Filosofía en español 
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[ Segundo Serrano Poncela ]

En el pensar de los días
Marxismo
I. Obrero del campo

La realidad es que el camarada campesino apenas sabe nada que relacione su táctica de Sindicato, de Sociedad obrera, con el Socialismo. Durante veinte días, el escritor, en continua relación de viaje de propaganda con pueblos del agro español y sus habitantes, ha podido verlo. Se lucha a ciegas, nada más que con el instinto de lucha de clase, innato en el individuo, y el asesoramiento técnico, tardío algunas veces, de la Federación provincial de Sociedades obreras. La realidad es que en un pueblo, cuando hay explotadores y explotados, se forma rápidamente una Sociedad obrera en la que estos últimos buscan una mejora eficaz de sus medios de vida. Se agrupan bajo el signo de la Unión General de Trabajadores. Es un grano más a las numerosas falanges del Socialismo. Desde el ministro de Trabajo llegan hasta ellos algunas leyes significativas de contrato de trabajo, despidos injustos, &c. Para un Socialismo oportunista por sistema, algo ideal. Para un Socialismo que hace circunstancial el reformismo dentro de un período revolucionario y que convierte la colaboración oportunista en un modo de crear técnica que prepare la próxima conquista del Poder para la clase trabajadora, esta situación del camarada del campo, que ve todas sus mejoras siempre desde su cualidad de explotado, admitiendo, sin haberse dado cuenta de ello, como hecho fatal la lucha de clases, a la que hay que sacar el rendimiento mayor posible, es improcedente e impone una preocupación mayor en la propaganda, convirtiendo las conferencias políticas de candente actualidad en lecciones de marxismo.

Parece como si no hubiésemos hecho nunca aprecio de todo esto. Hablar de Marx en el agro es hablar de algo de lo que no se tienen más que remotas referencias. No es esto lo más conveniente para un país donde las tendencias socializantes pueden llevar a un Socialismo de Estado de modo cauteloso, sin violencia, apenas sin darse cuenta la forma externa de la revolución de ello. En Rusia, el campesino no vio el marxismo claramente al estructurarse la revolución. Y por irlo viendo a posteriori se ha dado lugar a un retroceso revolucionario. ¿Acaso nuestro obrero del campo ha comprendido como es menester la colectivización de la agricultura? Es un punto esencial. El campesino lucha contra el capitalismo latifundista desde un terreno de minifundio –la excepción confirma la regla–. No comprende que el fin de sus ansias reivindicativas está en una forma comunista de la propiedad. Y una de las mayores valoraciones que se pueden dar a Carlos Marx es la de haber sabido acertar con la unión del proletariado y la doctrina socialista. Poner fin al empirismo del movimiento obrero. Por un método puramente hegeliano unificó la idea con el hecho y puso el pensamiento socialista en la vida proletaria, haciéndolos inseparables, de tal forma que nunca podrá realizar el Socialismo su misión sin la victoria del proletariado, y el proletariado, sin la victoria del Socialismo. Lo primero que ha de hacerse con el camarada campesino es convertirle a socialista; es decir, marxista. Que se vaya dando cuenta de que su verdadero problema –nuestro problema– se halla en comunizar la tierra, y que todo lo demás, aumento de salarios, disminución de horas de jornada, contrato de trabajo, no son más que preparativos dentro de una economía burguesa para dar lugar a una economía socialista.

Hay un decreto-ley de Arriendos colectivos entre las leyes de la República amparadoras y transformadoras del campesino, que es el que más va estructurando la conciencia del agro dentro de un futuro socialista. Poco extendido todavía. Todas las Sociedades obreras debieran haberse preocupado de la colectivización. Marx creyó siempre en las ventajas de la revolución social verificada sin la exasperación de la riqueza capitalista, que fácilmente podía dar lugar a su destrucción. No hay por qué enumerar –caen por su propio peso– las ventajas de una transformación de la propiedad rural dentro de procedimientos y formas jurídicas. La transformación a verificar por el arriendo colectivo ni aun siquiera asusta al pequeño propietario, que concluye por verla amigablemente, a través del prisma de sus ventajas. Los arriendos colectivos son marxismo en la práctica. Hoy, con sus imperfecciones, un esbozo de la forma comunista de la propiedad. ¿Se observa todo esto? ¿Se comprende la necesidad de resolver el problema del campo, que es un problema de cultura socialista, con la mayor brevedad? Las fuerzas en calidad son las verdaderamente útiles, no las de cantidad, acaso montón numeroso de ceros sin valor ni provecho. Los camaradas propugnadores de una rápida conquista del Poder para la clase trabajadora han soslayado este problema como si el problema estuviese resuelto de antemano.

Y conste que el escritor es un ferviente partidario de esta conquista rápida del Poder, que tal y conforme vamos lleva aspecto de ser una feliz realidad plasmada en una conquista jurídica del Poder para el proletariado. Y por lo mismo plantea este hondo problema de marxismo –cultura marxista– a resolver con rapidez. Intelectualizar en un mínimo la clase campesina, sostén firme de todo el proletariado. Intelectualizar de teoría marxista. Más adelante hemos de seguir extendiendo estos puntos de vista adaptados a la práctica. No puede ser este aumento de Sociedades obreras campesinas, desconocedoras del Socialismo, que si bien sirven para una colaboración consubstancial con la burguesía, son muy débil puntal para implantar y sustentar y corroborar un Socialismo estatal.

S. Serrano Poncela