El día que publicó Vmd. su segundo tomo de la colección de seguidillas fui corriendo a la librería de Castillo a comprarle, para ver las excelencias que contenía la obra, mediante que un anuncio tan pomposo como el que hizo el Diario, merecía que la tal obra fuese alguna cosa del otro jueves. Al cabo salimos de la curiosidad viendo que sobre poco más o menos es lo mismo que el primer tomo; letras de seguidillas y tiranas que ya no se acuerda nadie de ellas, y a lo último varias letrillas de seguidillas que se cantaban hace 16 o 20 años, que también se olvidaron ya, y por consiguiente de nada nos sirven para el gusto delicado que tenemos en el día; pero la advertencia o prólogo que Vmd. hace al principio del tomo, es lo que no hemos podido mirar con serenidad los que tenemos oído músico, y sabemos distinguir lo que suena bien y mal, y esto me obliga a tomar la pluma en nombre de toda la tertulia de apasionados de la música italiana para hacerle a Vmd. ciertas prevenciones, a fin de que otra vez no se ponga a hablar a bulto como los papagayos. Yo soy serio, y Vmd. Tiene cierto modo para embrollar hasta la razón con ridiculeces, haciendo reír a las gentes; pero quisiera que se dignara de escribirme esta vez con formalidad para que se vea cual de los dos tenemos razón en la disputa.
No digo nada de los poetas que hacen seguidillas, porque en esto no doy palotada, y paso a decir mis reparos en la música por capítulos. [143]
1. Primeramente dice Vmd. que la música es un auxiliar de la Poesía para expresar con más dulzura la letra o los versos que se cantan. En esto se ha equivocado Vmd. de lleno: la música jamás ha tenido tal oficio sino en las canciones de las gentes bajas del pueblo. En la clase pulida o civilizada la música es un lenguaje distinto de todas las lenguas del mundo, y así verá vmd. dar grandes aplausos en las sinfonías y conciertos donde no hay letra ni quien cante, y a buena cuenta que sino entendiéramos lo que aquello quiere decir, nos echaríamos todos a dormir.