Filosofía en español 
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Los actos oficiales de ayer. La apertura del curso en la Universidad

retrato

Con las solemnidades de costumbre, se celebró ayer en nuestra Universidad literaria el acto oficial de la apertura del curso académico de 1924-25.

La ceremonia tuvo lugar en la paraninfo de la Universidad y fue presidida por el Rector, don Isaac Galcerán, que tenía a su derecha al gobernador cívico-militar de la provincia, general Zubillaga, y a su izquierda al primer teniente alcalde, en funciones de alcalde don José María Ladreda.

En estrados tomaron asiento comisiones oficiales del Instituto general y Técnico, Escuelas Normales, Escuela de Comercio, coroneles de los Regimientos del Príncipe y de Zapadores, padres Dominicos, Carmelitas, Jesuitas, de la Cruz Roja, párrocos de la ciudad, decano del Colegio de Abogados, delegado de Hacienda, representantes del Cabildo Catedral y del Seminario Conciliar, &c.

Previa la venia del señor Rector, el secretario general de la Universidad, don Facundo Pedrosa, da lectura a los artículos del reglamento de Universidades, relativos a esta clase de actos oficiales.

Seguidamente, el secretario del Instituto, don Pedro González García, lee datos estadísticos referentes a los premiados durante el último curso y del movimiento del personal en el mencionado Centro académico.

A continuación y precedido de los señores Frontera y Buylla, el catedrático de Lógica fundamental de la Facultad de Filosofía y Letras de nuestra Universidad, don Faustino Luis de la Vallina y Argüelles, encargado de la oración inaugural, sube a la tribuna y da lectura al discurso de apertura, tratando del concepto nación y del hecho de la conciencia de la nacionalidad española a través de determinados escritores del pasado.

Por lo muy dilatado del asunto, el señor de la Vallina y Argüelles, contrae su propósito al testimonio de los escritores más antiguos de nuestra patria, sobre todo de los de la Edad Media, porque sus testimonios prueban, que, a pesar de la existencia de varios Estados soberanos, subsistía el convencimiento de la personalidad de España, sin que este convencimiento pueda atribuirse a la confusión de la unidad política del Estado, que puede ser artificial e impuesta, con la espontánea y natural de la nación, llevando el señor Vallina Argüelles, a prescindir del testimonio de los modernos el encontrar en unas revistas de política actual que las aleja de esta clase de estudios, y respecto de otros, la razón de que iniciada hace bastantes años en el terreno científico, el estudio de las personas nacionales, pierde en fuerza y espontaneidad su testimonio.

A ese objeto, menciona el señor Vallina Argüelles, testimonios de escritores tan ilustres como Alfonso el Sabio y San Isidoro de Sevilla, del historiador romano Floro y del poeta epigramático, Marcial; del gran rey Jaime I el Conquistador, monarca de Aragón; del cronista Diego Enríquez del Castillo, que trazó la crónica del rey Enrique IV; de los poemas anónimos de Fernán González y de Alfonso XI; del canciller y notable historiador, Ayala; de Fernando del Pulgar y del ilustre Fernán Pérez de Guzmán, autor de “Generaciones y semblantes” y de “Loores de los claros varones de España”, y en cuya obra hay afirmaciones concretas y terminantes de la plena conciencia de la nacionalidad española.

Termina el señor Vallina Argüelles, su interesante y notable trabajo, con la conclusión, de que antes de la Edad Moderna, ya tenían los españoles conciencia de la unidad y de la personalidad de España, y que en los textos consignados de los citados escritores, querían ya la unidad geográfica de la raza, la comunidad de intereses, la de peligros y males, el pueblo español, el carácter español, la nación, la patria española...

“Y todo –finaliza el señor de la Vallina y Argüelles– entrevisto, sentido y afirmado, no obstante el adverso influjo que suponía la existencia en la Edad Media, de la soberanía e independencia de los diverso Estados peninsulares, las luchas entre los mismos, demasiado frecuentes, por desgracia, y el encono y exacerbamiento de las pasiones locales y regionales, entonces, y ahora, por desdicha, tan connaturales en nuestra gente”.

El discurso del señor de la Vallina y Argüelles, conciso y concreto, fue muy aplaudido.

Seguidamente el señor Rector, en nombre de Su Majestad el Rey don Alfonso XIII declara abierto el curso académico del 1924-25.

La banda del Regimiento del Príncipe, tanto al entrar el Claustro de profesores, autoridades y comisiones en el paraninfo corno a su salida, ejecutó bonitas piezas de su repertorio.

Al acto asistieron gran número de estudiantes de nuestros principales centros de enseñanza.

En el Seminario

A las diez en punto de la mañana y con la asistencia del reverendísimo prelado de la diócesis, doctor don Juan Bautista Luis Pérez, autoridades e invitados, se celebró en la iglesia de Santo Domingo de esta ciudad, el santo sacrificio de la misa, como preliminar al acto de apertura de estudios en nuestro Seminario Conciliar.

Seguidamente el Claustro de profesores del mencionado centro de enseñanza, hizo, de rodillas, la acostumbrada solemne profesión de fe, prescripta como obligatoria por la Santa Sede.

Asistió gran número de estudiantes al acto.

A continuación y en el salón del “Cine Mutualidad”, adecuadamente dispuesto, se procedió solemnemente a la inauguración del curso, leyendo antes un precioso discurso acerca de “El párroco y la parroquia en la reconstitución social”, el doctor don José Rodríguez Noval, párroco de San Tirso el Real de Oviedo y profesor de Teología pastoral del Seminario ovetense.

El trabajo del señor Noval, es hermoso y está admirablemente escrito, fluidez y elegancia propias del hombre de extensa cultura, gran sentido de la realidad y depurado gusto literario. Apunta conclusiones prácticas y revela dominio y conocimiento del asunto, terminando con un afectuoso saludo al clero parroquial y señalando sus aspiraciones personales en el deseo de que los sacerdotes, en su misión parroquial, no se olviden jamás de que, aunque el párroco se apoya en la tierra, porque en ella vive, sólo debe apoyarse lo necesario para subir al cielo; y de que al cielo se sube mejor, y con más facilidad, desde los valles, que, desde las montañas; desde el puesto humilde, que desde la cúspide de las grandezas humanas...

El señor obispo hizo después el reparto de los diplomas a los alumnos premiados en el último curso, declarando, a continuación, abiertos los estudios del Seminario, para el curso de 1924-25.

Por último, en uno de los salones del Seminario, se obsequió delicadamente a los invitados con pastas, licores y tabacos, con la galantería y fina atención característica del Seminario ovetense y de su Claustro de profesores.