Reseña de libros
José Antonio Maravall
Tomás y Joaquín Carreras Artáu, Historia de la Filosofía Española.
Filosofía cristiana de los siglos XIII al XV, t. I., Madrid 1939.
En 1911 se publicó el volumen II de la Historia de la Filosofía Española, que el Sr. Bonilla San Martín intentó escribir en su totalidad, pero su labor quedó interrumpida en ese momento. Los trabajos más completos que existen hasta ahora en la materia son los del P. Ceferino González y D. Marcelino Menéndez y Pelayo; pero, dada la fecha en que aparecieron, se comprende que presenten numerosas e importantes lagunas y que falte en ellos el carácter sistemático actual que en un obra de esta naturaleza es imprescindible. Redactar enteramente la historia de la Filosofía en España es, por consiguiente, una tarea a la que [332] no pueden renunciar los investigadores españoles de hoy. Por este motivo la Asociación Española para el Progreso de las Ciencias anunció un concurso para premiar cinco estudios que continuasen el trabajo emprendido por el profesor Bonilla. Resultado de este concurso, cuyos premios ha costeado el Sr. Vizconde de Eza, ha sido el libro de los Sres. Carreras Artáu (D. Tomás y D. Joaquín), profesores de Filosofía, respectivamente, en la Universidad y en el Instituto Balmes, de Barcelona, cuyo título encabeza estas líneas. Con este libro queda bien patente el interés que tiene recoger el pensamiento español medieval si se quiere conseguir un conocimiento completo y claro de la Filosofía en ese tiempo. Poco a poco va generalizándose la idea de que la aportación de nuestros pensadores a la historia general de la Filosofía es mucho más notable y hasta, en ciertos momentos, decisiva, de lo que se venía suponiendo. Respecto a la obra filosófica de árabes y judíos de la Edad Media española, su importancia quedó admitida hace tiempo y hoy se comienza también a reconocer la de los escritores cristianos españoles en el mismo período. Para el historiador Wulf, es imprescindible conocer, por ejemplo, la figura de Gonzalo de Valboa para comprender la obra filosófica del gran Duns Scoto.
No se trata hoy de buscar, con un criterio nacionalista, el carácter distintivo, lo diferencial de lo español, dentro de una historia de la Filosofía, sino, al contrario, de poner en claro la aportación de España al conjunto de la filosofía europea. La pertenencia de España en la Edad Media al cuadro general de la cultura europea es más completa de lo que se estimaba. Con razón el cantor anónimo de Fernán González llama a los españoles «los de Oropa».
¿Y cuál es la situación del pensamiento europeo medieval? El siglo XII había llegado a un gran desarrollo de los instrumentos de pensar. En él se constituye ese racionalismo cristiano del que hablan hoy todos los historiadores modernos; pero para un pensador del XII la sustancia misma de los seres y las cosas, como ha advertido Gilson, se reduce a su significación, simbólica, y lo que hacía falta era colocar toda una concepción de la naturaleza bajo ese mundo de símbolos. Esta es la obra del siglo XIII, que sólo es posible explicarse por la labor, de la [333] primera escuela de traductores de Toledo y la incorporación, por ella, del pensamiento griego y árabe y, en grado menor, también del hebraico al acervo de la cultura europea. Desde ese momento el siglo XIII nos ofrece una gran variedad de posiciones. Alberto Magno realiza la introducción del empirismo en el sentido peripatético. Santo Tomás cumple la más inmensa obra de síntesis que haya construido una mente humana, incorporando el saber aristotélico y originando con ello una larga serie de luchas, que acabará con el triunfo rotundo de su tendencia al decretar los legados del Papa Urbano V que para licenciarse en artes sea necesario conocer toda la obra de Aristóteles. Los averroístas latinos, con el maestro Siger, descubren el campo autónomo de la ciencia natural y se hacen sospechosos de mantener la insincera doctrina de la doble verdad. También la tradición franciscana se vigoriza, y Duns Scoto abre el paso para largas centurias al voluntarismo. La propaganda intelectual de la fe entusiasma a los ánimos y les enciende en fantasías al estilo de las de Rogerio Bacon. Y aparecen por todas partes las convulsiones que origina el movimiento de reforma religiosa, moral y social de los llamados «espirituales».
Sobre este fondo hay que considerar el libro de los señores Carreras Artáu, del que se obtienen importantísimos datos acerca de las manifestaciones de todas estas tendencias en nuestro suelo.
El libro lleva una primera parte en la que se estudia, en conexión con la situación europea, el ambiente cultural de España. La corte castellano-leonesa recoge las innovaciones que el romanismo y el aristotelismo traen consigo. Resulta interesante comprobar la influencia de este último en la enorme obra de las Siete Partidas, lo que demuestra que la filosofía política aristotélica se conocía en Castilla antes de que Santo Tomás compusiera sus opúsculos políticos. En la corte de Aragón predomina la influencia de las cuestiones religiosas, literarias y de reforma, siguiendo la tendencia del precoz humanismo de fines del siglo XIII y siglo XIV. Los Sres. Carreras Artáu dan, además, interesantes datos sobre los nuevos centros de cultura y sobre las bibliotecas españolas en la Edad Media, llegando a fijar el catálogo de algunas de ellas. [334]
La parte segunda del volumen trata de la Escolástica, distinguiéndose los autores de la Facultad de Artes y los de la Facultad de Teología. Entre los primeros la figura de mayor interés es la de Pedro Hispano, cuya doctrina lógica, por ser de carácter formal y verbalista, pudo ser utilizada por discípulos de todas las tendencias y adquirió con ello una difusión extraordinaria. Pedro Hispano, en sus estudios médicos, desenvuelve el naciente empirismo en la dirección que derivaba del pensamiento peripatético. Dan también los Sres. Careras Artáu muy estimable información sobre los comentadores realistas y nominalistas de este autor, cuyos libros serán textos oficiales para el estudio de la Lógica en las Universidades de Europa hasta bien entrado el siglo XVI.
Al estudiar la Escolástica en la Facultad de Teología se dedica una sección a los autores de la Orden de Predicadores y otra a los teólogos franciscanos. Los primeros siguen la línea tomista y son ardientes defensores del aristotelismo. Su figura principal es Ramón Martín, incorporado, con su Pugio Fidei, a la empresa europea de defensa racional de la fe contra los filósofos infieles. Entre los franciscanos se destaca Gonzalo de Valboa, General de la Orden, maestro de Scoto en París, contradictor del alemán Eckchart, y que inicia la renovación del voluntarismo en discusión constante con los defensores coetáneos del intelectualismo desde Averroes hasta Santo Tomás. Este filósofo es hoy objeto de gran interés para los medievalistas. Longpré ha publicado muchos de sus escritos.
Un capítulo entero está dedicado a la figura curiosa de Arnaldo de Vilanova, sobre quien ya Menéndez y Pelayo dio importantes materiales y que constituye una de las figuras más destacadas de su momento en el cuadro de la cultura europea. Adscrito al movimiento de los espirituales, toma, sin embargo, dentro de él una posición propia: es inflamado defensor de la reforma social-religiosa, cultivador a la vez de la filosofía natural y de la medicina, enemigo de los peripatéticos en todas sus ramas e interesante precursor de la confusión de mística y ciencia que se da en el tiempo del Renacimiento.
La última parte de la obra está dedicada a Raimundo Lulio. [335] En ella se lleva a cabo un estudio crítico profundo de su vida y obras y una amplia exposición de su doctrina, en la que se utilizan las más recientes investigaciones y se maneja una rigurosa técnica filosófica, considerándose especialmente su Lógica, y también su Metafísica y Teología, su Psicología y Mística, Moral y Política, constituyendo esta última parte del libro quizá el mejor estudio sobre Lulio hasta hoy. Con él --hay que destacar esto-- deja de ser este interesantísimo filósofo un caso excepcional y raro y aparece incorporado a las grandes corrientes de la historia de la Filosofía y de la cultura medievales.
Como se ve, el volumen primero de la obra que comentamos se reduce al siglo XIII. Es de desear la rápida publicación del tomo II, a algunos de cuyos sugestivos capítulos se hace referencia en la introducción del volumen publicado, ya que toda ella constituirá una de las más importantes obras escritas en España en los últimos años.
J. A. Maravall.