Documento-plataforma fraccional de Fernando Claudín
acompañado de las “notas críticas” de la redacción de Nuestra Bandera
¿Despolitización?
Este panorama tan contradictorio del estado social y político actual de la clase obrera se expresa en las características y formas de su lucha actual. En ésta predomina todavía con mucho el carácter económico. Y en la medida en que van incorporándose reivindicaciones políticas, es decir, en la medida en que van haciéndolas suyas las masas obreras, estas reivindicaciones son las que están más ligadas a la lucha económica, derecho de huelga, libertad sindical, democracia sindical.
En una gran parte de la clase obrera hay todavía tendencias muy fuertes a mantener esa lucha económica en el marco legal, una resistencia a pasar a formas superiores extralegales.
En la fase anterior al Plan de Estabilización, es decir, en las formas anteriores del capitalismo monopolista de Estado ligadas al desarrollo autárquico, que incluía la reglamentación estatal, total, del sistema de salarios, al mismo tiempo que garantizaba en cierta medida el empleo, las luchas reivindicativas objetivamente se convertían en luchas contra el Estado-patrón y por tanto contenían en sí un aspecto político más directo. Desde el Plan de Estabilización, con la generalización del sistema de convenios colectivos, la lucha económica tiene un carácter más similar al de otros países capitalistas europeos, tiende objetivamente a despolitizarse y, además, puede lograr resultados de manera fraccionada, por empresas, ramas, lo cual facilita su fraccionamiento, mientras el nivel de organización de la lucha no permita su coordinación entre las empresas, ramas, provincias, &c.
Esto no quiere decir que estas luchas económicas no sean ya un factor político y no puedan serlo muy importante: depende de su envergadura, reivindicaciones, &c. Quiere decir que el sistema actual dentro del cual esta lucha se desarrolla deja mucho mayor margen de maniobra, tanto a los capitalistas como al Estado, para encauzar esa lucha en el marco económico. Naturalmente que este margen de maniobra depende también de la coyuntura económica: pero en el período actual esa coyuntura es de auge, de aceleración del ritmo de desarrollo. Por eso, el paso a acciones políticas de envergadura de la clase obrera (huelgas políticas, manifestaciones políticas, de carácter masivo) sobre todo acciones políticas en escala nacional, acciones de un nivel tan elevado como la huelga general política, depende no tanto del desarrollo de las luchas económicas como de la creación en el país, por la intervención de un conjunto de factores distintos de esas luchas económicas, de una coyuntura especial que conmocione la conciencia de las masas, que produzca un cambio cualitativo en ella. En esto yo no hago más que repetir el planteamiento que el camarada Santiago ha hecho.
En la discusión se ha argumentado mucho con el izquierdismo, que hay, según algunos camaradas, en grandes masas. El camarada Ignacio opinaba que lo que hay debajo de esa llamada despolitización es izquierdismo, impaciencia, desesperación; que si la fraseología china no tiene más influencia es por confianza en nosotros. Yo creo que esto sólo parcialmente es acertado. En las masas hay un [82] profundo anhelo de libertad, de progreso, de mejora. Pero unido a un anhelo de paz, de evitar convulsiones sangrientas. Hay sectores extremistas, pero muy minoritarios. Estos núcleos no deben impedirnos ver la gran masa. En la generalidad de los casos ese extremismo es una reacción contra la actitud de la gran masa. Es frecuente hoy ver cómo los jóvenes obreros que vienen al Partido opinan que la gran masa es pasiva, &c. Y es una de las razones por las que ven difícil la huelga general política y se inclinan por acciones extremistas que sirvan para despertar a la gran masa. Yo creo que esa tendencia a las formas pacíficas de lucha se ha expresado en las propias luchas de estos últimos tiempos, en la actitud de los mineros mismos, en las acciones de los obreros agrícolas, y no es sólo por la confianza en el Partido, sin disminuir en nada la importancia de ésta; no tanto por ello como por el estado de ánimo general, por lo que las posiciones chinas no tendrán gran desarrollo. El Partido inspira confianza porque su política y formas de lucha corresponden al estado de ánimo del país, de las grandes masas. No vamos a contracorriente.
Nota crítica
Partiendo de la visión pesimista de la clase obrera, que ha dado más arriba, F. C. se refiere en estos párrafos, no sólo al presente, sino que apunta al porvenir, insinuando que la clase obrera será incapaz de ser la fuerza dirigente en el futuro, durante un largo período. Su argumento principal es que la lucha tiende objetivamente a despolitizarse.
Esta afirmación está tan alejada de los hechos más patentes que cabría poner en duda la salud mental de quien la hiciera. Pero se trata de otra cosa. F. C. demuestra que ha perdido totalmente la confianza en la clase obrera y que, en cambio, siente una admiración de papanatas ante las presuntas habilidades de la oligarquía neocapitalista, que maneja el método más flexible de los convenios para «despolitizar» a los obreros, separarlos unos de otros, impedirles coordinar sus acciones, &c. Lo triste es que F. C. da por buenos esos deseos de la oligarquía, y en cambio ignora los hechos vivos de la realidad, cuando esta realidad está forjada por las luchas y los sacrificios de la clase obrera.
¿Cómo se puede hablar de «despolitización» ante las grandes luchas en Asturias, las grandes manifestaciones de Bilbao, de Guipúzcoa, de Madrid, las huelgas agrícolas de Cádiz, ante los miles y miles de trabajadores que han gritado en las calles pidiendo libertad sindical, derecho de huelga, libertades democráticas, y cuando la prensa extranjera proclama ya que las reivindicaciones políticas están en el centro de las luchas obreras?
Agrega F. C. que la tendencia es a que las acciones obreras se fraccionen, a que se dificulte la «coordinación entre las empresas, ramas, provincias»... Pero los hechos dicen matemáticamente lo contrario. La Comisión Obrera provincial de Vizcaya, la Comisión del Metal en Madrid, la Comisión de empleados de Banca que actúa en un plano nacional y una serie de otros ejemplos atestiguan los progresos serios que se logran, a través de las comisiones, y en planos diferentes, en orden a coordinar más y más las acciones de los trabajadores.
F. C. declara que la lucha obrera tiene un carácter «más similar al de otros países capitalistas europeos». Esta afirmación no sólo es falsa, sino que tiende a negar, o a disminuir, ese cúmulo extraordinario de heroísmo, de abnegación, de sacrificios de que hacen gala hoy en España los hombres que organizan y llevan adelante, en las coaliciones del fascismo, las luchas de la clase obrera. No es posible olvidar, si se quiere juzgar las cosas con un mínimo de objetividad, que en España la huelga, la manifestación, la distribución de una octavilla... son delitos castigados por la ley, y que cuestan a los trabajadores años y años de encarcelamiento. ¿Es serio equiparar las luchas en un país donde no hay ni sindicatos de clase, ni partidos obreros, [83] ni prensa libre, ni derecho de asociación, ni de reunión, &c., con las luchas en países donde existen las libertades democráticas?
Pero más graves aún que todos estos falseamientos de F. C. son quizá sus silencios. Veamos: en la última época, sobre todo desde 1962, la política del Partido con respecto a la clase obrera, y más concretamente en el plano sindical, ha obtenido resultados impresionantes. Primero ha sido el ejemplo de Asturias. Después Vizcaya, Guipúzcoa. Este año Madrid. De hecho, gracias a las justas orientaciones del Partido, a la labor abnegada de miles de comunistas y de obreros de otras tendencias, está saliendo a la luz pública un nuevo movimiento obrero lleno de vida, de energías, de futuro, con miles de cuadros jóvenes, templados en la lucha antifascista, con cientos de comisiones obreras que son ya la expresión material de la unidad y de la organización de los obreros. Ese nuevo movimiento obrero es uno de los fenómenos más importantes de este momento español, uno de los factores decisivos de la crisis del franquismo; es la clave de bóveda sobre la que se sostiene –y se sostendrá– el amplio movimiento revolucionario y democrático llamado a renovar España.
Pero de este nuevo movimiento obrero F. C. no dice ni una palabra. Para él no existe. No lo ve porque no quiere verlo; porque él se ha encerrado a cal y canto en ese esquema subjetivo que hace de la oligarquía la inevitable fuerza dirigente del porvenir español; y con una actitud típicamente dogmática, F. C. amputa la realidad de aquello que no cuadra con la «lógica» de su esquema oportunista.
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F. C. lee aquí extractos de algunos informes de organización del Partido a los que, por causas evidentes de clandestinidad (ya indicada más arriba) no es posible dar publicidad. Pero queremos dejar constancia de dos hechos:
Primero. F. C. ha escogido de forma tendenciosa las frases que ha leído en esta parte, tomando aisladamente las cosas que él creía útiles para su argumentación, pero falseando el sentido general de las informaciones de las que esas frases eran extraídas.
Segundo. Los camaradas dirigentes de organizaciones del país, cuyas informaciones han sido utilizadas de esa forma por F. C., han protestado contra ese proceder. Han subrayado que el conjunto de sus informes estaban llenos de pruebas para desmentir las tesis de F. C.