Filosofía en español 
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Manifiesto a los intelectuales y artistas de América Latina

[ de los Comités Latinoamericanos del Congreso por la Libertad de la Cultura, Santiago de Chile, 7-13 junio 1954 ]

Al concluir sus tareas la reunión de Comités Latinoamericanos del Congreso por la Libertad de la Cultura, efectuada en Santiago del 7 al 13 de junio de 1954, los delegados asistentes convienen por unanimidad en la siguiente declaración:

Reiteramos nuestra plena y fervorosa adhesión a los principios del Manifiesto de los Hombres Libres, suscrito hace cuatro años en Berlín por la Asamblea Fundadora del Congreso por la Libertad de la Cultura, agrupación internacional de escritores, sabios y artistas, que no depende de ningún gobierno ni grupo político y que se propone, como único objetivo, defender la libertad del espíritu creador y crítico en el mundo civilizado.

Nicolai
George F. Nicolai

Las circunstancias hoy observables en el ámbito internacional, confirman, a nuestro juicio, las apreciaciones que de un modo expreso o implícito se hicieron en aquel documento, y le dan carácter aún más imperativo y urgente a la exhortación que en el mismo se dirigió a todos los hombres libres del mundo para que se movilizasen en defensa de la libertad y en busca de “soluciones nuevas y constructivas a los problemas de nuestro tiempo”.

Presidía aquel memorable documento la convicción de que la cultura no consiste solamente en la preservación y comunicación de determinados saberes o técnicas, ni en el mero ejercicio de alguna forma de investigación y de expresión, sino que estriba radical y esencialmente en la aptitud del espíritu para fecundarse a sí mismo con la mayor variedad posible de experiencia y de ideas y después fecundar con su propia madurez a la sociedad dentro de la cual se mueve. De ahí que en aquel manifiesto se estableciese una ecuación indispensable entre la defensa de la cultura y la defensa de la libertad. Se explica así también que fueren principalmente escritores y artistas de distintos países y, por cierto de reconocida eminencia, los que aquella declaración firmaron, ya que por especial exigencia de su vocación y de su oficio, son los hombres dedicados a las tareas de la inteligencia y de la sensibilidad creadora los llamados a situarse a la vanguardia en la defensa de la libertad. Muy desvalida quedaría esa defensa, sin embargo, si no concurrieren a ella todos los hombres y mujeres, cualquiera que sea su dedicación, que sientan el disfrute de la libertad como condición indispensable a la dignidad de su vida y a la seguridad y prosperidad de sus labores.

Mañach
Jorge Mañach

Subrayamos también que en el Manifiesto de Berlín quedó implícitamente señalada la relación consustancial que existe, no sólo entre la libertad y la cultura, sino también entre ellas y la paz, así como el hecho de que esos valores sólo pueden asegurarse mediante el control popular del poder público, característico de la verdadera democracia.

Todos estos valores y los mecanismos de que ellos se sirven, andan hoy sujetos en ciertas zonas del mundo a las más fementidas falsificaciones; pero ello no hace más que acentuar la necesidad insoslayable de que los hombres de pensamiento libre restauren el sentido universal y genuino de esos conceptos. Creemos que la democracia está, desde hace tiempo, necesitada de semejante tarea y que a ello en buena parte se debe la merma de su fe y de su confianza en sus propios principios.

No es que los principios democráticos no sean racionalmente válidos en sí mismos. Se asientan en las dos inclinaciones más nobles del hombre, que han sido también las más fecundas históricamente; a saber: el aprecio de la libertad y el respeto a la opinión discrepante. De tales sentimientos se deriva naturalmente la norma política de que, ante la multiplicidad y la variedad de las opiniones, le corresponda el ejercicio de la autoridad pública a la que se vea mayoritariamente sustentada. Estos principios no son perfectos en su operación, pero tienen una fuerza natural de razón y de respeto a la persona humana, no superada por ninguna de las doctrinas que a ellos se oponen, y la experiencia del mundo ha demostrado ya que no es más culta, más feliz ni más humana la sociedad que de ellos se aparta.

Magnet
Alejandro Magnet

Por impaciencia generosa ante la lenta o la incompleta realización de esas normas, o por la misma disposición característica del espíritu democrático a acoger las ideas renovadoras y a someterlas a la experiencia histórica, la democracia ha ido cediendo terreno, perdiendo fe en sus convicciones y hasta comprometiendo el vigor de las instituciones que en ella se basan. En consecuencia, creemos indispensable e inaplazable suscitar de nuevo el entusiasmo democrático y no sobre bases retóricas, sino apoyándolo en la evidencia de que el mundo se ha ido haciendo trágico y torvo en la misma medida en que los ideales de la democracia han sido abandonados o deformados.

Es preciso, además, tomar clara conciencia de que estos ideales no están indisolublemente adscritos a ninguna fórmula cerrada e inerte de organización política o económica en el orden funcional, a ninguna clase social determinada, a ningún parcial sistema de intereses. Si algún marco de ideas hay que se haya mostrado efectivamente capaz de impulsar las renovaciones sociales, es precisamente el de la ideología democrática genuina. Esa capacidad y destino de la democracia dista mucho de estar agotada y sólo conoce un límite en el futuro, que es el de que todas las reformas sean compatibles con el principio de la democracia.

Ibáñez
Roberto Ibáñez

Definir, sin embargo, los conceptos y los modos de acción de la democracia no es lo esencial. Un rígido conceptismo pudiera serle fatal en la práctica a la democracia misma. Esta necesita de la máxima flexibilidad y agilidad para su propio desenvolvimiento y preservación. Lo importante no es teorizarla, sino sentirla: amarla en su espíritu y su autenticidad vital, y defenderla apasionadamente de quienes no la amen.

La defensa de la libertad ha de disponer ella misma de una libertad plena. Ha de estar libre para responder con procedimientos adecuados a la naturaleza de los peligros que contra ella se conjuren y a las circunstancias en que esa defensa se plantee. Consideramos, por ejemplo, que el principio esencialmente democrático de respeto a las minorías ha de seguir consagrando el derecho de todas las opiniones a ser expresadas y escuchadas: pero no implica el que a una opinión notoriamente antidemocrática se le permita traducirse en acción contra la democracia misma.

Para que los estados democráticos tengan, empero, autoridad moral ante sí y ante su propio pueblo con que justificar esa legítima defensa, lo primero es que sean realmente democráticos en su espíritu y en su ordenamiento institucional. Cuando no lo son, la amenaza antidemocrática de que se defienden se amerita ante los ojos del pueblo, y la causa de la libertad resulta así, en definitiva, doblemente perjudicada.

Esta es una de las razones por las cuales denunciamos y condenamos la existencia actual, en la América Latina, de gobiernos de origen espurio y de factura dictatorial, cuya naturaleza y procedimientos repugnan a la conciencia libre. La miseria moral que tales regímenes crean en los pueblos que los padecen, constituye por sí sola el vivero de resentimientos más propicio para recibir y hacer fructificar la semilla de otros autoritarismos de armazón ideológica más firme y de consecuencia sociales no menos reprobables, disimuladas bajo una pretensión de redención social y política.

Izaguirre
Carlos Izaguirre

La solidaridad de todos los pueblos de este hemisferio, y en particular de los que pertenecen a la misma estirpe cultural, es el más caro de nuestro objetivos. Pero ese ideal se ve actualmente obstaculizado por la existencia de aquellos regímenes y por las actitudes que los amparan. En las relaciones intergubernamentales se tiende a ignorar esas situaciones, y con frecuencia a aprovecharlas para determinados cálculos diplomáticos, políticos y hasta económicos, a espaldas de la conciencia y de los intereses genuinos de nuestros pueblos. Es forzoso señalar también, aunque con carácter más excepcional, el hecho de que la defensa sincera de esos intereses populares y nacionales se ve en ocasiones enturbiada por la colaboración de fuerzas políticas intrínsecamente adversas a la verdadera democracia, y no es menos de lamentar que la prevención contra semejante peligro se confunda con el amparo a determinados intereses económicos contrarios, por su parte, al libre desenvolvimiento de las sociedades americanas.

Ante una variedad semejante de situaciones, la causa de la solidaridad verdadera de nuestros pueblos sólo podrá adelantarse mediante la compenetración y colaboración de los hombres libres del hemisferio: de los que nos oponemos con igual energía al despotismo doméstico y a la coacción extranjera, cualquiera que sea su pretexto o su signo ideológico.

Defender la libertad y la democracia es hoy deber insoslayable para todo hombre de conciencia libre. La neutralidad o la inercia son otras tantas formas de irresponsabilidad. Parcelar el esfuerzo es, por otra parte, debilitarlo y, muchas veces, frustrarlo. Estimamos, por eso, llegada la hora de que los voceros y sustentadores de la democracia como estilo de vida, se conozcan y se relacionen por encima de mares y fronteras. En particular, los escritores, los hombres de ciencia, los artistas, por la índole universal y comunicativa de sus labores, han de estrechar sus relaciones de conocimiento mutuo y de asistencia cultural y moral, y ello no sólo entre los países americanos, sino también entre éstos y los de otros continentes, señaladamente los de Europa.

Pineda
Salvador Pineda

Insistimos, sin embargo, en que a esta movilización y compenetración democrática han de concurrir cuantos se reclamen del ideal de libertad, cuantos sientan y piensen que ésta no es sólo una palabra raída, o un vago concepto histórico, sino una exigencia real del espíritu humano, de cuya satisfacción depende el que los hombres puedan realizar lo mejor de su propia naturaleza y elaborar su más noble destino.

Para esta colaboración tienen singulares títulos los estudiantes, los profesionales, los obreros y, en general, todos aquellos que de hecho resultan más vulnerables por los abusos del poder. A ella están llamados muy señaladamente los exilados políticos, víctimas frecuentes hoy día de la violencia y arbitrariedad que afligen al mundo. Por lo general, el desterrado es un mílite de la libertad, que ha perdido una batalla, pero continúa dispuesto a librar otras. Su situación misma suele dar testimonio de una superior calidad como ciudadano y como hombre. Los demócratas de los países menos infortunados que el suyo, hacen bien en abrirle los brazos y en sumarlo a su propia tarea de libertad.

La movilización de que hablamos es hoy más inaplazable que nunca. Sería inútil, a más de peligroso, desconocer que el totalitarismo de izquierda, es decir, el comunismo, está avanzando de un modo cada día más impresionante. Se extiende unas veces por la fuerza de las armas, otras por la acción conspirativa superiormente organizada y la invasión preparatoria de las conciencias, que se aprovecha de la debilidad o del vacío en la fe democrática en ellas; otras veces, en fin, progresa el comunismo al calor de los justos resentimientos que se han ido acumulando en los pueblos por condiciones seculares de explotación doméstica o extranjera. Ante la realidad de ese avance comunista, las democracias más caracterizadas no siempre se defienden con la suficiente coordinación o integridad nacional, minadas como muchas de ellas están por la presencia del enemigo en su propio suelo o por la trasnochada supervivencia de viejas rivalidades y recelos.

Gorkin
Julián Gorkin

En ocasiones, los procedimientos defensivos contra el comunismo contraen los vicios propios del mal que se proponen combatir. En forma más o menos acentuada vuelve así a medrar en el mundo el totalitarismo fascista, vencido antaño en los campos de batalla, superviviente en algunos países de Europa, imitado en otros de América, y presto siempre a levantar cabeza en los demás, bajo la inspiración de esa fauna inextinta de espíritus soberbios inclinados a imponer sus dogmas y sus modos de vida a costa de la libertad ajena. Es penoso comprobar que esta resurrección totalitaria, no menos estragadora que el comunismo para la dignidad, la libertad y la felicidad del hombre, se ve no pocas veces auxiliada por la torpeza defensiva de las democracias más poderosas.

Ante todas estas asechanzas, los delegados firmantes resumimos el espíritu y propósito de nuestra reunión instando a los hombres de conciencia libre en todos los países de nuestro hemisferio a que sumen su entusiasmo y su esfuerzo a la tarea que, presidida por insignes personalidades de nuestro tiempo, se ha impuesto el Congreso por la Libertad de la Cultura. Los exhortamos a que constituyan comités nacionales, o se asocien a los ya existentes, y a que se mantengan informados de la orientación y la marcha de esta agrupación mundial, leyendo las revistas que le sirven de órganos, señaladamente la revista “CUADERNOS”, gemela de la revista “PREUVES”, ambas editadas en París. Esa lectura les permitirá apreciar que este movimiento, sustentado económicamente por organizaciones de carácter y composición internacional, inequívocamente acreditadas en su ejecutoria democrática, está abierto a todos los matices de opinión y de crítica, sin más denominador común que el principio de la libertad, y sin vinculación a ningún interés o designio que no sea el de movilizar y solidarizar las conciencias alertas del mundo para la preservación de la cultura por la libertad y de la libertad por la cultura. Como el manifiesto de Berlín, hace cuatro años, este documento americano más modesto, preparatorio de una venidera reunión más amplia de los comités latinoamericanos, se dirige a los hombres libres y a los que quieran volver a serlo; a todos los “que estén resueltos a restaurar, a salvar, a ampliar las libertades que representan el valor de la vida”.

Rubem Braga (Brasil); Jorge Mañach, Mario Llerena (Cuba); George F. Nicolai, Ramón Cortós, Alejandro Magnet, Jaime Castillo (Chile); Carlos Izaguirre, Marta Rinza (Honduras); Salvador Pineda, Rodrigo García Treviño (México); Roberto Ibáñez, F. Ferrandiz Alborz (Uruguay); Julián Gorkin (Comité Mundial).