Inauguración de una Universidad Católica en Madrid
Aunque los lectores de La Cruz tienen noticia del establecimiento de una Universidad católica en Madrid, bajo el modesto título de Estudios de la Asociación de Católicos, hoy vamos a dar cuenta de su inauguración solemne verificada el día 16 de octubre, consagrado a Santa Teresa de Jesús.
«Los profesores de los Estudios, dice El Pensamiento Español, del que tomamos estos datos, se habían preparado cristianamente, comulgando en la misa que el Sr. Obispo de la Habana celebró por la mañana en la parroquia de San Martín, y concurrieron todos a la inauguración, vistiendo unos la toga del letrado, otros la muceta del doctor, y algunos también el modesto frac que confunde al sabio con el ignorante, al aristócrata con el plebeyo. Presidía el acto el Sr. Patriarca de las Indias, teniendo a su derecha al Sr. Obispo de Cuenca, senador del reino, que había llegado el día anterior de su diócesis, y a su izquierda al Sr. Obispo auxiliar de Madrid. A un lado de la mesa de la presidencia estaba el rector de los Estudios, el presbítero don Francisco de Asís Aguilar, y enfrente de él el secretario general, don Ramon Rubio Juncosa. Componía también parte de la mesa presidencial el señor marques de Mirabel, Vicepresidente primero de la Asociación de Católicos, D. León Carbonero y Sol, Vicepresidente segundo, y D. Vicente de la Fuente, Presidente de la Junta provincial, a quien se debe la fundación de esta Universidad.
»Después del claustro de profesores, sentábanse en la parte superior del salón distinguidísimas señoras, madres o hermanas católicas de los alumnos, las cuales hallaban en aquel establecimiento un descanso para su corazón, un medio de que la juventud aprenda y se ilustre en toda clase de ciencias, sin que su entendimiento se pervierta con la emponzoñada enseñanza universitaria, pagada por el Estado, que aun se llama católico. Figúrense nuestros lectores si estarían allí a gusto las damas españolas; figúrense la altísima y dulce significación que tenía su presencia en la inauguración del curso. [520]
»El resto de la sala, los gabinetes y antecámaras adyacentes, los ocupaban los concurrentes varones, entre los cuales había personas notables en las letras y las armas, senadores y diputados católicos.
»Leyó el discurso inaugural, que insertamos integro en seguida, el Sr. D. León Galindo y de Vera, de imperecedero recuerdo como diputado católico en la campaña emprendida contra el desdichado reconocimiento del reino de Italia, que tantas y tan deplorables consecuencias ha traído; abogado distinguidísimo y profesor de historia y elementos del Derecho civil español común y foral en los Estudios. Versaba este discurso sobre la necesidad lógica y social de que la enseñanza en España sea católica, sobre el derecho de dirigirla que radica en la Iglesia, la imposibilidad de tolerar los errores, y el mal que en sí entraña la libertad de predicarlos.
»El asunto no podía ser mejor escogido para inaugurar un acto, protesta viva contra las contrarias tendencias que prevalecen, con raras y honrosísimas excepciones, en las cátedras dependientes del gobierno.
»Hubo un momento terrible para el orador, y doloroso para el auditorio. Desde el curso anterior al presente, el Sr. Galindo ha perdido un hijo, alumno de los Estudios. Cuando el orador se dirigía a los jóvenes cursantes de esta Universidad católica, era natural que les recordase a aquel que había sido su condiscípulo, y hoy es un ángel más en el cielo. Era natural también que consagrase algunas frases a esta memoria de que un padre jamás puede desprenderse. Al llegar a este punto del discurso, el padre, que había contado demasiado con su fortaleza de ánimo, no pudo proseguir: su voz quedó ahogada entre sollozos, y el Sr. Vinader, que como profesor también del claustro se hallaba a su lado, leyó aquel trozo del discurso con acento conmovido. ¡Qué extraño! todos los circunstantes estábamos afectados por aquella escena tan triste y al propio tiempo tan sencilla. Nunca tan natural demostración ha tenido la sentencia: Si vis me flere, dolendum est primum ipse tibi.
»El secretario leyó en seguida la Memoria del estado actual de los Estudios, trazando su historia, que solo cuenta un año; y después de haber hecho, primero el rector y luego los catedráticos, la protestación de la fe y el juramento que prescribe el Romano Pontífice para las universidades pontificias, el Sr. Patriarca declaró abierto el curso de 1871 a 1872, y se levantó la sesión.»