Cristiandad
Revista quincenal
año III, nº 54, páginas 229-230
Barcelona-Madrid, 15 de junio de 1946

Editorial

En el XIX Congreso Internacional de «Pax Romana»

¡Es vuestra hora,
universitarios católicos!

«Siempre en tiempos de trastornos tan formidables como los que hemos presenciado ha sonado la hora de la Iglesia, la hora de todos sus fieles. Es vuestra hora, universitarios católicos. Vivid en guardia y tened conciencia de vuestra dignidad de cristianos. En los contactos indispensables con los que militan en campos contrarios, no os dejéis jamás arrastrar o comprometer en cosas que lleguen al honor católico, y menos todavía que ofendan de cualquier manera vuestras inviolables convicciones religiosas. Los católicos poseen la verdad de su fe y las enseñanzas de la Iglesia. En su programa social, hay una riqueza tal de fuerzas positivas y constructivas que no tienen necesidad de ir a pedírselas prestadas a nadie. Para vuestra Patria, lo mismo que para la Humanidad, vale aquel principio de que solamente un pensamiento y una voluntad que estén animados por la fe cristiana pueden dar al mundo la verdadera paz...»{1}

Los universitarios italianos que escucharon personalmente estas palabras de Pío XII representaban en aquel momento a los estudiantes católicos del mundo entero: porque ellas tenían valor universal, no eran sino repetición del pensamiento perenne de los Romanos Pontífices.

«Solamente un pensamiento y una voluntad que estén animados por la fe cristiana pueden dar al mundo la verdadera paz»; mas no bastan las fórmulas de un cristianismo vago, producto híbrido que lleve en sus venas los principios del liberalismo moderno: el Papa nos ha advertido ya bastante de que: «la fe en Jesucristo no permanecerá pura e incontaminada si no está sostenida y defendida [230] por la Iglesia, columna y fundamento de la verdad.»{2} En otras palabras, «No hay paz de Cristo sino en el Reino de Cristo»{3}: porque el Reino de Cristo en la tierra es la Iglesia.

Sólo el reconocimiento de la maternidad sobrenatural de la Iglesia sobre todos los pueblos puede dar al mundo la paz verdadera, la paz fundada en la justicia y en el amor fraterno: todo intento de paz que no se funde en este reconocimiento, que no sea una «Pax Romana», está condenada a una vida efímera, está edificada sobre la arena.

Es preciso que el mundo, y ante todo nosotros mismos, comprendamos el sentido de estas palabras: «No hay paz de Cristo fuera del Reino de Cristo, fuera de la Iglesia», concreción en el orden político y social de las que han sido escándalo perenne de nuestros enemigos: «Fuera de la Iglesia no hay salvación»; mas fijémonos con qué espíritu las pronuncia el Pontífice: «recordando con la mayor alegría aquel vaticinio del mismo Cristo: y se hará un sólo rebaño y un sólo Pastor». «Dios quiera, termina, que veamos realizada cuanto antes con el resultado más satisfactorio esta tan consoladora y cierta profecía del Divino Corazón.»

Esta última frase, tan atrevida en su expresión, entronca con todos aquellos pasajes en que los Romanos Pontífices, por dirigirse a sus hijos, a hombres que pueden comprenderles, insisten en que es condición necesaria para conseguir «Instaurare omnia in Cristo» que utilicemos medios fundamentalmente sobrenaturales, y principalmente, la devoción a su Corazón Divino.

A la luz de estas enseñanzas cobran pleno sentido las palabras que bien podéis considerar, congresistas de «Pax Romana», como expresamente dirigidas a vosotros: ¡«Es vuestra hora universitarios católicos»!

Notas

{1} Discurso a los Universitarios católicos italianos, 6-1-1946.

{2} Pío XI. Encíclica «Mit brennender sorge».

{3} Pío XI. Encíclica «Ubi Arcano Dei». Las ulteriores pertenecen igualmente a esta Encíclica.

[ Este texto fue publicado también en inglés y francés, a tres columnas, abriendo
este número dirigido especialmente a los asistentes al XIX Congreso de Pax Romana. ]


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