Círculo científico y literario
Círculo científico y literario
num | 1854 | páginas |
---|---|---|
1 | febrero 8 | 1-16 |
2 | febrero 16 | 17-32 |
3 | febrero 24 | 33-48 |
4 | febrero 28 | 49-64 |
5 | marzo 8 | 65-80 |
6 | marzo 15 | 81-96 |
7 | marzo 22 | 97-112 |
8 | marzo 31 | 113-128 |
9 | abril 8 | 129-144 |
10 | abril 15 | 145-160 |
11 | abril 22 | 161-176 |
12 | abril 30 | 177-192 |
13 | mayo 8 | 193-208 |
14 | mayo 15 | 209-224 |
15 | mayo 24 | 225-240 |
16 | mayo 31 | 241-256 |
17 | junio 8 | 257-272 |
18 | junio 15 | 273-288 |
19 | junio 23 | 289-304 |
20 | junio 30 | 305-320 |
21 | julio 8 | 321-336 |
22 | julio 15 | 337-352 |
“El autor de los Viajes” acababa de cumplir 32 años y durante el curso 1853-1854 seguía captando jóvenes afines a la “facultad de filosofía”. Nada mejor que un periódico para agrupar voluntades y así, en febrero, aparece Círculo científico y literario (desde 1835 venía funcionando el Ateneo científico y literario; en 1857 se disolvía la facultad científica y literaria, escindida en “Facultad de Filosofía y letras” y “Facultad de Ciencias exactas, físicas y naturales”; en 1862 ya podía formarse otro Círculo filosófico y literario de Madrid). Círculo científico y literario logra en 1854 publicar 22 entregas de su periódico, que suman 352 páginas, pero no supera un verano que trajo, con la vicalvarada, la revolución en España… aunque tal revolución se quedara en mero bienio progresista.
En enero de 1854 se difunde el Prospecto del ambicioso nuevo periódico, un periódico que pretende cubrir el vacío que, se dice, tiene el profesorado al carecer de medio propio, mientras que otros sectores, como la bolsa, las minas, la lotería o los toros, tienen su propio órgano en la imprenta. Además, Círculo científico y literario aspira a convertirse, no solo en “órgano doctrinal del profesorado”, sino también en renovador de “nuestra enmascarada literatura”, procurando darle “su carácter propio, su expresión de raza”, y en guía para la “juventud que aspira”: «Queremos, en resumen, la unidad nacional, como escuela: la unidad de la literatura como expresión: la unidad de los preceptos y estímulos como educación para la juventud. La humanidad es una como idea: es casi infinita como forma. Queremos que la humanidad que vive en España tenga facciones españolas.»
El Prospecto, impreso en las tres primeras carillas de un pliego doblado, para facilitar con una nueva doblez su conversión en carta, ofrecía la relación de redactores y “colaboradores en provincias” del nuevo periódico, en total 46 nombres, algunos de ellos de personas entonces bien conocidas. Pero, sorprendentemente, mantenía en el anonimato a su “Director redactor, El autor de los Viajes” (discreción que se extendía a otro de los colaboradores: “El autor de la poesía a Sagunto, Teruel”):
Círculo científico y literario
Sr.
Muy señor mío: Ruego a V. se sirva hacer girar entre sus amigos y relacionados el siguiente prospecto, si conceptúa que la importancia del asunto merece tal honra.
Soy de V. atento S. S. Q. B. S. M.
Prospecto
Vamos a decir en pocas palabras lo que nos proponemos hacer, y la razón que para ello hemos tenido.
Un periódico es una sabiduría particular.
La bolsa tiene un periódico: las minas lo tienen también: la lotería y los toros han alcanzado del mismo modo un órgano en la imprenta: es decir, tienen su sabiduría propia, su espíritu social, están sellados en el libro de la nación.
Cuando esto sucede, el gran cuerpo del profesorado, el estatuto del saber, los intereses fundamentales de un pueblo, porque pueblo quiere decir hombre y hombre quiere decir inteligencia: el cuerpo del profesorado (decíamos), carece de un centro de doctrina, de razón general. La mente de la escuela no ha logrado un medio de transmitirse, de elaborarse. Es una garganta sin voz, una voz sin eco.
Amen de esto, nuestra literatura ha perdido, generalmente hablando, su expresión nacional. La antigua literatura española, desposeída y flaca, nos deja ver un rostro lleno de hambre.
Los infinitos jóvenes que quieren ser algo para el porvenir, no tienen una página donde hallar un estímulo, ya que no una doctrina.
El círculo científico y literario se propone lavar estas tres manchas capitales que llevamos en medio de la frente todos los españoles, como sociedad medianamente civilizada.
1.º Servirá de órgano doctrinal al profesorado, y procurará rodearle de este prestigio que merece y reclama su trascendencia en el orden social. Al efecto, publicará los discursos inaugurales, así de universidades como de institutos, seminarios y colegios agregados. Insertará con preferencia las observaciones de los señores catedráticos, tanto acerca de las respectivas asignaturas, cuanto sobre la enseñanza en general, previo el examen de una junta revisora compuesta de profesores competentes. Dará, por último, cabida a las resoluciones más importantes del gobierno que tengan relación con la enseñanza pública, y sostendrá sus intereses como el Círculo entienda que debe hacerlo sin dejar de ser justo.
2.º Procurará dar a nuestra enmascarada literatura su carácter propio, su expresión de raza. En este sentido, la redacción será un tanto exclusiva, no porque ignore que las ideas forman una tribu universal, sino porque cree que cada hombre tiene su rostro, que cada país tiene su clima, que cada pueblo debe tener su pensamiento y su palabra. Todo mar es un mar; pero el Atlántico no es el Ponto. Todo es geografía; pero las florestas de Nápoles no son los riscos de la Alsacia. La humanidad no es más que un hombre; pero el hombre de España, no es el hombre de las Costas de oro.
Nuestra literatura debe estar tan cerca de nosotros, debe sernos tan familiar como la tierra que pisamos, como el ambiente que percibimos, como la luz que vemos. Ha de ser tan hija de nuestros fastos, de nuestra índole, de nuestra lengua, de nuestra gloria, de nuestra desgracia; tan natural a nuestros idiotismos de nación, si se quiere, como natural es que cada hombre raciocine con su discurso, que sienta con su corazón, y llore con sus ojos y ría con sus labios. ¿Cómo apellidaríamos al que entrase en casa del vecino y dijera: quiero que V. me de sus labios para reír y sus ojos para llorar y su razón para prever? Seguramente le llamaríamos loco.
La literatura de los franceses, la literatura de los Alemanes es muy buena. Lo será; pero para nosotros tiene la contra de que es suya.
La literatura de los españoles es muy mala. Lo será; pero para nosotros que somos españoles tiene la gran ventaja de que es nuestra.
La literatura de un pueblo es la razón de ese mismo pueblo expresada con arte. La flor de un árbol es la flor de ese árbol. Esto equivale a si dijéramos: queremos vivir en nuestra casa, con nuestra familia, con nuestros amigos: queremos reír con nuestros labios, llorar con nuestros ojos, discurrir con nuestro discurso. Queremos que nuestra fisonomía particular esté en nuestro semblante particular, así como la fisonomía humana está en el rostro de todos los hombres. ¿Hay una nación? ¿Hay un genio? Pues hay un libro, hay una literatura: esa literatura es la nuestra.
3.º La juventud que aspira hallará en el círculo, si no un maestro, una inteligencia que dice lo que sabe.
Queremos, en resumen, la unidad nacional, como escuela: la unidad de la literatura como expresión: la unidad de los preceptos y estímulos como educación para la juventud. La humanidad es una como idea: es casi infinita como forma. Queremos que la humanidad que vive en España tenga facciones españolas.
Este es nuestro intento. No estamos seguros de llevarlo a cumplido logro; pero el solo intento significa algo para las personas que piensan.
Parte doctrinal
El periódico constará de cuatro secciones, las cuales corresponden a las cuatro series en que nos ha parecido oportuno dividir los conocimientos.
En la primera se publicarán estudios científicos y filosóficos. –Análisis del pensamiento, puntos ideológicos, estética, ciencias naturales, materia legislativa y demás estudios de reflexión.
La sección segunda está destinada a las buenas letras. –Humanidades, historia, biografía, arqueología, genealogía, heráldica y demás ramos que pertenecen a la memoria.
La sección tercera se ha destinado a la amena literatura. –Estudios recreativos, cuadros morales, leyendas, anécdotas, poesía y demás estudios de imaginación y sentimiento.
La sección cuarta comprenderá la crítica científica, literaria y teatral, y los acontecimientos más notables por su interés presente, o por su importancia para la historia.
En la crítica, elementalmente considerada, se descubren dos caracteres muy diversos. Si lo referimos al gusto de lo bello y de lo sublime, si lo consideramos como teoría, pertenece a la sección primera. Si referimos las reglas del buen gusto a las producciones del ingenio, si la consideramos como aplicación, corresponde a la sección segunda. A pesar de esto, hemos preferido reservarla una sección aparte, para que tenga un carácter tan distinto como conviene a la influencia que ejerce hoy.
Redacción y colaboración
Director redactor, El autor de los Viajes
Redactores
Excmo. Sr. D. Alejandro Olivan, de la Academia de las tres nobles artes de San Fernando.
Excmo. Sr. D. Ángel Saavedra, duque de Rivas, de la Academia Española.
Ilmo. Sr. D. Antonio de los Ríos y Rosas, de la Academia de Jurisprudencia.
D. Antonio Cánovas del Castillo, profesor del Ateneo.
D. Basilio S. Castellanos, director fundador de la Academia Española de Arqueología.
D. Francisco de Luján, de la Academia Real de Ciencias.
D. José Amador de los Ríos, de la Academia de la Historia y de la Universidad Central.
D. Juan Bautista Alonso, de la Academia de Jurisprudencia.
D. Juan E. Harzembusch, de la Academia Española.
Excmo. Sr. D. Manuel Seijas Lozano, de la Academia de la Historia.
D. Mariano Carderera, inspector general de Instrucción Primaria.
D. Modesto Lafuente (Fr. Gerundio), de la Academia de la Historia.
D. Nicolás Castor de Caunedo, de la Academia Española de Arqueología.
Dr. D. Pedro Felipe Monlau, profesor del Instituto.
Dr. D. Pedro Mata, profesor de la Facultad de Medicina.
——
D. Antonio Aparici y Guijarro
D. Bienvenido V. Cano
D. Cristino Martos
D. Domingo Verdugo, académico honorario de la de Bellas Artes de la provincia de Canarias, y vocal de la comisión superior de Instrucción primaria de la misma.
D. Eduardo de Miranda y Ramírez.
D. Gabriel García y Tassara.
D. Gerónimo Rafael Blasco.
D. Gumersindo Laverde Ruiz.
D. Heliodoro del Busto.
Dr. D. Ildefonso Martínez.
D. Lazaro Núñez Robres.
D. Leopoldo Augusto de Cueto.
D. Manuel del Busto.
D. Manuel Ortiz de Pinedo.
D. Pedro I. Miquel.
Colaboradores en provincias
D. Aureliano Valdés Achúcarro, Oviedo.
D. Cipriano Pérez Rioja, Soria.
El autor de la poesía a Sagunto, Teruel.
D. Jaime Goig y Compagny, Alcira.
D. José Bartorelo y Quintana, Cádiz.
D. José B. Lentini, Santa Cruz de Tenerife.
D. Marcial Busquets, Reus.
D. Mariano Fonts, Reus.
D. Mateo Garza, Ponferrada.
D. Miguel Blanco, Ciudad Real.
D. Pedro Soler y Miravent, Partido de Ayamonte.
D. Pelegrín G. Cadena, Valencia.
D. Ramón H. Posada, Llanes.
D. Sebastián Real de Lara, Valladolid.
D. Tomás C. Agüero y Góngora, Santander.
Parte Material
El Círculo científico y literario constará de 16 páginas en folio, o sean 32 columnas, de papel e impresión iguales a los del presente prospecto. Verá la luz los días 8, 15, 22 y 30 de cada mes, empezando desde febrero próximo.
Precios
Madrid: llevado a domicilio, mes, 8 rs.
Provincias: franco de porte, trimestre, 24 rs.
Antillas españolas: por los cinco meses que comprenderá el tomo 1º, 80 rs.
Francia: por igual tiempo, 60 rs.
Portugal: idem, 60 rs.
Puntos de suscrición
Madrid. Librería de Monier, Carrera de San Gerónimo; y de Cuesta, calle Mayor.
Provincias. Se autoriza a los corresponsales del Sr. Mellado para que admitan suscripciones al Círculo científico y literario, mediante el 10 por 100 de comisión, y un ejemplar gratis cuando los suscriptores facilitados por su conducto excedan de 10.
También se suscribe por medio de libranzas sobre correos a favor del administrador.
Las Antillas: D. Emilio Fernández Llorente.
París: Saavedra y de Riberolles, y en la librería española, rue de Provence, núm. 12.
Portugal: secretaría de la Legación Española, en Lisboa; y en los Consulados Españoles.
Remisión de documentos y correspondencia
Los discursos inaugurales, observaciones de señores catedráticos, producciones de la juventud y demás escritos de esta índole, se dirigirán a la Junta revisora del Círculo científico y literario.
Para los avisos de suscripciones, giros y demás actos de administración, se dirigirán al administrador del Círculo.
NOTA. Para la publicación que anunciamos se hará uso de una fundición enteramente nueva.
No se admite correspondencia sin franquear.
Madrid, 1854. Imprenta de Díaz y Compañía, Plazuela del Duque de Alba, núm. 1.
Ese mismo mes de enero otros periódicos se hacen eco del Prospecto, incluso resaltando el misterio en torno al nombre del director:
«Círculo científico y literario. Así se llama un periódico semanal que va a publicarse en esta, y al cual deseamos larga vida. Su director se firma el autor de los viajes, lo cual nos hace creer que ha formado empeño decidido en que su nombre sea un misterio.» (El Coliseo, revista semanal de teatros, literatura y modas, Madrid 24 enero 1854, nº 16, pág. 7.)
«Va a empezar a publicarse un periódico científico titulado El Círculo científico y literario.» (El Heraldo, Madrid, martes 31 enero 1854, pág. 3.)
«Nuevo periódico. Va a empezar a publicarse un periódico científico titulado El Círculo científico y literario.» (La España, Madrid, martes 1 febrero 1854, pág. 4.)
En febrero dispone la redacción de un local en Madrid, en la calle Torrecillas del Leal, número 14, cuarto principal; desde la cuarta entrega se omite informar del domicilio, pero al terminar mayo anuncian que “La Redacción del Círculo se ha trasladado a la calle de Mesón de Paredes, número 50, cuarto principal de la izquierda, a donde se dirigirá la correspondencia.” (entrega 16, página 256).
Conoce tres imprentas este periódico en su corta vida: la Imprenta de Díaz y Compañía, Plazuela del Duque de Alba, núm. 4 (el prospecto y las tres primeras entregas), la Imprenta de la Biblioteca Nueva, calle de las Infantas, núm. 17 (entregas 4 a 16), y la Imprenta a cargo de Juan Nuñez Amor, calle de las Conchas, núm. 3 (que desde la entrega 21 es Imprenta de Don Tomás Núñez Amor, en el mismo sitio).
La primera entrega del periódico Círculo científico y literario se abre con una lírica “Introducción”, humanista y existencial (“Si queremos subir hasta nosotros mismos, divinicemos la humanidad, ese mártir inmenso de los siglos”), alegato del redactor y abogado Juan Bautista Alonso (1801-1879), que diez años antes había dejado de ser diputado en Cortes (pero que volvería a serlo ocho meses después, por Pontevedra). Sigue otro alegato, que firma el “Autor de los viajes”, en forma de “Carta al Excmo. Sr. Marqués de Molins”, es decir, a Mariano Roca de Togores (1812-1889), primer ministro de Fomento en 1847 y a la sazón ministro de Marina, reclamando un Ministerio de Instrucción Pública como primera condición para intentar sanar a España («¿Pero está la nación atrasada? ¿Está el pueblo español realmente enfermo? Sí, señor: está enfermo, está muy enfermo porque tiene un cáncer en la cabeza.»).
«Publicación. Hemos visto el número primero del Círculo científico y literario, periódico que, como su nombre indica, se dedica exclusivamente a la prosperidad y adelanto de las ciencias y las letras, redactado con acierto e inteligencia. Figuran como redactores los señores don Joaquín de Lema, director, don Antonio Rafael de Poó, don Manuel Villechenoux, don Primitivo González Осаmро, y don Federico de Castro, jóvenes de carrera y muy ilustrados.» (La Nación, periódico progresista constitucional, Madrid, jueves 23 de febrero de 1854, pág. 2.)
Adviértase cómo La Nación, en este suelto, atribuye la dirección del Círculo científico y literario a don Joaquín de Lema, y menciona otros cuatro nombres de “jóvenes de carrera y muy ilustrados”, ninguno de los cuales figura en el Prospecto (nombres que tampoco aparecerán, ni siquiera como autores, en texto alguno del periódico). ¿Simple confusión o error de La Nación? ¿Desinformación interesada, quizá alusión a alguna escisión o enfrentamiento previo a la aparición del periódico?… No lo sabemos, por ahora.
En marzo, en la séptima entrega, el director y casi todos los redactores que figuraban en el Prospecto, contestan –de hermano a hermano, de pueblo a pueblo, de hombre a hombre– a un (presunto) parisino que en su carta, desde “más allá de los Pirineos”, había deslizado briznas de una grandeur intolerable: «siempre será conveniente que España no permanezca muda al llamamiento de la civilización… siempre será bueno que la España penetre en el corazón de un siglo de grandes creaciones…». Firman la amable respuesta al tal “Alberto de Saint-Leon”:
«El Director, Autor de los Viajes. = Redactores, Alejandro Oliván. = Ángel de Saavedra, Duque de Rivas. = Antonio de los Ríos y Rosas. = Basilio Sebastián Castellanos. = Francisco de Lujan. = José Amador de los Ríos. = Juan Bautista Alonso. = Juan Eugenio Hartzembush. = Manuel Seijas Lozano. = Mariano Carderera. = Marqués de Auñón. = Modesto Lafuente. = Pedro Felipe Monlau. = Pedro Mata. = Bienvenido V. Cano. = Cristino Martos. = Domingo Verdugo. = Eduardo de Miranda y Ramírez. = Gabriel García Tassara. = Gerónimo Rafael Blasco. = Gumersindo Laverde. = Heliodoro del Busto. = Ildefonso Martínez. = Julio de Eguilaz. = Lázaro Núñez Robres. = Leopoldo Augusto de Cueto. = Manuel del Busto. = Manuel Ortiz de Pinedo. = Pedro Isidro Miquel.» (“Documento notable”, 22 marzo 1854, número 7, págs. 97-98.)
¿Por qué Antonio Cánovas del Castillo, Nicolás Cástor de Caunedo y Antonio Aparisi Guijarro, que figuraban desde el Prospecto como redactores, no suscriben esa respuesta? Al no aparecer luego en el periódico ningún texto suyo, cabe sospechar que aquella presencia en el Prospecto hubiera sido más o menos forzada… pero también que los otros figurantes siguieron aceptando prestar su nombre.
“El autor de los Viajes” (Roque Barcia no se identificará con ese rótulo hasta un año después) se queja, en la octava entrega, del comportamiento de alguno de los rectores de las diez universidades, a los que fue enviado el Prospecto para su difusión entre los catedráticos universitarios. Por la “Contestación a las comunicaciones de algunos señores rectores de Universidad” puede advertirse la distorsión de la realidad que sufría el señor director, y las pretensiones que atribuía, con la soberbia y petulancia de un iluminado, además desde un pseudónimo, a lo que no pasaba de ser el modesto periódico de un círculo embrionario.
Esa misma entrega publica los nombres de once “Nuevos colaboradores del Círculo”, de los que sólo tres son de Madrid (dos de ellos, por cierto, ya firmantes de la contestación al señor francés, entre ellos el señor Marqués de Auñón, es decir, Enrique Ramírez de Saavedra, hijo del Duque de Rivas, redactor desde el prospecto):
«Nuevos colaboradores del Círculo. D. José Vidal Botella, Alcoy. D. Carlos Navarro, Alicante. D. Ángel Izquierdo, Partido de Ayamonte. D. José Deciré Dugour, Canarias. Dr. D. José María de León, id. D. Juan M. S. de la Campa, Cuenca. D. Joaquín Gaite, Cuenca. Sra. Doña Robustiana Armiño, Gijón. Sr. Marqués de Auñón, Madrid. D. Julio de Eguilaz, id. D. José Morón Liminiana, id.» (CCL, 31 marzo 1854, nº 8, pág. 128.)
El Prospecto definía cuatro secciones (“estudios científicos y filosóficos”, “buenas letras”, “amena literatura”, “crítica”), pero con la cuarta entrega se introduce una “sección universitaria”, con un comentario crítico sobre el Real decreto de 17 de febrero de 1854, donde se defiende a los catedráticos de instituto, propietarios e interinos, frente a los catedráticos de facultad, a quienes el decreto concede el grado de licenciado en filosofía. Esta nueva sección no queda muy bien definida, a pesar de la advertencia que inicia la novena entrega:
«Advertencia. Esta Redacción ha determinado que, a contar desde el presente número, la Sección universitaria comprenda la copia literal, o el extracto, según las circunstancias, de Reales órdenes sobre Instrucción pública, disposiciones reglamentarias, planes de estudio, traslaciones, provisiones, jubilaciones, vacantes y demás actos del personal con relación al Profesorado, evitando de esta manera a los señores profesores la necesidad de suscribirse a otro periódico para estar al corriente de las noticias de su ramo. A las reales órdenes y demás documentos sobre enseñanza, seguirá su examen concienzudo, a juicio de los señores catedráticos o de la Redacción. Advertimos, por último, que la inserción de los antecedentes de oficio no excluirá la de los artículos doctrinales, elaboraciones propias del Círculo, puesto que la modificación que anunciamos tiene por fin acomodar más este periódico a las necesidades de la escuela; pero de ningún modo desvirtuarle como tendencia y como pensamiento.» (CCL, 8 abril 1854, nº 9, pág. 129.)
En la entrega 19 se anuncia la incorporación de cuatro nuevos colaboradores (que, de hecho, nuna llegarán a colaborar):
«Nuevos colaboradores. Son colaboradores del Círculo, mediante la aprobación de composiciones presentadas: Doña Victoria Ventoso, Canarias. Doña Emilia A. Mijares, Oviedo. Don Antonio Mestres, Madrid. Don Timoteo Alfaro, Cervera del río Alhama.» (CCL, 23 junio 1854, nº 19, pág. 304.)
El joven Gumersindo Laverde Ruiz, años después mentor del joven Marcelino Menéndez Pelayo, tenía dieciocho años cuando adopta a Barcia como esperanza y guía de su atormentada existencia, y siempre se tuvo por cofundador del Círculo científico y literario:
«1854 es el año de la Huelga General de Barcelona, del hambre en Asturias, donde las autoridades encerraban a los mendigos para evitar males mayores, e imponían una multa de 24.000 reales al editor del Manifiesto del hambre firmado por el marqués de Camposagrado, el año de la vuelta de Sanz del Río de su retiro en Illescas. Laverde, que por edad podría ser ya bachiller, se ha trasladado a Madrid. Su ánimo está atribulado, quizá por algún romántico mal de amores, quizá por alguna profunda crisis espiritual desencadenada al descubrir los ambientes y la agitación de ideas de la capital. Desde allí, en febrero, pide el beneplácito de sus padres para irse cuatro o cinco años a La Habana o a Puerto Rico, y con las ganancias volver y terminar la carrera. Estos se oponen y Laverde se desahoga con sus progenitores, denotando desesperación y cierto aire macabro: “Tal vez VV. creerán que tal propuesta era hija de desafecto a las letras, siendo así que nunca les he tenido tanta afición como ahora; era un sacrificio voluntario que quería imponerme para aliviar a VV. y aliviarme a mí mismo de la melancolía que me abruma y que probablemente me seguirá abrumando mientras ciertas circunstancias no varíen, que es muy dudoso. ¡Si ustedes supieran cuanto he llorado en la soledad y el silencio de las noches! Pero en fin, ya que VV. se oponen, no hay más que hablar. Que yo me vaya consumiendo lentamente al impulso de sentimientos que tengo que ahogar en el corazón, es cosa que a VV. les causará hartas lágrimas, cuando ya no tenga remedio.” También les informa de sus actividades: “Mucho me duele que ustedes crean que yo tengo amistades con estudiante alguno ni bueno ni malo, pues como no sea en cátedra con los que tengo al lado, con nadie hablo. Les voy a decir lo que hago todos los días. A las diez me levanto, a ver a Barcia, al editor de las obras del Duque de Rivas, a D. Juan D. Herrero; a las once y once y media me voy a cátedra; de allí o me voy a casa o voy a la biblioteca hasta la una y media, hora de comer, a las dos y media o tres salgo a pasear o a casa de Barcia, o ambas cosas, hasta las 4 y 1/2 o 5 en que me retiro a casa. Por lo demás yo no he perdido las esperanzas del mismo periódico; en el número 3º sale una biografía mía” (carta desde Madrid, 27-II-1854).
El periódico mencionado es el Círculo científico y literario, que tres días antes de la fecha de esa carta, el 24 de febrero, publicaba una glosa de Luisa Sigea de Velasco, la escritora toledana del siglo XVI que estuvo al servicio de la infanta doña María de Portugal (si al joven Laverde le oprimían amores, nos inclinamos a suponer que la causante de la congoja sería hembra de su época, y no una veterana como la Sigea). Digamos ya que una de las actividades permanentes de Laverde fue la de ir formando un Diccionario de mujeres escritoras españolas, proyecto que dejo inconcluso, aunque debemos suponer iniciado tan temprano como el curioso interés por Luisa Sigea. En abril y mayo, en la misma revista publicó Laverde, en dos partes, un comentario a lo que se llevaba publicado de las Obras completas del Duque de Rivas, Angel de Saavedra Ramírez, por la Real Academia (5 vols., 1854-55), que menciona en la carta. Y, lo más interesante, y por lo que apuntábamos antes una posible crisis intelectual atormentando su espíritu: mañana y tarde solía ir a casa de Barcia.
Laverde, trasplantado a Madrid, ha cambiado de cohorte. Del ambiente católico tradicionalista en que se marchitaba en Oviedo, en Madrid nos aparece injertado (coincidiendo con el bienio, 1854-1856) en un entorno totalmente diferente. Barcia es, sin duda, Roque Barcia (de quien en el artículo de 1856 llega a vaticinar no sin cierta pasión: “tenemos fundamento para creer que con su publicación [del sistema en el que venía trabajando hacía años Barcia] se colocará entre los más eminentes filósofos del siglo presente”), y que era, además, editor del periódico o revista donde decíamos estrenó su pluma Laverde en Madrid, y del que (en su autonecrológica) se presenta co-fundador, el Círculo científico y literario. Ignoramos el mecanismo de conexión de Laverde con el sevillano Roque Barcia (en la carta a sus padres se refiere a él con cierta familiaridad; Barcia es topónimo y apellido presente en Asturias). Barcia (el pan-sevillanista Méndez Bejarano es culpable de que se le asocie a un hegelianismo panteísta), era doce años mayor que Laverde y en aquellos momentos debía estar preparando sus obras Cuestión pontificia y La verdad y la burla social publicadas en 1855, o Filosofía del alma humana (Gerona 1856) y Catón político publicado en 1856 con prólogo de Castelar; en 1861 su corrosiva obra El Progreso y el Cristianismo sería nada menos que recogida y quemada; antes de retirarse a la filología (su famoso Diccionario etimológico de la lengua castellana) tuvo una apasionante vida política (director del periódico El Demócrata andaluz, excomulgado por el Obispo de Cádiz, participación activa en la revolución del 68, acusado y declarado inocente de complicidad en el asesinato de Prim, cabecilla de la sublevación de Cartagena, exiliado en Portugal y París, &c.).» (Gustavo Bueno Sánchez, “Gumersindo Laverde y la Historia de la Filosofía Española”, El Basilisco, nº 5, 1990.)
De hecho fue Gumersindo Laverde, en junio de 1853, nueve meses antes de la aparición del Círculo, de los primeros en mencionar al misterioso “Autor de los viajes” (alias que aparece a principios de 1853 en polémica estética con Pedro Mata), citando unos versos suyos al frente de un poema, “El delirio del poeta”, que dedica “A la distinguida poetisa doña Robustiana Armiño de Cuesta” y publica en otro periódico también científico y literario: «¿Y no veré la luz del rubio Apolo? / ¿Quién me sujeta a la terrible valla? / Muero, me dejan solo, / El Universso calla!! / El Autor de los Viajes.» (Album de la Juventud, periódico científico y literario, Oviedo, 26 de junio de 1853, nº 4, pág. 5). Lo que prueba un contacto temprano entre Laverde y Roque Barcia, vínculo que se confirma en noviembre de 1853: “El apreciable literato Autor de los Viajes nos remite desde Madrid la presente composición, honrando con ella las columnas de nuestro periódico”; versitos que El Autor de los Viajes dedica “A los apreciables escritores D. Gerónimo R. Blasco, D. Eduardo M. y Ramírez, y D. Gumersindo Laverde Ruiz” (“La Gloria”, Album de la Juventud, periódico científico y literario, Oviedo, 13 de noviembre de 1853, nº 24, pág. 7).
Roque Barcia, en 1855, decide desvelar su alias anterior al anunciar nuevos folletos: «Cuestión pontificia, por D. Roque Barcia (autor de los Viajes), Prospecto […] La Verdad Social, por don Roque Barcia (Autor de los Viajes), Prospecto…» (El Genio de la Libertad, Palma de Mallorca, 15 de mayo de 1855, pág. 4.); aunque los “pensamientos” del Autor de los viajes seguirán adoctrinando durante cierto tiempo:
«Pensamientos. 1.º El objeto de las Bellas-artes es hacer sentir. Bajo este punto de vista, la mujer es la Bella-arte por excelencia. 2.º Una mujer sin hombre es como un hombre sin profesión: vive al acaso. 3.º Apenas hay nación que no sea famosa por haber producido dos grandes hombres en ciencias, letras, armas o artes: dos filósofos, dos matemáticos, dos jurisconsultos, dos guerreros, dos pintores, dos poetas. Todavía la historia no nos habla de un solo pueblo que sea célebre por haber producido dos amigos. Esta verdad es una de las cosas que hacen gestos más desagradables a nuestra raza. Difícilmente nacen Augustos y Mecenas; pero en despique el mundo está lleno de Silas y de Marios. 4.º El vicio que produce la inacción, aplicada al cuerpo, se llama parálisis: a la inteligencia, idiotismo: al corazón, insensibilidad. El Autor de los viajes.» (El Turia, periódico de recreo y de avisos, Teruel, jueves 10 de enero de 1856, nº 3, pág. 2.)
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