Filosofía en español 
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David Hierro

Sobre socialismo y libertades (I)

Las inminentes elecciones italianas están poniendo sobre el tapete con una actualidad vibrante las opciones de los Partidos Comunistas occidentales —y más concretamente el italiano, el francés y español— respecto al Poder y la democracia.

Hay en los dos parlamentos, que la prensa ha reseñado en alguna medida, un hilo conductor: las libertades democráticas.

Nos guste o no, por su inexactitud, el término "eurocomunismo", lo cierto es que refleja en cierta medida la recuperación de una imagen que los partidos comunistas habíamos perdido en la noche del estalinismo, y que vislumbrándose poco a poco a partir de batallas importantes en defensa de las libertades democráticas que las clases dominantes intentaban recortar, iban recuperando de nuevo esa identidad de comunistas-luchadores frente al fascismo que la guerra fría, entre otras cosas, hizo perder.

En el caso español, esto era algo evidente, dado que nuestra lucha por las libertades no sólo ha sido constante, sino que nuestra participación en el Gobierno durante la etapa bélica constituyó una prueba, de un lado, de respeto en muy difíciles circunstancias a nuestros compañeros de otros partidos y a la autonomía del Estado y los partidos que lo dirigían.

Pero hay que decir netamente, que quizá nuestra valoración de las libertades democráticas en los países capitalistas en que nos encontrábamos no correspondía con una visión superior de esas libertades democráticas en el futuro socialista por el que luchábamos. La penuria ideológica del estalinismo —como término que caracteriza una época y un método— empañó considerablemente los partidos comunistas; no podía ser de otra manera cuando existía un centro dirigente, en el terreno de la ideología, que lo era al tiempo del Estado y de todo lo que tenía relación con los partidos comunistas.

Nuestra reflexión sobre el socialismo

Berlín en el 53. Hungría y Polonia en el 56, pusieron en evidencia algo que cualquier análisis marxista ha de considerar: que no es posible situar al país al borde de un levantamiento o de una guerra civil si no existen unas condiciones gravísimas de descontento que facilitan el trabajo contrarrevolucionario; que es obvio constituía un aspecto importante, dada la situación de guerra fría, pero no el elemento principal, que era: quién, cómo y de qué forma se dirigía el país. O en otras palabras más netas, que la forma de dirigir el Estado no correspondían a la sociedad que pretendía dirigir.

La intervención militar en Checoslovaquia marcó para algunos partidos comunistas una obligación política en un doble sentido. De ruptura con unos métodos políticos de vulneración de los intereses nacionales; porque en definitiva se intervenía en un país soberano sin su consentimiento. Y, por otra parte, en la necesidad de contar más aún en nuestras propias fuerzas, profundizando aún más en una estrategia, que recogiendo el carácter intenacionalista de las luchas por el socialismo, estuviera totalmente imbricada en la realidad nacional.

En este aspecto, las libertades democráticas tienen en Europa —por no referirnos más que a lo más inmediato a nosotros— un carácter popular como se ha manifestado desde la Comuna, a los Soviets y Consejos de finales del segundo decenio de este siglo, a la defensa de las libertades anuladas por el fascismo, a la valerosa batalla por la democracia en la República española avasallada. Las libertades democráticas son hoy una conquista irreversible en Europa; irreversible no para las fuerzas reaccionarias sino para cualquier fuerza que desee desempeñar un papel progresivo, y ahí los comunistas debemos serlo porque esa es la razón de ser de nuestra militancia. "En España, la causa de la libertad y la democracia la personifican hoy los partidos que están en oposición radical a la dictadura. Y de una manera particular el Partido Comunista. Algún día se verá la trascendencia histórica para la Revolución española de haber sabido empuñar con firmeza la bandera de la libertad" (S. Carrillo. VIII Congreso, 1972).

No hay socialismo sin democracia ni democracia sin socialismo

La olvidada reflexión de Rosa Luxemburgo, "no hay socialismo sin democracia, no hay democracia sin socialismo" merece ocupar un lugar importante en nuestras reflexiones. La realidad actual de los países socialistas nos plantea en ese orden algunos interrogantes que hoy hemos de responder con valentía; de un lado, el paso de unas sociedades pre-capitalistas, en la mayoría de los casos, al socialismo ha de tener en el terreno de la democracia política limitaciones tan considerables que sólo se pueden superar quizá en una búsqueda de formas autóctonas de participación en las que no se ha hecho mucho hincapié, y de otra parte, alcanzar el socialismo sobre un salto histórico de esa envergadura revela de un lado una audacia que prestigia y honra a los comunistas, pero al tiempo una limitación de nacimiento que no cabe olvidar. El ponerla de modelo, según la controvertida idea estalinista que aún colea, es hacer de la necesidad virtud.

Quizá los españoles, con dificultades ingentes y obvias durante tantos años, estemos no obstante en una posición "privilegiada" a la hora de valorar el significado de la democracia. En primer lugar por razones históricas que van más allá de la experiencia republicana, que se alargan a todos los intentos de funcionamiento democrático que existieron en el país y que se consiguieron, efímeramente, frente a unas clases dominantes obsesionadas exactamente en lo contrario. Desde la guerra de la Independencia, pasando por el trienio liberal, la revolución del 68 (la ''gloriosa"), hasta llegar a nuestro siglo, por citar sólo las mas significativas, han sido una batalla constante, y perdida, en la que un bloque, informal, sin dirección, de clases medias y populares conseguían unas libertades democráticas para todos —incluso para los enemigos de la democracia— y un sector de la clase dominante —la oligarquía— que apelaba a la violencia ante su incapacidad para ganar en condiciones de libertad. En España la libertad ha sido la piedra de toque de las dos Españas, la progresiva y la reaccionaria. Es importante no olvidar esto nunca cuando como comunistas debemos ser; porque ahí está nuestra razón de ser, el sector más progresivo del país.

Cuando Berlinguer en su mitin de París dice: "No hay modelos de socialismo a imitar. En cada país el movimiento obrero debe buscar su vía, que es necesariamente diferente de las de otros países (...) Esta es la linea de los comunistas franceses e italianos para su país y para Europa occidental. Esta es la linea de los camaradas españoles en su difícil y valerosa lucha por hacer de España un país libre y democrático..." está señalando, Berlinguer, de un lado la importancia que tiene el pueblo español en su camino hacia la democracia, pero también, implícitamente, nuestro europeísmo en su aspecto más genuino: estuvimos en la primera linea frente al fascismo depredador de libertades de los pueblos, somos hoy el pueblo que puede decir que lleva más años tratando de conseguir una de las grandes adquisiciones universales que ha dado la sociedad europea: las libertades democráticas.