Filosofía en español 
Filosofía en español

Manifiesto a los universitarios madrileños

Madrid, 1° de febrero de 1956


Desde el corazón de la Universidad española, los estudiantes de las Facultades y Escuelas Especiales de Madrid, abajo firmantes, en la convicción de que ejercen un auténtico derecho y deber al buscar el medio de salir de la grave situación universitaria actual, invitan a sus compañeros de todos los Centros Superiores de España a que suscriban la presente petición, elevada a las autoridades nacionales:

Al Gobierno de la Nación, a los Ministros de Educación Nacional y Secretario General del Movimiento.

En la conciencia de la inmensa mayoría de los estudiantes españoles está la imposibilidad de mantener por más tiempo la actual situación de humillante inercia en la cual, al no darse solución adecuada a ninguno de los esenciales problemas profesionales, económicos, religiosos, culturales, deportivos, de comunicación, convivencia y representación, se vienen malogrando fatalmente, año tras año, las mejores posibilidades de la juventud dificultándose su inserción eficaz y armónica en la sociedad y comunicándose, por un progresivo contagio, el radical malestar universitario a toda la vida nacional que arrastra agravándolos todos los problemas antes silenciados.

Nosotros, los estudiantes españoles, queremos afrontar esta situación de una manera clara y definitiva. Queremos lograr una respuesta capaz de satisfacer los legítimos intereses y aspiraciones de miles de jóvenes universitarios, condición indispensable para una convivencia civil digna y estable entre los ciudadanos de nuestro país.

El estudiante se encuentra, a su llegada a la Universidad y a las Escuelas Especiales, con una carrera que consiste en ir salvando, con medios escasos y difíciles de conseguir, una serie de obstáculos al final de los cuales se presenta el hoy más grave de todos: ¿qué hacer con el título académico?

Cuando las Residencias de Estudiantes y Colegios Mayores son escasos y caros, y muchos nos vemos reducidos a pensiones de precio creciente donde la vida de estudio y convivencia universitaria es casi imposible, cuando los libros de texto son deficientes y costosos, cuando los precios de matrículas y seguros suben continuamente, el estudiante se ve falto de medios suficientes de asistencia universitaria y todas las cargas recaen sobre los agobiados presupuestos de las familias, que no ven compensación a tales sacrificios. Así España, para su mal, permanece en vivo contraste clasista –en éste como en tantos otros aspectos– con la realidad universitaria europea, donde el Estado asume buena parte de tales cargas facilitando el acceso de todas las clases sociales a los Estudios Superiores.

La situación material y vocacional del universitario español es de indigencia, su perspectiva intelectual es mediocre –¡cuántos catedráticos y maestros eminentes apartados por motivos ideológicos y personalistas!– y su porvenir profesional totalmente incierto por la escasez de salidas y especializaciones y por la intervención de excluyentes criterios extraprofesionales, precisamente cuando las necesidades del país reclaman todo lo contrario: aportación de nuevas capacidades y esfuerzos.

Las causas de este desolador panorama, del que ningún buen fruto puede esperarse, son múltiples y hunden sus raíces en todo el clima material y espiritual de nuestra actual sociedad, pero vienen a resumirse y anudarse en una: la organización que hoy se atribuye cada día de un modo más ilusorio al monopolio del pensamiento, de la expresión y de la vida corporativa de la vida universitaria en el aspecto profesional, social, cultural e internacional, posee una estructura artificiosa que o no permite o tergiversa la auténtica manifestación y representación de los universitarios.

Existe un hondo divorcio entre la Universidad teórica, según la versión oficial, y la Universidad real formada por los estudiantes de carne y hueso, hombres de aquí y de ahora con sus circunstancias, opiniones y deseos. Este divorcio explica muy bien la esterilidad y los fracasos cosechados en el terreno intelectual, deportivo y sindical, fracasos que nos humillan en todo contacto internacional ante los estudiantes de otros países.

Al ambiente de desencanto como españoles que quisieran ser eficaces, colaborar y servir inteligente y críticamente a la empresa del bien común y ven ahogado este noble propósito, hay que unir ya la amargura que provoca la emigración creciente de cientos y miles de nuestros mejores graduados. Estos hechos sólo pueden perturbar hondamente en el futuro la ya nada fácil ni justa, en otros aspectos, vida social de la Nación. Porque el camino hasta hoy seguido es el de la ineficacia, la intolerancia, la dispersión y la anarquía.

Precisamente para evitar esta terrible amenaza, conscientes de nuestra responsabilidad y con espíritu constructivo, proponemos volver la vista a la Universidad real y pedimos con el mayor calor y energía un cambio de perspectiva para el bien de España.

Petición

Que se convoque un Congreso Nacional de Estudiantes, con plenas garantías para dar una estructura representativa a la organización corporativa de los mismos.

Estas garantías, sin las cuales el Congreso sería una nueva ficción en perjuicio de la Universidad y del País, son:

1°. Que en el Congreso Nacional de Estudiantes tomen parte todos los estudiantes de Centros Superiores de Enseñanza de España, por medio de sus representantes, designados por libre elección, garantizada por el control de los Claustros de Profesores. Y que estos representantes se constituyan automáticamente, una vez elegidos, en cada Distrito Universitario, en comisiones para la organización del Congreso.

2°. Que las elecciones se celebren entre el 1 y el 15 de marzo de 1956 y el Congreso tenga lugar en Madrid del 9 al 15 de abril de 1956.

3°. Que los representantes elegidos, reunidos en el Congreso Nacional, nombren a sus presidentes de Comisiones y que los acuerdos y conclusiones se aprueben por mayoría.

4°. Que por los Ministerios correspondientes se alleguen los medios de toda índole precisos para la preparación y el desarrollo del Congreso, así como para evitar toda clase de obstáculos que pudieran interponerse a su plena efectividad.

Madrid, 1° de febrero de 1956.

 

Doscientas copias a ciclostil de este escrito se difundieron el dia primero de febrero de 1956 en la Universidad de Madrid, siendo el desencadenante de los «sucesos estudiantiles de febrero de 1956.» Su redacción final se debió a Miguel Sánchez-Mazas Ferlosio, y en su elaboración intervinieron entre otros Enrique Múgica Herzog, Jesús López Pacheco y Ramón Tamames. (Tomado de Jaraneros y alborotadores, Ediciones de la Universidad Complutense, Madrid 1982, páginas 64-67.)