Cuba contemporánea Revista mensual
La Habana, febrero 1923
 
año XI, tomo XXXI
número 122, páginas 204-205

Enrique Gay Calbó

Bibliografía

Biblioteca Interamericana IV. La política exterior de los Estados Unidos. Basada en declaraciones de Presidentes y Secretarios de Estado de los Estados Unidos y de publicistas [norte] americanos. Compilación hecha por James Brown Scott. Nueva York. Doubleday, Page and Company. 1922, 8º, XVII, 330 p.

Contiene este volumen trozos de mensajes presidenciales y documentos de Secretarios de Estado y publicistas norteamericanos, que tratan de la política exterior de los Estados Unidos. Al comentar este libro, alguien ha dicho que con la parte no transcripta de esos propios mensajes y documentos podría cualquiera formar otro grueso tomo de doctrinas y prácticas completamente opuestas a las proclamadas en el que ha lanzado a la publicidad el ilustre internacionalista Sr. James Brown Scott. En efecto, es cosa fácil componer más de un cuerpo de doctrinas contradictorias con los fragmentos de mensajes del ejecutivo de cualquier nación. El curioso puede comprobar que en La política exterior de los Estados Unidos del Sr. Brown no hay un solo pedazo de los mensajes que sin duda fueron enviados al Congreso acerca de la guerra desmembradora de la República mexicana, ni los relativos a la ocupación injusta y arbitraria de Santo Domingo, ni los que tratan del canal de Panamá o de la situación especial de Nicaragua. Y seguramente existen esos documentos. Por lo tanto, la compilación del Sr. Brown es ineficaz para demostrar buena fe, que nunca se probaría con declaraciones más o menos altisonantes, buena fe que es preciso afirmar con hechos, con una política tradicional de altruismo, de cooperación, de cordialidad.

Llama la atención el poco espacio que dedica el compilador a los períodos de los primeros presidentes norteamericanos. Sólo veintiocho páginas ocupan los fragmentos de mensajes de los jefes de aquel Estado desde Washington hasta James K. Polk. Los iniciadores de la orientación política de los Estados Unidos, entre los que está el propio Monroe, sólo hicieron, al parecer, leves indicaciones que otros presidentes más formados como estadistas desarrollaron en toda su extensión.

Como libro de propaganda, está bien esta obra únicamente para la propia tranquilidad de los que de algún modo han contribuido a formarlo. Sólo para eso, porque a ningún hispanoamericano convencerá nadie que le diga, como el Presidente Buchanan dijo en 1858 sobre México:

«Siempre hemos alimentado los mejores deseos por la ventura de esa república y acariciado la esperanza de que, después de las pruebas por que ha pasado, llegue al fin a gozar de paz y prosperidad bajo un gobierno libre y estable. Nunca hasta ahora hemos intervenido directa ni indirectamente en sus asuntos internos, siendo deber que nosotros mismos asumimos el de proteger la integridad de su territorio contra la ingerencia hostil de cualquier otra potencia.»

Lo anterior lo remitió al Congreso el Presidente Buchanan el 6 de diciembre de 1858, diez años después de la guerra de conquista contra México en la que esta nación perdió enormes y riquísimos territorios.

Las páginas siguientes hablan con gran elocuencia de la política americana de los Estados Unidos. Según Roosevelt, la doctrina de Monroe obliga a Norteamérica a ejercer funciones de policía internacional. Según Root, la doctrina de Monroe es necesaria para proteger a los Estados Unidos. No para proteger a la América; no una doctrina que reconozca derechos y deberes por igual, sino una doctrina protectora de los Estados Unidos. En verdad, nunca ha sido de otra manera, y no podía dejar de ser así. Las relaciones puramente altruistas de pueblo a pueblo sólo han florecido en la América hispana, y muy pocas veces. Cuando el filibustero norteamericano Walker se apoderó de Nicaragua, las demás porciones del Istmo contribuyeron a la acción del Presidente Mora, de Costa Rica, para vencerlo y restablecer la República. No pidieron las otras cuatro naciones concesión alguna a cambio de ese favor. Cuando antes Bolívar, San Martín, O'Higgins se esforzaron por libertad regiones distintas de la América, no exigieron una compensación territorial o una sumisión humillante.

Pero son los nuestros, países que sienten la solidaridad, que se saben llamados a un mismo destino y que advierten la necesidad de una compenetración mayor cada día, firme y sincera. Y para lograrla, nada mejor que una política desinteresada, inspirada por la más insospechable franqueza.

La obra del Sr. Brown, sí está justificada desde el punto de vista del Norte, no lo está desde nuestro punto de vista, porque es incompleta y no da la impresión exacta de la verdadera política internacional de los Estados Unidos. No es un espejo, sino una caprichosa combinación de cristales que trasmiten una visión imperfecta de la realidad.

Enrique Gay Calbó
La Habana, enero, 1923

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