A Francisco Romero, patriarca de la filosofía iberoamericana
A Francisco Romero se dedica el presente número de la Revista Cubana de Filosofía. Del Maestro Romero es de quien más deudores somos en América los que llegamos a la filosofía una o dos décadas después que él, y no simplemente por razones de tiempo, sino porque Romero, a pesar de su sólida formación filosófica en el acervo cultural del Viejo Mundo, se hizo por su propia cuenta de una conciencia genuinamente iberoamericana que ha abierto surcos de pensamiento para una continuación occidental de lo europeo en lo hispanoamericano.
El Maestro Romero ha podido por ello brindarnos las más puras esencias de las doctrinas filosóficas de Occidente con significación vital para Iberoamérica. Lo que él nos ofrece en sus ceñidos trabajos filosóficos es la sustancia de una milenaria tradición de pensamiento contenida en una caja de cristal. Los temas más complejos, expuestos en un lenguaje cenital. La profundidad germánica hecha claridad mediterránea. Pero esa meridiana nitidez es lograda siempre sin detrimento de la profundidad. Sus escritos filosóficos no son trabajos de divulgación. Si alcanzan una divulgación máxima, es porque su fuerza expansiva dentro del mundo de ideas iberoamericano y su transparencia de forma realizan el milagro. Pues no deja de ser un milagro esas ideas cargadas de densidad y flotando en una despejada atmósfera de expresión, en donde no hay nubes que corten la luz ni temperaturas de congelación. Por eso, podemos estar orgullosos de nuestro Maestro Romero, que hace filosofía «a la americana» teniendo en la base los sólidos cimientos de la filosofía europea, que para otros son un lastre, pero que para él significan el más firme terreno para asentar su propio pensamiento.
Lo que hay en Romero de más original, su doctrina de la trascendencia, referida plausiblemente a la estructura, constituye el embrión de un sistema que está esperando la penetración del filósofo –que dona las energías creadoras de su intelecto [4] a sus devociones de Maestro– para cristalizar en un cuerpo de pensamiento de subido valor dentro de nuestra cultura.
El Maestro Romero honra la filosofía iberoamericana porque sus altas calidades humanas están presentes en su vida y en su obra. Si este Patriarca de la Filosofía Iberoamericana no estuviera estructurado con los más valiosos integrantes humanos, su obra no mostraría el mérito doble que posee: el que corresponde a lo producido por un hombre de noble y fuerte contextura espiritual y el intrínseco de aquellas obras por donde circulan altos valores y puras ideas. La clase de filosofía que se tiene depende de la clase de hombre que se es, ya lo dijo Fichte. Y en la ejemplar conciencia de Francisco Romero se da un fausto determinismo de ciertos temas de investigación hacia los cuales se siente arrastrado con reiterada preferencia: la persona, el hombre, la cultura.
Este homenaje de la Revista Cubana de Filosofía es, por lo mismo, una triple consagración al filósofo, al Maestro y al hombre.
R. G. B.
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