Juan José Morato
Historia
Cómo entró el marxismo en España
Si en los días que siguieron a la revolución de 1868 el Consejo General de la Internacional, en vez de publicar en los contados y paupérrimos periódicos afectos al organismo un llamamiento a los obreros españoles, nos hubiera enviado a Pablo Lafargue, que ya era «secretario para España», el anarquismo tendría entre nosotros escasísimo desarrollo, y el Partido Socialista, en cambio, sería desde hace años una fuerza arrolladora.
Pero quien vino a propagar la Internacional fue un amigo de Bakunin, miembro destacado de la Alianza, y meses después, Farga Pellicer, de Barcelona, que dirigía un gran semanario obrero, asistía al Congreso de Basilea y allí intimó con Bakunin.
El primer contacto con el Consejo General de Londres no se establecía hasta el 22 de febrero de 1871, en que Engels, ya secretario para España, contestó a Cartas que el Consejo Federal de Madrid escribiera en 30 de julio y 14 de diciembre de 1873, cuando era secretario Sarraillier.
¿Cómo extrañarse de que en febrero de 1871 todos los elementos activos de valer de la Federación española estuviesen afiliados en la Alianza?
De Marx conocían los estudiosos los considerandos de los Estatutos y el Manifiesto inaugural de la Internacional, y aun los Estatutos con un considerando mutilado –el relativo a la acción política– en la traducción francesa, para eludir persecuciones del Imperio.
La caída de la Comuna trajo a España a Pablo Lafargue, huido de la policía francesa, que le perseguía para prenderle; pero el yerno de Marx no vino a Madrid hasta fines del año 1871, en que las autoridades de Guipúzcoa le obligaron a internarse.
En septiembre de aquel mismo año Anselmo Lorenzo había conocido en Londres a Marx y a Engels por haber sido el representante de España en la famosa Conferencia que votó en su integridad, y de acuerdo con el Manifiesto inaugural, el famoso y categórico considerando relativo a la acción política.
Engels y Lorenzo quedaron amigos –Nettlau inserta fragmentos de una carta del segundo al primero, en la que se emplea el «tú»–; de Marx sólo sabemos que habló con Lorenzo de literatura española…
Es seguro que cuando Lafargue vino a Madrid recibiese indicaciones de su suegro respecto de Lorenzo, por lo que luego redactaron juntos el famoso dictamen acerca de «La propiedad», que habría de llevarse en abril al Congreso de Zaragoza.
Lafargue se puso en contacto con el Consejo de Redacción de «La Emancipación», ofreciéndose a escribir en ella, oferta que fue aceptada, y cuando, en enero de 1872, Sagasta publicó la circular poniendo a la Internacional fuera de la ley, los hombres del Consejo Federal, que eran los mismos de «La Emancipación», estimaron el trance tan delicado, que celebraron una sesión extraordinaria, invitando para tomar parte en ella a Morago –reñido ya con muchos miembros del Consejo– y a Lafargue. Las dificultades y los peligros acallaron rencores…
Quizá fue por aquellos días cuando Lafargue habló a sus nuevos amigos de unas ideas que aun no conocían. Hablando este hombre de su suegro cuando discurría ante él de doctrina:
«…Sobre todo, siento la pérdida de unas notas que escribí cierta tarde en que Marx me expuso, con aquella riqueza de desarrollo en él habitual, su teoría genial sobre el desenvolvimiento de la sociedad humana. Aquello había sido como si se rasgara un velo ante mis ojos; por primera vez comprendía claramente la lógica de la historia del Mundo y las causas materiales de las manifestaciones, tan contradictorias en apariencia, del desenvolvimiento de la sociedad y del pensamiento humano. Salí deslumbrado, y la impresión me duró años enteros.
»Fue la misma que experimentaran los socialistas de Madrid cuando, valiéndome de mis débiles medios, desarrollé ante ellos esta teoría, la más genial de las teorías de Marx, y, sin duda alguna, la más genial que haya salido jamás del cerebro humano.»
Vinieron las divisiones, volvió Lafargue a Londres en agosto de 1872, y, realmente, fue entonces cuando comenzó a penetrar el marxismo en España.
Engels, siempre activo y puntual y un poco enamorado de «La Emancipación», entró en relacione postales con José Mesa, que con Iglesias casi exclusivamente sostenía el periódico, y envió trabajos de información para insertar, el «Manifiesto Comunista», en francés –publicado por aquellos días–, para ser traducido y publicado; fragmentos de «El Capital» y también dinero para el sostenimiento del semanario, que Engels reputaba por el mejor de la Internacional.
Y cuando La Chátre publicó por cuadernos la versión francesa de «El Capital», revisada por Marx y enriquecida con un prólogo, por intervención de Engels se enviaron a Madrid ejemplares de las entregas semanales, que Iglesias recibía y administraba y repartía. Uno de los suscriptores fue don Emilio Castelar.
Por aquellos días de 1872-73, Alejandro Ocina, tipógrafo afiliado en la Nueva Federación, estudiaba Medicina con Jaime Vera, que leía los cuadernos que su amigo le prestaba.
Por entonces Mesa aceptó una sugestión de Engels, que creía en una fuerte corriente de ideas produnianas en España, y pensó que podría contrarrestarlas publicando «La miseria de la Filosofía». Mesa hizo la traducción, parte en Madrid y el final en París, adonde se trasladó el año 1873.
Entonces hizo un viaje a Londres, estrechó su amistad con Engels y fue amigo de Marx. Volvió a Londres algunas otras veces para hablar con sus amigos.
En España se creó el Partido Socialista el año 1879; se publicó el semanario órgano de él en 1886, y dos o tres años después se recibió el original de aquella traducción hecha por Mesa de «La miseria de la Filosofía», con unas líneas de Engels y un estudio del traductor acerca de Marx, libro que se publicó por la gestión de Gómez Crespo.
Antes, en 1887, se habían editado ya dos trabajos fundamentales: el fragmento del «Anti Duhring», de Engels, titulado «Socialismo científico y socialismo utópico», y el «Manifiesto comunista».
Ya en 1884 había aparecido en un folleto de humildísimo aspecto esa magnífica lección de marxismo que es el «Informe del Partido Socialista Obrero ante la Comisión de Reformas sociales», que escribió Jaime Vera…
Durante muchos años, quizá hasta cuando se hablaba de crisis del marxismo más de la cuenta, y cuando don Melquíades Álvarez inventaba un colectivismo de Marx, esto es, hasta principios de siglo, en España Marx fue sólo conocido de algunos espíritus muy selectos y recatados, y –con todos los reparos que sean de razón– de pobres obreros mecánicos, principalmente tipógrafos.
Cuando se discutía en la Academia de Jurisprudencia la cuestión social, y su presidente, don José Canalejas, pronunciaba un discurso portentoso, cierto abogado, académico, quiso hacer un experimento y pidió en la Biblioteca de la casa «El Capital». Le entregaron el libro, ¡que aún tenía las hojas sin cortar!
J. J. Morato