Filosofía en español 
Filosofía en español


[ César E. Pico ]

Marañón y los excesos eugenésicos

Todavía hay quienes creen que la ciencia positiva y especialmente la biología, puede dar una solución satisfactoria de todos los problemas humanos. La corrupción, la decadencia intelectual del siglo pasado originó esta confusión en los espíritus: y a pesar de la reacción que desde entonces acá se ha operado, en nombre del más elemental buen sentido, todavía persisten muchos individuos que se titulan “avanzados” en mantener dicha aberración.

Para circunscribirnos al tema de este artículo, es necesario notar la perduración del criterio “cientificista” en pleno siglo XX. No obstante las advertencias de Claudio Bernard acerca de la incapacidad radical de la ciencia empírica y experimental para resolver toda cuestión referente a la esencia y origen último de las cosas; no obstante la distinción que la filosofía perenne establece entre los objetos respectivos de la ciencia positiva y la filosofía, que si bien consideran el mismo “objeto material”{1} –todas las cosas cognoscibles– inciden en él desde puntos de vista –“objetos formales”{2}– distintos, pues la ciencia se atiene al orden fenomenal de las causas segundas, en tanto que la filosofía estudia el orden de las esencias y de las causas remotas; la confusión perdura lamentablemente hasta el punto de que todavía se nos habla de una “filosofía científica”, de una “moral científica” y de otros extravíos finiseculares. Únicamente la falta de un criterio superior –filosófico– permite esas licencias a espíritus desprovistos de “escuela” o de criterio objetivo; y se da el caso de hombres de laboratorio que se atreven a cubrir con los prestigios de su ciencia las lucubraciones pseudo-filosóficas de su imaginación desordenada.

En España especialmente, por el hecho mismo de no haber padecido las etapas de autodestrucción del cientificismo pasado (pues la ciencia experimental apenas hace unos años que se cultiva con cierta intensidad), se da el anacronismo de estos desplantes positivistas con mayor fuerza que en otros países europeos.

El caso del Dr. Gregorio Marañón resulta típico. Constituido (para emplear la fraseología, llena de lugares comunes, de las izquierdas) en “director de la juventud española”, alza en estos momentos su voz en contra de la “dictadura” que pretende “restringir los experimentos y exteriorizaciones científicas”. Ya habrá comprendido el lector que nos estamos refiriendo a la suspensión del curso eugenésico, por decreto del gobierno, porque atentaba contra la santidad del matrimonio y los fueros de la moral natural. Muy bien ha estado el gobierno español en reprimir las atrocidades sostenidas en el curso de marras. Allí no se hablaba en nombre de la ciencia, pero se la complicaba, al colocar bajo su prestigio las tonterías y las inmoralidades más descabelladas que cabe suponer, con opiniones extracientíficas. Para que el lector pueda darte una idea de ello bastará citar, entresacada al acaso, esta frase del Dr. Giménez de Asúa que transcribe La Gaceta Literaria, de Madrid:

“Una cosa esencialísima es la educación sexual íntegra, desde la infancia, que debe terminar con el desdoblamiento práctico del amor, en el cual el amor – pasión– deseo, se entrega a la mujer mercenaria y el amor reposado y frío a la novia casta. Desdoblamiento que continuará después del matrimonio”…

¿Qué nexo puede unir las conclusiones objetivas experimentales de la ciencia biológica con la manifestación repugnante de esa opinión indiscutiblemente inmoral?

La imaginación exaltada de ese novelista de la endocrinología que se llama Gregorio Marañón, podrá protestar todo lo que quiera contra las medidas “inquisitoriales” del Directorio; pero el pleito está de antemano ganado por la más elemental cordura y buen sentido.

César E. PICO

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{1} Decimos objeto material, no en el sentido de la materia física, sino en el sentido de ofrecer una materia indivisa al conocimiento.

{2} Llamados así por tener su fundamento en la realidad –objetos– pero abstraídos por la mente en su consideración formal.

[ → Los excesos eugenésicos. Una rectificación ]