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Feminismo Socialista
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Benita Ibáñez

El hogar obrero

He sido requerida para que escriba unas cuartillas en el órgano de los jóvenes socialistas, y, ante este laudable requerimiento que me hacen los jóvenes luchadores, no podía negarme de ninguna manera.

Negarme sería una cobardía y una deslealtad, no tan sólo para mis camaradas, sino también para estos nuestros queridos ideales, que yo tanto amo, no por sistema, sino por convicción.

A pesar de haber recibido mi educación entre clérigos, donde no se enseña más que rezos, resignación y obediencia ciega para los millonarios, estoy plenamente convencida de la verdad de este grandioso ideal, que ha de acabar con estas miserias y privaciones que hoy se sienten en los hogares de los trabajadores.

En el hogar del obrero (da pena escribirlo) no hay, oídlo bien, mujeres, más que miseria y sinsabores, hasta el punto de carecer muchísimas veces de lo más preciso y perentorio para la vida.

Se carece del pan, que nos brinda la Naturaleza, y, en cambio, en el hogar de esa burguesía, mala y estúpida, como asimismo en el de esos zánganos que nos dicen tengamos resignación en esta vida para después poder gozar de la otra, no carecen de nada, disfrutando de todos los placeres.

¿No os habéis dado cuenta de esto todavía, obreros explotados? ¿No habéis llegado a comprender, de una manera clara y terminante, que estamos viviendo en una situación verdaderamente aborrecible? ¿No comprendéis que el burgués si goza de todas las comodidades es merced a tu ignorancia y apatía de no unirte a tus compañeros de explotación? ¿No ves, mujer, que si todos los oprimidos nos uniésemos en un fuerte lazo podremos formar un muro inquebrantable, de forma que no le podrán romper, por muchos esfuerzos que hagan nuestros explotadores?

¿No habéis examinado que todo cuanto poseen es producto de las gotas de sudor y sangre tuyos y de tus compañeros que han tenido la desgracia de nacer pobres por causa de esta maldita y desdichada sociedad?

¿No habéis reflexionado que por mucho que os lamentéis no conseguiréis nada, absolutamente nada, si no formáis ese muro de que antes os he hablado, uniéndoos en las Sociedades con vuestros compañeros de oficio?

Si no habéis reflexionado hasta la fecha, reflexionad y convendréis conmigo en que todo esto es verdad.

¡Animo, pues: a arrancar ese velo que os tapa los ojos y a unirnos todas las obreras en nuestras respectivas Sociedades de oficio, y después formar en conjunto un cuerpo invencible en el Partido Socialista, para acabar con este régimen de injusticias e implantar el ideal de la verdadera paz, la justicia y la fraternidad!

Si no hacemos esto, no tendremos derecho a quejarnos, y continuaremos siendo escarnecidas y pisoteadas por nuestros explotadores.

Benita Ibáñez

Gallarta, mayo de 1913.