Filosofía en español 
Filosofía en español


Biografía del Padre Fray Fernando Ceballos, Monge Gerónimo
y autor de La Falsa filosofía es crimen de Estado

Fr. Fernando González de Ceballos, monje Gerónirno del monasterio de S. Isidro del Campo extramuros de Sevilla, fue hijo de D. Manuel, natural de Alseta, en la diócesis de Burgos y de Doña Ignacia Pérez de Mier, natural de la villa de Espera, en la de Sevilla. Nació en esta última villa en 9 de diciembre de 1739. Al cuidado de su hermano mayor D. Manuel González de Ceballos, beneficiado de la Iglesia parroquial de Santa Ana en el barrio de Triana, y juntamente al de una hermana de los dos, pasaba en Sevilla sus primeros años dedicado al estudio propio de su edad, en los que descubría ya singular talento, despejado juicio, y un genio reservado y reflexivo, apreciables dotes que daban motivo a presagiar lo que podía esperarse de ellos, unidos a una constante aplicación. Pero un pueril incidente, estuvo muy cerca no solo de desvanecer, sino de acabar con tan fundadas esperanzas.

Ocurrió que viniendo un día del estudio con sus condiscípulos, jugando como niños, se daban golpes con los libros, que como se acostumbra en el día, llevaban atados a una correa, los daba y recibía Fernando, pero le tocó uno tan fuerte en las espaldas, que le hizo abandonar el pesado juego, retirándose a su casa notablemente lastimado. O por sufrimiento de que después dio grandes pruebas, o por no desagradar a sus hermanos no manifestó su dolencia, dando lugar con su silencio, a que se agangrenase la parte donde recibió el golpe, en tales términos, que progresando el mal no bastaron a impedir los auxilios de los mejores médicos y cirujanos, que sus hermanos llamaron al intento; mas ya era tarde; por mas que apuraron los recursos del arte, tuvieron que fallar la muerte de Fernando. En efecto se despidieron un día asegurando que solo podría vivir como una hora. En este corto plazo, su hermana que lo amaba sobre todo encarecimiento, fue al pozo de las Santas Vírgenes Justa y Rufina que está en la Iglesia de PP. Trinitarios; trajo de él cierta porción de agua, y llena de fe y confianza en Dios y en la intercesión de las Santas, mojando un paño en ella, los aplicó a la parte principal de la llaga de su agonizante hermano, quien quedándose a continuación dormido; cuando despertó se halló sano de su incurable úlcera. No es esta referencia vulgar. El que se ocupa de dejar esta breve noticia, como monje del citado monasterio, la oyó contar al P. Ceballos, como también, de que del hecho se tomó información asegurando los facultativos ser milagrosa la curación. De aquí la devoción que Fernando tuvo siempre a las Santas, pues llegando a ser Prior del citado monasterio Vere Nullius, la extendió en tal forma, que en Santiponce, pueblo de su jurisdicción, llegó a ser día de fiesta el de las Santas, al modo que lo es en Sevilla y sus arrabales. Sano ya nuestro joven continuó sus estudios, cursando artes y teología en el colegio de Sto. Tomás de Sevilla, en cuya universidad se graduó de Doctor en 25 de octubre de 1752, habiendo merecido grandes aplausos por su ingenio vivo y doctrina. Vacó la Magistral de Sta. Iglesia Patriarcal Metropolitana y primada de Sevilla por muerte de D. Alonso Tejedor; hizo oposición a ella, y aunque mereció los aplausos de todos, no obtuvo los votos, porque estos permite Dios en sus altos fines, que no siempre los alcance el que los merece. En efecto este desengaño le movió a retirarse a un monasterio. Su carácter sin duda era el más acomodado a la vida monástica, porque era abstraído, taciturno, (aunque no le faltaba amenidad cuando quería) estudioso, amigo del retiro, y por consecuencia, enemigo de concurrencias, y finalmente de una compostura y singular modestia. Pretendió pues el santo hábito en el citado monasterio de S. Isidoro, siendo Prior el P. Fr. Juan de S. Lorenzo, quien estimando las estimables y bellas prendas del pretendiente, lo propuso a la comunidad, la que lo recibió en su seno el 27 de marzo de 1758. Profesó al tiempo debido y sin detención fue destinado a cursar en los colegios de la orden, condición indispensable en ella para obtener las prelacias y otros puestos vinculados a los que siguen la carrera literaria. No tardó en volver a su monasterio, con toda la aptitud y honores de colegial sin necesidad de emplear el tiempo ordinario, aunque el Padre, además de la Filosofía y Teología, estudió también derecho canónico y civil. Aquí en su monasterio, a beneficio de la soledad del claustro, fue donde dio ensanche a su incansable deseo de saber, entregándose al estudio de toda clase de letras, que poseyó con aquella maestría que se deja ver en sus escritos. Tanto el citado monasterio como la orden lo condecoraron con todos los honores a que puede optar el monje más sobresaliente, y favorecido el primero, antes que cumpliese diez años de hábito (fenómeno no visto desde su fundación) lo eligió por primera vez Prior suyo, repitiendo en otra ocasión igual elección, y la segunda lo distinguió con los honrosos puestos de Prior del colegio de Jesús de Ávila de los Caballeros, con el de Visitador General de los monasterios de Castilla, concediéndole también los honores de Maestro y ex-General. Correspondió este monje sabio y virtuoso, al sagrado deber que le imponían sus destinos, siendo a la vez un Padre lleno de amabilidad para con sus súbditos, y un Prior que siendo el primero en la rigorosa observancia de la disciplina monástica, guiaba dulcemente a todos a mantenerla en su pureza.

Su celo por la religión católica; y su odio a los dogmas impíos, no hay necesidad de insinuarlos, dígalo su obra de La Falsa filosofía. Con todo no debo omitir el respetable dicho del V. P. Fr. Diego de Cádiz, quien hablando del P. Ceballos dijo, que Dios lo había criado en estos tiempos, para conocer y dar a conocer a los impíos, y reducir sus máximas a cenizas. Por persuasión de dicho V. P. fue dos veces a Lisboa, con intención de ver si lograba continuar la impresión de su obra, y aunque al principio tuvo el favor de los príncipes, desapareció muy en breve. Voltair su enemigo capital, no atreviéndose a resistirle de frente, le hizo la guerra más cruda y vergonzosa por medio de sus afiliados, llegando a conseguir que especialmente en el último viaje que hizo en 1800, le produjese en España tales pesadumbres (cuyo motivo por prudencia se omite) que ciertamente fueron ocasión de su muerte. La vio venir sin duda y se preparó con la serenidad que inspira la buena conciencia. Quince días antes de morir se confesó con el prelado del monasterio, andando en pié, y en la misma forma continuaba disponiéndose. Señaló el monje que lo había de auxiliar, previniéndole que no le diese voces ni cansase con largos razonamientos, que le excitase al amor de Dios, a los actos de las virtudes teologales y que le repitiese con frecuencia los dulces nombres de Jesús, María y José: llegando este día finalmente, y un momento, en que apagándose poco a poco esta luminosa antorcha, sin inquietud, con el mayor sosiego, dando una prueba en sí mismo, si se compara su muerte con la de Voltair, de la diferencia que hay del impío al justo en este lance. Murió Voltair furioso, trastornado, desesperado, comiendo sus propios excrementos a las diez y media de la noche del día 30 de mayo, y veinte y dos años después, en 1.° de marzo, a las tres y media de la noche falleció el P. Ceballos, sosegado, lleno de fe y de esperanza, y con señales (al parecer) nada equívocas de su buena suerte futura. Murió de edad de setenta y dos años en 1802. Fue de estatura pequeña, frente espaciosa, ojos muy vivos y graciosos, nariz larga y algo curva, boca grande, pero bien formada, cerrado de barba y de un color bastantemente esclarecido, representando a la vez mucha modestia y majestad.

Acaso no dejará de haber quien extrañe tan minuciosa relación, pero yo diré que las memorias de los hombres insignes, solo pueden tener defecto, cuando no se elogian como merecen, pero no si posible fuera en dar a conocer hasta sus respiraciones. Tiene otro motivo más Fr. Vicente de Luna, monje del citado monasterio de San Isidro, autor de esta breve memoria para extenderse en obsequio de este varón insigne. Le mereció mucha confianza, entre otros tuvo el honor de ser su amanuense y tratándole muy de cerca, le mereció algunos favores, distinguiéndose entre todos la concesión de que trasladase los cuatro tomos inéditos de La Falsa filosofía, del original que conservaba el P. Ceballos.

Como este desgraciado sabio español no pudo lograr imprimirlos, quise tenerlos siquiera manuscritos para tener completa obra tan apreciable, con el designio de ver si algunas circunstancias favorables podían facilitar su impresión, y en efecto en el presente año de 1822 la revisa un amigo para si llega a ser posible.{1}

Se dio sepultura al Rmo. P. Mtro. ex-general del orden de San Gerónimo Fr. Fernando Ceballos, en el claustro llamado de los difuntos en su monasterio de San Isidro, en medio del lienzo que da vista a la puerta de la iglesia por donde los monjes entran al coro a cantar los divinos oficios, y sobre la losa de mármol blanco que cubre su sepultura se lee el epitafio siguiente:

HIC HACET
Rr. Fr. Ferdinandus Zeballos
filius, et non semel parens et prior
hujus monast.
vitæ cenobiticæ, cultor integerrimus:
vir omnigenæ eruditionis refertisimus:
impiorum filosophorum malleus.
catholicæ veritatis strenuus vindex
et disciplinæ, tan ecclesiasticæ,
quam monasticæ, zelator indefesus.
Scripta legito
Obit calendas martias ann. dom.
MDCCCII.

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{1} La defunción del P. Luna y otras causas impidieron hasta hoy dar a luz tan importante trabajo.