Universidad
El catedrático señor Montero Díaz disertó sobre “Asturias y el P. Feijoo”
La conferencia del señor Montero Díaz sobre la impresión de Asturias a través de la obra del Padre Feijoo, llevó al Paraninfo a la primera autoridad provincial. Con el decano de la Facultad de Filosofía y Letras de nuestra Universidad Ilustrísimo señor don Emiliano Díaz Echarri, presidió el excelentísimo señor gobernador civil y jefe provincial de la Falange, camarada Labadíe Otermín, y con ellos se sentaron en la presidencia los ilustrísimos señores don Valentín Silva Melero y don Carlos Fresno.
Comenzó el señor Montero Díaz por referirse a los vínculos que unían a Asturias y Galicia en todo tiempo, y especialmente en el movimiento cultural del siglo XVIII, dando normas a la ilustración española que, con respecto a la ilustración universal, si era aquélla de filiación tradicional en la escolástica, no estuvo ausente del movimiento europeo. Fue empírica en las disciplinas de la Ciencia y neoclásica en las de las Artes y de la Literatura. Se diferencian, esencialmente, del sector francés anticatólico, militar y enciclopedista, pero no por ello puede decirse que en España no hubo existencia de la ilustración, como tampoco se puede negar que en el siglo XVI haya tenido su renacimiento, aunque ambos aspectos han sido católicos. Con características europeas, hubo ilustración española en marco de la tradición escolástica: no enciclopedista, ciertamente, pero sí de enciclopedia.
Son el Padre Feijoo y Hervás y Panduro los dos que la inician y concluyen; aquél, en principios del siglo XVIII, y el segundo a fines y principios del siglo XIX. La diferencia con el movimiento europeo en la ilustración, ha sido que en España formó un bloque católico. Feijoo comienza, e influye en Hervás y Panduro, que fue como el último eco del movimiento intelectual de aquel siglo. Feijoo lo deja precisado, principalmente, en su Teatro Crítico, captando la unidad del saber, y Hervás, en Ideas del Universo: aquél arrinconando la metafísica un poco; Hervás empíricamente. Sobre la filosofía de Feijoo ya apuntaron respecto a él estas apreciaciones Blázquez, en Valencia, y el Padre José María Rivas, en Salamanca, en trabajos inéditos. Feijoo y Hervás valoran la experiencia enciclopedista en sentido terso, realista: son polemistas obligados por las circunstancias. Se habló de una oculta heterodoxia en Feijoo, y no la acusa ni en lo más leve de sus libros. No son, es cierto, apologistas de España ni de su historia, porque escriben en forma universal, pero Feijoo sí lo es en su Glorias de España, como Hervás lo es en su Historia de la Revolución francesa, pero en determinados momentos por un deber de conciencia las ideas semánticas de los dos se convienen en sus estudios sobre la cultura del Extremo Oriente; y si en esta investigación, ya en el siglo XVI trataron Fernández de Navarrete y el Padre Acosta, Feijoo y Hervás lo hicieron en términos que puede decirse que han sido los fundadores de estos trabajos, y así marchan los dos en profunda unidad de la ilustración española.
Respecto al Padre Feijoo, sus biógrafos le exponen como característica del pensamiento asturiano en el siglo XVIII. Tienen y no tienen razón, porque Fray Jerónimo tenía treinta y tres años cuando llegó a Oviedo, y su formación es gallega. Tienen razón, de otro modo, los biógrafos asturianos, porque era asturiano por convivencia y compenetración con el carácter asturiano, aunque el suyo fuese gallego; y lo fue por asimilarse la agudeza, el humor y la ironía asturianas. Cita personajes de veta irónica y humorista y estudia en este aspecto a Feijoo, especialmente cuando trata de la salamandra, refractaria al fuego, según Aristóteles, y que, sometida a una prueba, no le ha valido el “salvoconducto” aristotélico. Sin embargo, Feijoo suele frenarse en esta tendencia humorística.
Trata luego el señor Montero Díaz de la formación cronológica del Padre Feijoo, para convenir en que su obra ha sido escrita toda ella en esta ciudad, y se refiere asimismo, al proceso de identificación de Feijoo con Asturias, especialmente con Oviedo, probando su alteridad de carácter, que tanto le ha servido en la polémica, y la estrecha convivencia con los asturianos, que llegó a la compenetración total. Tenía las virtudes medias y los defectos medios de los asturianos. En la polémica que se revolvió en torno a Feijoo, de la que Clarín dijo era “una torvanera de pasiones”, el Padre Feijoo fue apoyado por toda la ciudad; y asistido de tal modo, confortado con el sentido del humor y de la ironía de los ovetenses, pudo mostrarse tan formidable polemista, de tal manera, que puede asegurarse que si le ocurre verse atacado tan tremenda como agriamente en otra ciudad, no hubiese sido el polemista que fue. Este ha sido el producto constante, callejero, con el pueblo asturiano. Así reconoce el señor Montero Díaz (como gallego y coetáneo de Feijoo) que le fue posible a éste ser tan formidable polemista dentro del ámbito cultural de Oviedo.
Feijoo, si apologista, lo fue de Asturias. El ilustre conferenciante lo va demostrando a través del estudio de las obras del sabio benedictino, tanto en el medio físico como en el moral, porque Feijoo proclama las condiciones climatológicas de Asturias favorables a la salud, ya que es, en su tiempo, como dice el Padre, la región en que hay más octogenarios y hasta centenarios, y, refiriéndose a la moral de los asturianos, recuerda la guerra de Roma, porque la “pax”, el “clauso imperio” de Augusto, no fue posible hasta que fueron sometidos los astures, como dice Floro. Y no debe tenerse a gloria que se haya dicho si los astures eran cántabros, pues si lo fueron, fueron los mejores de los cántabros y si no lo fueron, fueron mejores que ellos, como fueron los primeros en liberarse de los musulmanes.
Ciertamente –prosigue el señor Montero Díaz– que estas cosas del Padre Feijoo no tienen ni pueden tener valor absoluto, porque es una la moral de todas las regiones españolas, pero demuestra el cariño, el fervor del Padre Feijoo por Asturias. Y así, continúa Feijoo relatando virtudes y condiciones de los asturianos y de los gallegos, hasta en sus miserias de entonces, que trata de modo patético y generalizando con lo más peyorativo.
También se refiere el señor Montero Díaz al elevado y sereno juicio de Feijoo ante hechos que trascendieron como milagros, y de cómo se preocupó, juntamente con el clero asturiano, de deshacer patrañas que se daban como milagros y hasta de proceder a investigaciones científicas en el campo de la Historia Natural, para demostrar que no era milagro lo que se tuvo por tal y se divulgó por Europa, respecto a supuestas floraciones que ocurrían “milagrosamente” el día 19 de agosto de cada año.
Deleitó extraordinariamente el ilustre conferenciante en la última parte de su interesante conferencia, con la contribución de Feijoo al folklore regional, contando el proceso contra los ratones que habían invadido a Oviedo en el siglo XVI, a los que se nombró abogado y todo en un proceso para que se marchasen... Pero esto que es una leyenda generalizada en Europa entre los pueblos del norte, y que ocurrió en muchos pueblos, no es más que una demostración del sentido folklórico del inmortal benedictino: Y es que dentro de la tendencia universalista de Feijoo, sólo Asturias le entretiene localmente; y si la difusión de sus obras ha sido grande en España y en el mundo, lo fue enorme en Asturias, por el cariño y la admiración de todos hacia él.
Habla de lo que Feijoo influyó en otros ilustres asturianos, como Campomanes y Jovellanos, para después de expresar el señor Montero su criterio personal, no reconociendo a Feijoo como producto asturiano por su formación, pero sí por su compenetración, termina por afirmar que si Feijoo fue el iniciador del movimiento cultural de ilustración en España, Asturias fue la cuna de ese movimiento por la simbiosis entre Feijoo y esta región.
La conferencia del señor Montero Díaz ha sido, como siempre que habla, un modelo de exposición y galanura dialéctica, que arrancó interminables aplausos al auditorio.