Filosofía en español 
Filosofía en español


Crónica de la cultura

Miguel Ángel Quintanilla

Encuesta sobre la filosofía española

Antonio Márquez presentó en MADRID una encuesta sobre la filosofía en España que hace poco ha lanzado un grupo de filósofos salmantinos. La intención es buena, desde luego, aunque el instrumento sea malo y las probabilidades de éxito muy pequeñas. Pero como la intención es buena –y esto salva a los encuestadores–, para que se salve la encuesta sólo se necesita ya la buena intención de los encuestados. Y como me considero una persona con buena intención, quiero aportar mi granito de arena. Así que voy a contestar.

Pero antes voy a hacer lo que todos los encuestados habrán hecho: preguntar a la encuesta. ¿Qué quiere saber de mí? Me parece que pretende saber tres cosas: ¿qué pienso de la filosofía? ¿Qué pienso de la filosofía en España? ¿Y qué pienso de lo que los demás piensan sobre la filosofía y sobre la filosofía en España? Además, podríamos interpretar lo que los encuestadores piensan: que la filosofía tiene mucho que ver con la ciencia, que la filosofía anda muy mal en España y que los demás piensan en general como ellos. Detrás de todas estas opiniones implícitas se esconde una tímida sugerencia: ¿Por qué no hacemos una revista de filosofía en España?

Dos clases diferentes

Platón
La filosofía (Platón y Aristóteles), por Luca della Robbia. Hoy, en España se intenta salir precisamente de la opresión idealista y aristotélicotomista.

Y he aquí las causas del previsible fracaso de la encuesta. En primer lugar, en España hay por lo menos dos clases de filósofos: los grandes y los pequeños, los buenos y los malos, los conocidos y los desconocidos, los asentados y los que aún no están asentados. Supongo que esto sucederá en todas partes, claro. Pero aquí parece que la filosofía es problema de una forma especial; por eso se hace la encuesta. Lo que ocurre es que los grandes, los buenos, los conocidos, los asentados, no suelen contestar a preguntas tan indiscretas (¿qué es para usted filosofía?), a no ser que se les garantice el aplauso. Y los otros, los que “todavía no” son como los primeros, puede ser que reaccionen de dos formas, que en todo caso llevarán a la misma conclusión: si todavía no son grandes, pero esperan serlo, se abstendrán de contestar por si acaso se les fastidia el pastel. Y si todavía no son grandes ni esperan todavía serlo, se abstendrán de contestar igualmente; esta vez, quizá por conciencia de su marginación, porque ellos no son los filósofos españoles.

Una encuesta realmente curiosa sería la que estuviera dirigida a este último grupo, el de los marginados. Pero a éstos se les podría haber contestado cosas mucho más concretas: por ejemplo, en vez de preguntar lo que piensan de la filosofía en España, se podría haber planteado la siguiente cuestión: ¿qué opina usted de los catedráticos que tuvo en su carrera?, ¿qué opina usted del jefe de su departamento?, ¿qué opina usted de Fulanito y Menganito, los grandes de la filosofía española? Así por lo menos se hubiera logrado que no contestara nadie, nadie, pues ya ni siquiera los marginados hubieran podido contestar.

Pesimismo y contradicción

Pero como la encuesta no está así planteada, el resultado será que los pocos que contesten o no dirán nada, o lo que digan no tendrá ninguna relevancia para el tema de la filosofía en España. El cuadro es quizá demasiado pesimista. Y un poco pedante y contradictorio, porque, al fin y al cabo, me he propuesto contestar. Para los del pesimismo adelantaré que hasta ahora los encuestadores –que son amigos míos– no han recibido mucho más de una docena de contestaciones, habiendo repartido casi mil cuestionarios. Para los de la contradicción, sirva mi reconocimiento explícito de que me incluyo entre los marginados (no he publicado nada, “todavía no” he ganado ninguna oposición, &c.). Por eso lo que yo conteste todavía no significa nada.

Y vamos a contestar: ¿qué corrientes filosóficas actuales juzgo indispensable tener en cuenta para la elaboración de una filosofía? Pues depende; creo que tengo que hacer una aclaración, y es que está uno ya cansado de encontrarse con gentes dedicadas a hacerse “una filosofía”, cuyos valores más apreciados habrán de ser su “originalidad” (garantizada por la genialidad hispánica del filósofo) y su “modernidad”, actualidad o carácter “in” (garantizada por el plagio de todas las “corrientes filosóficas” con mayor demanda en el mercado). Se me ocurre conectar esta pregunta con la quinta (¿qué corriente o corrientes de pensamiento tienen de hecho más vigencia en España?), a la cual podríamos responder a su vez distinguiendo; si se trata de la filosofía institucionalizada (universidades catedráticos, profesores, programas, &c.), prácticamente todas las corrientes tienen vigencia, a todas se las quiere “integrar” (¡qué feliz expresión la de López Quintás: la filosofía española como filosofía “integracionista”! ¡Qué evocadora semejanza fónica y casi semántica con el “integrismo”!). Si se trata de la filosofía no institucionalizada (la de los escaparates, la de los libros que leen los estudiantes, la de los adjuntos interinos y demás), pues también todas; pero quizá con la diferencia de que en vez de integrarlas lo que se hace es seleccionarlas (sería la filosofía “segregacionista”). En este sector se picotea todo lo que segrega nuestra acelerada integración en el mundo occidental y se eligen siempre aquellos elementos que nos sirvan sobre todo para la gran tarea de la filosofía no institucionalizada: la de derrocar a la institucionalizada. Por eso predomina el positivismo, mucho positivismo, y el marxismo, claro, mucho marxismo. Son dos buenas armas antimetafísicas y antiintegristas.

Criterios de validez

Y ahora, ¿qué corrientes juzgo yo indispensables? Pues todas, claro; naturalmente, todas. De lo contrario me vería en inferioridad de condiciones. Sólo que yo no juzgo indispensable “elaborar “una” filosofía”, quizá únicamente habría que tratar de producir teorías filosóficas conforme a ciertos criterios de validez. Así planteada la cuestión me evito tener que señalar tantos “ismos” manoseados. En cuanto a teorías, todas hay que tenerlas en cuenta; unas para atacarlas; otras, par mejorarlas; otras, para utilizarlas. Y en cuanto a criterios de validez, me limitaré a adscribirme, sin mayores precisiones, a los que dan algunos autores actuales: Gustavo Bueno en España, Luis Althusser en Francia, y respecto a autores (corrientes) del pasado próximo el lector se sentirá satisfecho si cito a Vladimir Ilich.

La concreción de estos criterios para la validez de una filosofía viene ya insinuada en la misma encuesta. En la pregunta número dos se interroga sobre las teorías científicas que juzga “imprescindibles para la reflexión filosófica actual”. O sea, primer criterio para la validez de una teoría filosófica: su relación con la ciencia. ¿Con qué teorías de la ciencia en concreto? Pues en principio con todas, naturalmente, y yo diría que sobre todo con la historia de la ciencia; o sea, con la historia de la producción de conocimientos. Es muy importante para la filosofía tener en cuenta lo que hoy conocemos por la ciencia; pero es más importante tener en cuenta el modo como hoy conocemos. Desde el primer punto de vista es evidente que todas las teorías científicas verdaderas interesan al filósofo. Pero desde el punto de vista de la historia de la ciencia, del modo como conocemos, interesan todas las teorías científicas, falsas y verdaderas, incluso las no científicas (ideológicas, metafísicas, &c.).

Y el segundo criterio nos lo da la tercera pregunta. “¿Debe haber conexión entre el pensador filosófico y el contexto histórico o la filosofía es una tarea puramente subjetiva?” Me parece que esta pregunta no es sincera, que lo que pretenden los encuestadores con ella es que hagamos un reconocimiento explícito de lo que explícitamente nadie negaría. Bueno, pues ya está hecho: afirmo que la filosofía tiene muchísimo que ver con el contexto histórico. ¿Suficiente?

Función social

Seguro que habrá que precisar más. En la cuarta pregunta se atornilla la cuestión: relación entre la filosofía y “el contexto actual de la cultura española”. O sea, que la filosofía tiene que tener también una función dentro de la cultura de una sociedad. ¿Cuál debe ser esta función? Pero antes, ¿cuál es su función en España? Y para contestar a esto, de nuevo las distinciones: “oficial, jurídica e institucionalmente” la función de la filosofía dentro del contexto actual de la cultura española es la consolidación ideológica del régimen. Esto nadie lo ignora, y casi seguro que buscando en los textos legales podríamos llegar a la conclusión de que así está definido en ellos. Pero “realmente, de hecho”, creo que la función de la filosofía en España, al menos en una gran medida, es la constitución y consolidación ideológica precisamente de la llamda “oposición” al régimen. Sin embargo, hay una tercera distinción: la “función residual” de la filosofía en España, la función que ni oficialmente ni de hecho se querría que cumpliera, pero que cumple sin querer: la función de crítica de la ideología. Esta es la que “debe ser” su función.

Grupos y niveles

A la sexta pregunta me resisto a contestar. Porque si dijera alguno de los grupos de estudios filosóficos que conozco, todos los demás se sentirían heridos, y todos los demás probablemente sean muchos, muchos, tantos quizá como filósofos haya en España. ¿Grupos filosóficos? Pienso en el Círculo de Viena, o en la escuela de Francfort, o en la Institución Libre de Enseñanza, y me entra mucha risa al pensar en nuestros “grupos”.

En la séptima pregunta se pide un juicio comparativo sobre el nivel de la filosofía respecto al de las ciencias en España. No sé si la intención de los encuestadores será hacernos caer en la cuenta de que mientras en España se hacen puentes y pantanos tan buenos como en cualquier parte del mundo, la filosofía que se hace es mucho peor. Por eso en la pregunta ocho se piden soluciones en el caso de que la contestación haya sido pesimista. Hasta me parece adivinar una intencioncilla antitecnocrática en la forma de plantear el problema: “la ciencia en España está muy avanzada y la filosofía no; ¿de qué es índice esto?” Pero yo no creo que los científicos estén muy satisfechos del nivel de sus especialidades en España. En este sentido los filósofos españoles podemos estar satisfechos de nuestro nivel respecto a las ciencias. Cierto que alguno de nuestros científicos es premiado en el extranjero; pero también alguno de nuestros filósofos imparte sus lecciones en América.

Algo va mal

No obstante, los encuestadores, de una forma o de otra, están convencidos de que la filosofía marcha mal en España. Y yo también. He aquí la pregunta ocho: “¿Qué soluciones aporta?” En las cuatro siguientes y últimas preguntas me parece ver una indicación para solucionar un problema concreto de la filosofía española. Primero se pide información sobre la apertura que los teólogos españoles tienen respecto a las “corrientes filosóficas no tradicionales”, e igualmente (pregunta 10) respecto a “los intelectuales españoles”. Creo que estas dos cuestiones están muy bien pensadas; así se obtiene información respecto de aquellos señores con quienes se puede contar. Y desde luego siempre ha sido importante en España contar con la Iglesia y ahora lo es contar con los intelectuales (supongo que se refiere a los de la oposición; no sé por qué lo de “intelectual” siempre suena a revoltoso). Después se pregunta: “¿Qué revista española de filosofía prefiere?”, y, por fin (he aquí la solución a un problema concreto): “¿Qué tipo de revista filosófica necesita usted?” Pues bien; intentaré contestar a todas estas cuestiones de un golpe: en primer lugar, me paree muy mal que para solucionar los problemas de la filosofía se acuda a los teólogos. Tengo la impresión –no los conozco muy bien– que estos señores están abiertos a todas las “corrientes” filosóficas, como lo han estado siempre, lo cual, desde luego, no considero que sea una suerte para nadie. Lo de los intelectuales me parece mejor. Y creo que sí que “están interesados por la problemática filosófica actual y buscan información”. Lo que ya no puedo precisar es quiénes son estos intelectuales y dónde buscan la información; probablemente donde todos: en los escaparates de las librerías. En cuanto a las revistas, lo que se dice preferir no prefiero ninguna de las existentes, y en cuanto a necesitar, pues muy sencillo, necesito una “revista española de filosofía” y quizá otra (pero esto es una afición particular) de filosofía de la ciencia. Es curioso que las dos han existido y ninguna de las dos existe; hay quien se alegra de que desaparecieran. Lo comprendo, pero quisiera que existieran de nuevo; no igual que antes, claro; de otra forma. ¿Cuál?

Opinar para aprender

Aquí está la cuestión de fondo, la cuestión de la pregunta ocho, la de las soluciones que propongo. Pero esto es algo difícil; habría que haber analizado las causas de la situación, y es lo único por lo que la encuesta no se pregunta. Todas las soluciones son buenas: lo de la revista me parece estupendo; congresos también, seminarios, discusiones, becas, todo está muy bien. Pero yo creo que para que la filosofía cumpla su función crítica se necesitan reformas de estructura: yo señalaría dos criterios para éstas: democratización y libertad total de la enseñanza, la investigación y las publicaciones por una parte y, por otra, un control riguroso del tiempo que se pierde en los departamentos de las Universidades. Es una tontería lo que acabo de decir, ya lo sé. Pero ya advertí al principio que yo no podría decir nada sobre la encuesta. He dicho algo de lo que pienso de la filosofía, algo de lo que pienso de la filosofía en España y algo de lo que pienso que piensan los demás. Y quizá si opináramos todos los del tercer grupo aprenderíamos mucho más.

Miguel Ángel Quintanilla