Filosofía en español 
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Julio Casares

La Hispanidad en el Diccionario

Allá por el año 1934 y con motivo de informar a mis lectores de la publicación del transcendental libro de Maeztu titulado Defensa de la Hispanidad, escribí en estas columnas unos cuantos artículos, recogidos hoy en mis Cosas del Lenguaje, en los que trataba del vocablo hispanidad en relación, con los de «españolismo» e «hispanismo». Era mi principal propósito salir al paso de la confusión que ya se advertía en el uso promiscuo de estas tres voces, y para ello intenté delimitar los respectivos significados como sigue: hispanismo, «giro o modo de hablar privativo de la lengua española»; hispanidad, «calidad de lo hispano, es decir, de lo genuinamente español»; españolismo, «amor a las cosas de España».

Desde entonces acá el vocablo hispanidad ha adquirido un contorno inconfundible y se ha ido cargando de potencial ideológico y afectivo hasta romper en la fórmula luminosa que estaba reservada a un ministro del Gobierno de Franco: don José Félix de Lequerica. Hablando como ministro de Asuntos Exteriores ante el Cuerpo diplomático americano y en la fecha simbólica y gloriosa del 12 de octubre, tuvo la inspiración de esta síntesis feliz, definitiva y definidora: «España es también espiritualmente un país americano.»

Y, coincidiendo con tan alta ocasión, le ha llegado el turno a la letra H en la paciente y nunca interrumpida revisión a que somete la Academia Española, desde hace más de dos siglos, la totalidad del acervo lingüístico que registra en sus diccionarios. Los resultados de esta labor fatigosa y callada no suelen conocerse hasta que salen a luz las nuevas ediciones del léxico oficial; pero, en el caso presente, no parecerá mal que se haga una excepción para anticipar a los españoles de los dos mundos la noticia de lo que se acordó en la junta plenaria del jueves 7 de diciembre de 1944.

La décimoquinta edición del Diccionario (1925) decía únicamente: «HISPANIDAD. f., ant. Hispanismo.» Este hispanismo (como «latinismo», «galicismo», «italianismo», etcétera) tiene la acepción restringida de giro o modo de hablar privativo de una lengua (en nuestro caso la española). El único pasaje donde se ha usado, que yo sepa, esa hispanidad anticuada, es de Alexo Vanegas, más conocido por «el maestro Venegas»; y dice así: «De los oradores, M. Tull. y Quint. son caudillos de la eloquencia, aunque no les faltó un Pollio que hallase hispanidad en Quintiliano...» (Tractado de Orthographia, 1531, f.º Cii., v.º). La hispanidad que, al parecer, reprochaba Polión a Quintiliano era el uso de giros españoles en latín, como se han censurado alguna vez en escritores eruditos de nuestro siglo XV ciertos excesos de «latinidad». Resulta, en todo caso, que hispanidad sólo tenía en el diccionario un valor de pura terminología estilística, por no decir gramatical. Por eso pudo escribir Maeztu, con relativa propiedad, que el sacerdote español don Zacarías de Vizcarra, residente a la sazón en la Argentina, había «inventado» el vocablo hispanidad, puesto que lo sacaba a luz para significar el conjunto y comunidad de todos los pueblos hispanos, concepto hasta entonces desconocido e innominado en el catálogo académico.

En la edición decimosexta (1936-39) se relegó ya a segundo lugar la hispanidad anticuada y se incluyó como primera acepción la siguiente: «Carácter genérico de todos los pueblos de lengua y cultura españolas.» Es sencillamente la definición usual, algo más expresiva en este caso, de los nombres abstractos de calidad: «amabilidad», calidad de amable; «maldad», calidad de malo, &c. Admirablemente precisó Azorín este sentido del vocablo cuando escribía: «Yo veo la hispanidad en el Quijote; pero la veo también en una de esas cántaras castellanas que, en un zaguán empedrado de menudos guijos, reposa serenamente, con sus nobles y armónicas líneas, nobleza y armonía hechas de humilde arcilla. Veo la hispanidad en una novela de Cervantes, una comedia de Lope, una estrofa de Garcilaso...; pero la veo también en esta silla de pino sin pintar, con el asiento de esparto, en que estoy descansando en un cuartito de paredes enlucidas con nítida cal.»

Ahora, en 1944, después de la acepción precedente, que será la primera, y antes de la anticuada, se ha insertado, como segunda, la siguiente definición: «Conjunto y comunidad de los pueblos hispanos.» Así, pues, cuando se diga, por ejemplo, Día de la Hispanidad, podrá entenderse desde hoy, dentro de la más rigurosa exégesis, que en ese día se proclama, corrobora y exalta la comunidad espiritual de los pueblos españoles, sin distingos raciales ni geográficos, así como la esencia, vitalidad y porvenir de lo específicamente español, sean cualesquiera los matices con que se manifieste en el pensamiento, en el habla o en las costumbres.

Julio Casares
(De la Real Academia Española.)