Filosofía en español 
Filosofía en español


Ramón García de Castro

Etopeya de Vela

Intentemos para terminar, una semblanza caracterológica de nuestro escritor y donde sinteticemos lo que hemos ido expresando en este ya largo trabajo periodístico, que tan generosamente han acogido las páginas de Voluntad, del Gijón de sus juveniles amores.

A la gran laboriosidad que citamos últimamente podríamos añadir su gran cultura. Hay en Méjico una bellísima plaza que se llama De las tres Culturas, por tener importantes muestras aztecas, coloniales y de la independencia. Al ver la soltura con que se movía nuestro escritor por las culturas anglosajonas y latinas –alemana, inglesa, francesa y española– se me viene a la mente esta referencia. Fue un especialista universal y por eso un periodista de una talla intelectual incomparable. En la solapa de su libro El futuro imperfecto, editado por el Pen Club, leemos lo siguiente: “Personifica F. V. un tipo de escritor poco frecuente en España. Coincide en él un espíritu refinado, atento a los problemas del pensamiento más nuevo y difíciles con una mente plural, generosamente desparramada en mil actividades sin perder su alto rango y sello propio”. Ni el periodista de primer plano, ni el consecuente animador de publicaciones –a su esfuerzo sin desmayo se debe el auge y la continuidad de la Revista de Occidente– no pueden obscurecer al ensayista agudísimo.

Otro aspecto interesante de Vela y que también está muy ligado al modo intelectual de su maestro, es su capacidad de previsión. Si algún día, como esperamos, se realiza una recopilación muy amplia de la obra de Vela, se notará que fue precursor de muchas cosas. Citemos, por ejemplo, que en artículos de su primera época en El Noroeste se habla con agudeza de Charlot; se refiere a la Fiesta del Trabajo, a la que dedica varios artículos, como fiesta de todos y también de la Organización Internacional del Trabajo. Su librito El Arte al cubo, incluido en la serie de Cuadernos de la Lectura es considerado por Torrente Ballester, en su Panorama de la literatura española actual, como vademécum de su generación respecto al arte nuevo.

Y es que Vela estaba muy pendiente de lo nuevo y sentía la vida como proyecto y futurición. Por eso, al igual que Ortega, seguía muy de cerca las palpitaciones de la juventud, habiendo escrito sobre la misma en la Unión Soviética y en la Alemania nazi, preocupación que llegó hasta el fin de sus días en que se interesaba intensamente por los movimientos juveniles.

Siguiendo la problemática de la actualidad más honda, nos informó de la polémica sobre la poesía pura y a él dirigió Jorge Guillén su carta terciando en la misma.

Debemos señalar también aquí, que ya en el año 13, tiene un artículo sobre Ortega con ocasión del primer viaje a América de éste. Se pregunta por qué la Prensa lo ha dejado pasar sin mayores comentarios.

(Y ya que hicimos referencia anteriormente a un orteguismo astur, señalemos también que una de las primeras citas de Ortega se encuentra en un discurso inaugural de Federico de Onís en la Universidad de Oviedo, por estas mismas fechas y que será posteriormente recogido en su conocido Ensayo sobre la cultura española.)

Otra característica de Vela fue lo que podríamos llamar su liberalismo y no sólo en sentido político, sino también en el de actitud, que le da Marañón. Y que sin duda le mereció, junto con la consiguiente envidia por su influencia en determinados sectores de la vida intelectual, una condena a muerte en el Madrid que pasaba de Corte a checa y como mal menor, su refugio en la Embajada de Haití.

Leyendo a Vela –lo mismo que a amigo Marías– salta a la vista que es enormemente celoso de la intimidad de la vida personal y privada, que no debe capitular ante lo político. No se trata sólo de derechos individuales, sino también de actitudes, de talante y de clima. Si algunas veces aparece en él algún resabio antisocialista, esto no se debe a una falta de sensibilidad para la justicia. Todo igualitarismo le es ajeno y le parece nefasto.

En uno de sus últimos trabajos, si no el último, “Revisión del marxismo”, publicado en 1966 en la Revista de Occidente, escribe: “Paradójicamente hoy en Rusia, los revolucionarios son las ideas liberales que una vez más ejercen su eterna y benéfica misión de abrir, remover, fluidificar los regímenes cerrados, estáticos, rígidos”.

Vela fue presidente de las Juventudes Reformistas en Gijón, pero luego no ingresó en la Agrupación al servicio de la República, con lo que nos muestra también su independencia política, que incluso mantuvo frente a su maestro y amigo.

Nos queda, por último, mencionar su gran fidelidad a Ortega. Este trabajo se ha escrito pensando en una expresa invitación a tratar el tema “Fernando Vela y la Revista de Occidente”. A lo largo de estas líneas se desprende fácilmente que la compenetración con Ortega fue extraordinaria, ejemplar. Se dice que alguna vez se perdió alguna cuartilla de aquellos folletones que publicaba el filósofo en El Sol –y que pedían oscuros hombres de oscuros pueblos– y que Vela, redactor del mismo, la reconstruyó sobre la marcha. Asimismo “El tema de nuestro tiempo”, uno de las títulos clave de la obra orteguiana, se redacta “sirviéndose de los apuntes minuciosos y correctísimos que tomó en el aula uno de mis oyentes, mi querido amigo, don Fernando Vela”. Y a él debemos el prólogo-conversación que antecede a Goethe desde dentro, modelo de entrevista.

El discipulado intelectual tiene en él una alta cota. Como en Morente, en Marías y en tantos otros orteguianos, la impronta es indeleble. Ortega está perfectamente digerido y la huella se les nota tanto en la forma como en el contenido. El estilo de Vela es terso y elegante, enjuto y claro. Y de cabeza clarísima lo calificó Ortega; era un cerebro maravillosamente organizado.

Pese a su gran intimidad, Ortega y Fernando Vela se trataban de usted, prueba del respeto y de la admiración que recíprocamente se profesaban. Pero él, don Fernando Vela, del curso universitario del año 22, se convertirá en el Fernando de la escueta, pero elocuentísima dedicatoria que se encuentra en uno de sus libros últimos: “A Fernando, Pepe”. Y que me recuerda una de Clarín a Aramburu: “A Félix, Leopoldo”.

Sirva esta anécdota de categoría sentimental para cerrar estas consideraciones, ya que precisamente Fernando Vela se consideró situado intelectualmente entre 1a muerte de Clarín y la muerte de Ortega. Entre el maestro asturiano y el maestro madrileño se incrustó la rica trayectoria de este intelectual asturiano, orteguiano de pro.

Ramón García de Castro y Sánchez-Calvo