Octavio Nicolás Derisi
Actas del Primer Congreso Nacional de Filosofía
Los que hace dos años asistimos al Primer Congreso Nacional de Filosofía en Mendoza, pudimos apreciar la magnitud y vigor espiritual del acontecimiento. Era la primera vez que se realizaba la experiencia en nuestro país y debemos confesar que los resultados superaron las esperanzas más halagüeñas.
Tal impresión se afianza y agiganta ahora con la lectura de las Actas, que en tres grandes y hermosos volúmenes acaba de publicar la Universidad Nacional de Cuyo, que tuvo la iniciativa y dirección del Congreso. Este reunió a un extraordinario número de miembros relatores y de miembros adherentes activos, argentinos y extranjeros. Se puede decir que estuvo presente la mayor parte de los filósofos argentinos y que casi todos los países de Europa y América estuvieron ampliamente representados y, en no pocos casos, por figuras de universal prestigio. Baste recordar que enviaron comunicaciones M. Blondel, N. Hartmann, R. Garrigou-Lagrange, G. Marcel, B. Croce, &c., y que intervinieron personalmente entre otros, J. F. Rintelen, O. F. Bollnow, E. Fink, H. G. Gadamer, W. Szilasi, de Alemania; N. Abbagnano, C. Fabro, U. Spirito, L. Pareyson, de Italia; R. Ceñal, A. González Alvarez, J. Corts Grau y J. Todolí, de España; D. Brinkmann, de Suiza; Ch. de Koninck, de Canadá, fuera de los principales filósofos de América.
La falta de tiempo material para dar lectura a tan crecido número de comunicaciones hizo necesario que las sesiones privadas –las más interesantes y vivas, por las discusiones, y diálogos siguientes– se desarrollaran simultáneamente; lo cual privó a los congresistas de poder escuchar todos los trabajos. La publicación de las Actas subsana ese necesario mal; aunque, en cambio, no trae las discusiones y conversaciones subsiguientes a las lecturas de las comunicaciones, y que tan animadas e interesantes hizo a estas sesiones privadas, muchas veces más que las mismas públicas. Las Actas reflejan bien la magnitud, la calidad y la orientación del Congreso. Si bien esos trabajos no poseen ahora la misma fuerza de la vida que los animó en el Congreso, ofrecen en cambio la ventaja de poder ser meditados con más detención.
Las comunicaciones, de desigual valor, en su mayor parte poseen seriedad científica y, en algunos casos, encierran verdaderos aportes filosóficos. [141]
Las Actas expresan la dirección general espiritualista del Congreso y sus principales tendencias. Puede decirse que el materialismo, el positivismo, el empirismo y otras tendencias similares del siglo pasado apenas si se asomaron al Congreso. Poco eco tuvieron las escuelas kantiana, idealista y vitalista.
Desde el comienzo dos corrientes antagónicas cobraron fuerza y singular relieve en el Congreso: el Existencialismo irracionalista y el Tomismo intelectualista. El Existencialismo se presentó en sus diversas formas, desde el ateo hasta el católico, pasando por los tonos intermedios. Los trabajos más finos y de más valor de esta tendencia estuvieron representados por los que se orientan en la línea de G. Marcel. La corriente atea del Existencialismo, inspirada principalmente en Heidegger, se esforzó en presentarse como el único Existencialismo valedero.
Frente a ese Existencialismo ateo, fenomenológico-irracionalista, que se detiene en una pura existencia concreta y finita, desencializada, vaciada de ser y reducida a pura temporalidad finita, desde, por y para la nada, diluyendo todo ser y verdad absoluta en su radical historicidad; el Tomismo comenzó por señalar la contradicción interna que desgarra al Existencialismo –como a todo irracionalismo– cuyas notas existenciales pierden todo sentido ni pueden ser analizadas sino precisamente por la inteligencia, cuyo valor se niega, y por eso mismo sólo aprehendidas desde su esencia con todas las exigencias ontológicas consiguientes del Ser divino, infinito y trascendente, en el origen, en la constitución y en el término de la existencia finita. Ya en una actitud positiva y en una síntesis sólida y coherente fundamentó el alcance trascendente de la actividad intelectiva y analizó los caracteres fenomenológicos del ser de la existencia y persona humana y señaló las bases ontológicas que aquellos exigen, que integró luego en una Filosofía general del ser, cuyo basamento supremo no es otro que el Ser o Acto puro, e infinito, personal y distinto del mundo. El Tomismo tuvo ocasión de presentar, frente al nihilismo y pesimismo del Existencialismo ateo, los principios antropológicos y ontológicos que configuran un auténtico y sano humanismo. Las derivaciones de esta síntesis orgánica pudieron oírse –y hoy pueden también leerse en las Actas– en casi todos los puntos centrales de la Filosofía: Metafísica, Psicología, Gnoseología, Sociología, &c.
En cuanto a las Ponencias finales del Congreso, en su aspecto doctrinario dejan un saldo favorable, pues afirman con claridad y fuerza las siguientes verdades fundamentales de la Filosofía: 1) la existencia de una verdad absoluta, que trasciende lo histórico, bien que “ella también debe ser conjugada con los problemas nacionales y las urgencias de la hora presente”; 2) la existencia del espíritu por encima de lo corporal; 3) la existencia de un Ser supremo, [142] trascendente al hombre; y 4) la existencia de un orden moral, que se realiza por la ordenación libre a ese Ser divino y trascendente al ser del hombre. (Ponencias II y III).
De otros aspectos del Congreso ya nos hemos ocupado en su oportunidad, en el nº 12 de Sapientia, pág. 101 y sgs. y 169 y sgs. de abril-julio de 1949. Aquí nos hemos referido a él sólo en la medida del Comentario de la presente obra escrita, que encierra de una manera completa su labor espiritual y sus actos oficiales.
Las Actas comprenden todos los actos y trabajos presentados al Congreso, decretos sobre la organización del mismo, comisiones, comités, &c., miembros activos y adherentes activos, extranjeros y argentinos, los discursos y mensajes de la sesión inaugural, las ponencias finales del Congreso, la sesión de clausura con la conferencia del Excmo. Sr. Presidente de la Nación, los discursos de la cena de despedida, que no pudieron ser pronunciados por apremio del tiempo, y luego los trabajos leídos en las sesiones públicas y privadas, que llenan la mayor parte de los tres volúmenes. Estos trabajos están publicados, con muy buen acuerdo, en su idioma original: castellano, francés, italiano, inglés y alemán. En cuanto a los publicados en estos dos últimos idiomas –menos asequibles en nuestro medio– al texto original sigue la traducción castellana en letra menor.
La edición de las Actas ha sido llevada a cabo con todo esmero y elegancia tanto por el formato de los tomos, como por el tipo de letra elegido, el papel adoptado y la distribución de la composición. Ningún pormenor se ha descuidado a fin de hacer de esta obra la digna presentación material del estimable venero espiritual que encierra.
Si ya el hecho de la realización de un Congreso de Filosofía de las proyecciones internacionales y del vigor espiritual del de Mendoza, era de por sí un timbre de gloria para la Patria, esta magnífica edición de sus trabajos viene a añadirle uno mas.
Bajo el cuidado del Secretario de Actas del Congreso, Luis J. Guerrero, las Actas ven la luz con el signo editorial de la Universidad Nacional de Cuyo.