Revista Contemporánea
Madrid, 30 de diciembre de 1876
año II, número 26
tomo VI, volumen VI, páginas 691-707

Francisco Romero Blanco

La filosofía del señor Nieto Serrano

Bosquejo de la ciencia viviente {1}
 

< II

Principio de la filosofía

Ha sido siempre afán de la filosofía y demás ciencias la investigación de una o más ideas que elevadas a la categoría de principios, son consideradas como su fundamento o razón, y aun suele la ciencia definirse así: un conocimiento claro y cierto de alguna cosa, fundado en principios evidentes.

Como si realmente la ciencia no fuese la razón misma en actividad, de igual modo que el hombre funcionando y todo ser organizado son la vida real, hácese allí una distinción completa entre el conocimiento de una cosa, acto de la razón, y los principios evidentes, a la manera que si estos fuesen de distinto origen, como venidos a ella de afuera, o de igual modo que si la causa de una vida no residiese en la vida misma, y sí en el alimento que digiere el individuo, en el aire que respira, &c., porque sin estos elementos la vida no se sostiene. Y no siendo tales principios sino ideas de más o menos importancia, nacidas de la razón y por ella constitutivas de la ciencia, vendríamos de este modo a parar a un estado de la última en el que la ciencia misma ocuparíase de lo más trascendental en ella, de la investigación de sus principios, en un período en el que tal ciencia no existe aún.

Si el móvil de este trabajo fuera simplemente el deseo de simplificación científica, distinguiendo en la totalidad del saber reconocido como previo o necesario a la constitución de la ciencia, la parte de más importancia a este objeto, sin [692] excluir como estéril ninguna otra, antes bien estimando a aquella de superior valor por el intermedio del conjunto o el contraste con las restantes, la teoría de los principios más o menos evidentes, pero nunca en absoluto, sería racional y conveniente además. Pero en cuanto dicho valor, llevado a la exageración, tratándose de ideas distintas de las otras en cantidad relativa, se mide por el conocimiento total en que la ciencia se basa, excluyendo luego de éste una parte que se subordina al resto considerado como un principio, el proceder es menos acertado, no del todo racional.

No es de extrañar, pues, que tales principios, aun considerados como fijos, varíen tanto, sin embargo, de una época a otra, entre hombres de igual época, &c.; lo que por otra parte es lógico, estimados los principios, si bien de menos valor, más acertadamente.

Así, desde el initium sapientiae est timor Dei de la Escritura, místicamente inscrito en el frontispicio de santuarios del saber, hasta la duda filosófica, tan manoseada, pudieran indicarse otras muchas ideas sucesivamente elevadas a la categoría de principios y otras tantas veces desechadas como tales. Y sin embargo, ninguna carece de importancia como punto de partida o conocimiento previo en el estudio de la ciencia: el error está en levantarles una estatua a que no son enteramente acreedoras.

La «sentencia del dogma –pág. 12– aplicada al saber, tiene un sentido profundo dentro del saber mismo»: contenida en cierto límite o sin «degenerar en debilidad y languidez» es un salvaguardia que nos evita el extravío en medio del error, el «vicio más trascendental de una ciencia» o sea «la temeridad, el orgullo insensato en los principios.»

Más importancia aún debe reconocerse en la duda. Ella es un móvil para el saber, no un principio, dentro asimismo de cierto límite: «empezar dudando de todo –pág. 13– es tan funesto como empezar no dudando de nada»: quien duda absolutamente, nada sabe y nada puede aprender por esto, y quien de nada duda, nada tiene que aprender.

Si la duda en cualquier límite no puede legítimamente elevarse a la categoría de un principio filosófico, menos puede [693] considerarse, pues, como tal la duda absoluta, que pone al sujeto fuera de las condiciones prácticas del saber: «dudar de todo –pág. 18– es no saber nada, y la verdad es que algo sabe el que empieza a filosofar.... Afirmar que se duda absolutamente de todo, equivaldría a suponer invariable la duda.»

Ni puede considerarse como principio legítimo de la filosofía, como lo quiere Kant, «la crítica de la razón, esto es, el reconocimiento de la razón por la razón misma.» «La crítica –pág. 18– es un procedimiento más bien que un principio.» «El ejercicio de la crítica –pág. 19– o sea de la misma filosofía, es indispensable para establecer un principio, el cual es necesario a su vez como fundamento de la crítica.»

Distingue el Sr. Nieto un principio práctico y un principio lógico de la filosofía.

1° Toda ciencia empieza necesariamente en un momento dado para el sujeto. «Sean las que quieran las demás condiciones –pág. 13– mi ciencia empieza de hecho a manifestarse formando una serie; empiezo a escribir este libro; empiezo una exposición completa; empiezo a discurrir, y sin prejuzgar nada de lo que acompaña, precede o sigue a este principio, este principio es un hecho. No es ya un hecho que admito provisionalmente, sino como necesario.»

Según esto «un principio práctico, es una cosa que principia.»

Analizando esta frase, en ella se da necesariamente también, algo que se conoce y algo, mucho, que se ignora. «Puesto que mi conocimiento principia –pág. 14– algo conozco ya; puesto que no hago más que principiar, algo dejo de conocer. Si no supiera algo, ¿cómo sabría siquiera que se puede saber y me propondría la ciencia como un fin? Si no ignorase algo, no estaría ya al principio, sino al fin de la ciencia.»

De donde resulta la verdad de esta afirmación: «el principio práctico de mi conocimiento es cierto conocimiento y cierta ignorancia que le acompaña.» O de otro modo: «el principio práctico de mi conocimiento no es conocimiento sólo con ignorancia pura, sino conocimiento de algo en medio de la ignorancia.» [694]

Y en todo ello dase asimismo, necesariamente, un sujeto al lado del objeto «cosas conocidas e ignoradas», como que el Sr. Nieto habla de sí mismo, de su principio filosófico, de su conocimiento, de su ignorancia. De donde resulta el principio práctico en toda su realidad formulado así: «cosas conocidas por un sujeto en medio de su ignorancia.»

No puede darse como principio de hecho de la ciencia más amplia base ni de ella puede suprimirse nada. Fuera de saber e ignorar y del sujeto que sabe e ignora, qué es concebible además? Por otro lado, sin sujeto todo será estéril; sin algún saber la oscuridad es impenetrable, y sin ignorancia ninguna otra luz es necesaria. Por eso el Sr. Nieto, que primeramente reconoce su principio práctico como suyo, consíderale luego como necesario en toda filosofía, no concibe que ésta pueda en otro empezar de distinto modo: «¿Es posible que alguna filosofía principie, que algún filósofo empiece a serlo en un momento de su vida, sin que sepa algo, sin que ignore, sin que el filósofo mismo sea un sujeto y las cosas que conoce objetos conocidos?»

2° Un principio lógico es lo que sirve necesariamente de principio a todo un género de cosas.

La ciencia, que es un aspecto de la vida, la vida de la razón; como toda otra vida es un proceso. En ella danse semillas que germinan, se desarrollan y crecen hasta fructificar a su vez. El principio lógico de este proceso es la semilla, que de algún modo contiene a la ulterior evolución, al menos fijando su especie. Por esta razón, «el principio lógico no es provisional, sino definitivo», no es transitorio como el principio práctico.

Y, ¿qué puede darse en tal sentido como principio lógico o necesario de toda ciencia? Nada en rigor que se halle fuera de saber e ignorar, porque nada cabe para el sujeto fuera de estos límites. «Saber e ignorar es principio de saber.»

Lo conocido es la razón ilustrada, conociendo más o menos del objeto científico; es la mano del artista provista de instrumento adecuado a la ciencia, de piqueta que destruye, de cincel que labra. Lo desconocido es el molde, la sombra que se proyecta de suyo en el fondo de la ignorancia; sombra [695] que se eleva, ensancha y desarrolla, se condensa y forma cuerpo, el cuerpo de la ciencia, concrecionada a impulso de una fusión primera de la ignorancia misma por el soplete del saber de la razón. Lo conocido, solo, es el artífice cuya inspiración sin materia, se desvanece en una abstracción estéril, sin forma determinada que la haga real y útil. Lo desconocido, solo, es un molde vacío, ni siquiera sospechado.

El edificio elévase sobre su base que lo sostiene, y sobre un plano que le da forma. La base, lo hecho, es para el obrero lo conocido del edificio; y el plano, lo no hecho, es lo desconocido. Suprimid la base, y el edificio que jamás puede destacarse sobre el fondo liso de la cartulina, disiparáse en el vacío antes de su aparición. Suprimid el plano, y si algo puede elevarse sobre la base dada, será lo informe, el caos, porque ni plano hemos de suponer formándose por el constructor a la par del edificio.

En la ciencia, lo conocido es la base del edificio, y lo desconocido el plano. Hay, sin embargo, esta diferencia: en el arte el plano es concepción del artista, y en la ciencia es obra del Autor de las cosas. Aquí el plano se impone: el hombre de la ciencia es como el obrero, trabaja con sujeción a un plano dado por otro.

Tal es el principio de derecho, el principio lógico, que no puede reducirse, como algunos quieren, a «lo más sencillo y elemental –pág. 18– como si lo más sencillo y elemental no supusiera necesariamente algo que le acompaña.» «Reconocerlo todo, reconocer lo más posible, limitarse con conocimiento de lo que se incluye y de lo que se deja fuera de los límites; he aquí el único procedimiento que se puede recomendar para afianzar la legitimidad del principio filosófico.»

La ciencia, pues, empieza de hecho necesariamente por saber e ignorar, y de igual modo empieza necesariamente de derecho. Lo primero impónese prácticamente: es el obrero que por costumbre trabaja, sin darse razón de lo que hace ni investigarla. Lo segundo es esto mismo, pero reconocido: es el artista que se da razón de lo que hace. Según esto, el principio lógico es «un postulado» del principio práctico. «Tenemos, pues –pág. 19– que los dos principios de la filosofía, el [696] práctico y el teórico, el necesario de hecho y el necesario de derecho, son uno solo en dos momentos. Todo el mundo posee el primer momento, porque todo el mundo empieza en un instante dado a discurrir, y entonces sabe algo e ignora algo. El segundo momento aparece en la reflexión del filósofo; es el reconocimiento del conocimiento primitivo... Pero desde que resulta en la conciencia, después del reconocimiento, que el principio es legítimo, que no solamente es, sino que debe ser el verdadero principio, pasa de hecho a ser el principio universal para el sujeto que le reconoce.

III

Objeto de la filosofía

De dos modos la filosofía ha podido llamarse la investigación de lo absoluto: proponiéndose «saberlo todo –pág. 21– o por lo menos, llegar a lo esencial, lo fijo, lo inmutable, lo absolutamente verdadero.»

¡Saberlo todo! He aquí la aspiración insensata que sustituye a algún saber en el hombre por ningún saber, a una vida relativa por la muerte de la ciencia. ¡Saberlo todo! He aquí sustituidas en el hombre «las condiciones mismas que le permiten saber algo», por otras condiciones que haciendo de él un Dios, le permitan como a éste la sabiduría infinita. ¡Saberlo todo! He aquí muerta la aspiración a saber más, que constituye la vida de toda ciencia y de la filosofía por consiguiente, la muerte misma de todo saber, a la manera que toda vida necesariamente muere desarrollando en un momento dado su total proceso.

Tal aspiración, pues, «está en abierta oposición con la naturaleza limitada de la inteligencia humana», en cuya limitación fúndase la sentencia elocuente siempre de: «quien más sabe ignora más.»

«Es imposible –pág. 22– saberlo todo, ni aun en un ramo aislado de conocimientos... Cualquiera que sea y de cualquier orden la suma de conocimientos que se encierra en una conciencia, siempre es posible algo más.» «La razón humana ha [697] renunciado a la omnisapiencia...; el hombre cuerdo ha consentido en no suponerse Dios, lo que no es mucho consentir.»

Pero si el hombre renuncia a saberlo todo inmediatamente, procura llegar a este total conocimiento de otro modo: alcanzando lo permanente, lo invariable, el fundamento de todas las cosas.

Hele aquí de nuevo pretendiendo la omnisapiencia, y sin embargo, esto no es menos irrealizable que lo primero: el racionalismo es más bien un «desvanecimiento» de la razón.

Si para saber lo fijo e invariable, contamos con lo variable y lo no fijo, aquello será parte de lo que se sabe al fin: lo invariable en este caso, «ya no es –pág. 24– el objeto de la filosofía, la cual necesita comprenderlo todo.»

Si, por el contrario, eliminamos lo variable definitivamente, o bien por el momento «subordinándolo u ocultándolo detrás de lo invariable», en la realidad contamos, al menos como sustantivo, con lo invariable nada más, y lo convertimos en todo.

En un caso, la filosofía excluye de hecho algo, y para comprenderlo todo, «habría otra ciencia más extensa, que sería la verdadera filosofía.»

En otro caso, no existiendo, «en el fondo, en la realidad,» más que lo invariable y lo inmóvil, y anulado lo variable, que se considera como dependiente de aquello, tendríamos en esta afirmación su negación misma, como en la afirma donde un saber total o en la negación de la ignorancia, tenemos la negación de todo saber, en la negación de la muerte la desaparición de toda vida.

Por este procedimiento «llegaremos –pág. 24– a saber cosas invariables, independientes de toda otra cosa, y de las cuales, por el contrario, todo dependerá; pero como ellas son invariables, todo estará en ellas invariablemente desde el principio y en cualquiera de sus momentos, porque no pueden ser, en dos momentos dados, distintas de sí mismas, puesto que son fijas y permanentes.» Mas «¿qué será lo que cambie y se modifique, si no cambia y se modifica lo fijo e invariable, que es la base de todo, lo que todo lo comprende?»

Las ciencias particulares, «que tienen –pág. 26– un objeto definido y parcial, aspiran legítimamente a poseerle:» [698] «logrando un objeto, tienen otro a que aspirar, y así se continúa indefinidamente.»

«La filosofía tiene un objeto total y no puede aspirar a poseerle sino en parte. La filosofía quiere comprender todas las ciencias humanas y también las sobrehumanas: desde sus límites contempla a Dios, el mundo y el alma; la inmensidad y la eternidad. Pero si de esta contemplación pasa a una absorción, se extralimita, profana lo que no le corresponde y se pierde a sí propia.»

«La filosofía que se propone conocerlo todo es metafísica. La metafísica es una ciencia que, por excepción singular, no puede conseguir su objeto. Siendo este objeto total, una vez conseguido, carecería la ciencia de objeto y caería por su propio peso.»

También la filosofía se ha propuesto «servir –pág. 27– de fundamento a todas las ciencias, a todos los conocimientos humanos.»

«Todas las cosas necesitan, al parecer, un fundamento, algo que las apoye, porque no subsisten por sí solas. Este fundamento de las cosas, parece ser el más legítimo objeto de la filosofía. Siendo así todas las ciencias se apoyarían en ella.»

Pero «si todas las cosas necesitan un fundamento, ¿no será, por ventura, la filosofía alguna cosa y le necesitará también?»

«O no necesitan fundamento todas las cosas, y en este sentido no es necesaria la filosofía, o si le necesitan, puede pedirse a su vez y con igual legitimidad el de la filosofía misma. Y como fuera de la filosofía sólo están las cosas a que sirve de fundamento, resulta que el de la ciencia filosófica no puede ser otro que las ciencias particulares, y que depende de ellas, así como ellas a su vez se reconocen dependientes.»

«Tenemos que unas cosas están fundadas en otras, y que la filosofía se funda en las ciencias particulares, como las ciencias particulares se fundan en ella. Por lo tanto, no es el objeto de la filosofía dar base y estabilidad a las ciencias, sino con la condición de que ella misma tenga por base las ciencias que comprende. El apoyo es recíproco: la filosofía es el sistema [699] planetario de las ciencias, en el cual giran todas en el vacío, sosteniendo la totalidad a cada una de las partes y todas las partes a la totalidad.»

«No es, pues, la filosofía como la tierra sobre la cual se levanta un edificio... La filosofía es el fundamento de los conocimientos particulares, y los conocimientos particulares son el fundamento de la filosofía. De donde se infiere legítimamente, que no es sólo el objeto de la filosofía prestar apoyo a las demás ciencias, sino también reconocer su propio apoyo.»

En la introducción a mi Memoria, «Fuentes de conocimiento y método de enseñanza» presentada en la oposición a la cátedra que desempeño, represento por el siguiente símil esta dependencia mutua de las ciencias y la filosofía.

«Las CIENCIAS son ríos, que fertilizan los campos de la inteligencia si corren mansamente.
De los ríos, unos son pequeños; son caudalosos algunos, y todos susceptibles de ser grandes. Ninguno parte de una fuente sola, incapaz de hacer un río, o capaz de hacer un arroyo solamente, y sí de muchas, que en sus arroyos le dan origen: afluyen todos al mar, y se confunden allí.
Elévase el líquido del mar en vapor sutil; extiéndese sobre el nivel de aquellos ríos, y se precipita en líquido más tarde: éste se pierde en las profundidades de donde aquellas fuentes emanan...
El mar, que nace de los ríos, es la Ciencia misma o la Filosofía; a quien contribuyen las ciencias a formar; el vapor sutil es la forma en que unas y otras toman origen de aquella... ¡Todo lo hace el calor más o menos intenso del sol de la razón!
Tal es el círculo en que se mueve la inteligencia.»

«Desechado –pág. 29– como único el grande objeto ideal de la filosofía, ¿cuál otro queda necesariamente, y de tal manera, que comprenda todos los demás?»

«El que empieza sabiendo algo e ignorando algo, se propone inevitablemente saber más e ignorar menos... El objeto de la filosofía es necesariamente conocer más.» [700]

«Pero ¿comprende el conocer más todo el objeto de la filosofía?... En cuanto ciencia, en cuanto conocimiento, dentro de los límites de lo conocido, todo lo que sucede continuando la ciencia, es aumentarse, y mientras continúe la ciencia, no puede suceder otra cosa.»

«En más saber –pág. 30– cabe todo saber, y hasta en rigor cabria el saber total, la ciencia absoluta, si fuera posible... Saberlo todo, por el contrario, excluye más saber

«Este es un objeto de hecho al que reconozco derecho, o sea legitimidad de ser, en el doble concepto de ser propuesto como fin y como fin realizable.»

«No por eso deja el saber total de aparecer en mi conciencia como fin supremo, aunque no halle forma de realizarle.»

Tal es la ciencia en sus aspiraciones, y como ella constituye la vida del espíritu, puede legítimamente afirmarse que ésta consiste en conocer: su principio, conocer e ignorar, y su objeto, conocer más.

IV

Medios entre el principio y el objeto filosófico

«Los medios –pág. 30– para llegar al fin de la filosofía constituyen el método filosófico

«El método en filosofía –pág. 40– es salir del principio y pasar a un fin, que nunca es el último fin.»

De donde resulta, encerrados en estos límites, que «el método filosófico es la filosofía misma en acción.»

La filosofía empieza por saber e ignorar algo, y trata de saber más. Para ello, por la misma razón que es necesario un principio práctico, es igualmente necesario un procedimiento filosófico, un método práctico también: no basta que el discurso empiece, es indispensable que la filosofía continúe. Según esto «el método es el mismo principio que se conserva: saber e ignorar.» Pero no es idénticamente el saber e ignorar del principio, en cuyo caso, sin salir de aquí o estacionado, no sería un más allá de igual orden, no sería el método: es el mismo saber y otro saber además!

La agregación de todo otro saber al saber del principio, [701] constituye la síntesis. La separación o distinción de un saber que no lo era al principio, constituye la análisis. La síntesis y la análisis son el método filosófico necesario.

No puede haber otro método filosófico legítimo. Partiendo del principio, no cabe otra cosa que subsistir en la identidad o distinguirse: si lo primero, no hay método, hay estacionamiento en el principio; si lo segundo, algo se separa (análisis) sin dejar de ser totalmente (síntesis) el mismo principio, algo se divide (análisis) sin perder su unidad (síntesis), algo se polariza (análisis) conservándose el todo (síntesis).

«Así, pues –pág. 32– como comprendo en la análisis todo lo que se puede distinguir del principio, y en la síntesis todo lo que se puede conservar y refundir en él, creo comprender en el método, compuesto por ambos procedimientos, todos los métodos posibles.»

Sea cualquiera «el método o procedimiento filosófico, ha de definirse en algún sentido para ser método real y positivo», y esta definición será una análisis. Pero «la definición en un sentido trae consigo otra necesidad, la indefinición en otros sentidos, o sea la conservación, respecto de ellos, de la identidad del principio, a la que llamamos síntesis

«Desde luego –pág. 34– se ve que no es lícito en filosofía ni en ciencia alguna, adoptar uno de estos procedimientos exclusivamente y desechar el otro. La síntesis se levanta por sí misma al lado de la análisis; y aunque filosofando se analiza por necesidad, por necesidad también, y en el momento mismo, se sintetiza: se analiza, porque es preciso distinguir algo, adelantar sobre el principio; se sintetiza, porque es preciso no abandonar el principio, pues en el caso de abandonarle, no haríamos más que volver a principiar eternamente, pero nunca distinguiríamos alguna cosa sobre el principio mismo.»

El método filosófico, pues, hállase constituido por la mitad de ambos procedimientos, de la síntesis y la análisis.

Dichos procedimientos, sin embargo, como parte cada uno de ellos del método filosófico que constituyen unidos, distínguense entre sí en medio de su identidad, y cabe al filósofo considerar abstractamente o por separado un método analítico y un método sintético. [702]

«Semejante abstracción se realiza de algún modo en el orden de las cosas.»

Las ciencias particulares, que dentro de sus límites aceptan la filosofía «sin estudiarla, esto es, sin estudiarse a sí propias en lo que tienen de más fundamental», «proceden de una síntesis que no se estudia... Son, pues, analíticas en este sentido.»

Pero además, «las ciencias particulares empiezan con una tesis y la analizan sintetizando.»

La filosofía, como ciencia la más general, «es la única que necesita legitimar su síntesis por medio de otra síntesis más vasta», elevándose para ello «sobre sí misma», y en este sentido «es esencialmente sintética.»

Aparte de esto, procediendo la filosofía a distinguir alguna cosa (análisis) de su principio, con el cual la identifica (síntesis) al propio tiempo, el principio mismo, movilizado, se hace otro (análisis) sin dejar de ser el mismo (síntesis). Considerado sólo el primer aspecto, el principio se define cada vez más pasando a ser principio de una ciencia particular, y considerado el segundo solamente, aquel se indefine refluyendo al centro del estado filosófico.

«De esta manera, la filosofía puede descender con el análisis a las últimas particularidades... hasta perderse en la realidad fenomenal, y por el camino contrario, se evapora de generalidad en generalidad, hasta llegar a la abstracción pura del saber y de su límite.»

«La filosofía se realiza por las ciencias particulares, y éstas por la filosofía»: «la síntesis y la análisis se acompañan mutuamente» en esta determinación recíproca, marchando «progresivamente en el sentido de la análisis (conocimiento experimental) y regresivamente en el de la síntesis (filosofía).»

«El método es análisis y síntesis simultáneas y sucesivas: cuando en la sucesión la síntesis precede a la análisis, el método puede llamarse progresivo, y por el contrario, regresivo cuando la análisis precede a la síntesis.» «El método de la ciencia, en general, es siempre sintético y regresivo respecto de las ciencias definidas; analítico y progresivo respecto de una síntesis indefinida.» En un sentido, cada vez es más vasta la síntesis, y en el otro «cada vez es más minuciosa la análisis.» [703]

Toda particularización, «lleva –pág. 37– en la dirección de la análisis (ciencias particulares)». Y la generalización «en el de la síntesis (filosofía)»: «lo uno y lo otro se hace a beneficio de subanálisis y subsíntesis, que constituyen, unidas en el sentido filosófico, una síntesis respecto de las ciencias, y en el sentido de las ciencias, una análisis respecto de la filosofía. La síntesis análisis filosófica es síntesis de los conocimientos particulares; las síntesis análisis parciales son análisis de una síntesis más comprensiva.»

En la Memoria, anteriormente citada, representó la evolución científica de este modo:

«Una ciencia en su historia, representa la figura de un cono, cuya altura no puede señalarse: tiene el punto de partida en la base que forman los hechos antes de ser ordenados; después se estrecha más y más a medida que aquellos se generalizan: hallar la unidad, el punto que se representa en el vértice del cono, es la aspiración del sabio: ¡vano intento que daría por resultado estacionar la ciencia, truncarla con el cono, pues el progreso se eleva sobre su base, o crece el eje, y el cuerpo se abulta más o se desarrolla la ciencia y se perfecciona, que dando solamente la base estacionada, el punto de partida del saber.»

Hallar el vértice del cono, realizarse por completo el esquema de la ciencia, sería llegar al saber total, a la ciencia absoluta: solamente como aspiración puede darse acabada la figura que la representa. Dicho punto huye a medida que más de cerca se le toca, mediante el abultamiento del cono, la prolongación de su eje: para ello, el cono anteriormente hecho (síntesis) se descompone (análisis) sin desaparecer la base, recomponiéndose de nuevo (síntesis) mediante la adición de aquellos elementos. El trabajo total limítase por dos síntesis: la de la tesis que da principio a la ciencia y la síntesis hecha últimamente, mediando entre ambas mayor o menor número de síntesis y análisis sucesivas (subsíntesis y subanálisis).

Esto, asimismo, puede decirse de la filosofía y las ciencias particulares en su mutua dependencia: el cono supuesto recordando su manera de evolución, representa igualmente a la una y las otras. [704]

También entre la filosofía y las ciencias particulares hay de común la base del cono: aquella y éstas cuentan igual edad de existencia. A partir de aquí, fórmase el cono por la adición de otros concéntricos sobre la base común, resultando al fin un solo cono si se borran los tiempos de su formación sucesiva: la multiplicidad de conos determina la totalidad, y ésta comprende a aquella. No hay posibilidad de lo uno sin lo otro. Tomemos, sin embargo, como punto de vista, la totalidad del cono, prescindiendo de los tiempos de su formación sucesiva, de la multiplicidad de conos que comprende, y tendremos la filosofía: a partir de aquí (síntesis), descompongamos el cono (análisis) en tantos otros parciales (ciencias particulares como tiempos se supongan al formarse (método progresivo). Tomemos, por el contrario, como punto de vista los conos parciales, los tiempos de nueva formación del cono total, prescindiendo de la totalidad misma, y tendremos las ciencias particulares: a partir de aquí (análisis), unifiquemos los conos parciales (síntesis) llegando a la formación de uno solo (filosofía) que los comprenda (método regresivo).

«Infiérese de aquí –pág. 37– que el carácter particular del método filosófico es el ser método en general, y no tal o cual método.» Siendo el principio de la filosofía saber e ignorar, lo que no excluye, antes bien exige que al todo del principio, considerado como parte, se añadan, procedentes de una totalidad indeterminada, otras partes que hacen de aquel, realizando el proceso científico, un todo cada vez más comprensivo, «el método filosófico no puede encerrarse, como el de las ciencias en particular, en el análisis de una síntesis determinada.»

«Es, pues, contradictorio –pág. 39– poner un calificativo al método filosófico. Sólo puede llamársele sintético respecto de las ciencias particulares, como se le llama analítico respecto de la ciencia más general e indefinida.»

Los métodos dogmático, empírico, psicológico, crítico, &c., opónense a «la libre evolución de la filosofía.»

El método dogmático, que empieza estableciendo una síntesis definida e invariable, «impide concebir cosa alguna fuera del principio establecido dogmáticamente, y, por lo tanto, [705] corta los vuelos de la síntesis, y hace de la filosofía una ciencia particular.»

«El empirismo nos lleva sin brújula por el terreno de una análisis y una síntesis inconscientes de sí propias, y no puede llamarse método filosófico, porque la filosofía exige el reconocimiento de lo que se hace.»

«El procedimiento puramente analítico desconoce la necesidad de una síntesis correlativa a toda análisis.»

El método psicológico, que consiste «en la análisis y la síntesis dentro de la conciencia», «excluye sistemáticamente y con grave perjuicio la realidad exterior, poniéndola bajo la dependencia de la interioridad.»

«El método crítico, más recomendable que los anteriores, antepone, sin embargo, la duda a la creencia, gira sólo en los límites del saber, y no cuenta con la ignorancia, que si por una parte limita el saber, haciendo dudar, por otra sufre a su vez una limitación positiva, que obliga a afirmar alguna cosa.»

Teoría general de la proposición

«El discurso filosófico –pág. 41– se establece y adelanta por medio de proposiciones.»

Todo el que piensa se propone a sí propio cosas que su reflexión admite o desecha; «el filósofo no hace más que proponer asimismo pensamientos a la reflexión de los demás»: «la proposición es la forma visible del pensamiento y de la filosofía.»

«Sin la proposición ninguna filosofía sería posible.»

La proposición «es lo determinado, lo hecho:» nunca, pues, «lo encierra todo dentro de lo que define.» De donde se infiere «que la filosofía nunca podrá encerrarse en una proposición, ni aun dentro de una serie de proposiciones.»

«La filosofía parte siempre de todo lo que se sabe y de lo que se ignora; desde aquí se modifica, marchando hacia su fin... y toda proposición debe ser algo conocido, que deja fuera de sus términos algo que se ignora. Sólo suponiendo a la filosofía llegada al fin imaginario de conocerlo todo, sería legítimo reducirla a proposiciones.» [706]

«Y, sin embargo, la filosofía no puede representarse de otro modo.» Cualquiera otra forma que venga a sustituir a la proposición, habrá de proponerse: se representará «por medio de nuevas proposiciones.» Solamente se eluden los inconvenientes de la proposición «reconociéndolos y dándoles su verdadero valor.»

«La proposición tiene un valor limitado a lo que comprende; y establece, al propio tiempo que esta limitación, lo que deja fuera de ella.»

«Por eso se fijó Hegel eminentemente en el desarrollo de la proposición, más que en la proposición misma; en su contenido actual.»

En efecto, «la proposición se desarrolla; mas no porque estén contenidas virtualmente en ella sus edades sucesivas. Se desarrolla en virtud de ella misma, y de lo que desde luego la acompaña; de lo encerrado en sus límites y de lo que queda fuera de sus límites.»

La filosofía se desarrolla por medio del método (síntesis y análisis), que representa la nutrición de la vida: la proposición es la función circulatoria de esta vida nutritiva.

Desarrollándose la ciencia se define, y su definición sucesiva, como su método, es una síntesis y una análisis, cuya «expresión o fórmula es lo que se llama una proposición»: la proposición, pues, es «analítica y sintética a la par», como el método, y como él «puede determinar particularmente uno de dichos términos, y merecer el nombre de analítica o de sintética.»

«La proposición sintética es la que se limita a unir con un saber otro saber distinto; a expresar la identificación con la síntesis primitiva de otro conocimiento distinto de ella», como por ejemplo: todo lo que sucede necesita una causa.

«La proposición analítica es la que se limita a separar de un saber una de las partes que contiene; a expresar la distinción, dentro de la síntesis primitiva, de uno de los elementos que la constituyen», como por ejemplo: el todo contiene las partes.

«La proposición sintetiza algo, puesto que expresa por medio de la cópula la relación que hay entre el sujeto y el [707] predicado, y toda proposición analiza igualmente, porque es una fórmula en que aparecen separados y distintos los mismos términos que se relacionan.» «El segundo miembro de los unidos por la cópula es siempre otro y el mismo que el primero.»

En la proposición sintética, el segundo miembro sin la cópula «es otro que el primero», es totalmente distinto; en la analítica, es sólo distinto «en cuanto es una parte del primero.»

El primer miembro de la proposición analítica o de la proposición sintética, si es algo determinado en el primer caso y si constituye un todo en el segundo, puede siempre figurar como primer miembro de otra proposición sintética o analítica. El todo, sujeto de la proposición analítica indicada, puede serlo de la sintética: Todo está en algún sitio. De igual modo, lo que sucede, primer miembro de la proposición sintética, puede serlo de la analítica: Lo que sucede es algo.

La proposición sintética establece algo superior a sus términos, considerados aisladamente; «la proposición analítica no establece nada superior» a ellos.

«La proposición sintética procede analizando a sintetizar; la analítica parte de la síntesis, y la analiza destacando alguna de sus partes.»

«Cuando el primer miembro de la proposición es tomado como una parte, tiene la proposición el carácter sintético, a menos que signifique la identidad de esa parte consigo misma.»

«Cuando dicho primer miembro es un todo, la proposición puede ser analítica o sintética: analítica, en cuanto expresa el mismo o partes encerradas dentro de él; sintética, en cuanto le añade algo exterior.»

«Hay proposiciones sintéticas a priori o necesarias, porque una síntesis cualquiera es siempre necesaria.»

F. Romero Blanco

——

{1} Véase el núm. 20 de la Revista Contemporánea.

 


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