2. Dice Vmd. que las gentes de ahora solo encuentran las bellezas de la másica en la grande ejecución, y en las dificultades que vencen los cantantes o tocadores. ¿Y en qué quería Vmd. Señor Don Preciso, hallar la hermosura de la música en las seguidillas, tiranas y polos que cantan las cocineras y manolos? Yo no creí que fuese Vmd. tan pobre hombre. En todas las artes y facultades que se conocen, aquel que hace lo que otro no puede, es el más grande y distinguido de todos, porque se supone que el que hace lo más, sabe hacer lo menos: ¿y qué me importa a mí que digan que la fachada del Hospicio es mala, si el que la hizo sabía también como los profesores del día todas las reglas de arquitectura? Esto no se mide así, Señor Don Preciso; era menester que dijésemos a un Arquitecto de los del día que nos hiciera una portada como aquella, y vería Vmd. a dónde llegaba su talento. Señor mío, en este mundo aquel que hace más, y vence más dificultades, es el hombre que sabe más; a buen seguro, que si Vmd. busca un amanuense, no le gustará sino el que escriba mucho, y más que sea churrigueresca la letra.
3. Prosigue Vmd. y dice, que el cantante a quien no se entiende la letra, no es otra cosa que un instrumento más de la orquesta. El raciocinio, amigo, merece un perú. ¿Con que la voz humana, no es más que una flauta o un piporro? Estaríamos bien aviados los apasionados de la melodía, si hubiera muchos que pensasen como Vmd. Mire Vmd., hombre de Dios, ya he dicho al principio que la música es un lenguaje nuevo y aparte, y ahora digo [146] que la inteligencia de este idioma sólo nos está concedido a algunos, no a todos; y por eso verá Vmd. que en las operas, y piezas de cantado del gusto italiano, no somos más que unos cuantos montoncitos de gente los que padecemos ilusión, y nos electrizamos al oír las volatas y trinos de las arias.
4. Dice Vmd. que la música cantada debe ir subordinada a la Poesía, y jamás como móvil principal, por que el espectador sólo va al Teatro a oír y ver las Escenas y situaciones que dispuso el poeta, expresadas con la dulzura y actividad de la música, y no a escuchar un confuso tropel de instrumentos auxiliados por la letra, por lo que añade Vmd. que los amantes de la actual melodía tenemos trocados los frenos. Al leer estos renglones, no pude menos de lastimarme de Vmd. Señor Don Preciso, porque yo le hacia a Vmd. hombre de ideas más nuevas y sensibles. Decir que se necesita entender la letra para saber lo que dice la música, es cosa que no lo ha soñado ningún hombre de estos tiempos cortado por el buen gusto. Bueno andaría el nombre de Haydn, Bocherini, Pleyel, Paisielo y otros profesores filarmónicos, si sus conciertos, sinfonías, tercetos, y cuartetos, necesitaran de letra para manifestar cuando se trata de amores, cuando de celos, cuando es de noche, cuando de día, cuando pifia el galán a su dama, cuando se le escapa &c. que todo se encuentra en las obras de estos insignes hombres, parlado con la mayor claridad y con los más vivos colores. Bueno sería que porque Vmd. y esa cáfila insulsa de ignorantes que concurren a los espectáculos no entienden el idioma de la música de una aria, cuarteto, quinteto o final, obligásemos a los actores a que con la fuerza de la pronunciación les suceda algún trabajo. No Señor, la música no necesita de poesía, ni letra para hacerse entender por sí sola en cualquiera situación que se halle el hombre; y de consiguiente todo cuanto Vmd. ha dicho en la advertencia de su tomo y lo que diga de hoy mas acerca de la música será con perdón de Vmd. una plasta, cuando no un disparate craso.
Llévese Vmd. por ahora ésta leccioncilla, y aguarde otra que están preparando los individuos de mi ilustre gremio. Yo siempre seré de Vmd. amigo fiel, con tal que me trate con el decoro y estimación que corresponde a mi clase. B. L. M. de Vmd.
El Avisador de los Melómanos de Aquende.