El pleito teatral
Escándalo en el teatro de la Zarzuela
Conferencia del señor Fraga. Unas manifestaciones del señor Portal Fradejas originan una protesta. La autoridad suspende el acto
La expectación producida por el anuncio de que el señor Fraga, cediendo a la instancia de los críticos teatrales, hablaría en el teatro de la Zarzuela para explicar su actitud en el conflicto planteado entre él, la Sociedad de Autores Españoles y el Sindicato de Actores, fue tal, que antes de la hora señalada el teatro estaba completamente lleno por una multitud, en la que se veían a la mayoría de los actores residentes en Madrid, a los representantes de varias Empresas y a muchos autores.
Se señalaba la presencia en el teatro de bastantes empresarios de provincias.
Ante una mesa colocada en el escenario tomaron asiento los señores Aznar Navarro, Larios de Medrano, don Isaac Fraga y el abogado de la Sociedad «Espectáculos, Empresa Fraga», don José Portal Fradejas.
El señor Aznar Navarro, en breves palabras, dijo que más que una presentación necesitaba dar una explicación del acto primero que han realizado los críticos para llevar a cabo la misión de amigables componedores que se les confió.
Hizo una excitación a la concordia, rogando a todos que escucharan serenamente; advirtió que a quien quisiera oponer objeciones se le daría medio para ello, y terminó ponderando la importancia del momento y de la necesidad de las buenas disposiciones de todos.
El señor Fraga leyó unas cuartillas, en las que hizo una pintura de las angustiosas condiciones en que se desenvolvía el negocio teatral hace algún tiempo, cuando los rendimientos de la industria eran tan escasos, que el empresario había de ayudarse con otros negocios.
Cuando surgió el cinematógrafo, cuando el público lo acogió con entusiasmo, cuando el público lo acogió con entusiasmo, cuando surgió una nueva afición y los empresarios obtuvieron del nuevo espectáculo mayores ganancias, los hombres del teatro lo miraron como un enemigo, en lugar de considerarlo como un auxiliar; se le combatió hostilmente, en lugar de combatirlo con una mejora de la producción; sólo hubo una fugaz época en la que se indicó este procedimiento, y el resultado fue un resurgir brillante del teatro, que desapareció pronto por las exigencias de los actores.
Después surgió el Sindicato. Como el fin de esta unión era el de mutua ayuda, apoyo moral, resistencia contra el más fuerte, defensa del derecho y medidas de previsión, su aparición fue vista con agrado por muchos empresarios; pero llegaran luego las peticiones y las imposiciones, y los empresarios, cohibidos, faltos de libertad hasta para ordenar sus negocios, para elegir las obras, para organizar una temporada; agobiados por cargas e impuestos, han llegado a no poder más, se rebelan contra este estado de cosas, y yo no he podido permanecer inactivo en estos momentos.
Advierte que habla y hace estas consideraciones por cuenta propia, porque luego hablará el abogado de la empresa Fraga, señor Portal Fradejas, y terminó haciendo un llamamiento al buen sentido de todos.
El señor Portal Fradejas dice que pronunciará unas serenas y claras palabras acerca del conflicto teatral, sin recoger algunas voces y versiones, porque su objeto no es el de envenenar las aguas. Sabemos del asunto por cartas, sueltos y notas oficiosas, pero se desconoce la opinión de los empresarios; en su nombre va a exponer algunos datos, pero es preciso advertir que la empresa es algo más que una fuerza aritmética: es un factor espiritual; así que nos importa poco vencer o ser vencidos, nos importa mucho convencer o quedar convencidos.
Dicen los actores y autores que ellos son lo esencial en el teatro y las empresas lo secundario; es esencial el autor cuando crea y el actor cuando interpreta y el escenógrafo cuando realza todo esto; pero todo ello se propaga y se difundo por el empresario, y así el teatro es al mismo tiempo pensamiento, realidad, decoración y negocio, y esto último es de gran importancia, porque se ventila nada menos que la posibilidad económica del teatro español; por esto son poco oportunas las apreciaciones sobre la importancia de cada uno de estos elementos.
Estudia los gravámenes que pesan sobre la industria teatral, que, a más del impuesto de utilidades, paga un 25 por 100; es decir, más que ninguna otra industria.
Esto significa además una intervención de diferentes entidades, que resta autonomía a la empresa y pone el descubierto las secretas incidencias de todo negocio.
Relata las exigencias de la Sociedad de autores, que comprometen a las empresas a no representar obras que no figuren en su repertorio, so pena de una indemnización de 250 pesetas por acto; así los autores tienen en sus manos a las empresas, de las que, en lugar de colaboradores, son verdugos y victimarios.
En España cobran los autores un tanto fijo por acto; en Francia cobran un tanto por ciento sobre el producto líquido, con lo que se hermanan los intereses de unos y de otros; aquí, por lo tanto, no importa a los autores que las empresas se fastidien, según frase de un célebre autor en una carta reciente.
Las empresas no pueden ofrecer las obras ni las compañías que desean, sino las que imponen la Sociedad de Autores y el Sindicato. (Grandes rumores.) Insiste el orador en decir que están de acuerdo para negar obras que el público de provincias desea contra ese caciquismo que impone las obras. (Protestas, denegaciones; parte del público apostrofa airadamente.)
El señor Aznar Navarro insiste en su ofrecimiento de facilitar medios al que quiera rectificar conceptos.
El señor Portal: La empresa Fraga es una parte en este conflicto. Justo es que exponga sus quejas ante la opinión.
No vamos contra las entidades profesionales, sino contra la dictadura despótica. Relata algunas de las exigencias del Sindicato; es quizá la profesión de actor la única en que se cobra el trabajo por anticipado; se les entrega un anticipo que obliga al empresario, pero del que no responden las compañías insolventes; las empresas quedan obligadas a cumplir un contrato que las compañías rompen en cuanto reciben orden del Sindicato.
Según el Código civil, los contratos hacen ley entre las partes; a pesar de ello, los actores los quebrantan; por eso están fuera de la ley. (Voces: ¡No, no! ¡Eso no puede decirse!) Y ahora una afirmación exclusivamente mía y personal: si la Directiva de una Sociedad obrera hubiera hecho lo que viene realizando el Sindicato de Actores, a estas horas todos sus miembros estarían en la Cárcel Modelo.
El escándalo que producen estas palabras es tremendo; gran parte del público, excitadísimo, puesto en pie, increpa furiosamente al orador. Algunos espectadores, desde los palcos y sobre las butacas, aconsejan calma. Muchos, de cara al palco en que está parte de la Junta del Sindicato, la excitan a hablar. La presidencia intenta en vano restablecer el orden. Un grupo invita al público a retirarse. Ante la confusión, que aumenta por momentos, el delegado de la autoridad suspende el acto. Aún es preciso apagar la sala para que sea desalojada, y todavía en los alrededores quedaron grupos numerosos, que hacían los más apasionados y opuestos comentarios.
* * *
El señor Portal Fradejas nos ruega la publicación de la siguiente carta:
«Madrid, 2 de septiembre de 1922.
Señor don Francisco Aznar Navarro.
Presente.
Mi distinguido amigo y compañero: Lamento mucho que el incidente de esta noche en la Zarzuela hubiera determinado la suspensión de un acto en el que habían de quedar bien firmes y sentadas los bases de la conducta futura del señor Fraga, director gerente de la Sociedad anónima «Espectáculos Empresa Fraga», y de los empresarios adheridos a su causa. Nos animaba un espíritu de cordialidad, pese al modo de proceder de los elementos que andan en la danza.
Decía yo –claro está que sin ánimo de ofender a nadie– que el Sindicato de Actores, la Sociedad de Autores, las Empresas y el público deben respetar los contratos y someterse a la ley. Coaccionar a los elementos sindicados para que rompan y quebranten sus compromisos es un acto delictivo.
Como abogado de la entidad mercantil citada, hice esta afirmación, que mantengo y mantendré siempre, con la toga y sin ella. Si malas interpretaciones o torpes voluntades entraron en tropel en la mitad del párrafo, atropellando tan puro y elemental concepto jurídico, yo no puedo sentirme responsable. Pero en todo caso, lamento que el nobilísimo proceder de ustedes no alcanzara en ciertas ruidosas minorías más altos respetos, los que se complace en rendirles su afectísimo amigo y compañero. J. Portal Fradejas.»