Filosofía en español 
Filosofía en español


Herrero de Miñón, secretario general técnico del Ministerio de Justicia

La región, el país, la nación, las nacionalidades, las autonomías, las lenguas, las banderas
“España es una nación de naciones”

En su caso, con un abundante respaldo de libros. Miguel Herrero de Miñón, secretario general técnico del Ministerio de Justicia, asegura sentirse cómodo. “Además, este tema de la región, sobre él que ustedes me requieren, excede un poco mis competencias y mi labor en el Ministerio”, argumenta. Antes y después de entrar en la cuestión propiamente dicha, Herrero de Miñón no tiene inconveniente en abordar otra serie de temas y en opinar “a título personal y entre nosotros”. “Porque ustedes los periodistas… tienen oportunidad de oír muchos cabos, lo que les hace sumamente peligrosos”. Miguel Herrero de Miñón forma parte de una “especie nueva” de político nacional. Vienen a la memoria de este periodista otra serie de nombres asimilables en forma de ser y estar: Sánchez de León, Eduardo Navarro, Rafael Ansón, Marcelino Oreja…, “centristas todos”. Inevitablemente, tema inicial de conversación serían “los recientes acontecimientos”. La “otra semana trágica”…

Hubo un tiempo, nada lejano, en que se prefería hablar de polos de desarrollo, o de zonas de preferente localización, o de cualquier otro sustitutivo. con tal de no tener que mencionar siquiera la palabra región. ¿Pasó a la historia, definitivamente aquel tiempo sobre este particular?

–Yo creo que sí. Pero, si no le importa, quisiera comenzar esta charla refiriéndome a cuestión de conversación obligada en la última semana, que es el terrorismo. Decía usted que la cuestión regional, con ser conflictiva, siempre lo será menos que los acontecimientos que hemos vivido. Es menos conflictivo, ciertamente, pero más importante. Porque estos acontecimientos truculentos que son obra de minorías absolutamente antipatrióticas y antinacionales, cualquiera que sea su origen real, son episódicos. Trágicos, pero episódicos. Mientras que el tema de la anatomía de España es un tema permanente, que trasciende a cualquier operación coyuntural.

¿Es realmente, el gran tema de nuestros días, este de la región?

–Yo creo que es un tema fundamental. Es decir, si España ha de ser una nación vertebrada, si ha de ser una nación que no tenga una cabeza absolutamente elefantiásica, como es Madrid, y luego un cuerpo enclenque y postrado, la única manera de hacer que ese cuerpo tome conciencia de sí mismo, y adquiera la responsabilidad del propio Gobierno, es acercando el Gobierno a los gobernados. Y eso no se consigue simplemente con elecciones, con elecciones generales a Cortes. Aunque ello sea necesario e imprescindible. Se consigue también acercando los servicios administrativos a los administrados. Y eso se hace a través de la región.

El centralismo

Todas las culpas se vienen echando al centralismo de Madrid…

–Yo creo que tiene grandes culpas. Es decir, que el centralismo hoy es disfuncional desde el punto de vista administrativo y económico. Y tremendamente disfuncional desdé el punto de vista político. Porque los españoles, si han de aprender a gobernarse a sí mismos, han de aprender a gobernarse asimismo a aquellos niveles que están más cerca de sí. Y este nivel, solamente es real y eficaz en el ámbito regional. Es decir, el Municipio es absolutamente diminuto para entrenarse a autogobernarse. La provincia se ha quedada pequeña. Y el Estado se ha quedado muy lejos. Entre estos dos últimos niveles está el nivel regional. Y es en ese escalón en el que los españoles pueden ser más dueños de sí mismos.

Pienso que al abordar la cuestión regional se hace preciso, antes que otra cosa, ponerse de acuerdo acerca de las terminologías a utilizar. Se está empezando a utilizar con frecuencia los términos de País –valenciano, o vasco– o nación –catalana, gallega–, tanto o más que el término región…

–Yo creo que en España hay varias nacionalidades, diversas nacionalidades. Porque España es una nación de naciones. Es decir, una nación es una voluntad de vivir juntos. Pero esa voluntad no es excluyente. Y entonces, los catalanes pueden sentir la voluntad de vivir juntos como catalanes, y además, el deseo de vivir juntos con los otros pueblos y regiones que componen España. España sería una especie de supernación. Y con el País Vasco sucede otro tanto. Y probablemente, Castilla otro tanto. Entonces, yo creo que eso no es una lacra. Al contrario. Es una especie de gloria ser capaz de integrar no solamente hombres, sino incluso nacionalidades. Pocos países lo han hecho como lo ha hecho España. Otros países, como Francia, han destruido la posibilidad de que en su seno hubiera otras Naciones. Y España ha hecho posible ser una Nación que, en su seno, además, tuviera distintas nacionalidades.

Neurosis regional

Parece evidente que en nuestro país, durante una larga temporada, hemos padecido un poderoso temor y miedo a las palabras…

–Bueno, usted sabe que eso es lo que caracteriza a la neurosis en psiquiatría. Es decir, la neurosis no es más que el temor a ciertas cosas que se reprimen tanto, que no se pueden decir, verbalizar. Entonces, hacen que la persona a quien le ocurre esto, se convierte en enferma. Tenga, por ejemplo, síntomas histéricos, disfuncionalidades en su cuerpo. Una vez que la terapia psiquiátrica hace que esas palabras salgan a la luz, esa enfermedad desaparece. Y otro tanto puede pasar con España. Yo creo –y esto contesta a su pregunta anterior, sobre las diversas terminologías utilizables– que en este momento, merced a la Monarquía, estamos en una gran ocasión para superar estos conflictos terminológicos. Porque se discute hasta la saciedad acerca de si Cataluña es una región, un país o una nación. Si España debe ser federada o debe ser regionalizada. La Monarquía, en la medida en que permite utilizar los nombres seculares de los diversos pueblos de España, como es el caso del Principado de Cataluña, o del Reino de Valencia, o del Reino de Castilla, permite superar este conflicto terminológico que la República no podía solucionar. Claro, solamente los ignorantes –es decir, mucha gente– se asusta de que se puedan utilizar estas terminologías sin atentar a la unidad española. Pero es evidente que eso lo que revela es un temor neurótico a las palabras. No hay ninguna dificultad en afirmar que Cataluña sea un Principado, o que Castilla sea un Reino, y no atentar a la unidad de España. Ha habido numerosas monarquías federales –la monarquía alemana del segundo Imperio, o la austrohúngara. Y en la actualidad sigue habiendo monarquías federales, como es el caso de Canadá y Australia. Y hay Monarquías en vías de regionalización, como es el caso de Gran Bretaña.

El gran temor de fondo, origen de ese temor a las palabras, parece hallarse en la posibilidad de un separatismo inconfesable…

–Yo diría… Claro, ese es un miedo. Pero el miedo debiera ser a la inversa. Porque la cuestión regional nunca ha estado tan exagerada, tan exacerbada, quiero decir, como actualmente, después de cuarenta años de negociación de la región. Nunca ha habido tanto separatismo, incluso en Extremadura lo hay, como ahora. Y si eso revela algo es que, por equivocación, probablemente, y no por mala fe, la política antirregional de los últimos decenios ha sido equivocada, puesto que no ha contribuido a solucionar el problema regional, sino a exacerbarlo. Y eso demuestra, además, que la pura represión no elimina los conflictos. Ni en los países ni en las personas.

¿La cuestión relativa al uso de las banderas es paralela a la cuestión terminológica?

–Efectivamente, es una cuestión meramente simbólica, pero que por ser simplemente simbólica tiene una importancia tremenda. Porque el hombre es un animal simbólico. Y eso es tan cierto en el siglo XX como lo podía ser en la Edad Media. Es decir, los símbolos políticos –son las banderas, son las denominaciones, son los idiomas– se cargan de afectos. Y una vez que se cargan de afectos, pues adquieren una especie de gravidez o de pesadumbre simbólica que les permite ser utilizados ya como armas arrojadizas para tirárselos a la cabeza al prójimo, ya como materiales de construcción… Entonces, puesto que es inevitable la gravidez simbólica, lo importante sería utilizarla como material de construcción y no como piedras para descalabrar al prójimo, que es como se ha venido haciendo hasta ahora.

–Parece evidente que, particularmente ha quedado de manifiesto en los últimos tiempos, estas reivindicaciones regionales han estado esgrimidas y utilizadas por los grupos de Oposición, por los grupos, más concretamente, de izquierda. ¿Hay explicación de este fenómeno?

–Bueno, creo que eso solamente puede explicarse atendiendo a la cerrazón mental de grandes sectores de la derecha. Porque el regionalismo ha sido, hasta época bien reciente, una bandera de la derecha. Durante todo el siglo XIX eran los partidos tradicionalistas los que hacían bandera del nacionalismo. Solamente una exacerbación centralista iniciada en el siglo primero ha hecho posible que se identificase centralismo a prietismo español y se identificase también reivindicación regional con ideologías de izquierdas. De hecho, el catalanismo ha sido una ideología de derecha con Prat de la Riva y con la Liga de Cambó. Sólo a partir de la Esquerra fue una ideología que derivó a la izquierda. Yo creo que el regionalismo es hoy un patrimonio común, que deberían reivindicar tanto las derechas como las izquierdas. Porque en un Estado verdaderamente nacional, es decir, un Estado de todos, las izquierdas y las derechas deben encontrar su puesto al sol. Y en cuanto al regionalismo es manera de organizar ese Estado, debe ser algo concertado en el que estén de acuerdo, o sea denominador común, para derechas y para izquierdas.

Las autonomías

Hablar de región, de país o de nación o nacionalidad, exige hablar de autonomías. Y de limitaciones, para estos poderes propios…

–Yo creo que sí existen limitaciones. Pienso que en España existe un soto soberano, que es el pueblo español como un conjunto. De la misma manera que en los Estados Unidos hay un solo soberano, que es lo que la Constitución denomina “nosotros el pueblo de los Estados Unidos”. Entonces, la limitación de la autonomía es la soberanía que corresponde al pueblo español en su conjunto, y al Estado como exponente o encarnación de ese pueblo. Ahora, esa soberanía, única, indivisible e indeclinable, es compatible con las más amplias autonomías. Creo que sería mucho más procedente hablar sobre una racional distribución de competencia, en vez de sobre conceptos metafísicos, como es el concepto de origen de la soberanía. Es decir, creo que la unicidad de la soberanía española es incuestionable. Y las diversas regiones debieran ser conscientes. Regiones, y naciones, y países… deberían ser conscientes de que siempre que se han opuesto a esa unicidad de soberanía, han perdido.

¿Qué les empuja, entonces? ¿Qué ventajas ven?

–Yo creo que las diversas naciones, países y regiones de España, desde Cataluña a Extremadura, pueden tener amplísimos grados de autonomía, la que cada una de ellas necesite, sin mengua de la soberanía única que corresponde al pueblo español…

Favoritismos

Cada región, está diciendo, ¿necesita un grado de autonomía propio, diferente?

–Sí. Es decir, indudablemente hay casos, como el catalán o el vasco, que por sus peculiaridades extremas, necesitarán un grado de autonomía mayor que otras regiones. Y hay regiones insulares, como es el caso de Canarias o el archipiélago Balear, que por su posición geográfica, necesitarán un tratamiento distinto que las zonas continentales. Es decir, creo que la autonomía debe ser para todos, pero debe ser en la medida en que cada cual la necesite. Por ejemplo, yo creo que Cataluña es un país bilingüe. O debería serlo… Y otro tanto ocurre con el País Vasco, o con Baleares, o con el País Gallego y Valencia. Entonces, en estos casos, habrá competencias –por ejemplo, en temas de enseñanza o culturales– que no necesitarán las regiones de una misma lengua, como pueden ser Andalucía y Castilla.

Pero usted ha oído las voces de protesta que se levantan en determinados lugares del país, cuando se conceden regímenes especiales a otras regiones: discriminación en la acusación más suave. O favoritismo…

–Porque hasta ahora los regímenes especiales han sido entendidos como privilegios. Y ahí está el error. Estos regímenes especiales que han elaborado las Comisiones para Cataluña y para el País Vasco, yo creo que son trabajos meritorios… Estas Comisiones estaban compuestas por personas muy dignas y competentes… Pero creo que su obligación, en la medida en que supone una especialidad, es un privilegio, y que, como tal, es ofensivo para el resto de los españoles. Y, por otra parte, el privilegio que conceden es bastante escaso. Con lo cual es ofensivo para Cataluña y el País Vasco, al mismo tiempo. Es, en suma, una manera de quedar mal con todo el mundo. Una manera que se ha cultivado con gran intensidad durante los últimos decenios. Y consiste en decirse: si se pueden hacer las cosas mal, ¿por qué hacerlas bien? ¿Si se puede ofender a más gente, por qué ofender menos? Tal vez habría que invertir el planteamiento: el no ofender a nadie, sino establecer la autonomía como un principio general de organización del Estado, y a partir de eso atender a las peculiaridades innegables de determinadas áreas. Y eso en numerosos Estatutos modernos existe. Baviera tiene una mayor autonomía, ha tenido históricamente una mayor autonomía en Alemania que otros Estados alemanes. Sicilia tiene una mayor autonomía que otras regiones italianas. Escocia va a tener una mayor autonomía que Gales, etcétera…

¿Quiere esto decir que sólo algunas regiones tienen peculiaridades?

–Yo creo que todas las regiones tienen su propia personalidad, y en consecuencia, sus peculiaridades. Pero algunas tienen más peculiaridades que otras, por ejemplo, un idioma especial, como es el caso de Galicia y del País Vasco, de Cataluña, Valencia y Baleares…

Región mártir

También parecen haber existido, históricamente, regiones mártires, regiones silenciosas o silenciadas…

–Yo creo que hasta ahora todas las regiones han sido mártires. A unas se les ha humillado en esos símbolos más queridos, en su cultura, su lengua, en su derecho público, y a otras se les ha humillado culturalmente. Por ejemplo, se ha expoliado a Castilla para hacer crecer desmesuradamente al País Vasco, pero a la vez, se ha humillado al País Vasco en lo que más define al País Vasco.

Y esos propósitos y definiciones de federalismo que ahora plantean no pocos partidos políticos nacientes, ¿tienen algún veto por obra de la actual legislación española?

–Mire, es que yo creo que esa diferenciación que se hace entre regionalismo y federalismo, es una diferenciación académica que, hoy en día, por supuesto, no mantiene ningún académico consciente. Es decir, normalmente se dice que el federalismo supone una unión de elementos anteriormente independientes. Es una definición de federalismo. Mientras que el regionalismo supone el proceso inverso. Bueno, pues eso es rigurosamente falso. Por ejemplo, Brasil es un Estado federal, a partir de una estructura unitaria. Venezuela es un Estado federal, a partir de una estructura unitaria. E incluso en una Federación tan indudable como la de los Estados Unidos, el Poder constituyente no pertenece a los Estados, sino a “nosotros, el pueblo de los Estados Unidos”. En cuanto a las competencias es rigurosamente imposible distinguir entre federalismo y regionalismo. Aunque haya gente que sigue defendiendo unas teorías que elaboraron autores italianos en los años treinta, y que siguen repitiendo como papagayos. Pero, eso es falso. Hoy en día, estructuras regionales pueden ser más descentralizadas que las estructuras federales. Es una querella, consiguientemente, puramente terminológica, ésta del federalismo y regionalismo. E insisto en que la gran ocasión que ahora hay con la Monarquía, es de superar esa querella. España no tiene por qué ser ni federal ni regional. Podría ser un Estado complejo, donde existen autonomías. Que después los profesores se tiren los trastos a la cabeza, calificando esas autonomías de federales o regionales, pues estará bien. Pero hacer una gran cuestión política de si somos o no somos un Estado federal, me parece un tema banal…

¿Cuántas regiones cree que se deben considerar en el país?

–Hombre, yo creo que existen indudablemente: Cataluña, Valencia, el Archipiélago Balear, Navarra, País Vasco, Principado de Asturias, Galicia, ese complejo que es el Reino de León y Castilla, que hoy día forma una sola región, y Castilla la Nueva.

Autodefinición

¿Estas distinciones entre las dos Castillas?

–Yo creo que Castilla la Nueva no es lo mismo que Castilla la Vieja… Vamos, que es lo que podríamos llamar “el Reino de Toledo”, que serían Toledo, Ciudad Real, Cuenca y Guadalajara, integrando una región distinta a Castilla la Vieja. Y, además, suficientemente grande como para tener autonomía. Sigamos la relación…: probablemente dos Andalucías, las Islas Canarias, Aragón, Extremadura, y no creo que me deje ninguna…

Me imagino que habrá quien no vea con buenos ojos algunas “reparticiones” que usted ha hecho. Por ejemplo, la separación de catalanes y valencianos, una cuestión polémica…

–Esa separación son los valencianos quienes lo quieren. Una cosa es que Valencia y Cataluña tengan un elemento común, que es un elemento cultural e histórico común, y otra cosa es que son dos; yo me atrevería a decir, dos naciones distintas, con historias distintas. Son dos pueblos distintos.

Más o menos, ¿puede suceder lo mismo con navarros y vascos?

–Yo creo que en ambos casos la única vía de solución es la de preguntárselo a los interesados…

¿Y alguien, alguna vez, se ha preocupado de preguntárselo?

–Es que claro, probablemente los límites entre las regiones sólo serán, posiblemente, decidibles y definibles mediante la consulta directa a las poblaciones interesadas. Si mañana todos los valencianos decidieran ser catalanes, habría que concluir en que Valencia es parte de Cataluña. Pero si los valencianos decidieran que no son catalanes, sino valencianos, habría que considerar que son valencianos.

¿Y no es cierto que hay regiones que se creen más regiones que otras?

–Bueno, tal vez eso sea un error. Porque no se trata de que a unos les vaya bien y a los demás mal, sino de que a todos les vaya bien. Y a mí me parece perfecto que un país como el País Vasco defienda su peculiaridad, su propia nacionalidad, su infungibilidad con los demás pueblos de España. Pero no tiene por qué preconizar la opresión para el resto de los españoles. Eso se quedaba para los carlistas, que querían fueros “para pocos”. Yo creo que la respuesta sería “fueros, sí, pero para todos”

Problemas económicos

En el caso concreto del Pas Vasco, existe una reivindicación que supera las fronteras españolas y alcanza a varias provincias francesas…

–Bueno, eso ya es jugar con el futuro… Lo que sí creo, sinceramente, es que una España que potenciase sus regiones y su lengua –no solamente el castellano, que es una lengua universal, sino también el catalán, el vasco y el gallego– tendría una especie de “voz polifónica” que elevar en Europa. Porque el catalán se extiende por todo el Mediodía francés, y el vasco se extiende por Aquitania y Gascuña. Y el gallego tiene concomitancias con todas las lenguas célticas que van hasta Gales. De manera que creo que sería una política muy española potenciar la irradiación de nuestros vascos y de nuestros catalanes sobre los vascos y los catalanes de allende los Pirineos.

La gran dificultad para la concesión o reconocimiento de las autonomías regionales ¿es, antes que cualquier otra, de índole económica?

–Creo, sinceramente, que es una dificultad afectiva. Que es un miedo totalmente irracional a las autonomías, y una reivindicación no menos irracional de autodeterminaciones por parte de los elementos más radicales de esos países. De manera que creo que no existe problema económico o jurídico; es decir, racional, sino problema afectivo. Por eso insisto en que los símbolos políticos en esos países, en el reconocimiento simbólico de su propia personalidad es mucho más importante. Y, en todo caso, es previo a la instrumentación técnica de las autonomías.

¿Pero no cree también que existe esa conciencia, en no pocas regiones, de que se está entregando al país español más de lo que recibe de él, en términos económicos?

–En ese caso, es una conciencia falsa. Porque, claro, la producción catalana puede ser superior a la producción de otras regiones españolas. Pero también es cierto que esa producción es posible merced a la mano de obra que Cataluña importa desde Castilla, Extremadura y Andalucía, y merced al mercado que le proporcionan Castilla, Andalucía y Extremadura. Entonces, creo que el verdadero interés catalán estaría en potenciar el desarrollo de ese gran mercado que es el resto de España. Y esto lo ven los catalanistas más ilustres, de antaño y de ahora… Que el interés de Cataluña no está en la postración del resto de España, sino en el desarrollo del resto de España. Para lo cual, la autonomía regional es un buen instrumento, como se ha visto en Sicilia y se va a ver en Escocia en breve tiempo.

Ministros regionales

Determinados núcleos catalanistas han visto como probable solución al problema la creación de un “ministro en Pedralbes”. ¿Es, o puede ser esa de ministros regionales una solución al problema regional?

–Bueno, tal vez no sea la solución ideal. Pero no cabe duda de que el Derecho comparado ofrece el caso de regiones que tienen un ministro sin cartera dedicado especialmente a los intereses de esa región, o en las cuales el presidente del ejecutivo regional es ministro sin cartera del Gobierno central. Esa es una fórmula que ha dado buen resultado en otros sistemas y que podría darlo en el nuestro.

Se asegura que detrás de esa ley Electoral de inminente publicación está la mano y el cerebro de Miguel Herrero de Miñón. Y se asegura, igualmente, que la cuestión regional es de las más delicadas o polémicas de esa ley, que puede ser precisamente el relativo a la presencia de las regiones en las futuras Cámaras…

–Yo creo que el de las regiones es un tema suficientemente capital para que no pueda tratarse por vía de ocasión en la ley Electoral. Creo que la futura ley Electoral tiene que resolver la cuestión magna de que exista en la Cámara una representación fiel del mapa político español, pero que el tema regional excede con mucho a las normas electorales que el Gobierno vaya a dictar, y que deberá ser objeto de deliberación en las próximas Cortes. Si la ley Electoral aspira a que las Cortes sean reflejo fiel de la realidad del país, como el Gobierno y el Presidente Suárez ha dicho reiteradamente, hay que concluir en que si hay partidos catalanes, o partidos vascos, o de cualquier otra región, con una fuerte personalidad, esos partidos, en cuanto tales, van a estar presentes en la Cámara. La ley Electoral no pondrá frenos o dificultades a nada. La legislación electoral, respondiendo al programa anunciado por el Presidente Suárez y su Gobierno, lo que ha de tender es a que las futuras Cortes sean reflejo fiel de la realidad política nacional. Si existe un partido, de derechas o de izquierdas, exclusivamente catalán, y con peso suficiente para considerarse relevante a nivel de España, ese partido debe tener, sin más, su presencia en las Cortes.

La institución regional

En uno de los últimos Consejos de Ministros se anunciaba oficialmente el propósito del Gobierno de relanzar el concepto de la región como institución. ¿Quiere explicarnos este propósito?

–Ateniéndose a la declaración del Gobierno, creo que se señalaban tres objetivos. En primer lugar, la regionalización entera del país. Es decir, el regionalismo, no como privilegio de excepción, sino como principio de organización. En segundo lugar, el reconocimiento de que la organización de estas autonomías regionales no podía ser objeto de regulación antes de las elecciones, sino que sería competencia de las futuras Cortes. Por último, la misma declaración del Gobierno señalaba el respeto, desde ya, a las peculiaridades históricas de cada uno de los pueblos de España. Es decir, a la posibilidad de que la personalidad jurídico-pública de esos pueblos fuera de una u otra manera reconocida incluso con anterioridad a las elecciones. Al menos así lo he interpretado yo, y creo que la interpretación es literal…

¿Qué pasos concretos, entonces, cabría suponer que se van a adoptar, a corto y medio plazo, en relación con las autonomías regionales?

–Yo eso no lo sé… Es cuestión del Gobierno. Personalmente, creo, y así lo anuncié en la conferencia que pronuncié en el Club Siglo XXI, y en otra en Santander, que a la Corona corresponde la gran misión histórica de realizar una tarea preconstituyente, que consiste en evitar que temas tan polémicos como el reconocimiento de la personalidad jurídico-pública e histórica de los distintos pueblos de España se someta a la deliberación y voto de las Cortes futuras, que, como toda deliberación democrática, es siempre polémica. Es decir, que la Corona podría, mediante gestos simbólicos y eficaces, resolver esa cuestión previa, sin perjuicio de que fueran las Cortes futuras las que, a través de la reforma constitucional, organizaran la autonomía de los pueblos hispánicos. Pero el reconocimiento previo de la personalidad de esos pueblos debería ser una gran tarea histórica de la Corona.

El bilingüismo

El bilingüismo, no cabe duda, es una gran ventaja cultural para los habitantes de esas regiones de dos lenguas. ¿Pero, para el resto de los españoles?

–Bueno, el bilingüismo yo creo que es un hecho, en este país, que no se puede negar. Y, por otra parte, es una indudable ventaja, por cuanto obliga a los españoles a aprender idiomas… Al fin y al cabo, Suiza es un país plurilingüe, y no cabe duda de que intelectualmente es un país nada retrasado. El bilingüismo existe en varios países sin dificultades. Creo que a los castellanos les vendría muy bien aprender catalán…

¿Y vasco?

–E incluso vasco. Y, desde luego, los vascos y los catalanes que se precian hablan todos castellano. Creo que es bueno para el país aprender idiomas.

¿Pero no es más práctico aprender inglés y francés que vasco o gallego?

–Lo cierto es que cuando se sabe un idioma, aprender otro resulta ya más fácil… A lo mejor no se impone una opción entre vasco e inglés, sino que sabiendo vasco, además se aprende inglés… O ruso. Yo mismo, madrileño, y sin grandes facilidades para los idiomas, me esfuerzo en aprender ahora mismo catalán.

 
(Todavía se extiende nuestra conversación sobre temas muy diversos. Se refiere a las competencias de un secretario general técnico a su ubicación en el espectro político del país, a las posibilidades de una ampliación del derecho de gracia o amnistía… casi siempre “off the record”. Y, sorprendentemente, no exige revisar el texto antes de que éste vaya a ser enviado a las linotipias…).

José Cavero
(Fotos de Julio Martínez.)