Mercurio Peruano
Revista mensual de ciencias sociales y letras

 
Lima, mayo de 1919 · número 11
año II, vol. II, páginas 354-360

John A. Mackay

Valor cultural del estudio de la literatura inglesa

El espíritu pragmático

La palabra «valor» nos abre un fecundo campo de pensamiento. Vivimos en una época penetrada por el espíritu pragmático. La nueva filosofía de los valores pragmáticos ha hecho temblar a muchas sistemas tradicionales. Ya no se pregunta tanto: ¿Qué es, o qué significa esto, con relación a la realidad absoluta o inconmensurable?, sino: ¿Para qué sirve esto en la actualidad limitada y definida? En otras palabras, la mayor preocupación de las gentes respecto a esto o aquello no es por conocer su verdad sino su utilidad.

En las altas regiones del pensamiento abstracto la influencia de este movimiento ha sido eminentemente liberadora. Pero en otras esferas de la vida ha tenido consecuencias que, a juicio de muchos, han sido funestas y nocivas. Bajo el empuje de este espíritu, los antiguos clásicos, latinos y griegos, no solamente han sido derrumbados del pedestal prestigioso que solían ocupar en la enseñanza, sino que las voces de Homero, Platón, Virgilio y Horacio apenas se reconocen ya en muchas aulas universitarias. En muchos casos también la dura disciplina intelectual impuesta por el estudio de los grandes clásicos de la filosofía ha sido sustituida para fines académicos, por la frívola distracción de leer las producciones del último filosofastro que haya dado a luz unos mal digeridos pensamientos. Pero el resultado más lamentable de la equivocada interpretación del alcance del pragmatismo se ve en la idea que prevalece en ciertos grupos sociales de que no merece la pena ningún estudio que no conduzca directamente a la adquisición de riqueza material. Resulta así, que cualquier estudio nuevo que se quiera iniciar ha de someterse forzosamente al criterio dominante, o sea, su valor como instrumento para mejorar la condición social del estudiante. [355]

El criterio pragmático-comercial y el estudio de la lengua inglesa

Sometido el idioma inglés al escrutinio de este criterio utilitario o comercial, sale, por decirlo así, como calificado con la nota de sobresaliente. Esa lengua nacida entre tribus salvajes en las espesas selvas de Sajonia y en las playas nubladas de Frisia, que trasladada luego a la antigua Albión, tuvo que luchar, en momentos sucesivos de su historia, con el latín, el danés y el francés, promete ser ahora el idioma comercial del mundo. Por consiguiente, el conocimiento del inglés se considera como indispensable para la carrera comercial. Personas que tendrían por pura pérdida de tiempo el más ligero estudio de la literatura inglesa, descubren un entusiasmo asombroso por esa lengua.

Peligros que encierra el estudio exclusivo de la lengua inglesa

De paso, deseo aludir a ciertos graves peligros que encierra para un país como el Perú el estudio exclusivo de la lengua inglesa. En primer lugar, este estudio puede acarrear falsos conceptos, tales por ejemplo, como el que los norteamericanos carecen de ideales espirituales. Un concepto tan erróneo ha podido cundir por el contacto casi exclusivo del pueblo sudamericano con los agentes comerciales de la República del Norte, los que constituyen, por lo general, una clase metalizada, sin alma, y nada representativa de su patria. Ha sido necesaria la guerra para desvanecer esta idea. En segundo lugar, dicho estudio, emprendido como lo está ahora, tiende a la desnaturalización. He aquí el proceso psicológico. Primer paso: muchas personas aprenden y emplean un idioma extranjero al que deben su puesto en la industria. Segundo paso: llegan a imitar lo superficial y espumoso de una civilización exótica. Tercer paso: empiezan a hacerse contrastes desorientados entre su país y el extranjero. Cuarto paso: siguiendo la línea de menor resistencia, acaban por perder fe en su patria y todo interés en servirla, y se hacen ofensivos a los ojos de los mismos extranjeros por las asquerosas apologías con que excusan la desgracia de su nacionalidad, «Yo soy peruano, pero pienso como un extranjero» &c., &c. ad nauseam. Pero, en cambio, un estudio suplementario de la literatura inglesa [356] daría a esas personas una orientación distinta y formaría en ellas otro espíritu, pues estudiando esa literatura se llegaría a una comprensión verdadera del espíritu anglosajón, mientras que el conocimiento de las luchas sociales e industriales que Inglaterra ha tenido que sostener a través de su larga historia, salvaría al estudiante peruano, por un lado, de la imitación servil, y, por otro, del crónico desaliento de que padece, y le infundirían ideas que podría aplicar a la solución de los problemas de su propia patria.

La idea de cultura

El verdadero valor del estudio de la literatura inglesa resaltará si lo consideramos, como una de las disciplinas culturales. Pero surge entonces la pregunta: ¿Qué es cultura? y ¿con qué concepto de la cultura cuadra mejor dicho estudio? Propongo establecer un ideal de cultura y enseguida manifestar con qué puede contribuir a la realización de tal ideal el estudio de la literatura inglesa. Analicemos, pues, negativa y positivamente, el concepto de cultura.

Cultura no es mera habilidad lingüística. Los que tienen por su ideal en la vida el poder hablar idiomas, a medida que son grandes entusiastas por lo cosmopolita en materia de pensamiento y costumbres, son muy a menudo individuos sin tipo fijo, hermafroditas intelectuales, que poseen las características de muchos países, mas sin la potencia o la individualidad de ninguno.

Tampoco constituyen cultura los conocimientos enciclopédicos. Es verdad que la erudición no excluye la cultura, pero no la implica tampoco. Sucede, al contrario, no pocas veces, que los llamados eruditos que tantos tonos se dan, no son sino devotos del culto de las Nociones, charlatanes sin fondo, esqueletos intelectuales sin carne o espíritu, esclavos sumisos de la mediocridad. El humanismo, con su estudio del pasado, especialmente de los antiguos clásicos, y su retraimiento a un mundo ideal de belleza, ofrece un ideal más atractivo. Los humanistas son, en general, hombres finos, pero de criterio frío y estrecho. Son hermosas estatuas, frígidas, quebradizas e inconmovibles. Viven fuera de toda simpatía respecto de las convulsiones sociales del presente, las que no aciertan a interpretar. Como críticos tienden al cinismo. [357]

Tenemos, por último, el modernismo, o sea, el culto a lo moderno, sin referencia al pasado. Los devotos de este culto en su expresión literaria son devoradores profesionales de todo lo nuevo y recién escrito. Todo su afán es por la última novedad, tras la cual se dejan arrastrar. Son unos camaleones literarios que, no teniendo color propio, reciben su color del lugar en donde se encuentran.

Cultura, en el verdadero sentido de la palabra, implica, (1) Una actitud. Esta actitud consiste en tener un alma volteada hacia la luz de la verdad, una mente abierta y tolerante, y un entusiasmo por el saber. (2) Una perspectiva. Con la referida actitud se alcanzará con tiempo un alto punto de vista desde donde se podrá contemplar serenamente todas las ideas e instituciones humanas, pudiendo adjudicarse a cada una de ellas su debida importancia. Todas las cosas se verán tales como son. (3) Una pasión por el perfeccionamiento. Esta pasión se expresará en buscar la realización del ideal vislumbrado en la vida personal, tanto intelectual como moral, y en su comunicación a la sociedad entera.

Según este concepto, cultura viene a ser algo eminentemente moralizador y social. No tiene nada de ascetismo ni de egoísmo. Descubre un entusiasmo por el bien en todas sus formas. Es serena y no se preocupa de la popularidad, que es para muñecas, no para hombres. Es iniciadora y práctica. fue uno de los dichos mas sugestivos de Platón en el séptimo libro de su «República», que «los filósofos deben ser los reyes». El gran Académico tenía razón, pues la cultura, y no otra cosa, es lo que da derecho a gobernar y administrar, y a señalar rumbos a un país o a un movimiento. Recordemos que Aristóteles fue el maestro de Alejandro el Grande, y que los hombres que han dirigido la última guerra y señalan rumbos a la civilización futura, no son románticos irresponsables, sino viejos pensadores, tales como Wilson, Poincaré, Clemenceau, Orlando, Lloyd George y Balfour. Y si las democracias modernas van a salvarse del peligro de la mediocracia que la amenaza, tendrán que revisar sus ideas sobre la cultura.

Explicado ya lo que quiere decir «valor cultural», el camino está expedito para considerar con qué puede contribuir la literatura inglesa a la realización de nuestro ideal de cultura. [358]

Literatura inglesa

Literatura puede definirse como la expresión artística de los mejores pensamientos acerca de la vida universal. Restringiendo así la denominación de la palabra a las producciones artísticas, excluimos toda consideración de las obras de filosofía y ciencia, ya que ellas no constituyen literatura pura, por no necesitar emplear formas artísticas. La literatura inglesa es una de las tres literaturas completas que el mundo ha tenido, siendo las otras dos la griega y la francesa. Toda literatura completa debe expresar cuatro actitudes artísticas hacia la vida, a saber; describirla, sentirla, idealizarla y vivirla. Sirviéndome de este análisis lógico de la idea de literatura, deseo mostrar cómo la literatura inglesa puede dar un perspectiva y una pasión al que traiga al estudio de ella la requerida actitud. Pero por falta de espacio no puedo aquí hacer más que mencionar, sin disertar sobre sus méritos individuales, algunas obras típicas cuya lectura puede contribuir a formar la orientación deseada.

1. La vida descrita

(1) Descripción pura. (a) Descripciones de paisajes y de la vida de la naturaleza: «Las Estaciones», de James Thomson, y las obras de George Crabbe y William Morris, (b) Descripciones narrativas: «Los Cuentos de Canterbury» por Geoffry Chaucer; «El Viajero» y «La Aldea Abandonada», por Oliver Goldsmith; «Las Peregrinaciones de Childe Harold», por Byron; y una multitud de ensayos y libros de viajes que reúnen narración y descripción, tales como «Los Viajes de David Livingstone», «En sayos sobre Viajes», por R. L. Stevenson, &c. &c. (c) Historia, descripciones más complicadas de la vida de las naciones e instituciones y del curso y causas de los grandes movimientos: «Historia de Inglaterra», por Macaulay; «Historia del Imperio Romano», por Gibbons.

(2) Descripción imaginativa, (a) La Epopeya y el Romance personificaciones de las fuerzas de la naturaleza, o descripciones de la vida de personajes místicos o heroicos: la antigua epopeya de «Beowulf»; «El Paraíso Perdido», por Milton; «Ossian», por Mac Pherson; «Morte d'Arthur», por Tennyson. (b) La Alegría; personificaciones de ideas: «El Peregrino», por Bunyar [359] uno de los libros más notables en el idioma inglés; «Los Viajes de Gulliver», por Swift. (c) El Drama; descripciones de situaciones y personajes representativos o típicos, tanto trágicos como cómicos: los dramas de Marlowe, Shakespeare, Jonson, Ford, Oscar Wilde, Bernard Shaw. (d) La Novela; un género posterior, o sean descripciones de situaciones y personajes de la vida común y diaria. El desarrollo de la novela ha sido lo concreto, lo provincial, y hasta lo dialectal. Son novelistas típicos: Fielding, Scott, Thackeray, Dickens, Eliot, Conan Doyle, Chesterton, Wells, Ralph, Conner, Gilbert Parker.

2. La vida sentida

En la lírica inglesa encuentran expresión tres sentimientos cardinales, o sean, los sentimientos de libertad, amor y misterio.

(1) Libertad: este sentimiento aparece en Byron en la forma exagerada de licencia y rebeldía; en Shelley, como libertad metafísica; en Campbell y Kipling, como libertad nacional.

(2) Amor: Wordsworth y Thomson expresan amor a la naturaleza; Blake y Hood, amor a la humanidad; Burns y Byron, amor sentimental y Browning, amor espiritual.

(3) Misterio: Un sentido del misterio de la vida y un espíritu de reverencia a sus orígenes. Expresiones clásicas de este sentimiento se encuentran en el «Sartor Resartus», de «Carlyle», en el «In Memoriam» de Tennyson, y en el «Sabueso del Cielo», de Francis Thompson.

3. La vida idealizada

Entre literatos que han mirado la vida filosóficamente, es decir con criterio, figuran More, Bacon, Burke, Carlyle, Arnold, Ruskin, Wells. Ellos han tratado de analizar, criticar y construir una vida mejor que la vivida actualmente en la sociedad. Carlyle y Arnold se recordarán como críticos apostólicos; Burke, Ruskin y Wells, como arquitectos visionarios.

4. La vida vivida

La literatura inglesa tiene una riqueza notable de grandes biografías, o sea de monumentos literarios de cómo se ha vivido [360] por hijos de la nación. Obras maestras biográficas, que merecen lectura tanto por sus cualidades literarias como por la grandeza de los caracteres delineados, son la Vida de Johnson, por Boswell, la de Nelson, por Southey, la de Scott, por Lockart, y la de Gladstone, por Morley. Un estudio de la literatura biográfica inglesa pone en relieve el hecho interesante de que muchos de los grandes hombres cuyas vidas públicas e íntimas han sido descritas, reunieron en su propio ser el hebraísmo y el helenismo, tendencias tan frecuentemente opuestas, o sean, carácter e intelectualidad, moralidad y estética.

El que sinceramente emprende el estudio de la literatura inglesa y camina infatigablemente por los senderos que acabo de señalar, hallará, por fin, que su visión se ensancha, su corazón siente nuevos impulsos y su carácter se fortalece. Llegará también a comprender el espíritu de un pueblo, a gozar de las sensaciones exquisitas del arte, a sentir la inspiración de espíritus anhelantes y realizadores, y a aprender mucho que podrá luego aplicar en su propia vida intelectual y moral, así como también en la vida social y política de su patria.

John A. Mackay.

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