Filosofía en español 
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Historia del Partido Comunista de España1960


 
Capítulo tercero ☭ La guerra nacional revolucionaria

Entrada del Partido Comunista en el gobierno de Frente Popular.
El Quinto regimiento

La continuación de la guerra agravaba la situación en la zona republicana. Los gobernantes de la República se sentían en cierta manera desbordados por los acontecimientos.

Encargado de formar gobierno, el dirigente socialista Largo Caballero exigió la colaboración de los comunistas, sin lo cual el jefe socialista declaraba no estar dispuesto a asumir las responsabilidades gubernamentales.

Con lealtad y sinceridad había prestado el Partido Comunista apoyo y respaldo al Gobierno Giral, y estaba dispuesto a seguírselos prestando en la misma forma a cualquier otro gobierno republicano que estuviese decidido a oponerse a la agresión fascista y a defender la República.

Pero en las graves circunstancias en que se había planteado la crisis y ante la insistencia de Largo Caballero acerca de la participación comunista en el Gobierno, el Partido accedió a entrar en él y compartir de un modo directo con los socialistas y los republicanos las responsabilidades del [140] ejercicio del Poder, y nombró como representantes suyos en el Gobierno a Vicente Uribe y Jesús Hernández. {(1) Jesús Hernández fue expulsado del Partido en 1944 por su actividad contrarrevolucionaria.}

La aceptación de compartir la responsabilidad del Gobierno no entrañaba renunciar a la independencia política del Partido. En una asamblea pública celebrada en Madrid, el PCE expuso los puntos esenciales del programa político que se proponía defender dentro del Gobierno. Eran, en resumen, éstos: ganar la guerra, resolver los problemas de la revolución democrática y robustecer la unidad de todas las fuerzas populares.

¿Pretendía el Partido entonces establecer el comunismo en España? La actividad del Partido y su programa contestan a esa pregunta con una rotunda negativa.

Jamás ha ocultado el Partido que su objetivo es el establecimiento del socialismo, como primera etapa de la sociedad comunista.

Pero, en las condiciones de la guerra contra la agresión fascista a la República, cuando todas las fuerzas democráticas luchaban unidas para detener el avance del fascismo, en ningún momento entró en los cálculos del Partido forzar la situación y cambiar el carácter de la guerra, como trataron de hacerlo los trotskistas y fascistas.

El Partido Comunista es un partido de revolucionarios y por ello es consecuente en sus compromisos y fiel a sus aliados. Por otra parte, la situación para el establecimiento del comunismo no se crea a voluntad de los comunistas. Y el período de la guerra contra el fascismo, en el que era tan necesaria la unidad de todas las fuerzas democráticas, no era el más a propósito para plantearse el establecimiento del comunismo. Si así lo hubiera hecho el Partido, el Frente Popular se habría roto automáticamente y la continuación de la resistencia a la agresión militar fascista hubiera sido imposible.

Por ello, y a pesar de que a disposición de las unidades militares mandadas por comunistas, al igual que a disposición de las otras unidades del Ejército Popular, había cañones, [141] tanques, aviones, decenas de Millares de soldados, nuestro Partido permaneció fiel a sus compromisos y fue el más abnegado defensor de la República democrática.

La constitución del Gobierno Largo Caballero con la participación en él de los comunistas fue un hecho de extraordinaria importancia en la vida de la República.

El nuevo Gobierno, que no era un Gobierno socialista ni comunista ni anarquista, sino el Gobierno del Frente Popular, en su expresión más amplia, con la participación en él, junto a la clase obrera, de los partidos republicanos y nacionalistas burgueses vascos y catalanes, significaba que el proletariado pasaba a asumir un papel más importante en la dirección de la revolución democrático-burguesa.

Hasta la constitución del Gobierno Largo Caballero, los anteriores habían sido Gobiernos de los partidos republicanos apoyados por el Frente Popular. Desde la formación del Gobierno de Largo Caballero, los que se sucedieron hasta el final de la guerra fueron Gobiernos del Frente Popular propiamente dicho.

La entrada del Partido en el Gobierno republicano, era una experiencia nueva y valiosa en la historia de los Partidos Comunistas.

En el Gobierno, como desde fuera de él, nuestro Partido defendió los intereses populares y mostró su capacidad para organizar y orientar la lucha.

La República quedó sin Ejército. El Partido Comunista no se limitó a propugnar la necesidad de crear uno nuevo, sino que empezó a crearlo prácticamente apenas iniciada la guerra con las formaciones que constituyeron el 5º Regimiento de Milicias Populares.

El pueblo cantaba a la actividad del Partido:

El Partido Comunista,
que es en la lucha el primero,
para defender a España
formó el 5º Regimiento.
[142]

Esta organización famosa, orgullo legítimo del Partido y del pueblo, llegó a contar con 70.000 combatientes, voluntarios todos ellos.

No era el 5º Regimiento una «milicia de comunistas», sino una gran milicia popular antifascista. Con su ejemplo contribuía prácticamente a realizar la unificación de las milicias de partido o sindicato en una milicia única que sirviera de base al Ejército Popular.

El 5º Regimiento fue el embrión del Ejército del Pueblo, de tipo regular, por la creación y desarrollo del cual luchó con tenacidad incansable el Partido Comunista, y él echó en realidad los cimientos de los más importantes servicios que constituían la armazón de la nueva organización militar: Estado Mayor, Transporte, Enlaces, Intendencia y Sanidad.

En el 5º Regimiento empezó a aplicar el Partido Comunista su política orientada a resolver eficazmente uno de los más difíciles problemas planteados en el terreno militar: el de dotar de cuadros de mando al naciente Ejército del Pueblo.

Los postulados esenciales de esa política que, aunque con retardos y cortapisas, se impuso a todos por su acierto y su realismo, fueron los siguientes: la utilización de los mandos que iban surgiendo del pueblo en los puestos a los que eran elevados por los propios combatientes; el desarrollo de un amplio trabajo de preparación y educación militar de nuevos cuadros, surgidos también del pueblo; la utilización simultánea en el nuevo Ejército de todos los antiguos militares fieles a la República; el nombramiento de comisarios políticos en todas las unidades de las fuerzas armadas.

No escasearon los dirigentes anarquistas y socialistas de derecha y de izquierda que, con las más inconsistentes y contradictorias razones, pública o solapadamente, combatían esa política propugnada y practicada por el Partido; unos afirmaban que el Partido Comunista quería «reproducir el viejo Ejército por odio a la ideología de las milicias» y aducían, demagógicamente: «España es el país de las guerrillas y para nada necesita militares de profesión y ejércitos regulares»; otros consideraban, por el contrario, que el Ejército debía ser mandado exclusivamente por militares de carrera. [143]

130 años antes, durante la guerra y la revolución de 1808, el pueblo español había creado sus inmortales guerrillas; efectivamente, de ellas surgieron numerosos mandos populares que se convirtieron en jefes del Ejército de la Guerra de la Independencia. La política del Partido respecto a la cuestión de los cuadros militares seguía, pues, una tradición nacional gloriosa.

Entre los cientos y cientos de combatientes populares que durante el curso de la guerra mostraron su capacidad militar para el mando de batallones, brigadas, divisiones, cuerpos de ejército y ejércitos figuraron muchos miembros del Partido como Santiago Aguado, Guillermo Ascanio, Bautista, José Bobadilla Candón, Cristóbal Errandonea, Valentín Fernández, Eduardo García, Enrique García, Enrique Líster, Manolín, Pedro Mateu Merino, Rafael Menchaca, Juan Modesto, Antonio Ortiz, Pando, Vicente Pertegaz, Polanco, Puig, Recalde, Joaquín Rodríguez, Francisco Romero Marín, Alberto Sánchez, José Sánchez, Eugenio R. Sierra, Ramón Soliva, Etelvino Vega, Agustín Vilella, Vitorero, Matías Yagüe y tantos otros. Ellos demostraban que no se había extinguido en la entraña nacional el venero de militares del pueblo, del que habían surgido en lo pasado el Empecinado y los Mina, el Marquesito y el Estudiante que fueron, después de ser guerrilleros, generales, jefes y oficiales del Ejército Español de la Independencia.

Al lado de tales mandos, muchos de ellos ya en las filas del 5º Regimiento y otros en diferentes puestos de la Flota, la Aviación y el Ejército de Tierra, lucharon muchos militares profesionales, leales a su pueblo. En la acertada política de cuadros del Partido Comunista, como en la de toda su política de guerra en general, está la razón de la simpatía que mostraba hacia el Partido un número, por días creciente, de esos militares, y la de que no pocos de ellos, los más conscientes políticamente, ingresaran en el Partido para convertirse en su seno en cuadros y dirigentes del mismo, como Luis Barceló, Bueno, Francisco Ciutat, Antonio Cordón, José María Galán, Rodrigo Gil, Ignacio Hidalgo de Cisneros, Manuel Márquez, Matz, Pedro Prado y otros. [144]

El empleo de los oficiales del antiguo Ejército en puestos de mando y responsabilidad de las Fuerzas Armadas se ajustaba a las enseñanzas del marxisino-leninismo. Lenin había demostrado la necesidad de utilizar a los cuadros profesionales del antiguo ejército, no ya para constituir uno nuevo de carácter democrático y popular, como era el caso en España en 1936, sino para formar el ejército de un Estado socialista. Decenas de miles de antiguos oficiales, jefes y generales del Ejército zarista sirvieron en el Ejército Soviético y desempeñaron cargos y mandos de la mayor responsabilidad.

El 5º Regimiento, con sus escuelas, cursillos, publicaciones y enseñanzas de toda clase, de tipo militar, contribuyó a dar realidad al lema del Partido: «Lograr que las masas adquieran los indispensables conocimientos militares».

La existencia de Comisarios Políticos en el Ejército era una necesidad impuesta por el propio carácter nacional-revolucionario de la guerra, y por la naturaleza misma del Ejército, eminentemente popular y democrático.

A juicio del Partido, los comisarios debían ser los representantes en el Ejército del Gobierno del Frente Popular, y no de los partidos políticos; los educadores políticos de los combatientes, llamados a elevar su moral y espíritu de sacrificio, más que con la prédica, con el ejemplo propio, y a reforzar la autoridad del mando militar.

Las unidades del 5º Regimiento y las otras organizadas por el Partido en diversos lugares de España, y por el Partido Socialista Unificado en Cataluña, tuvieron desde los primeros momentos sus comisarios políticos. El ejemplo permanente de heroísmo, sacrificio, preparación y eficacia política de los comisarios del 5º Regimiento y otros comisarios comunistas como Santiago Álvarez, Francisco Antón, Barcia, Conesa, Luis Delage, José del Campo, José Fusimaña, García Guerrero, Jaime Girabau, Máximo Huete, Joaquín Hernández, Jesús Larrañaga, Virgilio Llanos, Matas, José Miret, Benito Montagut, Francisco Ortega, José Sevil y muchos más fue un factor decisivo para vencer la resistencia que a la creación del Comisariado oponía Largo Caballero inicialmente, y para combatir después la oposición sistemática que mostraba Indalecio Prieto hacia dicho organismo. [145]

La acción y la actividad del 5º Regimiento se extendieron fuera de la esfera exclusivamente militar. El 5º Regimiento desarrolló una intensísima labor social, política y cultural. Supo establecer y mantener la ligazón político-moral entre el frente y la retaguardia, y se hizo querer, no sólo de los combatientes que figuraban en sus filas, sino de todo el pueblo trabajador.

El 5º Regimiento impulsó el desarrollo de la educación y la cultura con su lucha contra el analfabetismo, con sus y bibliotecas fijas y circulantes, con sus famosos carteles y sus periódicos murales, con el teatro que el Regimiento llevó a las calles y a las trincheras por medio de las «guerrillas teatrales».

En las filas del 5º Regimiento, o ligados a él, figuraron numerosos comunistas poetas, escritores, artistas, médicos, ingenieros, arquitectos, &c., de gran valía y que gozaban de renombre nacional e internacional: Rafael Alberti, César Arconada, Pedro Garfias, Miguel Hernández, José Herrera Petere, Luis Lacasa, María Teresa León, Juan Planelles, Manuel Recatero, Juan Rejano, José Renau, Wenceslao Roces, Manuel Sánchez Arcas, Alberto Sánchez y otros.

El 5º Regimiento salvó de la destrucción el tesoro artístico que existía en bibliotecas, museos y palacios de Madrid.

Cuando los fascistas estrecharon el cerco de la capital y multiplicaron los bombardeos de la aviación y la artillería contra ella, el 5º Regimiento organizó la evacuación a Valencia, y la vida en la capital levantina, de numerosos intelectuales de prestigio que residían en Madrid.

Entre ellos figuraron Antonio Machado, Victorio Macho, Menéndez Pidal, Pío de Río Hortega, Manuel Márquez, Enrique Moles, José Bergamín, Solana, Gómez Moreno, Orueta, Ángel Llorca y otras muchas personalidades, testigos directos del celo del 5º Regimiento en defensa de la cultura y de sus representantes.

El 5º Regimiento prestó en fin al pueblo español el mayor de sus servicios con el ejemplo que dio de su autodisolución en aras de la constitución del Ejército Regular, la creación del cual propugnaba el Partido. [146]

Cuando el 10 de octubre de 1936, el Gobierno publicó el decreto de creación del Ejército Popular, de los seis jefes nombrados por Largo Caballero para organizar las primeras seis brigadas del mismo, cuatro eran comunistas y pertenecían al 5º Regimiento, incluido el Jefe del mismo, Enrique Lister, que fue designado para formar la Primera Brigada. Esta, como las cinco restantes, fueron constituidas con fuerzas pertenecientes en su totalidad al 5º Regimiento. A fines de diciembre de 1936 se habían incorporado ya a las filas del Ejército Popular más del 70 % de las fuerzas del Regimiento, y el resto continuó haciéndolo paulatinamente. Los combatientes del 5º Regimiento llevaban al Ejército Popular la semilla del heroísmo y la disciplina, que ya habían demostrado poseer al escribir con la sangre de muchos de ellos las más gloriosas páginas de la corta historia de esta gran unidad en la defensa de Madrid.

Historia del Partido Comunista de España, París 1960, páginas 139-146.