Parte primera ❦ Edad antigua
Libro IV ❦ Apéndices
Apéndice I
España primitiva.– Monumento egipcio
Poseemos copia exacta y auténtica de un monumento interesante, acaso el más antiguo de que hasta ahora se tenga noticia en España, y también el más recientemente descubierto, puesto que se ha hecho su adquisición en este mismo año en que escribimos.
Las seis láminas a que nos referimos representan cuatro fragmentos de las planchas de mármol que cubrían un sepulcro de carácter egipcio primitivo, hallado en la cantera del puerto de Tarragona en ocasión de trabajar los presidiarios de aquella antiquísima ciudad en el desmonte del terreno que cubría la roca. El descubrimiento y conservación de estos preciosos fragmentos, recogidos de entre otros muchos que aquellos operarios habían inutilizado ya, es debido a la inteligencia y solicitud del señor don Buenaventura Hernández, el mismo que ha tenido la bondad de dirigirnos las referidas copias que tenemos a la vista, y a quien gustosamente pagamos un tributo público de nuestro reconocimiento.
La primera lámina representa un buey o toro negro, imperfecta y toscamente dibujado, en cuyo cuerpo se ven tres figuras humanas, una de ellas con cabeza más parecida a la de papagayo o halcón que a la de hombre, las otras dos con tocas egipcias, y todas con vestidos de colores llenos de jeroglíficos; la orla del mármol la forman dibujos, incorrectísimos también, de estrellas, animales, y otras figuras cuya significación es difícil comprender.
La segunda es una momia egipcia; cubre su cabeza una larga toca, y su cuerpo un ropaje que contiene varios jeroglíficos, entre ellos una cabeza humana y debajo un búho. A su lado se ven un ave, dos estrellas, un dragón alado, que parece pasar por un triángulo, y debajo un león sentado. La orla es semejante a la de la lámina anterior, a la cual se conoce estaba unida.
La tercera representa un cocodrilo sentado sobre los pies traseros y como apoyado en una base cubierta de figuras, entre las cuales se distinguen una caña de trigo, una culebra y los signos de Piscis y de Acuario. El cocodrilo sostiene en una mano un pez, y en otra una ánfora derramando agua. Hay en esta lámina otras figuras de hombres y mujeres con ánforas, culebras y manojos de espigas. Debajo otras tripulando unas barcas, algunas de ellas en actitud de herir con un arpón uno de los peces que aparecen nadando.
En la cuarta, que es el reverso de la tercera, se ve un gran combate entre blancos y negros, los blancos con tocas y trajes egipcios. Los negros son en todas partes vencidos y sacrificados: tres de ellos yacen en el suelo degollados, y tres egipcios marchan a compás paseando en triunfo sus cabezas clavadas en las puntas de sus picas. Un egipcio monta en un camello, y en otro cree ver el autor del descubrimiento a Hércules con jabalina en la mano derecha, rodela en la izquierda, cubierto con la piel de león, y en ademán de herir a uno de los negros que se defiende con una maza.
En la quinta se ven tres cabezas de mujeres con tocas, cuerpos y pechos desnudos, pero formando desde la cintura abajo un solo cuerpo cubierto con un estrecho ropaje en que hay varios jeroglíficos. Las mujeres llevan en sus manos espigas e instrumentos de labranza. De uno de sus pechos salen tres chorros de leche que fecundizan un terreno, en el cual han nacido arbustos y un árbol con fruta de forma esférica. De otro pecho salen dos chorros que caen sobre un dragón con tres largos cuellos como de serpientes; cuyo dragón parece es herido con una lanza arponada, como si fuese el que guardaba el jardín de las Hespérides, el de las manzanas de oro que robó Hércules.
En la sexta, reverso de la quinta, se observa una figura como la del Dios Pan, con cola y cuernos de macho cabrío y cuerpo velludo, sentado sobre una piedra tocando un instrumento músico con muchos tubos, a cuyo compás baila una cabra. A la izquierda de este grupo hay un hombre vestido como de pámpanos, en actitud de vendimiar un emparrado, de cuyo fruto tiene a su lado un canastillo lleno, como si quisiese ser Baco, el que enseñó el cultivo de la vid.
Todos los dibujos son incorrectísimos y muy toscos, y están testificando la infancia del arte.
El descubrimiento de este monumento importante, y la circunstancia de existir bajo las ruinas de un antiguo edificio romano, en cuyo intermedio se había formado una capa de cuatro pies de terreno de aluvión, hace discurrir al señor Hernández sobre la posibilidad de que los egipcios hubiesen sido los primitivos pobladores de España con anterioridad a los celtíberos. Después de expresar que en su concepto el verdadero libro de la historia de un pueblo son sus ruinas, sin cuyo estudio crítico no se hará sino divagar sin adelantar un paso (en cuya utilidad convenimos con él, pero en cuya lentitud y dificultades inmensas habrá de convenir con nosotros), nos dice: «¿Será tal vez posible, que este sencillo y frágil monumento bien examinado, sea el punto de apoyo en que descanse el colosal edificio de nuestra primitiva historia, creando una nueva era? ¿Nos declararán sus jeroglíficos lo que buscamos por tantos siglos con tanta avidez? ¿Querrán representarnos sus incorrectas figuras pasajes mitológicos que tengan relación con nuestra historia primitiva, y venga como instrumento coetáneo a probar lo que no ha dudado la crítica moderna en zaherir? ¿Será cierto que Pan o Spahan vino a España, y Baco le visitó enseñándole el cultivo de la vid? ¿Aludirán los fragmentos núm. 3 y 4 a la guerra de Hércules egipcio con los tres Geriones, y al robo de las manzanas en el jardín de las Hespérides, que no se ha dudado de calificar de fabuloso? Cuando nada de esto pruebe, a lo menos nos demostrará que no es dudosa la venida y permanencia en España y en esta ciudad, de una colonia egipcia, y que las toscas e incultas murallas ciclópeas son anteriores a la venida de este pueblo que estaba ya en el primer grado de civilización; y he aquí encontrada la clave que nos evidencia quienes fueron los maestros de nuestros celtíberos o primitivos pobladores, que llevaron las artes a un grado sorprendente de esplendor, como dejaron consignado en las medallas y en el grande y hermoso trozo de muralla celtíbera que se conserva intacta en esta ciudad, que ha pasado desapercibida hasta el día.»
Nosotros no negaremos al ilustrado autor del descubrimiento la posibilidad de que alguna colonia egipcia arribara y se asentara en el país que se llamó después Tarraconense desde tan remotos tiempos como calcula. Confesamos también que el monumento puede ser de suma utilidad histórica, y que merece ser examinado con detención por los sabios de las academias de historia o arqueología nacionales y extranjeras, y cotejado con los de la misma o análoga índole que acaso en otros puntos existan. Sin embargo, por nuestra parte no hemos podido considerarle como fundamento suficiente para variar nuestro sistema histórico en cuanto a la población primitiva de España, por lo menos mientras los sabios anticuarios y las corporaciones científicas no nos suministren más copia de datos y de investigaciones que vengan en apoyo de aquel juicio. ¿No pudo ser también el sarcófago descubierto obra de alguna poderosa familia egipcia, que antes o después de la invasión de los fenicios se estableciera en aquella parte del litoral del Mediterráneo, como punto a propósito para el tráfico mercantil, y que quisiera dejar grabados en su sepulcro los símbolos de su teogonía, sin que por eso sus dioses o sus héroes hubiesen venido a España, ni tenido en ella los egipcios colonias de dominación? Estos y otros discursos más o menos verosímiles nos ocurrirían, si tratáramos de hacer sobre el mencionado monumento una disertación arqueológica, lo cual acaso excede a nuestros conocimientos, y de todos modos no creemos corresponda ahora a nuestro propósito.
Contentámonos con cooperar a que se conozca un descubrimiento que puede ser interesante, y con excitar a los cuerpos científicos a que dediquen su atención a estudiar y descifrar esas ruinas venerables que desde el fondo de las entrañas de la tierra pueden arrojar tanta luz sobre nuestra historia.
En cuanto a las láminas con que el señor Hernández nos ha favorecido, tal vez algún día podamos hacerlas conocer del público. Poseemos las de otros curiosísimos monumentos que dejaron los antiguos pueblos que nos han dominado. Contamos con una regular colección de dibujos de trajes antiguos, sacados de lápidas coetáneas, de códices de las iglesias y archivos, de escudos, sellos y otros monumentos originales. Hemos adquirido igualmente hasta el día a costa de investigación y solicitud, de 500 o 600 autógrafos, o facsímiles de personajes importantes de nuestra historia. Y muchas veces nos ha venido al pensamiento, y no hemos renunciado todavía a la idea (que tal vez podamos realizar) de adicionar nuestra obra, cuando la tengamos concluida, con todas o algunas de estas curiosidades artístico-literarias.
Apéndice II
España goda.– Concilios
Catálogo de los que se celebraron durante la dominación visigoda{1}
Año | Lugar | Reinado | Asistentes y confirmantes | |
---|---|---|---|---|
1 | 516 | Tarragona | Teodorico, regente | 10 obispos |
2 | 517 | Gerona | id. | 7 idem |
3 | 527 | 2.° de Toledo | Amalarico | 8 idem |
4 | 540 | 1.° de Barcelona | … | 8 idem |
5 | 546 | Lérida | Teodorico, rey | 8 idem |
6 | id. | Valencia | id. | 6 idem |
7 | 561 | 1.° de Braga | Ariamiro | 8 idem |
8 | 572 | 2.° de Braga | Miro | 12 idem |
9 | 589 | 3.° de Toledo | Recaredo | 62 idem |
10 | id. | Narbona | id. | 7 idem |
11 | 590 | 1.° de Sevilla | id. | |
12 | 592 | 2.° de Zaragoza | id. | 14 idem |
13 | 599 | 2.° de Barcelona | id. | |
14 | 615 | Egara | Sisebuto | 14 idem |
15 | 619 | 2.° de Sevilla | id. | 9 idem |
16 | 633 | 4.° de Toledo | Sisenando | 66 idem |
17 | 636 | 5.° de Toledo | Chintila | 24 idem |
18 | 638 | 6.° de Toledo | id. | 48 idem |
19 | 646 | 7.° de Toledo | Chindasvinto | 30 idem |
20 | 653 | 8.° de Toledo | Recesvinto | 52 obisp., 11 vicar., 11 abad., 1 arcipreste, 1 primicerio y 17 nobles palatinos |
21 | 655 | 9.° de Toledo | id. | 16 obisp., 1 vicar., 8 abad., 4 palatinos |
22 | 656 | 10.° de Toledo | id. | 20 obisp., 5 vicarios |
23 | 666 | Mérida | id. | 12 obispos |
24 | 675 | 11.° de Toledo | Wamba | 17 obisp., 8 vicar., 3 abad. |
25 | id. | 3.° de Braga | id. | 8 obisp. |
26 | 681 | 12.° de Toledo | Ervigio | 35 obisp., 3 vicar., 4 abad., 15 palatinos |
27 | 683 | 13.° de Toledo | id. | 48 obispos, 26 vicar., 9 abades, 26 palat. |
28 | 684 | 14.° de Toledo | id. | 17 obispos, 10 vicar., 6 abades |
29 | 688 | 15.° de Toledo | Egica | 61 obisp., 5 vicar., 11 abad., 17 próceres |
30 | 691 | 3.° de Zaragoza | id. | |
31 | 693 | 16.° de Toledo | id. | 61 obisp., 3 vicar., 5 abad., 16 condes palatinos |
32 | 694 | 17.° de Toledo | id. | 61 obispos |
33 | 700 o 701 | 18.° de Toledo | Witiza{2} |
Apéndice III
Cronología de los reyes godos de España
Año en que empezaron | Nombres | Año en que concluyeron |
---|---|---|
414 | Ataúlfo | 417 |
417 | Sigerico | 417 |
417 | Walia | 420 |
420 | Teodoredo | 451 |
451 | Torismundo, hijo | 453 |
453 | Teodorico, hermano | 466 |
466 | Eurico, hermano | 484 |
484 | Alarico, hijo | 507 |
507 | Gesalico, bastardo | 511 |
511 | Amalarico, hijo | 531 |
532 | Teudis, general | 548 |
548 | Teudiselo, general | 549 |
549 | Agila | 554 |
554 | Athanagildo, conde | 567 |
571 | Liuva, conde | 572 |
572 | Leovigildo, hermano | 586 |
586 | Recaredo, hijo | 601 |
601 | Liuva II | 603 |
603 | Witerico | 610 |
610 | Gundemaro | 612 |
612 | Sisebuto | 621 |
621 | Recaredo II, hijo | 621 |
621 | Suintila, general | 631 |
631 | Sisenando, conde | 636 |
636 | Chintila | 640 |
640 | Tulga, hijo | 642 |
642 | Chindasvinto | 649 |
649 | Recesvinto, hijo | 672 |
672 | Wamba | 680 |
680 | Ervigio | 701 |
701 | Witiza, hijo | 709 |
709 | Rodrigo | 711 |
Reyes suevos de Galicia
Año en que empezaron | Nombres | Año en que concluyeron |
---|---|---|
409 | Hermenerico | 441 |
441 | Rechila, hijo | 448 |
448 | Recciario, hijo | 456 |
456 | Maldras | 460 |
460 | Remismundo |
Interregno, o periodo de reyes desconocidos
Año en que empezaron | Nombres | Año en que concluyeron |
---|---|---|
550 | Cariarico | |
558 | Teodomiro o Ariamiro | 569 |
569 | Miro | 583 |
583 | Eborico, hijo | 584 |
Andeca |
{1} Habíanse celebrado ya antes, durante el imperio romano, en uno de los primeros años del siglo IV (acaso el 303) el concilio de Illiberis, a que asistieron 19 obispos, a saber: los de Acci, Córdoba, Sevilla, Tucci, Ipagro, Castulo, Mentesa, Illiberi, Urci, Mérida, Zaragoza, León, Toledo, Fiblaria, Ossonoba, Ebora, Eliocroca, Basti y Málaga: en 380 el 1.° de Zaragoza, a que asistieron 12 obispos: en 400 el 1.° de Toledo con asistencia de 19 prelados, y uno en Braga en 411, al que concurrieron 10 obispos, en los momentos en que los alanos, suevos y vándalos, se estaban apoderando del país.
{2} Para la formación de este catálogo hemos tenido presentes y cotejado las colecciones y cronologías de San Isidoro, de Pérez, de Aguirre, de Loaysa, de Ulloa, de Flórez, Verganza y otros.
Respecto de algunos no consta el número de prelados que concurrieron.
No hemos incluido algún otro concilio que suele citar tal cual coleccionista, o por dudoso, o por no haber tenido un carácter bien determinado de tal, o por haber desaparecido completamente sus actas, y no hallarse en ningún autor razón o vestigio de ellas. De las principales disposiciones de casi todos los concilios de este catálogo hemos dado cuenta en nuestra historia.