Filosofía en español 
Filosofía en español

Historia del Partido Comunista de España1960


 
Capítulo segundo ☭ La República

Hacia la victoria electoral

En el otoño de 1935, hizo crisis el proceso de quebrantamiento y descomposición del bloque gobernante CEDA-Partido Radical, bloque carcomido por agudas contradicciones internas.

En octubre fueron puestos al descubierto una serie de escándalos, como el «estraperlo» y otros, que tuvieron serias repercusiones políticas, porque constituían pruebas tangibles e inocultables de la podredumbre en que estaban enfangados los principales personajes del gobierno. El Partido Radical, pieza clave de la mayoría gubernamental, entró en una fase de rápida disgregación. El desprestigio del Gobierno y de las Cortes llegó a su apogeo. El Presidente de la República, bajo la presión del movimiento de masas que se levantaba en todo el país, disolvió las Cortes y convocó a nuevas elecciones para febrero de 1936.

Se confirmaban así las previsiones del PCE. Las masas, con su unidad y su movilización, habían impedido que la reacción se consolidase en el Poder. Habían impuesto la [107] celebración de nuevas elecciones. Se abría la posibilidad de restablecer una situación democrática por vía pacífica y electoral.

Gracias a los progresos de la unidad socialista-comunista y de la unidad sindical, al fortalecimiento de las Alianzas, a la creación de muchos Comités locales del Frente Popular, la unidad de las masas obreras y populares tomaba cada vez mayor consistencia, se plasmaba incluso en formas orgánicas.

Sin embargo, el movimiento de masas carecía aún, sobre todo en el plano nacional, de una dirección coordinada. En él confluían las actividades de los partidos republicanos, del PSOE y de nuestro Partido, pero no se había podido crear un Frente o Bloque Popular de todos los partidos antifascistas, pese a los esfuerzos desplegados por el Partido Comunista en ese sentido.

La perspectiva de la celebración de elecciones aceleró las cosas. La propia ley electoral, de carácter mayoritario, aconsejaba las coaliciones.

Los partidos republicanos consideraban necesario aliarse con el Partido Socialista y no podían desconocer la fuerza del Partido Comunista de España. Había pasado mucha agua bajo los puentes, y el Partido Comunista de 1936 no era el de 1931: representaba una fuerza política de primer rango, a la que no era posible ignorar.

En el PSOE la presión unitaria de la base era fortísima; la izquierda tenía buenas relaciones con el Partido Comunista e incluso los centristas eran favorables a la entrada de los comunistas en una amplia coalición electoral.

Después de largas negociaciones, entorpecidas por los dirigentes conservadores del republicanismo, se llegó a la elaboración de un Pacto, firmado a mediados de enero de 1936. El hecho de que se le diese el nombre de «Pacto del Bloque Popular» era un reconocimiento explícito de la influencia arrolladora que había adquirido la política del Partido Comunista.

Puntos esenciales del Pacto eran: la amnistía para los 30.000 presos políticos que seguían encarcelados, la exigencia de responsabilidades por los crímenes reaccionarios cometidos en Asturias, asentamientos y otras medidas en pro de los campesinos, restablecimiento de las libertades democráticas [108] y de las normas constitucionales, rebaja de impuestos y tributo en favor de los pequeños y medios comerciantes e industriales. aumento de los salarios, &c.

Pero el programa tenía importantes lagunas; la principal era que no planteaba claramente el problema de la reforma agraria.

No obstante, el Partido decidió firmar el Pacto del Bloque Popular, junto con el PSOE, Izquierda Republicana, Unión Republicana, y otras fuerzas de menor significación.

El PCE consideraba que, por importante que fuese el texto del programa, más importante aún era crear un frente común de lucha contra el fascismo y abrir así ancho cauce a la acción unida de las masas para la batalla electoral y para las etapas ulteriores.

El Partido Comunista hizo asimismo otras concesiones importantes para facilitar la conclusión del Pacto del Bloque Popular. Por ejemplo, el porcentaje de candidatos comunistas a diputados era considerablemente inferior a la fuerza real del Partido.

En opinión de los dirigentes republicanos y, en parte, de los socialistas, el Bloque Popular no era ni más ni menos que una coalición electoral y, sin duda, las motivaciones y necesidades electorales desempeñaron un papel no despreciable en la conclusión concreta del Pacto. Pero eso no era más que un aspecto superficial de la cuestión. En realidad, no era posible separar el Pacto del Bloque Popular de los tenaces esfuerzos del Partido Comunista, durante casi un año, en pro de la creación de un gran movimiento unitario para la lucha contra el fascismo. Las masas veían con razón en el Pacto del Bloque Popular la culminación de ese gran proceso de agrupamiento y de movilización de las fuerzas populares, que se había desarrollado a lo largo de 1935. Nadie podía negar que el alma de todo ese movimiento había sido el PC.E.

Independientemente de la voluntad de tales o cuales de sus firmantes, el Pacto del Bloque Popular era más que una coalición electoral; era un instrumento de unidad de las fuerzas obreras y democráticas para la lucha –electoral y poselectoral– contra el fascismo y por la democracia.

La campaña electoral se desarrolló en un ambiente muy [109] tenso. Las de febrero de 1936 no eran unas elecciones «corrientes». Eran una gran batalla política con la que se trataba de cerrar el paso al fascismo y de asegurar el desarrollo de la democracia en nuestro país. En el curso de la preparación de las elecciones se multiplicaron por toda España los Comités del Bloque Popular.

La política de Frente Popular tuvo grandes repercusiones entre los obreros de la CNT. Comprobaban éstos prácticamente que, mediante la lucha política, mediante la participación en las elecciones, podían contribuir a la liberación de los presos de Octubre, a la eliminación del Poder de las fuerzas reaccionarias.

El principio anarquista del «apoliticismo» y del «abstencionismo electoral» entraba en conflicto abierto con los sentimientos revolucionarios de los obreros cenetistas, con su voluntad de luchar contra el fascismo por la defensa de sus intereses de clase. Los dirigentes anarquistas que propugnaron hasta el fin el principio abstencionista quedaron aislados. Otros dirigentes tomaron una actitud más flexible y realista. Y la gran masa de los obreros cenetistas participó en las elecciones dando su voto al Bloque Popular.

Este paso tenía un profundo significado. La diferencia con lo ocurrido en 1933 era patente: entonces, los socialistas y los comunistas habían ido divididos a la contienda, y los primeros aparecían incuestionablemente como la principal fuerza obrera que participaba en las elecciones. En 1936, las cosas eran muy otras: socialistas y comunistas marchaban juntos. La influencia del Partido Comunista era ya considerable. La política de Frente Popular estaba impregnada de un espíritu nuevo en el que se combinaba la defensa de la democracia con la promoción de la clase obrera a un lugar cada vez más destacado en la vida nacional. Los hechos demostraron que esta política –y no la reformista– llevaba a los obreros anarquistas a comprender la necesidad de abandonar los dogmas «apolíticos» y «abstencionistas».

La participación conjunta de los obreros socialistas, comunistas y anarquistas en la batalla electoral de 1936, aunque no se firmó ningún acuerdo entre las organizaciones, fue un gran paso unitario. [110]

Las elecciones dieron la victoria al Frente Popular, que obtuvo 268 diputados (158 republicanos, 88 socialistas, 17 comunistas), contra 205 de la derecha y del centro.

Una ola de entusiasmo recorrió el país de punta a punta. Las elecciones no eran sólo la victoria de una coalición. Eran la victoria de una política, de la política de Frente Popular. Las masas, que desde 1931 habían sufrido fracaso tras fracaso, comprobaban ahora prácticamente que el camino de la unidad era el de la victoria. Ello significó un cambio en la conciencia política de la clase obrera y de extensas capas populares.

El triunfo del Frente Popular en España tuvo una enorme repercusión en el mundo entero. Vino a confirmar y acentuar un proceso que se venía gestando desde la subida de Hitler al Poder y, sobre todo, a partir de la insurrección de Asturias en Octubre de 1934: el desplazamiento hacia España del frente fundamental de la lucha contra el fascismo en los países capitalistas de Europa. En España, a consecuencia sobre todo de las supervivencias feudales, se habían agudizado considerablemente las contradicciones de clase; se desarrollaban con ímpetu el movimiento campesino y los movimientos nacionales de Cataluña, Euzkadi y Galicia; existía un proletariado industrial y agrícola numeroso, dotado de una formidable energía revolucionaria, templado en experiencias tan valiosas como el movimiento de octubre de 1934 y el triunfo del Frente Popular. Estos factores imprimieron a la lucha antifascista en España una extraordinaria amplitud, situándola en un puesto de singular importancia en el conjunto de la lucha mundial entre la democracia y el fascismo.

Historia del Partido Comunista de España, París 1960, páginas 106-110.