Filosofía en español 
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Lober

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Justificada protesta

Según leemos en El Diario Español, de Buenos Aires, el escritor español D. Luis Araquistáin, con notoria ligereza, ha publicado en un periódico de la capital argentina una serie de artículos referentes a la situación actual de Méjico, artículos en los que deslizó ciertas afirmaciones en contra de la labor de nuestros compatriotas en la América española, expuestas en términos de generalización, que han movido a aquel diario a exteriorizar su enérgica protesta, lamentando que un periodista avezado incurra en tan crasísimo error, «con ligero fundamento o con caprichosa intención».

Estamos en un todo conformes con la protesta a que hacemos alusión, y estimamos como una injusticia imperdonable el que escritores obligados a un pleno conocimiento de los asuntos que abordan con su pluma, y más si lo hacen en órganos de publicidad hispanoamericanos, incurran, como lo ha hecho el Sr. Araquistáin, en tamaña equivocación.

Para cuantos examinen y estudien el panorama de los países de la América española, desde los comienzos de su independencia hasta los momentos actuales, resulta axiomático que en el mantenimiento allí del espíritu español, en su preponderancia, y en la reacción operada en los últimos años a favor de España y de su obra colonial en América, les corresponde una inmensa parte a nuestros compatriotas, que, a trueque de soportar muchos recelos, muchas humillaciones y apasionados dicterios de los que preferible es no acordarse, porque son explicables y no respondían más que a animadversiones pasajeras, supieron con sus abnegaciones, con sus trabajos, con su honradez y con su jamás desmentido patriotismo, imponerse y hacerse respetar, y, más todavía, despertar sentimientos fraternales en los corazones de los hispanoamericanos, haciendo posible esa restauración del espíritu de hispanidad en la que reside, para el mundo americano de habla castellana, su mayor fortaleza y el mayor dique contra invasiones extrañas.

Para convencerse les bastará, al señor Araquistáin y a cuantos como él piensen, con hojear diarios y revistas de la América española, correspondientes al siglo pasado, y compararlos con los de ahora, o, simplemente, releer los libros de texto de la misma época, referentes a la vida colonial e Historia de España, y advertir el radical cambio de orientación que en esta última etapa han experimentado todos los escritos dedicados a la enseñanza, en los que ya, lejos de denigrar nuestros antecedentes y nuestros procedimientos, continuamente se exaltan nuestras virtudes y se hace justicia a la conquista y a la colonización españolas, que tuvieron por norma disposiciones humanitarias y cristianas, englobadas en las célebres leyes de Indias, que aún hoy pueden presentarse como ejemplo y que deben de constituir para todos los españoles un timbre de orgullo y de satisfacción.

Y no creemos que nadie seriamente crea que ese milagroso cambio de enjuiciar la obra de España se ha operado en América gracias a sabias actuaciones oficiales, que, desgraciadamente, jamás existieron, al menos hasta fechas muy próximas a los días que corremos. ¿Necesitaremos citar ejemplos concretos acerca de la defectuosa gestión diplomática y consular realizada en Hispanoamérica por culpa de muchas circunstancias, no achacables todas al personal, sino a una indiferencia suicida de los políticos que nos desgobernaron durante tantos lustros?

Las colonias de españoles en las naciones hoy libres de la América de nuestro abolengo, con excepciones lamentables, pero que no modifican la realidad de nuestros asertos, sin protección alguna, desamparadas totalmente por los elementos oficiales, desenvolviéndose trabajosamente en un ambiente que durante largos años les fue hostil, son hoy, en la mayoría de aquellos países, las más numerosas, las más respetadas, las de más solvencia y las más identificadas con el sentir de las tierras que consideran como prolongación del suelo hispano, su segunda Patria.

Recojamos complacidos ese hecho innegable, y, en tanto que traemos aquí datos y detalles halagadores, que encontramos a millares, nos sumamos, por ser de justicia y patriótico, a la protesta tan virilmente exteriorizada por el españolísimo diario bonaerense, que nos ha dado ocasión a trazar estas líneas.

Recogiendo frutos

El sábado último, los estudiantes hispanoamericanos que estudian en Madrid, ofrecieron un banquete de homenaje a su compañero boliviano, el joven pintor D. Cecilio Guzmán de Rojas, que recientemente, y con verdadero éxito, hizo una Exposición de cuadros, dibujos y grabados suyos, en el Círculo de Bellas Artes, de esta corte.

Al simpático acto se sumaron elementos de la Escuela de Pintura de Madrid, donde el festejado ha cursado estudios cinco años, y significados hispanoamericanistas.

Resulta, en verdad, interesante el caso, y merece las simpatías que allí se evidenciaron el triunfo en España de un estudiante americano, tanto más, y esto es lo que nosotros queremos destacar, cuanto que el pintor Guzmán de Rojas se ha forjado en nuestra Patria y con esfuerzos nuestros, ya que dicho artista boliviano disfruta de una de las becas concedidas por el Gobierno español a estudiantes de Hispanoamérica, lográndose que a nuestra Patria vengan numerosos estudiantes, que aquí se forman, dejan afectos y amistades, y que después serán, sin duda alguna, los más eficaces y sinceros propagadores de nuestra cultura y de nuestra manera de ser en sus respectivas naciones.

Comienzan, pues, a recogerse los frutos de una iniciativa feliz, y de ello no podemos por menos de congratularnos. Que es así, y en análogas formas, como se echan las bases de verdadero hispanoamericanismo, que nosotros quisiéramos ya ver afianzado, y al que contribuimos modestamente, en la medida de nuestras fuerzas.

Lober