[ José Mesa Leompart ]

El doctor Carlos Marx

El doctor Carlos Marx, jefe de la Internacional, por Tomás Carlos Capúz, La Ilustración Española y Americana, Madrid 1 febrero 1872
El doctor Carlos Marx, jefe de la Internacional
 

En un apartado barrio de Londres, en Camden-Town, vive hoy retirado, después de una vida sumamente azarosa, el doctor Carlos Marx, a quien toda la prensa española y una parte de la extranjera atribuye la jefatura de la Asociación Internacional de los Trabajadores, ignorando que esta vasta sociedad se diferencia de todas las organizadas hasta el día en su constitución radicalmente democrática, que no consiente jefes, directores ni aun presidentes, sino simples consejos o comisiones con facultades ejecutivas. El doctor Marx pertenece al consejo general de la mencionada asociación, y en él ejerce el cargo de secretario corresponsal por Alemania y Rusia, sin que tenga ninguna superioridad jerárquica sobre sus colegas, a no ser la que le da el influjo de su talento, su larga experiencia y servicios prestados a la causa que defiende, como uno de los fundadores que ha sido de la Internacional.

Carlos Marx, a quien los obreros alemanes llaman familiarmente Padre Marx, es un hombre de cincuenta y tres años, afable y cortés, y que no ofrece ni mucho menos el aspecto de un loco furioso, ni de un bebedor de sangre, ni siquiera de un descamisado, como se complacen en pintarle los atolondrados periodistas.

Semeja más bien un buen ciudadano de Hamburgo, perdido en las nieblas de Londres, y que procura vivir lo menos mal posible, como honrado padre de familia. La casita en que mora es una quinta modestamente amueblada, sin más aparato que el que reclama la respectability británica, a la cual todo se sacrifica en Inglaterra. Se ve bien que el doctor, que pasa por rico, no emplea todas sus rentas, ni mucho menos, en la satisfacción de goces personales, y que consagra, no sólo su tiempo, sino una parte de su caudal, al servicio de sus opiniones.

El doctor Marx (nacido en 1818) es de mediana estatura, de robusta constitución y fisonomía expresiva. Su frente vasta revela al pensador. Su rostro, circundado por largos y abundantes cabellos, da testimonio, en sus profundas y numerosas arrugas, de las meditaciones del doctor y de sus graves preocupaciones; bajo la frente se dibujan unas cejas en extremo pobladas, que dan sombra a unos ojos pardos, muy hundidos en sus órbitas y centellantes bajo párpados plegados y oscurecidos por el estudio y las vigilias. La nariz, ancha en su base como la de Balzac, --señal de grandes facultades intelectuales, según los fisonomistas,-- cae por una suave pendiente sobre dos mejillas carnosas, y de los extremos de la nariz salen dos surcos profundos que van a perderse en los labios, gruesos y sensuales, y cubiertos a medias por un bigote bien poblado, que se confunde con una barba gris, bastante larga y casi patriarcal.

Carlos Marx estudió primero la jurisprudencia en la universidad de Bonn y en la de Berlín; pero no tardó en abandonar tal estudio por la historia y la filosofía, que algún tiempo después enseñó como catedrático en la misma universidad de Bonn. Al ocurrir el movimiento político que siguió a la muerte de Guillermo III de Prusia, en 1841, abandonó la cátedra y entró en la redacción de la Gaceta Rhenana (Die Rheinische Zeitung), que los jefes de la clase media liberal, los Hanoeman, Kamphausen y otros, que subieron al poder después de la revolución de 1848, acababan de fundar en Colonia. Marx hizo en este periódico una campaña muy notable, y a mediados de 1842 se le confió la dirección del mismo.

De esta época datan las primeras querellas de Marx con los gobiernos. La Gaceta Rhenana se publicaba, como todos los periódicos de aquella época, bajo el régimen de la censura; pero muy luego la polémica de Marx excitó las iras del poder, y el periódico no podía publicarse hasta después de haber obtenido el imprimatur del censor ordinario y la aprobación del prefecto de Colonia. Aun todavía la Gaceta Rhenana pareció demasiado peligrosa a las autoridades prusianas, y fue suprimida en la primavera de 1843 por decreto ministerial.

Refugióse Marx en París por la primera vez. Allí publicó, en compañía del doctor Ruge, los Deutsch-Französische Jahrbücher (Anales franco-alemanes), que fueron prohibidos en Alemania, y en compañía de Federico Engels, Die Heilige Familie, gegen Bruno Bauer und Consorten, 1845. (La Santa familia, contra Bruno Bauer y consortes.) Los Anales tendían a combinar los dos movimientos críticos que se estaban produciendo simultáneamente en Alemania y en Francia. La Santa familia era una sátira del idealismo alemán, que Marx quería sustituir por lo que él llama el realismo histórico.

Como Marx, a la vez que se ocupaba en París de estudios sobre la economía política y sobre la primera revolución francesa, continuaba dirigiendo ataques al gobierno prusiano, éste pidió y obtuvo del de Francia la expulsión de Marx del territorio francés, y se dice que Alejandro de Humboldt, el célebre geógrafo, sirvió de negociador, por el gabinete de Berlín, en este asunto.

De París trasladóse Marx a Bruselas, donde continuó una vida tan laboriosa como agitada; publicando en francés un Discurso sobre el libre cambio (1846), y Miseria de la filosofía, contestación a la filosofía de la miseria, de Mr. Proudhon (1847), y en alemán, con Federico Engels, Das Manifest der Communistichen Partei (El manifiesto del partido comunista, 1848), que había sido adoptada por un Congreso de obreros de diferentes naciones, celebrado en Londres en 1847. Por esta época, a causa de su propaganda entre los obreros y de sus artículos contra el gobierno prusiano en la Gaceta alemana de Bruselas, fue expulsado de Bélgica, a petición del gabinete de Berlín; pero al mismo tiempo, Mr. Flocon, en nombre del gobierno provisional, le abrió las puertas de la Francia, donde esta segunda vez debía residir muy poco tiempo.

Efectivamente, habiendo estallado la revolución en Alemania, trasladóse apresuradamente a Colonia, donde fundó la Nueva Gaceta Rhenana, con el concurso de sus antiguos compañeros de destierro. La Gaceta de la Cruz, órgano de los feudales de Alemania, decía que este periódico, publicado en una fortaleza prusiana, sobrepujaba en audacia revolucionaria a los periódicos franceses de 1793 y 1794. En la nueva gaceta, Marx defendió calurosamente la insurrección de Junio de 1848. Cuando el gobierno prusiano dio en el otoño de 1848 el golpe de Estado, arrojando de Berlín la Asamblea nacional y otorgando una Carta, Marx hizo en su periódico un llamamiento al pueblo, aconsejándole que organizase la negativa general del impuesto y que rechazase la fuerza con la fuerza. El gobierno proclamó el estado de sitio en Colonia, y naturalmente la nueva Gaceta Rhenana fue suspendida, y su redactor obligado a salir de la ciudad. Marx no se desalentó por esto, y tan pronto como el estado de sitio fue levantado, volvió a empezar la lucha. Formáronse contra él numerosos procesos; mas como todas estas causas eran sometidas al jurado, fue absuelto en todas ellas, y estas persecuciones sólo sirvieron para proporcionarle nuevos temas de oposición. Cansado al fin el gobierno, se aprovechó del movimiento revolucionario del Sur de Alemania para englobar a Marx en la reacción, y expulsóle definitivamente de Prusia en la primavera de 1849. Marx fue a fijar su residencia en París por la tercera vez; pero algunas semanas después de la insurrección de Junio de 1849 el gobierno francés, fundado en la demanda del embajador prusiano, puso a Marx en la alternativa de ser internado en el Morbihan o de salir de Francia. Marx se decidió a trasladarse a Londres, donde desde entonces ha vivido.

A mediados de 1850, reanudó en Londres la publicación de la Nueva Gaceta Rhenana, bajo la forma de revista mensual. Esta revista, impresa en Hamburgo, sucumbió en 1851 a la reacción victoriosa.

Después del golpe de Estado de Diciembre de 1851, Marx publicó en alemán El 18 de brumario de Luis Bonaparte, Boston, 1852. Esta obra fue reimpresa en Alemania en 1869, poco tiempo antes de la guerra.

En 1853, publicó (en alemán) Revelaciones sobre el proceso de los Comunistas en Colonia, que es una filípica contra el gobierno prusiano y la burguesía alemana. Después de la condenación de sus amigos por los tribunales de Colonia, Marx permaneció muchos años ajeno a toda agitación política, explotando los ricos tesoros que el Museo británico pone a disposición de los que quieren sondear las profundidades de la economía política, y no tomando parte activa en más publicación que en el New York Tribune, donde escribió, hasta la guerra civil americana, la correspondencia inglesa, firmada con su nombre, y un gran número de artículos de fondo sobre el movimiento europeo y asiático, y no pocos sobre la política española. Sus artículos contra la política extranjera de lord Palmerston fueron reimpresos en Inglaterra en forma de folletos.

Marx publicó además, en 1859, Zur Kritik der Politischen Oekonomie, Berlín (Contribuciones a la crítica de la economía política), y en 1860, en Londres, Herr Vogt (El señor Vogt); en este último libro ridiculiza la pseudo-democracia imperialista, acusando al mismo tiempo al profesor Carlos Vogt y a sus cofrades de la prensa alemana y de la prensa suiza de estar vendidos a Napoleón en la cuestión que produjo la guerra de Italia. Últimamente, publicó en Hamburgo, a fines de 1869, su obra principal, titulada: Das Kapital, Kritik der Politischen Oekonomie (El capital, crítica de la economía política), de cuya obra sólo se ha publicado hasta el día el primer tomo.

El día 26 de Setiembre de 1864, en el meeting de Saint James s’Halle, la Asociación Internacional de los Trabajadores fue fundada, y su consejo central interino eligió a Marx, que ya en dos ocasiones distintas había tratado de fundar una asociación de este género, secretamente con la Liga comunista de los obreros, y abiertamente con la Sociedad Internacional de la democracia, en Bruselas en 1847. Nombrado miembro del consejo interino, redactó el Manifiesto inaugural y los Estatutos generales, definitivamente adoptados en el Congreso de Ginebra de 1866. Desde esta época, Marx ha venido redactando las principales publicaciones del Consejo general de Londres. La última, que es el Manifiesto sobre la guerra civil en Francia, ha producido gran sensación en las filas de la democracia.

Marx, discípulo ardiente de Hegel, a quien proclama aún hoy día el último de los grandes metafísicos, formó parte de lo que se denominó en Alemania la izquierda hegeliana, pero se separó de ella muy pronto para transformar toda la filosofía hegeliana y darle la base real que le faltaba. Hegel, a fuerza de abstracción, lo transformaba todo en categoría lógica; abstrayendo los diferentes movimientos de todos sus caracteres distintivos, obtenía la fórmula puramente lógica del movimiento, en la cual hallaba el método absoluto, que no sólo explica toda cosa, sino que implica además el movimiento de toda cosa. «El método es la fuerza absoluta, única, suprema, infinita, a la cual no puede resistir ningún objeto; es la tendencia de la razón a encontrarse, a conocerse en todas las cosas.» (Hegel, Lógica, tomo III.)

Marx despoja el método de todas estas cualidades sobrenaturales y le reduce al papel de simple instrumento, que facilita el trabajo, pero que no nos da el secreto de todas las cosas: para él no es el movimiento absoluto el que produce, por medio de sus evoluciones, los diferentes movimientos de todas las cosas; antes al contrario, la evolución de todas las cosas es la que produce un movimiento que, una vez abstraído y analizado en sí mismo, es idéntico para cada cosa. El método hegeliano, transformado así, viene a ser el método materialista de que se han servido de una manera inconsciente e imperfecta los Darwins, los Godofredo Saint-Hilaire y los grandes hombres científicos modernos. Marx ha querido emplearle en una ciencia que se hallaba en estado rudimentario, en la ciencia económica. En su última obra Das Kapital, que le ha costado veinte años de trabajo, sigue paso a paso todas las transformaciones de la propiedad, que después de haber revestido en la Edad Media la forma individualista, pierde esta forma por el desenvolvimiento mismo de las categorías económicas, que han creado la fortuna de la clase media, y toma la forma comunista. Cita como ejemplo la industria textil, que después de haber sido ejercida por los particulares, que se valían de máquinas a brazo, es explotada hoy con la máquina de vapor, que no puede funcionar sin la ayuda de numerosos obreros que trabajan en común, y el instrumento de trabajo no es ya, como en otro tiempo, propiedad del que lo maneja, sino de capitalistas que, según opinión de Marx, serán reemplazados fatalmente por la Commune.

La doctrina de Carlos Marx se distingue de los sistemas de los demás socialistas, en dos puntos principales. Primero, en que rechaza todas las concepciones y deducciones doctrinarias, y trata de demostrar que la sociedad presente lleva en si los gérmenes de una sociedad nueva; que esta sociedad se elabora por medio de la lucha de clases, quienes después de haber pasado (a consecuencia de la fatalidad histórica) por la dictadura transitoria de la clase obrera, se fundirán finalmente en la asociación de los productores libres, basada sobre la propiedad colectiva de la tierra y de los instrumentos de trabajo. En segundo lugar, Marx proclama el carácter internacional de esta lucha de clases y de la trasformación social que ha de ser su resultado.

Tal es el hombre que muchos se han complacido en representar como un ser intratable y un revolucionario empedernido, no siendo más que un filósofo y un pensador, temible tan sólo por sus facultades organizadoras y admirablemente sintéticas, por su larga experiencia de las revoluciones, su vasta ciencia y su tenacidad característica, servidas por la independencia de su posición, la afabilidad de sus numeras, el conocimiento de todos los idiomas europeos, y una infatigable aptitud para los más áridos trabajos.

J. M. y L.