Filosofía en español 
Filosofía en español


Los libros. Ensayos

José Ferrater Mora, Cóctel de verdad
Pen Colección, Madrid 1935

“Engordar es una incorrección; envejecer, un crimen.” Reza así un proverbio que el Sr. Ferrater, si busca textos impertinentes, verá en el epistolario de un moralista inglés que fue ministro de Eduardo VII. Cuando acuñó ese aforismo vivía en un condado y se daba al arte de pescar con caña, que es arte sobre el que otro exministro escribió un tratado con licencia eclesiástica.

Envejecer es un crimen cuando se tiene la edad que atribuimos al Sr. Ferrater Mora. Quien como él se complace en el aforismo, sobre complacerse en el epigrama, se avendrá a que usemos una arma de su panoplia. Trata el autor temas varios con brevedad aforística y con intención epigramática. No renuncia a la sentenciosidad ni sueña cuando examina a filósofos o a escritores conspicuos. Dedica el libro “a la memoria” de un maestro de las letras, que es, de todos los de su edad, el que menos ha envejecido. Ni ante el que es, Eugenio d'Ors, ni ante ninguno de los filósofos de aquí y de ahora, deja el polemista de caer en guardia.

Ejercicio tónico es el de movilizar objeciones contra la doctrina o contra el empaque literal de algunos maestros. Hay entre éstos quien daría una onza de oro por un reparo inteligente, fuera cual fuera el tono en que se modulara.

Ferrater Mora suelta un puñado de avispas sobre el laurel seguro de algunos filósofos españoles.

“Pasemos ante él –le dice a Ortega y Gasset– con gesto grave, como corresponde al hombre que no ha logrado cumplir su máximo deseo, su aspiración más honda y penetrante: “no ser hombre ejemplar”.

He aquí otro aguijón maligno: “El segundo filósofo de España con quien nos encontramos es Manuel García Morente.”

En cuanto al tercero, a Xavier Zubiri: “Sabe construirse con técnica perfecta una perfecta isla de silencio y soledad. Por eso anda siempre presuroso y habla presuroso, porque tiene deseos de llegar a ella.”

Otro, José Gaos, y Ferrater Mora confiesa: “He pasado unos días en los que si me hubieran preguntado: ¿Qué cosa es la que más desea usted en el mundo?, hubiera contestado en seguida: Poder escribir una glosa sobre el filósofo José Gaos. Pero si no la escribía era porque mi conocimiento de José Gaos llegaba a donde llegaba la escueta sencillez de su nombre.”

Más deliberadamente ingrato que con estos cuatro filósofos es con Eugenio d'Ors, a quien debe más que a los cuatro:

“¿Dónde se halla –pregunta–, dónde, lo imperecedero en la doctrina de Eugenio d'Ors? No en sus escritos filosóficos, no en sus estudios, cuya meta principal es la solidez de pensamiento: se halla en algunas pequeñas frases perdidas en el océano de su producción literaria. Día vendrá en que los críticos del futuro escojan estas breves frases y las agiten a lo alto con las perlas arrancadas de los abismos marinos. Entonces ya no habrá necesidad de negar, ni de superar tampoco, la doctrina actual y viva de Eugenio d'Ors.”

Aguza Ferrater seguidamente para D. Miguel de Unamuno reticencias que, aunque den en granito, son disparadas juvenil y generosamente:

“Hay un número de alemanes bastante notable, precisamente los mejores, que han leído a Unamuno y lo han leído profundamente. Lo que me es muy violento pensar es que hayan entendido a Unamuno de la manera como hay que entenderle; es decir, no entendiéndole. El entender es una operación siempre un poco intelectual que no rige en espíritus para quienes es la Logique du coeur de Pascal algo último y decisivo.”

Ortega y Gasset, García Morente, Zubiri, Gaos, D'Ors y Unamuno acogerán con ánimo abierto estas objeciones, que, a pesar de todo, no osan el desacato total, cuando menos la irreverencia. Con los filósofos extranjeros Ferrater acorta apenas las distancias. Bertrand Russell, Bergson o Spengler le intimidan todavía un poco, y estamos por instigarle con un “¡A ellos!”, para que la equidad no se altere.

Hasta con Hermann von Keyserling, ese Falstaff del pensamiento para quien un carcaz de epigramas es insuficiente, se muestra cohibido Ferrater Mora.

Tres ensayos –“Profundidad y superficie de Brigitte Helm”, “Visita a Hegel”, y “Carta a Laura la Roja” y unos esquemas sobre el “cine” cierran el volumen, en el que hemos releído los aforismos filosóficos con ritmos de 1920.

He aquí este “trino” poético a lo Stephan George:

Prefiero
el saber absoluto de los ángeles
al saber relativo de los hombres.
Al orgullo de Goethe
y a la falsa severidad de los cipreses,
la fábula de Lessing
y los delirios filosóficos del chopo,
A la luz demasiado radiante,
la oscura tiniebla de la noche,
en donde los objetos no son claros
más que por el esfuerzo de los hombres.

Aunque al preferir, y por tanto al eliminar, no coincidamos con el autor, estos versos, que insinúan tal cual cadencia goethiana, a despecho de la doctrina, nos gustan y están evidentemente bien.

Esperemos el próximo volumen de Pen Colección, que será, según creemos, “A la sombra de mi vida”, de Pedro Pérez Clotet.