Punta Europa
Madrid, febrero 1956
número 2
páginas 118-122

Fermín Cansino

Comunión o comunismo
 

«El Liberalismo económico y el Conservatismo llevan ambos hacia el comunismo, porque están despojados del sentimiento fundamental cristiano de Justicia Social y distributiva.»
«Las armas pueden desalojar de un país a los comunistas, pero es sólo la Justicia Social basada en el amor cristiano la única que puede extirpar de los corazones el comunismo.»

Cuando el Cardenal Spellman pronunciara las palabras que encabezan este trabajo en el pasado Congreso Eucarístico Internacional de Barcelona, la reacción de la mayoría de los hombres ante ella fue uniforme: o Mundo Occidental o Mundo Comunista.

Esto que puede entrañar una grave desfiguración de los hechos, de los conceptos y de lo que aún es más sagrado, de las conciencias, requiere una aclaración.

Haber conseguido que el pueblo identifique los valores que defienden los países occidentales, con los que están incluidos en el sagrado concepto de Comunión, ha sido uno de los grandes triunfos del sistema occidentalista actual. Me atrevería a afirmar que, en muchos aspectos, tal como actualmente están planteadas las cosas, este mundo occidentalista no tiene otro posible sostén que, el que le proporciona esta desfiguración de conceptos. Y él lo sabe. Y porque lo sabe, continúa aprovechándose de ello.

* * *

Si hiciéramos un detallado análisis de muchos valores que el Mundo Occidental defiende, o para ser más exactos, de los que le son más queridos a su corazón, posiblemente no pensáramos así.

La médula de acción de algunos países importantes de Occidente continúa siendo hoy más o menos la misma de hace doscientos años. Cuando el calvinismo llegó a la identificación de los predestinados con las personas que en este mundo hubieran conseguido el triunfo, se convirtió, en gran medida, en guía de nuestro Mundo, Occidental.

Por ejemplo, no nos resulta difícil comprobar que es el lucro uno de los motivos principales de la acción económica de [119] Occidente. La razón de ser de la gran mayoría de los estudiantes de hoy responde a conseguir un día saciar su sed de dinero y comodidades. La sed de riquezas o beneficios materiales que gobierna a nuestro sistema económico habla con sobrada elocuencia de la falta de espíritu de este ideal. La falsamente planteada batalla entre capital y trabajo no obedece a otras causas.

Pero los años han ido pasando y el hombre del pueblo va viendo las cosas de distinta manera.

Sabe que no existe batalla entre capital y trabajo, sino entre capitalismo y trabajadores; es decir, entre un sistema que es esencial y sustancialmente explotador y unos hombres que para continuar viviendo necesitan vender su trabajo.

La entronización en nuestro sistema económico del lucro (* La idea de lucro como medio transformándolo en fin de la economía, estimamos es lo que mejor caracteriza la perversión de las relaciones entre capital y trabajo.), como única razón de ser, tiene necesariamente que manifestarse en la explotación de quienes no tienen más remedio que unirse a él para subsistir. No es cierto, por tanto, que exista la lucha entre capital y trabajo, sino entre explotadores y explotados; aunque se pueda ser explotador de dos maneras: con plena conciencia de ello, y siendo víctima del sistema, y por tanto, inconscientemente.

Si este fuese el principal valor del Mundo Occidental, veríamos claro que iría contra la misma esencia del cristianismo, y por tanto, es gravísimo error identificarlos.

* * *

El Mundo Comunista tiene también sus valores; de todos ellos nos quedaremos con el que consideramos más importante, para, a través de él, ver lo que puede realizar en la historia.

Sin duda nos parece que su sentido materialista de la historia, es su más grave error, al mismo tiempo que su principal valor; a los que hemos de unir su ateísmo militante y su acción, pero esto, más bien como consecuencia de lo primero. Todo ello es lo que le lleva a ser «intrínsecamente perverso».

Si el sentido materialista de la historia constituye su principal valor, esto está directamente condicionado a que la historia esté cuajada del grave error del lucro como fin de la acción humana.

La historia tiene aquí, en esta tremenda realidad del [120] comunismo, una demostración más de la ausencia de sentido cristiano en la vida, no ya de la presente generación, sino también de generaciones pasadas, que aun luchando por un sentido religioso, sólo acertaron a verle en la manifestación individualista que el liberalismo y la Reforma les presentó; sin llegar a comprender que el triunfo de Cristo alcanzará también a la historia, precisamente sirviéndose para ello de los cristianos; y éstos, lo conseguirán más que respaldándose en la lucha negativa, que no puede conducir a nada positivo, en la lucha positiva de una auténtica concepción cristiana de la vida y de la historia.

Por todo esto, el pueblo sigue creyendo que el «talón de Aquiles» del comunismo, no será atacado con certeza mientras nos sigamos empeñando en creer «que las armas pueden desalojar de un país» al comunismo. No es el dominio de un país lo esencial, sino el ideal de los corazones de los ciudadanos de ese país.

* * *

No dudamos que el problema central de la humanidad en la hora presente es el de una concepción cristiana de la vida, y de forma especial, de la vida social en el más amplio sentido de este concepto.

Vemos también con sobrada lucidez que frente a la solución materialista de baja pasión que sectores muy extendidos de Occidente proponen, la «científica» solución materialista de la historia, la supera, a veces, en buena parte; ya que el ideal de justicia que encierra, le hace a todas luces más digno de seres humanos.

Es por todo lo expuesto por lo que nos parece que ha llegado la hora de plantear el problema a fondo; es por lo que creemos que ha llegado el momento, de sentir con mayor profundidad las enseñanzas del Nuevo Testamento que las de Aristóteles; de comprender, que la vitalidad de unos está en el dominio de los corazones y de las instituciones por los enemigos del alma; mientras que la gran vitalidad de los otros, la encierra nuestra conducta llena de un grave pecado social y de haber tirado por la borda las esencias del cristianismo a la hora de aplicarlas a la vida social.

* * *

Comunión o comunismo. En veinte siglos de cristianismo no hemos sabido hacer una adaptación social de las grandes verdades cristianas. [121]

Así vemos como la gran idea central del catolicismo –Comunión– se encuentra ausente de toda relación humana en un mundo que se dice cristiano.

Los dirigentes de la vida económica –cuando son buenos– se pasan los días discutiendo si es este o aquel el salario justo pedido por la doctrina social de la Iglesia. Triste espectáculo.

Estos son los mejores ante un mundo que a voces nos está gritando que ha alcanzado la gran mayoría de edad, en la que todos los hombres sin paternalismos de ninguna clase, quieren una ordenación social en donde tengan pleno desarrollo los valores humanos.

Son miopes, y no ven, que es precisamente, por la responsabilidad social de todas y cada una de las personas que integran el cuerpo social, por donde encontraremos el camino que lleva al hombre a alcanzar la paz.

Que son las instituciones irresponsables que nos legara una civilización económicamente calvinista las que están matando en germen toda posibilidad de crecimiento a la personalidad humana.

Y aquí es donde encontramos como única salida la Comunión.

Comunión que entraña en primer lugar un sentido de unión fraterna ante Dios con todos los hombres y que es necesario comprender que exige una manifestación en toda la vida humana para que sea profunda y auténtica.

Esto quiere decir que «si no amamos a nuestro hermano a quien vemos no podemos amar a Dios a quien no vernos», que aplicado a la economía supone que no nos podemos parar en los mínimos que continuamente se nos están señalando desde Roma, sino que dado este sentido de Comunión a nuestras vidas, es para los perezosos, para los egoístas, para los que en su pecho no pueden albergar un sentido amplio y profundo de amor para los el Papa tiene que hablar así. Pero que por otra parte, tiene que ser para los más, para los mejores, la hora de ir a plasmar en las instituciones las grandes ideas del cristianismo.

Esto se traduciría en una auténtica comunión entre capital y trabajo con lo que quedaría superada la actual lucha de clases.

No pretendamos creer que esta lucha puede quedar superada sólo por medidas impositivas. Al corazón del hombre no pueden llegar estas medidas. Es solamente a través de una auténtica concepción cristiana de la vida, en la que ocupe el primer lugar [122] o por mejor decir, en la que sea el corazón y el alma, el sentido de comunión entre todos los hombres y a través de esto con Dios, como superaremos esta lucha. Todo lo demás pueden ser medidas más o menos aconsejables para un momento, pero totalmente insuficiente, cuando se trata con ello de crear un orden, en el que no tenga entrada el enemigo. Al enemigo sólo le vencerá la Verdad y ésta nos exige para reinar que nos mostremos buscadores del Reino de Dios y su Justicia. Reino y Justicia que no se alcanza por el fácil camino de las coacciones.

 


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