Segundo reparo.
Me dice vmd. que lo más hermoso, grande y magnífico, es vencer las grandes dificultades, y que por eso le gusta a vmd. La fachada del Hospicio; porque se supone que quien hizo aquello, sabrá hacer lo sencillo. Sin meterme a contradecir el hierro de que sea magnífico el vencer las dificultades, quiero conceder a vmd. que aquel arquitecto supiese hacer una fachada tan buena como la de la Aduana; pero ya no la hizo, y en vez de dejar buen nombre, sólo dejó un borrón para la posteridad. Lo propio sucede con la música: yo bien sé que quien canta esas briosas recargadas de ejecución en que se confunde la prosodia o la letra, es muy capaz de cantar lo bueno y sencillo con toda la gracia de nuestra nación y energía de la lengua castellana; pero no lo hace porque el gusto de la elección de música es churrigueresco, con que estamos en igual caso.
Tercer reparo.
Prosigue vmd. y dice que soy un necio en publicar que el cantante a quien no se le entiende la letra, no es otra cosa que un instrumento más de la orquesta; porque supone vmd. que la música separada de la prosodia o el habla es un lenguaje. Ya se ha visto por Eximeno que no lo es, ni quiere decir nada; y respecto que no tiene ni debe tener la música más oficio que de dar mayor expresión y gracia a lo que se habla, vmd. sabrá decirme [182] a qué clase pertenece el escareo de la voz humana en una aria, cuya letra no se entienda, y le viviré agradecido.
Cuarto reparo
Continúa vmd. diciendo que no tengo razón en lo que digo que la música cantada debe ser subordinada a la poesía, porque repite vmd. que la música es distinto lenguaje del habla. Esta duda está ya satisfecha en los reparos anteriores: y en cuanto a si los profesores que vmd. cita, manifiestan en sus sinfonías y conciertos con los más vivos colores cuando se trata de amores, cuando de celos, cuando es de noche, cuando de día, cuando pilla el galán a la dama &c. nada tengo que decir, sino pedir a Dios que le de a vmd. cada día mayores tragaderas.
Últimamente, Sr. Avisador, diga vmd. a esos señores que componen la junta melómana, que la música sencilla, aquella que es más cantable, y que va acomodada a la letra, es la mejor; y no la que les admira por gorgoritos y sacudidas de gaznate, porque éste se tralla fuera de la naturaleza. Agur y mandar.
D. Preciso.