los barracones. Son frecuentes las invitaciones mutuas, y en las horas de descanso nuestra rondalla les da conciertos que son del agrado de todos.
—¿Les gusta el paisaje?
—Es, sin duda, de los más bellos de España.
Esto lo dice precisamente un mallorquín. Luego la conversación deriva hacia el Lago de Sanabria y a sus posibilidades de explotación turística. Pero de esto último tal vez hablemos otro día. Javier Herrero tiene que tomar el autobús para dirigirse a Madrid. Dentro de tres o cuatro días volverá para reintegrarse al Centro de Trabajo de Ponte Porto, en las obras del salto de Moncabril.