Filosofía en español 
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Tareas

Tareas

Revista publicada en Panamá, cuyo primer número aparece impreso en octubre de 1960. Dirigida por el profesor de filosofía Ricaurte Soler Batista hasta su muerte en 1994 (número 93), desde 1976 viene siendo publicada por el Centro de Estudios Latinoamericanos (CELA) “Justo Arosemena”, domiciliado en la Universidad de Panamá. En 2018 es cuatrimestral (números 158, 159 y 160).

Tareas. Correspondencia: Apartado 3560, Panamá, R. de Panamá. Administración: Leopoldo Fuentes del Cid. Dirección: Ricaurte Soler, Franz García de Paredes, Fabián Echevers, Carlos Ayala, Carlos Bolívar Pedreschi. Redacción: Alfredo Castillero C., César A. Young Núñez, Arístides Martínez, Bernardo Selles, Ornel Urriola. Corresponsales: David: Roberto de la Guardia; Chitre: Moisés Chong Marín; Antón: Luis Véliz.” (nº 1, octubre 1960)

En el número 2 de Tareas (enero-febrero 1961) se añade a la Redacción el nombre de “Juan A. Tack”, quien, sin embargo, ya no aparece en el número 3.

Tareas. Correspondencia: Apartado 3560, Panamá, R. de Panamá. Administración: Leopoldo Fuentes del Cid. Dirección: Ricaurte Soler, Franz García de Paredes, Fabián Echevers, Carlos Ayala, Carlos Bolívar Pedreschi. Redacción: Alfredo Castillero C., César A. Young Núñez, Arístides Martínez, Bernardo Selles, Ornel Urriola. Corresponsales: David: Evelia Alvarado; Chitre: Moisés Chong Marín; Antón: Luis Véliz. Exterior: Maracaibo: Carlos Wong. Rio de Janeiro: Homero Icaza Sánchez.” (nº 3, marzo-abril 1961)

Henri Deleuze, agregado cultural de la Embajada de Francia en Panamá, glosa la aparición de esta revista en el Boletín de la Embajada de Francia en Panamá, con un comentario –“Dos nacimientos en la dividida familia de la “inteligentzia” panameña”– reproducido por Tareas (nº 2, págs. 89-91).

Desde su primer número Tareas tomó partido militante por la recuperación del ejercicio de la soberanía nacional panameña sobre el Canal (“Rutas y metas panameñas en el problema del Canal”), y desde su cuarto número inició una actividad editorial paralela mediante las Ediciones de la Revista ‘Tareas’, donde hasta 1976 se publicaron al menos 34 opúsculos y libros: nueve con textos de José de Jesús Martínez, siete con trabajos de Ricaurte Soler (sin contar su tarea de editor de muchas otras obras), tres libros recuperando textos de Justo Arosemena, &c. [en la tardía relación de 1989 no figura el siguiente, que aparece en una relación de 1966: “Samuel Gutiérrez: Bruno Zevi y la Interpretación Espacial de la Arquitectura. Panamá, 1963, 16 p. In 8º”]. Tras el advenimiento del General Torrijos, algunas de estas ediciones lo fueron “De distribución gratuita” (en algún caso mediante colaboración institucional con la Universidad de Panamá, el Ministerio de Relaciones Exteriores o el Ministerio del Gobierno y Justicia). El último libro del que tenemos noticia es la edición facsimilar, con prólogo de Ricaurte Soler, realizada con ocasión del sesquicentenario del Congreso Anfictiónico de Panamá, de la Colección de ensayos y documentos relativos a la unión y confederación de los pueblos hispano-americanos, publicada en Santiago de Chile 1862, por José Victorino Lastarria, Alvaro Covarrubias, Domingo Santa María y Benjamín Vicuña Mackenna (xii+404 páginas, Panamá 1976).

Tras la constitución del Centro de Estudios Latinoamericanos (CELA) “Justo Arosemena” en 1976, parecen cesar, como tales, las Ediciones de la Revista ‘Tareas’ (aunque en 1989 todavía firman la cuarta edición de Panamá: Nación y oligarquía 1925-1975, de Ricaurte Soler). Ese mismo año de 1976, en el que se institucionaliza el proyecto de Tareas, el autor más prolífico de las Ediciones de la Revista ‘Tareas’, José de Jesús Martínez (a) Chuchú Martínez, doctor en filosofía por Madrid y sargento de la Guardia Nacional por vocación tardía, ya se había convertido en asesor, confidente, amigo y edecán del adalid máximo de la Revolución Panameña, general Omar Torrijos Herrera.

 

Tareas

La aparición de la presente Revista expresa una realidad y una aspiración: la realidad de un grupo de intelectuales –término que empleamos sin eufemismos– que interpreta los problemas nacionales a través de coincidentes supuestos y categorías, y la aspiración a cancelar esos mismos problemas a través de un pensamiento que a la vez derive e incida sobre lo concreto. Lo expresado sugiere, que se trata de una revista cultural. En este sentido pretende superar –tarea nada modesta– publicaciones que nos antecedieron. En todo caso, entre aquellas publicaciones y la presente podemos señalar, desde este primer número, una diferencia fundamental: Tareas conlleva una interpretación expresa –trataremos de ponerla de relieve– de la cultura, de la función social del pensamiento, de las “tareas” y responsabilidades del intelectual panameño.

La realidad histórica hispanoamericana, y la panameña en particular, ha diferenciado, en efecto, entre sus intelectuales, características nada comparables con las del europeo. Emergiendo de un contexto social e histórico definido por la inusitada aceleración de su devenir, por la ruptura constante de las estratificaciones sociales, por la superposición ininterrumpida de las formas políticas –en siglo y medio Hispanoamérica ha debido “resumir” cuatro siglos de modernidad europea– la inteligencia americana no ha podido desentenderse de realidad tan apremiante. Tal circunstancia explica su fecundidad y eficacia pretéritas. Hoy, nuevas condiciones, económicas, políticas y culturales plantean problemas inéditos. Pero, frente a estos problemas, sectores importantes de intelectuales hispanoamericanos –y panameños– evaden el compromiso y rehúyen la eficacia invitándonos a la contemplación de “problemas intemporales” y a la aprehensión de “esencias eternas”. Otras son, sin embargo, nuestras premisas.

Tareas interpreta que, pensamiento y cultura no constituyen compartimientos estancos diferenciados, como tales, estáticamente de la realidad. Tareas considera, por el contrario, que el espíritu y la realidad –económica, social, política– configuran una totalidad dinámica dentro de la cual hay variables condicionantes y condicionadas. El espíritu es, por cierto, una variable condicionada, pero dinámica. Cultura y pensamiento son, pues, reflejos de coyunturas históricas y sociales; en cuanto reflejos correctos, concretos y eficaces.

De tales consideraciones deriva el problema que en el plano del pensamiento –filosófico, sociológico, económico, político, &c.– se propone realizar nuestra Revista. Sin defecto de acoger en nuestras páginas artículos no compatibles con la orientación general indicada, daremos desde luego prioridad a los estudios que permitan estructurar una concepción de la nacionalidad, a efecto de que sobre la base de tal concepción puedan sentarse los fundamentos de una política nacional –en sentido amplio– tanto cultural como económica y social.

Si en un sentido general y positivo consideramos que tales son las “tareas” del intelectual panameño, desde miradores más particularizados estimamos que su función social no alcanzará plena eficacia si un proceso previo de autocrítica no le revela con clara conciencia su alienación, en tanto que grupo social, y en tanto que portador de ideologías, reactores por su contenido, si bien muchas veces progresistas en cuanto a su forma. Desde el punto de vista de la alienación social del intelectual panameño consideramos reveladora su resignación de paquidermo frente a las condiciones materiales –económicas– en que se desenvuelve su actividad. Desde el punto de vista de su alienación ideológica estimados sintomático el escapismo que de parte de tantos sugiere el tema reiterado del “asombro” frente a los “problemas” y la actitud estática que supone la, exaltación de la “pregunta” por la “pregunta” misma. Pareciera que tal evasión del compromiso, tal reserva frente a la “solución”, hubiera de conducirnos a un nirvana ideológico donde toda tensión es proscrita y toda contradicción escamoteada. Ha escrito un pensador contemporáneo, refiriéndose a los filósofos que sustentan tan beatifica actitud, que “a menudo también la filosofía de cátedra no es otra cosa sino un film, con Happy-End, transportada en conceptos”.

Lo expresado no implica la exaltación de romanticismo revolucionario alguno. El martirio infecundo merece una calificación moral pero no una calificación social o política. Nuestra realidad exige transformaciones radicales: nuestra cultura revisiones substantivas. Tales objetivos no serán alcanzados sino sobre la base de una teoría que simultáneamente surja de la práctica y la oriente. En esta forma será posible superar la etapa actual de romanticismo revolucionario, de desorientación política y de improvisación cultural.

En la seguridad de que hay un público panameño, culto y responsable, que siente, como nosotros, la necesidad de acometer “tareas”, ofrecemos a su consideración esta Revista. Su éxito no sólo sería nuestro, sino también de ese público al cual hoy nos dirigimos.

(Presentación de Tareas, Panamá, octubre 1960, número 1, páginas 3-5.)

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(Tareas, Panamá, número 1, páginas 114-115 = número 2, páginas 97-98.)

Peligrosa política exterior

Hace poco tiempo, una ex-Ministro de Relaciones Exteriores, en un programa televisado en que se debatía nuestras relaciones con los Estados Unidos de América, censuró duramente la forma como el actual Gobierno está manejando su política exterior. Entre otros cargos de especial gravedad, el ex-Canciller llanto la atención sobre el hecho de que la conducta de Panamá en los organismos internacionales dejaba mucho que desear de nuestra condición de Estado soberano.

Posteriormente, otro ex-Ministro de Relaciones Exteriores, también de la pasada administración, criticó severamente la posición de nuestra Cancillería en relación con los problemas que, entre Panamá y Estados Unidos de América, ha suscitado el canal interoceánico. Esta vez, el cargo concreto se hacía consistir en que el Ministro actual, en la Memoria correspondiente a su despacho, incurría en apreciaciones que el ex-Canciller a que aludimos calificaba de derrotistas y peligrosas. Entre estas apreciaciones se destaca la que sostiene que el concepto de soberanía ha perdido valor y que “resulta incapaz de ofrecer una solución racional a los conflictos de derechos y jurisdicciones que esta situación peculiar engendra” y la de que Panamá “nunca logrará una interpretación favorable a sus intereses”. A esto podemos agregar el deficiente tratamiento que la misma Memoria le da y la pésima orientación que le imprime a tesis tan vertebrales para el país como la de la nacionalización del canal y la neutralización del mismo y de la República como tal. He aquí, en todo caso, los conceptos que a la actual administración le merecen sugestiones tan patrióticas como la nacionalización y la neutralización del canal:

«A este respecto no debe olvidarse que esto de la nacionalización del Canal de Panamá no tiene ninguna similitud con la nacionalización del Canal de Suez efectuada por el Gobierno Egipcio.»

«En el caso del Canal de Panamá con la idea de la nacionalización lo que se perseguiría es reintegrar a la plena jurisdicción de la República el territorio de la Zona del Canal dentro del cual está ubicado el Canal, sin que esto implicara, necesariamente, que el Estado panameño se convirtiera en el dueño o administrador del Canal

«Si por neutralizar el Canal de Panamá o la República de Panamá, debe entenderse dejar a ambos sin defensa eficaz contra un agresor que no esté dispuesto a respetar tratados de neutralidad, nos parece que la medida podría resultar suicida. Si por tal cosa debe entenderse que la defensa del Canal debe ser exclusiva competencia de Panamá, la defensa resultaría evidentemente ineficaz.»

Ciertamente la forma como el actual Gobierno viene administrando nuestra política exterior ha motivado honda y especial preocupación en el país. Las declaraciones de los ex-Ministros aludidos son las que más se conocen, y las que han encontrado mayor relieve, únicamente en razón de la investidura pública que han ostentado y por razón de los medios de expresión a que han tenido acceso. Sin embargo, es común en la plaza pública, en los círculos obreros, profesionales, estudiantiles y docentes, la idea de que el asomo de independencia política que se produjo durante la pasada administración se encuentra en franco y peligroso deterioro.

El tono de nuestro lenguaje diplomático; las arremetidas contra el principio de no intervención y de libre determinación de los pueblos; la participación en alianzas militares con dictaduras y gobiernos antidemocráticos de Centroamérica; la facilidad con que Panamá se allana a hacer aquello que virtualmente complace al Departamento de Estado; su posición frente a problemas mundiales y latinoamericanos; las innecesarias, inoportunas e inmotivadas alabanzas del Presidente de la República al Gobierno norteamericano y a sus personeros en la Zona del Canal; la alarmante prodigalidad con que el Jefe del Ejecutivo adjudica condecoraciones a magnates y capitalistas norteamericanos; la indiferencia frente a una guerra nuclear; la ninguna simpatía que le merece una política de neutralidad en general y la ninguna consideración que al Ejecutivo le ha merecido la idea de un pacto de neutralización entre las grandes potencias y Panamá sugerida por el Dr. Ernesto Castillero Pimentel y respaldada por gruesos sectores de opinión; la política de retaguardia del Ejecutivo ante los reiterados incumplimientos de los tratados por parte del Gobierno norteamericano; y el manifiesto desaprovechamiento de las distintas coyunturas diplomáticas que se han presentado para afirmar nuestra personalidad internacional y derivar los beneficios económicos y políticos correspondientes, son apenas algunos signos que distinguen y sellan la actual política exterior de Panamá. Como no es de extrañar, esta política se ha traducido en desprestigio y disminución sensibles de nuestra personalidad internacional y en evidentes perjuicios para los intereses vitales de nuestra nacionalidad.

Contrasta dolorosa y lacerantemente con la política panameña, señalada en los párrafos que preceden, la política del Presidente Kennedy que, entre otras cosas, se niega a cerrar actividades económicas como la Lechería Mindí, no obstante la violación que tal práctica implica a los tratados existentes y el perjuicio que supone para la economía nacional; que en protección de los intereses de las poderosas compañías aéreas norteamericanas, se niega a reconocerle a Panamá el derecho a manejar dos rutas aéreas a los Estados Unidos no obstante el texto del Convenio de Aviación vigente entre ambos países; que se resiste a cerrar los establecimientos comerciales e industriales que compiten con los panameños; que se niega a que la bandera panameña sea izada en todos los lugares de la Zona del Canal, para citar sólo algunos de los aspectos de tal política.

Los hechos que dejamos enunciados, y que la obligante brevedad de una nota editorial no permite ahondar más, constituyen motivo de seria meditación para los sectores responsables de opinión y que conviene sea enmendada lo antes posible para evitar así un mayor deterioro de nuestra personalidad como Estado independiente y soberano.

(Editorial, Tareas, Panamá, agosto-diciembre de 1961, número 5, páginas iii-vi.)

Artículos de Tareas en esta hemeroteca

fecha título autor
1960.10Rutas y metas panameñas en el problema del CanalDavid Turner Morales
1960.10Ética y FilosofíaMiguel Bueno
1961.01El pensamiento sociológico de Mariano OteroRicaurte Soler
1961.01Dos nacimientos en la dividida familia de la “inteligentzia” panameñaHenri Deleuze

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