Ilya Ehrenburg
Sí, nuestra literatura es tendenciosa
Los defensores de la ideología burguesa acusan a los escritores soviéticos, y asimismo a los escritores progresistas de Occidente, de ser tendenciosos. He consultado un diccionario francés y he visto que ser «tendencioso» es «inclinarse hacia algo». Y es normal que los escritores, como los demás hombres, amen ciertas cosas y odien otras. Si se distinguen de sus contemporáneos es más por la intensidad de sus sentimientos que por su atonía. El escritor puede tender hacia la justicia, la razón, la fraternidad; puede ser partidario de la desigualdad social, del oscurantismo, de la vanidad nacional y presentar estas preferencias en forma de aristocratismo intelectual, de espíritu religioso, de patriotismo.
Dante ha tenido las mismas pasiones que sus contemporáneos, ha participado en sus luchas políticas, les ha consagrado numerosos versos; este espíritu tendencioso no le ha impedido de ningún modo, sino que por el contrario le ha ayudado, a crear esa «Divina Comedia» que aún nos emociona, aunque los ecos de las tempestades políticas del siglo XIII se hayan extinguido hace mucho tiempo.
Goya ha pintado las ejecuciones de los patriotas españoles por los soldados de Napoleón. Este es uno de los cuadros más tendenciosos y mas admirables de la pintura universal. Setenta años después, el artista francés Eduardo Manet pintó un cuadro que representa la ejecución del emperador Maximiliano por los insurgentes mejicanos. Quizá el tema de esta obra no le fuera dictando a Manet por su emoción de ciudadano sino por su amor hacia la vieja pintura española y en particular hacia Goya… Sea como fuere, ese cuadro no nos emociona, aunque en él se reflejen las cualidades pictóricas de este eminente artista. Goya se mostró tendencioso en su obra, odiaba a las tropas extranjeras y estaba entusiasmado por la intrepidez de los patriotas. Por el contrario, no comprendemos los sentimientos de Manet. ¿Sentía simpatía por los sublevados o compasión por Maximiliano? Pintó un acontecimiento sin revelar la actitud que adoptaba respecto a ese acontecimiento y ello explica la frialdad de su lienzo.
En su juventud, Briussov expuso el programa del «arte puro» que él oponía al arte de tendencia y escribió: «Todos los sueños me son caros, todos los discursos queridos; a todos los dioses dedico mis versos». El Briussov de aquella época, el autor de «Vías y Encrucijadas », no apasionaba al lector. Los críticos discutían entre sí si era o no poeta, muchos afirmaban que estaba desprovisto de dotes poéticas. En mi opinión no tenía menos dotes que otros poetas cuyos versos han quedado grabados en la mente de sus lectores durante toda su vida. La indiferencia de los lectores hacia el Briussov de antes de la Revolución se explica por la propia indiferencia de este hacia la vida, que provenía no de su carácter sino de sus concepciones estéticas. El hombre que se inclina ante todos los dioses no cree en ninguno, como el hombre que dice querer a todas las mujeres no quiere a ninguna.
Los grades escritores rusos del siglo pasado no temían este ardor, este ímpetu, que hoy se califican de tendenciosos. ¿No se ve claramente con quien simpatiza Tolstoy cuando describe la campaña, de 1812? ¿Se puede dudar den los amores y de los odios del autor de los «Relatos de un cazador» Ha tratado Saltykov Chtchedrin de ser neutral en el duelo que enfrentaba al pueblo ruso y a esa capa superior de la sociedad rusa, deshonesta, obtusa y desprovista de alma?
Toda la obra de Mayakovski es tendenciosa, desde su obra «Sencillo como un mugido» hasta los versos que escribió en vísperas de morir. Recientemente hemos tenido una discusión sobre la obra de este gran poeta. Lo digo francamente: he leído con asombro los informes acerca de los debates. Unos aconsejaban a todos los poetas que escriban como Mayakovski. (En mi opinión convirtiéndose en epígogo de Mayakovski no se revela mayor originalidad o audacia que convirtiéndose en epígono de Nekrassov). Otros, aseguraban que lo esencial_no es la forma en que escribía Mayakovski sino lo que ha escrito. Otros aun se esforzaba por demostrar que Mayakovski no ha escrito como realmente ha escrito. Y, sin embargo, Mayakovski ha creado una nueva forma para un nuevo contenido, y sus primeros versos están ligados orgánicamente a su obra ulterior. Si para Bourlioux, el futurismo era un movimiento estético, el ¡oven Mayakovski veía en él un golpe asestado a la moral, a la filosofía, a la estética, de la sociedad que odiaba. Se puede dudar de la eficacia del arma, pero no del corazón, del poeta, que siempre fue grande y ardiente.
El escritor no escribe para divertirse ni para, buscar la gloria: quiere perfeccionar a los hombres, elevar la vida, para él, los libros son armas morales en ese combate.
De ninguna forma quiero decir que el autor debe situarse delante de su novela y explicar constantemente lo que piensa de sus héroes o de los acontecimientos que describe. Para mí, una novela tendenciosa es una novela llena de ardor y de ímpetu. El escritor inspirado por ideas elevadas comprende el sentido del desarrollo de la sociedad; ve que ciertos personajes van en el sentido de la vida, que aprecian las cosas con acierto y que otros se equivocan y están condenados.
Para el escritor, pasión no significa una parcialidad ingenua, impotente. El autor pueda odiar la codicia, la duplicidad o la hipocresía sin por eso privar de rasgos humanos al avaro, al hipócrita o al tartufo. Es imposible pintar el mundo únicamente con dos colores: el negro y el blanco. El odio, como el amor, se refiere a seres vivos, concretos, y no a conceptos abstractos.
El escritor por el hecho de tener conciencia del desarrollo de la historia y una visión clara de lo que será el porvenir de la humanidad no se halla disminuido sino por el contrario engrandecido. En una novela recientemente publicada en Francia: «La muerte es mi oficio»; de Roberto Merle, el autor describe el camino recorrido por un fascista que, finalmente, dirigió un «campo de la muerte». El libro está bien escrito y posee cualidades, pero el autor no ha sabido mostrar al fascista como a un ser humano; al final de la novela, el héroe se nos aparece como una siniestra caricatura. Lo que ha perjudicado a Roberto Merle; no es el carácter tendencioso de la obra sino su incomprensión de los procesos históricos. Aunque odia al fascismo no ha visto sus raíces sociales y no ha podido oponerle nada.
En la obra de la novelista comunista alemana Anna Seqhers, «Los muertos siguen siendo jóvenes», los fascistas son seres humanos; ninguno de ellos está desprovisto de alguna virtud, pero todos cometen horribles crímenes o los fomentan. La actitud tendenciosa de Anna Seqhers le ha ayudado a penetrar en las cosas más profundamente y a dar en lo artístico, un cuadro más fiel.
Cholojov es tendencioso en «Tierras roturadas»; sabe que la lenta evolución del campesinado marcha hacia adelante. Eso es lo que le permite ahondar en el alma de los kulaks y darnos no una reproducción superficial, a grandes rasgos, de los acontecimientos, sino un cuadro rebosante de verdad psicológica.
Considero que sin ardor y sin ímpetu no puede haber verdadera literatura. Es más fácil corregirse de un estilo tosco, de debilidades en la composición y de otros defectos literarios que no de una alma fría. Quizá convendría recordar justamente algunas palabras que casi han caído en desuso: vocación, inspiración, voluntad de servir. Efectivamente, estas palabras no son ni vanas ni ridículas; reflejan la exacta comprensión de los deberes del escritor, del hombre que en su breve existencia debe vivir mil vidas, calentar el corazón de los hombres consumiéndose él mismo, iluminar el mundo interior del hombre e igualmente ayudar al lector a ver con más claridad, a vivir una vida más elevada, más intensa.
Nos es difícil orientarnos en el laboratorio espiritual de los escritores modernos: por más que vivan a nuestro lado conocemos insuficientemente su carácter, su biografía. Pero si queremos penetrar el secreto que rodea la creación de los héroes de las novelas clásicas hemos de estudiar la correspondencia de los escritores, su diario, sus cuadernos, indagar el recuerdo que de ellos han guardado sus contemporáneos. Entonces comprobamos que los héroes de novela, en general, no nacen del encuentro del escritor con un ser que le haya impresionado especialmente. No aparecen más que cuando el autor ha elaborado mentalmente un gran número de tales encuentros.
Un eminente jurista relató a Tolstoy un asunto que llamó la atención del escritor. Así, según se dice, nació «Resurrección». Sabemos que los problemas planteados en ese libro atormentaron a Tolstoy durante toda su vida. El relato del jurista fue el elemento que permitió al escritor perfilar el tema de su obra. El tema de la novela nació antes. (Tolstoy modificó su desarrollo: el desenlace no recuerda de ninguna forma el asunto que le contaron).
Son observaciones vividas –y no meras observaciones– las que, después de ser elaboradas mentalmente por el autor, le permiten crear personajes profundamente reales, típicos, que reflejan la imagen de la sociedad.
La noción de lo típico no está asociada a la estadística: no se puede decir que si tres millones de seres se parecen al héroe de una novela el autor ha sabido mostrar lo que es típico, y que si no se le asemejan más que tres mil ha fracasado. El escritor vive la misma vida que la sociedad de que forma parte, muestra lo que se produce en lo profundo de la existencia y no en la superficie; muestra a los hombres y al pueblo en su movimiento. Tchatskii no era típico desde el punto de vista de la estadística, pero expresaba la indignación, las esperanzas difusas de los medios avanzados de Rusia. Gontcharov ha creado Oblomov, no porque Oblomov fuese una rareza sino porque la «oblomovchtchina» era un mal social. El amor de Ana Karenina es excepcional por su intensidad, pero para todos es comprensible.
¿Qué es lo que explica la esterilidad de los actuales escritores burgueses? Que se apartan de la vida real, que representan en sus obras seres que en nada se parecen a los demás. Claro está, tales seres pueden existir, quizá haya más de lo que puede creerse; pero su imagen es incapaz de conmover al lector que busca un reflejo de sí mismo, un reflejo de su época. No pienso que se pudiesen encontrar en Francia en la época de Stendhal, Julios Sorel o Lucios Leuwen en cada esquina. Tales personales me parecen excepcionales. Pero constituyen la síntesis de las pasiones, de las tendencias típicas de aquella época, las cuales, bajo una forma nueva, siguen existiendo en nuestra época. Por eso se lee a Stendhal y sin duda se le seguirá leyendo aun durante largo tiempo. Los héroes de las novelas burguesas contemporáneas no se nos aparecen como la síntesis de las pasiones humanas, sino como rarezas, curiosidades psicológicas; más bien corresponden a un museo Grevin: el invertido celoso, la madre entristecida por no poder querer a su hijo, el hombre que se suicida sin saber porqué.
Lo fortuito, y más aún lo extraordinario, pueden impresionar al escritor, pero, si reflexiona, no lo describirá ni hoy ni mañana. El hombre o el acontecimiento que le haya asombrado, como puede haber asombrado a los demás, pero que no represente ningún valor humano, se borrará de su recuerdo.
Los héroes de novela no son colecciones ni de fotos ni de biografías; son personajes imaginarios, pero, sin embargo, reales, creados por el artista que ha sabido asimilar la vida y volverla a pensar.
El escritor llena el mundo con los personajes que ha concebido. ¿Había en Rusia hombres semejantes a Tchatskii antes de que Griboedov escribiera «La desgracia de tener demasiado ingenio»? Claro que sí; pero no habían logrado tomar plenamente conciencia de sí mismos y el círculo que les rodeaba no tenía más que una visión confusa de ellos. Solamente después se ha empezado a decir, hablando de alguien: «Es un Tchatskii», Gogol ha introducido muchos personajes en la existencia de numerosas generaciones: y aún ahora, se puede oír calificar a un embustero y a un fanfarrón de Khlestanov o denunciar la «manilovchtchina». Los adolescentes se han prendado de Asia, de Lisa, de Gemma como de personajes que existen realmente. La heroina de la novela de Gorki «La Madre» es para nosotros un personaje histórico, no es una mujer imaginaria sino un ser humano.
¿Existió en el siglo V, en Jutlandia, un príncipe llamado Hamlet? ¿O no es más que el fruto de la imaginación de cualquier cronista danés? Esta pregunta no interesa a nadie ahora. En Dinamarca enseñan la tumba de Hamlet y el turista que contempla esa tumba ilusoria no duda de la existencia de ese Hamlet; vuelve a ver al héroe creado por Shakespeare.
El alumbramiento de los héroes es la prueba más importante, la más difícil en el trabajo del escritor. Es un proceso complejo que de ninguna manera se puede abordar como una operación mecánica…