Fiesta de la RazaTeatro Real de Madrid · 12 octubre 1924
Poesía de D. Raúl Contreras (salvadoreño), leída por el autor
A España
Madre vieja y gloriosa, madre altiva y pujante
que ofuscaste el reflejo de la luna menguante
con la luz cegadora de tu espléndido Sol,
y, por dar a otro mundo tu alma fuerte y bravía,
en las vastas montañas de la América mía
injertaste la savia del orgullo español.
Si la indígena flecha se embotó en la coraza
y en la lid vencedora fue tu hispánica raza,
dos progenies en una se fundieron después;
¡si aborígenes somos, nuestra sangre es ibérica,
mitad alma de España, mitad alma de América,
en nosotros reviven Moctezuma y Cortés!
Porque somos tus nietos nuestra estirpe es preclara.
Eres ala materna que nos cubre y ampara,
y los hondos latidos de tu gran corazón
hallan eco en el nuestro, donde hierve y palpita
el calor generoso de tu sangre bendita
y la hidalga nobleza de tu invicto blasón.
¡Salve España! Por grande, por hermosa y por buena,
tu renombre en la historia del planeta resuena
con la nota sonora de un guerrero clarín;
como nadie atrevida, por ninguno igualada,
con la cruz en el pecho y en la diestra la espada,
recorriste, del mundo, triunfadora, el confín.
¡Salve España, que evocas la gloriosa leyenda,
la epopeya admirable de una hazaña estupenda
que, en los siglos futuros, será luz de tu ayer!
Sembradora profícua de la eterna simiente,
en exúberos campos, a tu soplo potente,
un jardín de heroísmos empezó a florecer…
En distantes países, en umbrosas montañas,
sobre picos monstruosos de rugientes entrañas,
se vió a todos, los vientos, tu bandera flotar,
y las frágiles proas de tus tres carabelas
imprimieron, audaces, luminosas estelas
en el lomo crispado del Atlántico mar. [24]
¡Salve España! En el alma de la América vibra
el hervor idealista que injertaste en su fibra,
tus virtudes excelsas, tu indomable valor;
y por ser de tu tallo los legítimos brotes,
vuelta el alma a la aurora, como nuevos quijotes,
hilvanamos quimeras y locuras de amor…
Te calumnian, ¡oh madre!, te denigran aquellos
que se sienten cegados por los áureos destellos
de tu altísimo nombre, diademado de luz,
los que envidian tus hechos legendarios y grandes
y tus bravos marinos y tus tercios de Flandes
y el flamígero rayo que brilló en tu arcabuz.
¿Quién, osado, podría deslustrar tu nobleza?
¡Sólo España ha podido realizar la proeza
de violar el arcano de los mares, en pos
de un fantástico ensueño, de una enorme utopía,
desafiar a lo ignoto, sin más brújula y guía
que el valor de su pecho y el amparo de Dios!
¡Sólo España ha podido, manejando un arado
gigantesco, en las tierras del dormido pasado
abrir surcos en donde germinó el porvenir;
ser la fuerza creadora, ser el vientre fecundo
que al dar vida a los pueblos que componen un mundo,
en la nueva progenie quiso su alma exprimir!
Alma noble y heroica que animó a la materia;
en nosotros subsiste la arrogancia de Iberia
que ni puede quebrarse ni se dobla jamás,
corazones fundidos en los mismos crisoles,
en el trópico virgen somos indo-españoles,
somos raza que triunfe del futuro quizás.
¡Porque alienta en nosotros el vigor de los bravos
que en Sagunto cayeron para no ser esclavos
y en Pavía mostraron la fiereza de un león;
porque quienes cruzaron hondos mares y cielos
–argonautas sublimes– fueron nuestros abuelos,
en la audaz odisea de Cristóbal Colón!
Nada importa que ahora sin tutela vivamos,
si a tu pecho amoroso siempre unidos estamos,
como el hijo a la madre, por un lazo filial,
¡si tenemos por nuestras tus hazañas brillantes,
si el idioma en que hablaron Calderón y Cervantes
es también nuestro idioma, nuestra lengua inmortal!
Nuestros viejos volcanes con su voz rugidora
–colosales trompetas– te saludan ahora…
Ellos vieron el casco del guerrero español
y su fuerte armadura y su férrica talla
y, a sus pies, contemplaron, en sangrienta batalla,
empaparse la tierra de fraterno arrebol. [25]
Ellos vieron, impávidos, desfilar la conquista…
(¡No hay poder que a las armas castellanas resista;
son de un dios invisible la afilada segur;
a su empuje, los tronos caen rotos por tierra,
y en el llano, en la cumbre, se oye un grito de guerra
que estremece a la América, desde el Norte hasta el Sur!
Moctezuma, Atahualpa, Nicarao, Lempira…
El autóctono imperio del indígena expira,
que Cortés y Pizarro, son como un huracán;
a su paso destrozan, hunden, matan y hieren
y, cual mieses segadas son los indios que mueren,
altivando su gesto, como Caupolicán.)
Mas, de aquella conquista que de un mundo fue cuna,
¡sólo quedan dos razas confundidas en una
pregonando la gloria de una empresa viril!
¡Nuevo día despunta, cuyos tibios albores
doran ya los picachos donde anidan condores,
los picachos a donde nunca trepa el reptil!
A la sombra inviolada de un boscaje de lauros,
bajo el sol de los trópicos, duermen ya los centauros
cuyos cascos hicieron nuestras selvas temblar;
¡ya no brillan al aire los desnudos aceros,
las pesadas tizonas de los bravos guerreros
que, buscando fortuna, se lanzaron al mar!
¡Pero viven sus almas, que es el alma de España!
¡Veinte pueblos nacieron de la homérica hazaña!
¡Veinte pueblos son fruto de la hispánica vid!
¡Comunión de la sangre que agiganta la idea
que perdura en los tiempos y el espíritu crea
de un Bolívar, que tiene la pujanza del Cid!
¡Salve España! Tu suelo, por los dones que encierra,
es como un paraíso transportado a la tierra,
un oásis de amores donde crece el laurel;
tus canciones son ecos de profundas saudades,
e ilumina el espíritu de tus viejas ciudades
vino, canto, heroísmo, luz, mujeres y miel…
¡Salve madre gloriosa! ¡Salve España triunfante!
Mientras haya en la América un poeta que cante
y unos labios que recen en idioma español,
mientras vivan los pueblos, que el sajón amenaza,
¡no habrá raza más grande que tu ibérica raza,
ni habrá luz que más brille que la luz de tu Sol!
{Festival celebrado en el Teatro Real de Madrid, el día 12 de octubre de 1924,
para solemnizar la Fiesta de la Raza, Imprenta Municipal, Madrid 1925, páginas 23-25.}