Juan José Morato
Historia
Equivocación inicial
La historia dice que no fue Marx el verdadero iniciador de la Asociación Internacional de los Trabajadores, sino un grupo de obreros londinenses que pretendían, fundamentalmente, defender los salarios, las jornadas y las condiciones del trabajo del proletariado inglés contra la competencia de los obreros alemanes, italianos, franceses, &c., emigrados por cuestiones políticas, y contra la posibilidad de que los patronos ingleses reclutaran fácilmente operarios en las naciones fronterizas del continente europeo, en Bélgica señaladamente.
Pero los iniciadores conocían bien a Marx, le estimaban y hasta participaban de sus ideales comunistas, y por esto le invitaron a que asistiese a la reunión magna internacional en que se fundó el organismo, se le dio nombre y se designó el numeroso Consejo que había de redactar los estatutos y un manifiesto inicial y convocar a un Congreso universal.
El Consejo o Comisión era, o parecía más bien, un Cuerpo deliberante, y pronto se vio que lo derecho era nombrar una especie de Ponencia, y a ella fue Marx.
Pero aun aquello era también algo como una olla de grillos, y al cabo se le dio –hombre grande entre los más grandes– el cometido de redactar el manifiesto y los estatutos, tarea que realizó bien y pronto. La Internacional salió del cerebro portentoso de Marx de una sola pieza, completa, indestructible, casi diríamos eterna, y a ella llevó el espíritu, también eterno, del Manifiesto comunista: la lucha de clases.
Admitió leves modificaciones a su obra; pero –como escribió a Engels– disponiéndolas de modo que no dañasen. Estas modificaciones eran ciertas invocaciones a «algunas deidades de la mitología moderna», como son «la verdad, la moral, la justicia, el derecho», &c., palabras de valor inapreciable para rellenar párrafos deslumbradores, de esos que son aplaudidos «frenéticamente», adverbio muy indicado para estos casos.
En efecto: ¿quién no siente el calofrío del entusiasmo cuando oye a un orador exclamar con voz detonante, por ejemplo: «Sí, ciudadanos: reformas sociales, todas, absolutamente todas las reformas sociales compatibles con la justicia!»
Claro está que, después de haber aplaudido, y aun aclamado, si se pregunta uno a sí mismo qué es lo que en concreto dijo el orador elocuente, o se le caen los palos del sombrajo, o bien se declara incapaz de desentrañar la sublimidad del concepto, ¡ay!, vacío completamente, a veces tan vacío como la mollera del que le largó…
Pero volvamos a lo nuestro. Las invocaciones que Marx admitió y dispuso «en forma que no dañasen», están en los dos párrafos finales de los considerandos que preceden a los estatutos, y son –¡oh manes de nuestros legisladores de 1812!– los que siguen:
«La Asociación Internacional de los Trabajadores declara que todas las Sociedades e individuos que a ella se adhieran reconocerán como base de su conducta para con todos los hombres la verdad, la justicia y la moral, sin distinción de color, creencia ni nacionalidad.
No más deberes sin derechos; no más derechos sin deberes.»
En el «Manifiesto inaugural» de la Internacional consta bien claramente la invitación a que los obreros se constituyan «como clase» en partido político, y que tal partido actúe «contra la clase» dueña de los medios de producción y de cambio.
«Los amos de la tierra y del capital se valdrán siempre de sus privilegios políticos para defender y perpetuar sus privilegios económicos. La conquista del Poder político viene a ser, por tanto, el primer deber de la clase trabajadora. Así parece haberlo ésta comprendido, pues en Inglaterra, en Alemania, en Francia, en Italia, se han visto renacer al mismo tiempo estas aspiraciones comunes, y también se han hecho esfuerzos para reorganizar políticamente al partido de los trabajadores.
Este partido posee ya un elemento de triunfo: tiene el número; pero el número no pesa en la balanza si no está unido por la asociación y guiado por el saber… ¡Proletarios de todos los países, uníos!»
Y en los considerandos que preceden a los estatutos hay uno, el cuarto, que no se tradujo al francés, y del francés al castellano, sin que sufriera una mutilación. Veámosla, copiando todos los considerandos anteriores de la versión que Mora insertó en su «Historia del Socialismo español», la más completa:
«Considerando:
Que la emancipación de los trabajadores debe ser obra de los trabajadores mismos;
Que la lucha por la emancipación de la clase obrera no es una lucha para conquistar los privilegios y monopolios de clase, sino para establecer deberes y derechos iguales para todos, y para la abolición de todo régimen de clase;
Que la sujeción económica del trabajador a los detentadores de los medios de trabajo, es decir, de las fuentes de la vida, es la causa primera de la esclavitud en todas sus formas, la miseria social, el envilecimiento intelectual y la dependencia política;
Que, por lo mismo, la emancipación económica de la clase obrera es el gran objeto a que debe subordinarse todo movimiento político «como medio…»
Parece que este «como medio» era muy peligroso en Francia, tanto, que su supresión facilitaba la propaganda de la Internacional, en tanto que la no supresión equivalía a la imposibilidad de propaganda, porque intervendría la policía, por tratarse, en fin de cuentas, de la creación de un partido político de obreros totalmente adverso, no ya al régimen político del imperio, sino a todo el sistema social.
Y se suprimió el «como medio» en la versión francesa de los considerandos, y se suprimió también algo en los conceptos copiados del «Manifiesto inaugural», con lo que si se facilitó la entrada en la grande Asociación de elementos revolucionarios, se hizo en ella posible el cisma aliancista, germen del anarquismo.
Marx pesaba y medía las palabras; pesándolas y midiéndolas debería ser puesto en castellano lo que escribió originariamente en inglés.
J. J. Morato