Los federales barceloneses
El partido federalista barcelonés ha echado sobre su historia un borrón de ingratitud al aprobar en el Centro anteayer una proposición destinada evidentemente a desautorizar y exonerar a su antiguo jefe don Valentín Almirall. Lo sucedido no nos ha cogido de sorpresa, como no puede haber extrañado a nadie que haya seguido con interés en estos últimos tiempos el desarrollo de cierto federalismo en Barcelona; pero esto no obsta para que resalte más la ingratitud cometida. El señor Almirall cuando pocos se acordaban del federalismo, recogió aquí la bandera del partido, y haciendo esfuerzos y sacrificios de todo género, agrupando a su alrededor a amigos decididos y animosos, y sosteniendo un periódico exclusivamente creado para defender sus ideales, logró que el partido federal diese señales de vida, y a haber sido viables las utopías que forman el credo del partido, el señor Almirall hubiera conseguido formar de aquel pequeño núcleo una agrupación robusta y poderosa. Pero el señor Almirall no era Prudhoniano, el señor Almirall no era bastante demagogo aun, según se vio luego, y de aquí que, oída, las elucubraciones del señor Pi y Margall se creyese en el caso de separarse de sus teorías y que a este acto siguiesen la muerte del periódico, la carta que publicamos anteayer y la dimisión de los cargos que en el comité ocupaban él y sus amigos.
Era de esperar que los federales barceloneses se pusieran al lado de su jefe inmediato y le siguieran en su conducta, pero nada de esto sucedió: el señor Almirall se quedó solo con unos cuantos amigos leales, yéndose la masa del partido a agruparse alrededor de aquellos que en el jardín de «Flora» dieron el color más subido y más demagógico a los brindis. Pero faltaban actos públicos, ostensibles y solemnes que demostraron que los exaltados habían arrebatado la jefatura al señor Almirall, y estos actos vinieron en la sesión que celebró la noche del viernes el Centro democrático-federalista, creado y organizado por el citado señor Almirall.
Con efecto, en aquella sesión éste y sus amigos presentaron esta proposición:
«Pedimos que el Centro Democrático Histórico defina su actual política haciendo las siguientes declaraciones:
En cuestión de principios. Que su federalismo positivo y práctico no admite otros fundamentos científicos que los que le den los buenos tratadistas de derecho público federal, no considerando como a tales fundamentos las elucubraciones de Proudhon ni cualquiera otras demagógicas; Que aspira a que la nación española, hoy Estado simple, se convierta en un Estado compuesto, cuyos miembros sean las regiones históricas declaradas soberanas, si bien con una soberanía limitada por una Constitución federal; Que el objeto primordial del Centro como a corporación catalana, es llegar a la soberanía limitada de Cataluña con los fines siguientes: 1.º Conseguir la proclamación y consolidación de las libertades públicas y de los derechos democráticos de los ciudadanos; 2.° Restaurar el carácter catalán hoy degenerado por influencias e imposiciones extrañas; y 3.° Devolver a nuestra tierra la dignidad, la capacidad para el progreso y el alto lugar que le corresponde haciendo cesar la postergación a que se la ha condenado; y que siendo el Centro federalista práctico, rechaza todo lo que tienda a convertir la federación en comunalismo o conduzca a consecuencias absurdas, no aceptando que los Municipios sean independientes hasta el punto de darse Constitución, de crearse a su gusto los tres poderes y de tener ejército o fuerza armada; pues si bien quiere que los municipios tengan muchas libertades, las quiere todas de carácter administrativo o de policía.
En cuestión de conducta. Que el Centro aspira a federalizar al país, aprovechando todas las cuestiones que se presenten para convencerle de la necesidad de un cambio radical; que reconociendo que el partido apellidado federal español histórico ha cometido muchos errores, así en la definición de principios, que tal vez no conozca, como en la adopción de reglas de conducta, el Centro no quiere sostener aquellos errores, sino que aspira a la regeneración y depuración del federalismo; Que debiendo combatir por todos los medios al centralismo, no quiere recibir ninguna inspiración del Centro que fuera sospechosa; y que aspirando más que a formar un partido como los demás, a federalizar al país, rompe sin vacilar y con energía con todos los elementos anárquicos e impenitentes que lejos de favorecer la propaganda, la imposibilitarían.»
Apenas leída la anterior proposición, se dio cuenta de otra en la cual fundándose en que el Centro se halla de acuerdo con los principios del señor Pi y Margall y apoyándose en otras consideraciones, se proponía no ha lugar a deliberar sobre la anterior. Tomada en consideración, discutida y votada, fue aprobada por mayoría de votos la segunda proposición, y en consecuencia desechada la del señor Almirall. Este y sus amigos, al ver el resultado de la votación, se retiraron del local y se dieron de baja en el Centro.
Han triunfado, pues, las teorías del señor Pi y derrotadas las de los antiguos federales barceloneses. ¿Cuál va a ser el rumbo que tomará este partido, colocada su dirección en las inexpertas manos de los exaltados? Difícil es preverlo, pero sin ser profeta, bien puede asegurarse que no han de perder nada con ello los intereses sociales, y que ningún recelo ha de inspirar lo que desde hoy puede considerarse como un entretenimiento pueril.