Feminismo Socialista

Ángel Buey Alario
La mujer inútil
Para Virginia González, que es
un espíritu rebelde, libre y universal.
La mujer inútil… todos la conocéis. Durante el verano la encontráis en las playas más en moda. Allí está, sin otra finalidad que disfrutar la bonanza del clima y lucir entre desvergonzados descotes el nacimiento de unos senos que para nada sirven.
Casi siempre la veréis acompañada por amigos de su esposo. Él no está nunca porque veranea en otras playas, y ella tiene a gran honor recibir las visitas de estos amigos, ya que, por desgracia, no puede disfrutar de la compañía marital. Es lo mismo.
También él, seguramente, visitará con frecuencia a las esposas de estos amigos, que tampoco pueden veranear al lado suyo. Así pasa el tiempo en la playa la mujer inútil durante los meses del calor.
En el invierno veréis parar su coche a las puertas del palacio episcopal o a la entrada de la catedral, a misa de doce. Cuando desciende del carruaje, unos mendigos la tienden la mano. ¡Como si no! ¡Cualquiera se detiene allí con tanto frío! Además, ella no necesita dar limosnas, porque ya hace gran favor a los menesterosos en la presidencia de la Asociación. Porque la mujer inútil es casi siempre presidenta de la Asociación de Caridad.
Esta Asociación está constituida por las damas de la más alta sociedad y tiene por objeto –dicen los estatutos– practicar la caridad entre los necesitados, como nos manda nuestro señor Jesucristo –digo yo–; hacer que en las clases bajas siga la incultura haciendo estragos y que los oprimidos continúen a ciegas, para que sigan produciendo millones sus fábricas o sus talleres. Porque, generalmente, la mujer inútil tiene talleres o tiene fábricas. Por eso ella es presidenta de la Asociación de Caridad.
Entre las señoras que la componen –inútiles todas como la presidenta– se recaudan del público unos miles de pesetas al año, y con esos miles de pesetas hacen unas limosnas entre algunos obreros y ya tienen a los trabajadores contentos y dispuestos a concurrir todos los domingos a la misa y la doctrina cristiana. Y ya tienen ellas cuidado de saber que tal obrero no fue a la iglesia, para borrarle en las listas de los que tienen derecho a la limosna.
De manera que las mujeres inútiles recogen del público el dinero que éste quiere dar a los necesitados, y con ese dinero consiguen dos cosas: hacerse las caritativas con fondos que no salen de su bolsillo y repartir estos fondos caprichosamente entre quien a ellas les conviene, porque con ello consiguen llevar al proletariado a tales o cuales cultos; y mientras los trabajadores asistan a esos cultos serán ignorantes, y mientras sean ignorantes seguirán produciéndoles millones las fábricas y los talleres.
Esta es la Asociación de Caridad, que se honra con tener en la presidencia a la mujer inútil.
Yo, además de inútil, la creo indigna de ser una mujer, porque en la mujer debe haber siempre un alma delicada y amadora, enemiga de todas las explotaciones; indigna de ser esposa, porque ni siquiera sabe guardar respeto y fidelidad a su marido, y más indigna de ser madre, porque no conoce el supremo don de amamantar a sus pequeños.
Ángel Buey Alario
Palencia, mayo de 1913.