Filosofía en español 
Filosofía en español


Erótemas. Entrevista a Gustavo Bueno

por Antonio Ruiz Zamora

Gustavo Bueno es sin duda uno de los más consistentes y, en el mejor sentido de la palabra, contundentes pensadores de los que dispone el panorama de la filosofía en lengua española. Conocido fundamentalmente por su “Teoría del Cierre Categorial”, que constituye el núcleo de su materialismo filosófico, no rehúye sin embargo, como corresponde a un pensador de estirpe socrática, el combate dialéctico en el foro público, abordando y desarbolando con inusitado rigor las mitologías que componen el imaginario colectivo de nuestra modernidad (El mito de la cultura, El mito de la izquierda, España no es un mito). Aunque no especialmente proclive a la reflexión estética a “Fedro” le interesaba averiguar cómo podrían afrontarse y confrontarse cuestiones que tradicionalmente se integran dentro de esta disciplina desde la perspectiva del materialismo. El resultado es la entrevista que ofrecemos a nuestros lectores.

La filosofía española ha tenido siempre una especial consideración hacia la estética. Reflexiones de este tipo la podemos encontrar en los místicos, Unamuno, Ortega o Zambrano. Aun encontrando alguna reflexión en su obra, no es el aspecto esencial de la misma. Usted, desde el materialismo filosófico que profesa, parece alejarse de esta tendencia. ¿Puede el materialismo hacer una reflexión en profundidad del fenómeno estético? ¿Se ha hecho en España más religión y literatura que propiamente filosofía?

El hecho de que no se hayan publicado obras sistemáticas de estética desde la perspectiva materialista no significa que esta perspectiva no sea esencial, sino, sencillamente, que no ha llegado el momento para que cristalice un sistema de tales ideas estéticas. El materialismo puede hacer una reflexión «en profundidad» (definiendo previamente lo que sea esa «profundidad») del fenómeno estético (suponiendo que el mundo de lo estético sea un fenómeno). Pudiera ocurrir que se hubiera hecho filosofía a través de la religión y la literatura.

Desde Platón se ha considerado que la belleza es lo que produce placer por la vista y el oído. Posteriormente no se ha modificado esta postura, se entiende que es la sensibilidad la piedra de toque del fenómeno estético. Esto nos remitiría a una base corpórea del fenómeno. Para un materialista como usted, ¿se puede hacer ciencia de la belleza, o debemos conformarnos con una poética de la belleza?

La definición de belleza que usted atribuye, con fundamento, a Platón, y que suscribe también Santo Tomás («pulchra sunt quae visa placent»), vincula la belleza al placer, y semejante vinculación es totalmente ambigua y discutible (obligaría a considerar placentera la audición –por el oído, por tanto– de la marcha fúnebre de la Tercera Sinfonía de Beethoven. Sería un placer sádico o masoquista. El concepto de sensibilidad, que en nuestros días se utiliza sobre todo en contextos políticos («las diferentes sensibilidades del partido socialista…»), es demasiado vago como para poder tomarlo como criterio estético. Para que los fenómenos estéticos sean materiales, no necesitan reducirse a la condición de fenómenos corpóreos. La simetría, que suele ser considerada como un valor estético en muchas tradiciones artísticas, es una relación material entre objetos corpóreos, sin que ella misma sea corpórea.

Dudo mucho que se pueda hacer una «ciencia de la belleza», tomando «ciencia» en el sentido que cobra en la Teoría del Cierre Categorial, por ejemplo; lo cual no quiere decir que todo lo que no sea ciencia de la belleza haya de ser poética de la belleza.

Tradicionalmente se han considerado algunos aspectos que deben ser tenidos en cuenta a la hora de valorar un objeto estético. Proporción, orden, armonía han sido considerados puntos de referencia para poder realizar este análisis. Durante el siglo XX las vanguardias han revolucionado esta tendencia y han invertido la perspectiva. ¿Cuáles son las categorías en las que su materialismo filosófico puede encuadrar la belleza?

Probablemente sería conveniente comenzar desconectando los fenómenos estéticos y la belleza; el «feísmo» también es una corriente estética y artística.

Se ha intentado establecer a lo largo de la historia una relación muy estrecha entre estética y moral. En la Ilíada, los personajes centrales de la obra, se consideran a sí mismos como buenos y bellos. Inclusive Wittgenstein en el Tractatus prosigue asociándolos como discursos sinsentidos… ¿Podría profundizar en este aspecto?

La conexión «muy estrecha» entre estética y moral es puramente desiderativa. Recuerdo unas consideraciones de Bertrand Russell sobre un poeta inglés: «cuando era joven llevaba una vida viciosa y disoluta pero hacía unos poemas magníficos, cuando se hizo mayor llevó una vida ordenada y virtuosa pero hacía unos poemas horrendos».

La única «profundización» que se me ocurre en este momento sería la que apela a las relaciones ordinarias de conflicto entre las diferentes categorías de valores y aún entre los valores de una misma categoría. El armonismo metafísico de la belleza, la verdad, el bien, solamente es bueno en el contexto de la «alianza de las civilizaciones».

Igualmente se ha establecido una relación entre verdad y belleza. En Platón el arte, como técnica imitativa o aparente no le merece ningún respeto, y en el caso de Nietzsche el arte tiene que ver más con la mentira y con lo amoral. En el siglo pasado es Heidegger quien nos remite a la obra de arte como desveladora de verdad. Usted en relación con la televisión ha realizado consideraciones semejantes. ¿Qué puede decir de esto?

Me remito a la respuesta anterior. Por lo que se refiere a la televisión, habría que puntualizar el alcance implícito de la definición de la televisión como obra de arte.

En caso de que consideremos que no hay objetos que posean una superioridad ontológica sobre otros, ¿Qué sentido tiene continuar hablando de eso que se ha conocido como “arte”? ¿No se ha convertido, o ha sido siempre, el artista, como consideraba Nietzsche, un mero esclavo de la metafísica del poder?

Me parece muy discutible la tesis que niega la superioridad posible de una realidad sobre otras; la tesis de la igualdad de todos los seres me parece una tesis imprecisa, ambigua porque depende de los criterios que se tomen de igualdad. En cuanto a la «metafísica del poder» me parece que es una expresión atribuida a Nietzsche y que ha sido totalmente dislocada, sobre todo, cuando se aplica a las relaciones del artista con el poder, que muchas veces ha sido la condición necesaria, no ya para que el artista pueda producir 6 su obra, sino para que la obra misma haya adquirido proporciones de una obra de arte. ¿Qué hubiera sido de Miguel Ángel sin Julio II?

Podríamos hacer una consideración política de la estética. Recuerdo una entrevista a Ernest Jünger donde describía que uno de los espectáculos más bellos que había contemplado eran las bombas a lo lejos de las fuerzas alemanas antes de entrar en París… parecían bonitos fuegos de artificio, comentaba. ¿Existe una estética de derechas y de izquierdas, si estos términos siguen teniendo algún sentido?

Veinte siglos antes de Jünger, se dice que Nerón había encarecido la belleza de Roma ardiendo. En principio no habría inconveniente para que la composición aleatoria de colores y sonidos que producían el incendio de Roma o las bombas arrojadas por los nazis en París, alcanzase una disposición equivalente a la de un lienzo impresionista acompañado de música de Debussy, o al cuadro pintado por chimpancés en una exposición, con música ambiental adecuada, como la que ofreció en su tiempo Desmond Morris en Londres.

Quizá más que estética de derechas y de izquierdas, dentro del sentido que se le dé a esta distinción, habría que hablar de criterios más o menos efímeros atribuibles, en una sociedad determinada, a gentes consideradas de derechas o de izquierdas; atribuciones que muchas veces se confunden, como ocurrió, por ejemplo, con las vanguardias literarias, musicales o pictóricas de las primeras décadas del siglo XX, que eran muchas veces tanto fascistas como socialistas.

Desde Nietzsche igualmente se asocia el arte a todo aquello que emana vida y poder desbordante. ¿Se podría entender la belleza como un principio de fuerza-poder?

No.

No queremos dejar pasar esta oportunidad sin plantearle alguna cuestión relacionada con la actualidad: Walter Benjamín consideraba que una de las características del fascismo era la estetización de la política ¿Podría decirse que actualmente estamos, en cierta forma, jugando estéticamente con la idea de España?

Lo malo es que Walter Benjamin atribuyó al fascismo una característica que era común al estalinismo.

Para finalizar… ¿podría sentarse usted a tomar un café con un esteta declarado como Oscar Wilde? ¿Podrían llegar a algún acuerdo en relación con este tema?

No, por razones obvias de coexistencia pacífica o polémica; sí, si el esteta además de serlo, no era un cretino.

Oviedo, 3 febrero 2006