Filosofía en español 
Filosofía en español


Cultura. Filosofía española

Antonio Márquez

Encuentro en USA con Ferrater Mora

«La filosofía no es, pues, estrictamente hablando, una actividad cognoscitiva.»{1}

Ferrater Mora

Tampoco lo ha sido mi entrevista con Ferrater. He ido a Filadelfia, «la ciudad del amor fraternal», a visitar la biblioteca de Henry Lea, el historiador de la Inquisición de España. He aprovechado la ocasión para ver a Ferrater.

Una ciudad siniestra

Ferrater enseña, desde hace más de veinte años, en uno de estos prestigiosos colegios universitarios de chicas, en las afueras de la ciudad. La ciudad es invisible, casi inhabitable, a pesar de su gloriosa historia o tal vez por ello. El catedrático de la Universidad de Pennsylvania que me sirve de guía, y cuyo nombre no revelo por razones de seguridad social, me repetía: «Filadelfia es una ciudad siniestra.» Ferrater vive en las afueras y nada tiene que ver con este enorme cáncer urbano ni con la Universidad, que parece estar espléndidamente dotada de bibliotecas y profesores.

Me acompaña Tessa Ortega, nieta de Joaquín Costa y profesora o profesor de español en otro de los colegios universitarios. Seguimos la carretera trece y luego la avenida de Lancaster, que tiene aspecto de ser de alto coturno a ratos. Pasamos dos como pueblos y estamos en este como suburbio llamado Rosemont, en cuyas afueras se levanta una especie, de rascacielos u hotel en el campo: un edificio de cientos de apartamentos. Llegamos exactamente a las siete y media en punto, la hora convenida. Esto resulta ya un poco extraño entre españoles, casi sospechoso.

Un negro nos recibe abajo o casi nos recibe. Subimos al espacioso ascensor. Una chica sube con nosotros. Le pregunto que a qué piso va. Nosotros vamos al octavo. La chica me lee el pensamiento o el acento: «¿No irán al 806?» Es una antigua alumna de Ferrater, filósofo ella también, especialista en Heidegger y profesor en una de las múltiples divisiones o subdivisiones de la Universidad de Pennsylvania. Es una mujer que se parece extraordinariamente a Belle de Jour.

Estamos en el apartamento de Ferrater Mora. Hablamos de Américo Castro. Ferrater nos ha abierto a los tres la puerta, que da a un apartamento, piso o suite, que me parece amplio y pintado de blanco. Hay un solo cuadro elongado en las inmaculadas paredes; está colgado verticalmente; es un retrato al óleo de un hombre sentado, con las piernas cruzadas, de cara al espectador. ¿Fumando? No recuerdo. Ferrater fuma constantemente (¿en cadena?) cigarrillos mentolados Kool.

Un filósofo

A las nueve vamos a cenar a un restaurante cercano. Llegamos a las nueve y diez, y el comedor está ya cerrado. Después de unos cuantos tiras y aflojas entre los negros vestidos de rojo y los subalternos blancos vestidos de negro, la cosa se resuelve y nos sentamos a cenar. Nos han dicho que tardarán en servimos. Hay tiempo para hablar. ¿De qué? Me he traído un magnetófono portátil por si pudiésemos cuando menos grabar unas cuantas palabras. Pero traen vino y almejas, y la conversación toma un curso desordenado. Se lo explico, pero no acabo de entender. A su ex alumna parece extrañarle, casi ofenderle, que identifiquemos al filósofo con su Diccionario de Filosofía, aunque ella lo está traduciendo al inglés en una edición abreviada. Ferrater es un filósofo. ¿Quiénes son los jóvenes de quienes yo hablo? ¿Qué es la «ideología» a que yo me refiero con frecuencia como cosa distinta de la Filosofía? ¿No es toda Filosofía «ideología»?

Concluyo, antes de comenzar a tomarme una riquísima trucha al horno, que Ferrater no conoce a la juventud española. El dice que no sabe a quiénes me refiero. El conoce a los que tienen treinta y treinta y tantos años. Nombra a unos cuantos: ¿Muguerza? ¿Trías? Otros cuantos nombres interesados en Lógica. Ha leído a Sacristán y está de acuerdo con él: con su librito rojo. No ha leído el de Gustavo Bueno todavía. No sabe que hubiera una polémica a propósito del libro de López Quintas, aunque sabe quién es este señor. Ferrater está tomando langosta y yo empiezo a enfadarme. La salida es obvia: ¿por qué hablar de Filosofía española en vez de hacer Filosofía? Pero resulta que seguimos hablando, cada vez más atropelladamente y en rampa, la rampa de los postres y el vino y el café, sobre Zubiri y marxismo, sobre las posibilidades de crear cátedras separadas o especializadas en las distintas filosofías de nuestro tiempo, sobre la necesidad de establecer la especialidad en todas las Universidades españolas. Ferrater no creé nada de esto conveniente o posible. Tampoco que cada disciplina deba terminar o comenzar con sus propios fundamentos filosóficos. ¿Filosofía del Derecho para abogados? ¿Filosofía de la Historia para historiadores? Aquí nos detenemos un poco más con nuevas referencias a nuestros «grandes» historiadores y a la chistosa obra de Morente sobre asunto aledaño, o se ha creído.

Hacer cine

¿Filosofía de la Ciencia para científicos? ¿Filosofía de la religión para futuros sacerdotes y obispos? Hago especial referencia a estos dos últimos puntos sobre los que me muevo desde hace años (Filosofía de la Religión y Filosofía de la Ciencia), refiriéndolos a un hecho concreto, lamentable y de enormes consecuencias para la ciencia española: la mayor parte de los científicos españoles, por no decir la totalidad de ellos, no han hecho jamás un curso de Filosofía de la Ciencia. Naturalmente, se resienten de ello y lo echan de menos.

Ferrater sigue sin entender mi preocupación. Hablamos entonces de la Filosofía como profesión y método; de lo que ésta pueda o no pueda aportar al historiador, al científico, al teólogo; de las normas que hacen de la Filosofía una disciplina de estudio. Y vuelta al tema de las ideologías. Tomamos café y salimos en su Citröen, blanco y a mi parecer de lujo, hacia su casa. No hay vida nocturna en estos suburbios, nos dice; pero podíamos ver sus películas. Ferrater hace cine. Me encanta la idea. Como tengo la desagradable impresión de que no nos hemos podido comunicar ni por escrito ni hablándonos (ni siquiera comiendo y bebiendo espléndidamente, gracias a su hospitalidad), tal vez podamos entendemos por carambola mirando a la pantalla. Tampoco.

De lejos

«Las películas de Ferrater –dice Ferrater– hay que mirarlas de lejos.» Y vamos a la casa de su ex alumna, que es lo suficientemente espaciosa para acomodar el proyector en el comedor y tener una vista de metro y medio en la sala contigua. Comienza la sesión después de poner a una vieja perra loba en el patio (me aterran estos animales de la Policía) y de prepararme un whisky, el último de esta noche. Canta un pájaro, que aquí suele cantar por las mañanas, y salen unas niñas bastante bien, que parece que tratan de suicidarse, y que no lo consiguen. Son escenas de ciudades de por aquí, que identificamos con Filadelfia. Es un cine casero de fotógrafo aficionado, con intenciones colosales y medios modestos. Discutimos el cine, se hace tarde, tenemos que volver a Filadelfia, a través de una enorme corona de barrios negros. Son las dos y pico de la mañana. El barrio donde vivo parece una ciudad bombardeada.

No sé por qué estoy furioso. Apago las luces y no puedo dormir. Recuerdo la inmensa casa rascacielos donde vive Ferrater; recuerdo sus ventanas de colores; recuerdo el césped verde y los árboles; un ascensor, Belle de Jour; un largo corredor blanco o vainilla; un hombre que sale a recibirnos con un pitillo mentolado; un hombre bastante sufrido; un pelo ralo y a saltos cano; unos ojos intensamente negros, algo saltados y burlones. Ferrater se ha tomado la cosa, como dicen aquí, «filosóficamente».

Epílogo palinodia

Hasta aquí, lo escrito ha sido leído por Ferrater «una hora antes de salir para España». Nuevamente generoso, me hace sólo dos objeciones que acepto: primero, subrayo demasiado la falta de comunicación; segundo, mi referencia a su cortometraje Everydayness es un tanto confusa; sería mejor hablar de una joven que intenta suicidarse y no lo consigue. (En broma, yo identifico a esta chica con Filadelfia o la Filosofía.) Y por supuesto, Ferrater no está de acuerdo con mi calificación de su cine como cine «casero» o de «aficionado», ya que esta película la han visto varios profesionales. Digamos entonces que Ferrater es un filósofo que hace cine, como Bergman es un cineasta que hace Filosofía.

Antonio Márquez

{1} José Ferrater Mora, Indagaciones sobre el lenguaje, Madrid. Alianza Editorial. 1970.