Parte tercera ❦ Edad moderna
Libro I ❦ Reinado de Carlos I de España
Apéndices
I. 1528. Desafío de Carlos V y Francisco I ❦ II. Estado económico del reino de Castilla en los años que expresa el documento ❦ III. Precio de las rentas del reino. Año de 1553 ❦ IV. Negociaciones con Roma: Carta del Rey sobre conferencia con el Nuncio, a don Diego de Mendoza, en 17 de marzo de 1547 ❦ V. Párrafos de carta de S. M. a don Diego de Mendoza, su embajador, fecha a 25 de abril de 1547, sobre la traslación del concilio ❦ VI. Copia de otra carta de don Diego Hurtado de Mendoza, en la que cuenta minuciosamente lo que le acaeció con el papa Paulo III, su fecha de 27 de diciembre de 1548 ❦ VII. Pregón de rompimiento de la paz con Francia. Fecha en Zaragoza, 1.° de enero de 1553 ❦ VIII. Efectos del emperador en Yuste, elegidos por su hijo don Felipe II ❦ IX. Relación de las exequias que Felipe II hizo en Bruselas por el alma de su padre, en 29 de diciembre de 1558.
I
1528
Desafío de Carlos V y Francisco I
(Archivo de Simancas, Estado, leg. 1553.)
Real cédula que el emperador dirigió a Sancho Martínez de Leiva, capitán general de la provincia de Guipúzcoa, dándole cuenta del desafío a que él había provocado al rey de Francia Francisco I, negativa de éste a aceptarle, y consulta que el mismo emperador hizo sobre ello a sus consejos y prelados, grandes, caballeros, letrados y otras personas.
El Rey.– Sancho Martínez de Leiva, nuestro capitán general de la provincia de Guipúzcoa, y alcalde de la villa y fortaleza de Fuenterrabía: ya habréis sabido parte de lo que con el rey de Francia sobre nuestro combate habemos pasado, y aquello y todo lo demás veréis más entera y cumplidamente por el traslado de todo ello que aquí enviamos. Es la verdad que con el gran deseo que tenemos de ver fin a estas nuestras contiendas y debates por el reposo y sosiego de la cristiandad holgábamos y aun deseábamos poner nuestra vida en peligro, por redimir con ella tanta sangre cristiana como a causa de estas discordias se derrama, mas como esto no dependiese solamente de nuestra voluntad, mas también debiese para ello concurrir la del rey de Francia, y él, como veréis por la relación que Borgoña nuestro rey de armas truxo, ha rehusado el combate no queriendo oír nuestra respuesta ni recibir nuestro cartel en que le señalábamos el campo, antes asombrando con rigurosas palabras nuestro rey de armas después de haberlo muchos días en los límites de su reino detenido, cosas que jamás por ningún rey ni príncipe fueron hechas ni consentidas; aunque sin más parecer de otros viésemos claramente haber satisfecho a nuestra honra, pues el rey de Francia rehusaba el combate, todavía por ser la cosa tan delicada y tocar tanto a nuestra honra la quisimos comunicar con los de nuestros consejos y perlados, grandes, caballeros, letrados y otras personas en semejantes casos experimentadas, pidiéndoles su parecer sobre ello, los cuales, visto todo lo que había pasado, determinaron que habíamos suficiente y enteramente cumplido y satisfecho, no solamente a nuestra honra, mas también a lo que debemos a Dios y a nuestros súbditos y al bien de toda la cristiandad, de lo cual os habemos querido avisar porque tengáis entera relación de todo y lo enviéis y publiquéis donde mejor os pareciere de manera que a cada uno sea notorio. Fecha en nuestra ciudad de Toledo a último de noviembre de 1528. Yo el Rey. Por mandado de S. M.– Alonso Valdés.
II
Estado económico del reino de Castilla en los años que expresa el documento
(Archivo general de Simancas, Estado, legajo núm. 37.)
Sumario de toda la quenta del año de 536.
Monta lo que valen las rentas cuatrocientos cuatro quentos, quinientos veinte y siete mil, porque lo que más han crescido desde el año de 534 y los situados consumidos, es para desempeñar juros, como está dicho… | 404.527.000 | |
Que montara la moneda forera que se cobra en estos reinos el dicho año de 536 a respecto de los años pasados… | 7.500.000 | 412.027.000 |
Monta el situado y prometido y suspensiones que hay en las dichas rentas con los 10 quentos que se han de situar por el dinero que se tomó de las Indias y con otros maravedís de los que están a cargo de Alonso de Baeza para los vender y cumplir con los ginoveses lo del asiento de Toledo que aún no están todos situados 10 e 11 al millar de los partidos encabezados… | 269.530.000 | |
Así quedarían en las rentas de 536 e en la dicha moneda forera 142.497.000… | 142.497.000 | |
Están librados en las dichas rentas a los Belzares e a otras personas particulares, como todo va por menudo en los pliegos… | 119.245.000 | |
Quedarían 24.252.000… | 24.252.000 | |
Es de saber que en el dicho año de 536 no están situados enteramente los 10 quentos que se han de situar por el dinero de las Indias, e dícese que no ha de ser tanta cuantidad la situación, porque algunos destos dineros se dejaran de tomar a otros algunos que se tomaron, se libraron en las Indias, y asimismo otros situados que están a cargo para los vender Alonso de Baeza para cumplir el asiento que se tomó en Toledo con los ginoveses que no están vendidos, y todo esto ay mas en las dichas rentas demás de los dichos 24.252.000, e podría servir para los gastos del dicho año… |
Relación de lo que es menester para este año de quinientos y treinta y seis a respecto de lo que se libró el año pasado de 535.
Para la casa de S. M., 170.000 ducados… | 170.000 | |
Para embaxadores y correos e otros gastos extraordinarios del Estado, 70.000 ducados… | 70.000 | |
Para guardas del año de 534, 200.000 ducados, e otros tantos se han de proveer en el año de 536 para cumplir con las guardas de 535… | 200.000 | |
Para las galeras de Andrea Doria, 90.000 ducados… | 90.000 | |
Para las 10 galeras de España, 60.000 ducados… | 60.000 | |
Para las fronteras de África, 70.000 ducados… | 70.000 | |
Para la casa de la Reyna Nuestra Señora… | 37.330 | |
Para la casa del Príncipe, acrecentando el salario del maestro que se quita de la casa de Tordesillas y se pasa acá… | 8.800 | |
Para la paga de los del Consejo e oficiales de la Corte… | 37.330 | |
Para continos de 535… | 10.000 | |
Para tenencias de las fronteras y costa del mar… | 14.000 | |
Para salarios del gobernador e alcaldes mayores de Galicia y Canaria e Toledo e otros corregidores e gobernadores que se libran en el Reyno… | 4.800 | 772.260 |
Para mercedes de tres en tres años… | 214.000 | |
Para el condestable y su mujer e duque de Alba y de Nájera e marqués de Astorga y conde de Osorio e otros grandes que se libran en sus tierras… | 1.060 | |
Para acostamientos del marqués de Astorga e conde de Oropesa e de Medellín e don Francisco de Monroy e otros caballeros que se libran en sus tierras sus acostamientos cada año… | 2.400 | |
Para derechos de escribano mayor de rentas e mayordomo mayor e chanciller e notarios e sello e otros derechos de partidos encabezados… | 1.200 | 218.660 |
Así montan los dichos gastos nuevecientos noventa mil nuevecientos veinte ducados… | 990.920 |
Lo que hay para cumplir los dichos gastos.
En rentas ordinarias e moneda forera, con algo que se podrá aprovechar de los juros que están por vender, podrá haber 28 quentos, poco más o menos, que son 74.565 ducados… | 74.565 | |
Por la necesidad grande que hay se podrán tomar de las rentas de 537, 80 quentos para cumplir con los gastos de 536, que serán 213.333 ducados… | 213.333 | |
Que habrá en las rentas de las órdenes en el año de 537, 20 quentos poco más o menos que se han de tomar para cumplir con los gastos de dicho año de 536… | 53.333 | |
Que habrá en el dicho año de 537 en el asiento de Juan Vosmediano e Juan de Enciso de la Cruzada e otras cosas en el asiento de las buletas 40 quentos que se han de tomar para este año, que serían… | 106.067 | |
Así monta lo susodicho 447.998 ducados, y caso que esto sea cierto, faltarán para cumplir con los dichos gastos 342.922 ducados, y más lo que montaran los intereses e cambios que serían gran suma, ha de mandar S. M. de donde y como se cumpla y lo que en todo se hará… | 342.922 | |
Año de 37. | ||
Monta lo librado hasta 15 de noviembre de 535, 20 quentos 738.000 los cuales descontados de los dichos 134 quentos 997,000 quedará 114 quentos 259.000… | 114.259.000 | |
Desto se ha de tomar los 80 quentos para los gastos del año de 36, y lo que quedare, será para la casa de la Reyna Nuestra Señora, Consejo y Oficiales de corte. |
III
Precio de las rentas del reino. Año de 1553
(Archivo general de Simancas: Escribanía mayor de rentas: Legajo núm. 393.
Las rentas de las alcabalas y tercias y otras rentas ordinarias del reino que entran en el encabezamiento general del reino este año de 553 años, sin ciertos pescados que en Sevilla y Xerez de la Frontera y Galicia se pagan demás de los precios de sus encabeçamientos, los cuales no se cargan aquí porque la mitad dellos se libran para la despensa de la Reina Nuestra Señora, y la otra mitad para la despensa del emperador Nuestro Señor y se distribuyen en limosnas, y con las rentas de las tierras que fueron de la emperatriz Nuestra Señora que haya gloria, que para desde el año de 1547 entraron en el dicho encabezamiento general y van cargadas en este precio, y con las rentas de la villa de Valladolid e su tierra e partido que entran en el dicho encabezamiento general para desde este año de 553 en adelante, 333 quentos 602.000, del qual dicho precio van abaxadas las alcabalas y tercias de ciertas villas e lugares que Sus Majestades han vendido… | 333.602.000 |
Cargo de partidos y rentas y otras cosas que no entran en el encabezamiento general del Reino que se cobran demás del dicho precio principal. | |
En la merindad de Burgos el crecimiento que ovo en el encabezamiento de las tercias de Isar… | 4.000 |
En la merindad de Burnueva las alcabalas de Ovarenes y tercias de Berçosa y Fuente Burueva y Rojas y otros lugares y ciertos situados consumidos… | 97.000 |
En la merindad de Rioja las alcabalas de Tirgo y otros lugares de don Juan de Leyva y las tercias de Cirumuela y Ervías y otros lugares… | 45.000 |
En el partido de Miranda de Hebro el valle de Valdegovia… | 55.000 |
En la merindad de allende de Hebro el pedido de Salvatierra e situado consumido… | 22.000 |
Las salinas de Buradón… | 73.000 |
Las alcabalas y pedidos de la cibdad de Vitoria e su tierra… | 269.000 |
La provincia de Guipúzcoa que está encabeçada perpetuamente… | 1.170.000 |
El diezmo viejo de Seguras… | 6.000 |
Las herrerías de Vizcaya sin la suspensión que en ellas se hace… | 170.000 |
En la merindad de Logroño la cibdad de Logroño y martiniega de Calahorra… | 809.090 |
En la merindad de Santo Domingo de Silos las alcabalas de Langa y Rejas y Oradero… | 104.000 |
En la merindad de Villa Di.° las tercias de San Cebrián de Buena madre y el crecimiento de Amaya y peones y otros lugares… | 10.000 |
Continúa el documento expresando las partidas de cargo por menor, designando los productos de las rentas en cada parte, y concluye: | |
Total del Sumario… | 500.620.000 |
IV
Negociaciones con Roma
(Archivo general de Simancas, Estado, leg. núm. 664.)
Carta del Rey sobre conferencia con el Nuncio, a don Diego de Mendoza, en 17 de marzo de 1547.
A don Diego de Mendoza:
Desde Ulma os screbimos muy largo lo que habíamos passado con el Nunzio de Su Santidad, el cual, habiendo tenido después cartas de Roma, nos pidió estos días audiencia, y habló en tres puntos, comenzando la plática con dezir, que no había podido dejar de avisar a Su Santidad de lo que se hablaba y decía en esta corte, que lo sucedido en Génova había sido con sabiduría e inteligencia suya, y que Su Santidad estaba muy maravillado que se dixesse ni pensasse de su persona semejante cosa, añadiendo que había de ser una de dos cosas, que Nos dábamos crédito a ello, o no; que si lo creíamos nos rogaba que quisiésemos informarnos bien de la verdad, porque sabiéndola se librase de tal opinión, y no se pensase que había de intervenir ni ser parte en una tan señalada bellaquería por este mismo término, siendo Su Santidad tan hombre de bien; y si no lo creíamos podríamos muy bien ver cuán grande era la malignidad de la gente, que quería poner sombra y turbar la unión tan sincera y buena amistad dentre Su Santidad y Nos, de la cual procedían tan buenas obras como se veían, señalando lo de esta empresa y el buen efecto del concilio. A lo cual le respondimos, que ni lo creíamos ni lo dexábamos de creer, y que assi no hazia la distinción cumplida, porque de una parte parecía cosa tan lexos de lo que se podía imaginar, y fuera del dever y correspondencia de su dignidad, que no parecía verisimille, y de la otra que había tantos indicios, y entre otros la cifra que se había hallado en Roma y caidosele al otro en tiempo que no se puede dejar de presumir que en Roma se tratasse algo dello, y que assi se podían con gran trabajo excusar de alguna nota a lo menos algunos ministros, pero que Dios y el tiempo darían al fin testimonio de lo que era verdad, y a aquello nos remitíamos.
Y porque el Nuncio nos replicó a esto, apretándonos si podría dar esta consolación al Papa de certificarle que Nos no creíamos tal cosa de su persona, le diximos que por lo que en esto le haviamos respondido, bien veía no lo podíamos afirmar, sino era diciendo lo que era falso, pues le habíamos claramente dicho, que ni lo creíamos ni lo dejábamos de creer; a lo qual tornó a replicar que verdaderamente no se hallaría que Su Santidad hubiese tenido parte ni sabido dello en ninguna manera, sino que había sido invención de personas que querían estorvar la aparencia que ay de tan buenas obras, que como arriba está dicho, se siguen de la buena correspondencia y amistad de entre ambos, como son lo de la dicha empresa y progreso del concilio, en el cual en el artículo de la reformación se tracta de que los obispos, assi cardenales como otros que tienen dos obispados dexen el uno, y que los que son de la provisión de Su Santidad se renuncien dentro de seis meses, y los que a la provisión de los príncipes dentro de un año, y los cardenales que no residieren en sus iglesias estén cerca de Su Santidad en Roma, a lo cual nos pareció no responder muy largo, sino solamente que la reformación conveniente de lo que excedía de la razón, sería en todo tiempo muy a propósito.
Acabada esta materia, entró luego en otra, diciendo, que habiendo Su Santidad entendido la muerte del Rey de Inglaterra, le había parecido muy oportuno tiempo para la reducción de aquel reino a nuestra fée cathólica, y que por no dejar passar una tal coyuntura determinaba de requerir y pedir ayuda para ello a todos los príncipes cristianos, y designaba de crear legados para este efecto, uno para Nos, otro para el rey de Francia, y otro para el reino de Escocia, exhortándonos mucho a que no dexássemos passar una tal ocasión; a que Nos le respondimos, que no sabíamos aun muy enteramente los términos en que quedaban las cosas de aquel reino después de la muerte del rey viexo, sino solamente se entendía que habían excluido del Consejo secreto a los otros, aun a los que estavan apasionados en la opinión del rey, y que haviamos embiado a ellos de Chantonay a visitar al nuevo rey, y que con su vuelta se podría por ventura hacer una información de lo que allí passaba, y que según se entendiessen los andamientos, assi sabríamos hacer lo que éramos obligado, y el buen oficio que en todo acostumbrábamos. El tercero y último puncto fue dezirnos que en lo que solicitaba don Francisco de Toledo no havia podido Su Santidad tomar hasta entonces resolución, por ser cosa nueva, y de que no era muy bien informado, temiendo sería que de consecuencia para Francia, de más de estar el ecclesiástico de España tan cargado, y que esto de la plata y fábricas subiría por lo menos de tres millones arriba, de más que por estar ya señalada sobre ello la recompensa de los vasallos de los monasterios, sería ésta muy gran sobrecarga, con otras particularidades en esta conformidad: a lo cual le respondimos, que no dubdábamos que Su Santidad creía que lo que del expediente se sacasse sería del valor de los tres millones que dezia, y pluguiera a Dios que fuera assi, porque vernia bien a propósito para esta empresa, pues no se podía emplear en cosa mejor; no dejándole de tocar en lo de la consecuencia de Francia, que lo habían usado en aquel reino tantas vezes, demás de ser cosa que los otros tenían poder para ello, para cosa tan pía y necesaria; y que cuanto a lo que decía que de lo mismo se habían de sacar los 400.000 escudos que no era tal la intención, sino que a los que hubiesen contribuido en esto, se les descontasse la parte que assi se hubiese cobrado, cumpliéndolo a la mitad, pero que lo que sospechábamos no era sino que sobraría tan poco, que muchas veces haviamos propuesto de no entrar en ello ni pedirlo; y replicando el dicho Nuncio que Su Santidad había siempre hecho y haría todo lo que en sí fuesse, le diximos que muy bien se havia visto lo que por lo passado havia hecho y hacia, y que de lo que se haría no se veía aun la muestra; y con esto se acabó por aquella vez la plática.
Después, a los once de este, nos tornó a pedir audiencia, y dijo como había sido avisado que Su Santidad havia hecho election de los dos legados, y que el de Inglaterra era reservado in pectore, y que esperaba en Dios que pues en lo de la reducción de este reino podríamos ganar tanta honra como en esta jornada de Alemania, pues era la misma causa, que no dexáramos pasar la ocasión; y atajándole Nos si pensaba Su Santidad que con la fuerza de las armas se havia de tractar esto de Inglaterra, y respondiendo él que no sabía en ello la mente de Su Santidad, pero que pensaba que aquello holgaría pudiéndose hacer sin la fuerza ni ruido, le diximos que no faltaríamos de hacer con Inglaterra el oficio que se puede pedir de príncipe christiano, pero que en tomar las armas no solo no las tomaríamos para contra este rey por Su Santidad, pero ni contra el mas mal hombre que hoy vive, pues vemos sus andamientos, y que habiendo metidonos en esta empresa y persuadido a ella, nos dejaba así en tal tiempo; pero que Nos esperábamos en Dios que el que nos havia dado tan buen principio, nos ayudaría a salir con ellos; a lo cual, aunque el dicho Nuncio respondió lo mismo que arriba, que Su Santidad haría y acontescería, le tornamos a decir que se veía muy bien lo que hacía, por mas que era lo tratado, y que nos remitíamos al effecto.
Luego tornó a entrar otra vez en lo de la comisión de don Francisco de Toledo, diciendo que Su Santidad no havia podido por entonces hacer mas en ella, basta ver cómo iba la cosa en lo de los trescientos mil escudos que se habían concedido en lugar de los quinientos mil del vasallage de los monasterios, lo cual no pudimos entender si lo dijo así por yerro, o si quiere tornar atrás de los cuatrocientos mil que nos tiene ofrecidos; y prosiguiendo su plática y ponderándola con que allá habían añadido don Francisco y Juan de Vega, que cuando Su Santidad no concediese lo de la plata y fábricas que Nos estábamos determinados de tomarlo, le respondimos que era verdad, que Nos lo habíamos assi escrito y dado por instrucción al don Francisco: y tornando el Nuncio a decir que tenía por cierto que por ser cosa de mal ejemplo, siendo Nos tan cathólico príncipe, no era de creer que haríamos semejante cosa sin autoridad apostólica, se le dijo que nuestra demanda era tan justa y que tan absolutamente se nos había negado sin tener respecto a la ocasión, y necesidad tan grande que había para concedérnosla, era de manera que Su Santidad podía tener por muy cierto, que si la cosa llegaba a la mitad de la suma de lo que aquella le había estimado, háme sido dicho que se sacarían, tres millones, que Nos lo cobraríamos sin esperar mas assensu de Su Santidad, pues lo podíamos muy bien hacer, y los Reyes Católicos mas católicos que Su Santidad, pues no era sancto, habían hecho lo mismo con madura discusión y consejo, y por guerra contra Portugal, tanto mas en esta habiéndose de emplear contra hereges: y tocando él en que no pensásemos que lo podríamos hacer con buena conciencia, le respondimos que sí podíamos, y con harta mejor que no la de Su Santidad, guardando en este tiempo los dineros en el arca para engrandescer su casa, y que el papa Clemente, aunque no lo teníamos todos por bueno, hacía al cabo buenas obras, y que de Su Santidad se veían bien cuáles eran, y que por lo de arriba no dejaríamos de ser muy buen cristiano, pues habíamos harto acatado y respectado en esto a Su Santidad, y que de aquí adelante pensábamos acatar a San Pedro, pero no al papa Paulo: pues assi iban las cosas y no podíamos dejar de maravillarnos de la hermosa escusa que agora había hallado para escusarse de no hacer nada en lo de la comisión de don Francisco, con decir que no teníamos ya más menester, como si todo lo de acá estuviera acabado. A lo cual, habiendo replicado el nuncio que Su Santidad no lo entendía assi, sino que fácilmente se acabaría lo que quedaba, pues nos hallábamos tan prósperos, le respondimos, que a Dios gracias, era verdad que lo estábamos, aunque pesaba al papa, y no lo tomaba de buena gana. Pero que assi impedido como nos veía, con un brazo goloso y el otro sangrado, esperábamos de ir a acabar lo que quedaba; y que, pues Su Santidad no nos daba otra asistencia ni ayuda, que si se venía a la jornada, haríamos cuenta de meter al nuncio y al legado que venía a la primera hilera, porque diessen ejemplo a los otros, y se viese el efecto que harían con sus bendiciones; a que no respondió.
Queriéndose ya despedir de Nos, añadió, que Su Santidad atendía a apaciguar las cosas de Petillano, pero que el hijo estaba recio con esperanza de nuestro favor, rogándonos de parte de Su Santidad que no diésemos lugar a que las cosas se alterasen más de lo que estaban. A lo que le respondimos, que lo que habíamos pasado con el hijo del conde no era más, de que habiendo aquí servido con la gente de Su Santidad, le dijimos al tiempo de su partida que nos acordaríamos de sus servicios en lo que se ofreciese, sin decir que queríamos ni pensábamos hacer más o menos en su negocio, dejándole irresoluto si le favoresceríamos o no; y no sin causa quisimos usar en esta plática de mas vigor que las otras veces, por desmentir lo que en Roma se publicaba, que ya habíamos ablandado y aflojado del sentimiento que antes mostrábamos, y también para ver si podría aprovechar para otras cosas; y lo que dijimos arriba que si lo de la plata y fábricas montaba la mitad de lo que Su Santidad lo estimaba, que sería millón y medio, no esperaríamos consentimiento suyo para tomarlo, fue necesario tocallo por aquellos términos, porque no lo poniendo en ejecución, piense que lo hayamos deseado por no llegar a aquella suma, y no por no haver dado para ello el papa su consentimiento. De lo cual todo nos ha parecido advertiros assi particularmente, para que tengáis entendido lo que ha passado y os governéis conforme a ello, hablándoos Su Santidad, teniendo siempre fin, como os lo escribimos en la precedente, a mirar si por esta vía y mostrar poca satisfacción de lo que hasta aquí será mejor camino para atraer a ese hombre y reducirle a la razón.
V
Negociaciones con Roma
(Archivo general de Simancas, Estado, legajo 644.)
Párrafos de carta de S. M. a don Diego de Mendoza, su embajador, fecha a 25 de abril de 1547, sobre la traslación del concilio.
……
Juan de Vega nos escribió lo que Su Santidad había respondido en lo que se le habló de nuestra parte tocante a la traslación del Concilio, como se os escribió y dél habréis entendido. Después, habiendo el Nuncio tenido cartas de Su Santidad de 5 del presente, nos pidió audiencia a los 14, y habiéndosela dado, luego comenzó su plática con quejarse de Juan de Vega por la prisa con que despachó el correo con la respuesta de Su Santidad, sin aguardar las cartas del cardenal Fernes, no habiendo sido aquella resoluta, con decir que por hacer el oficio antes que vos llegásedes o por alguna otra causa había usado de más diligencia de la que hiciera, si no hubiera de por medio estos respectos, alargándose en disculpar a Su Santidad y justificar sus cosas, con venir a decir que Su Santidad holgaría de que el Concilio volviese a Trento, pero que sería menester que hubiese alguna dilación en medio, y que entretanto, por la autoridad del Concilio, los perlados que están en Trento fuesen a Boloña para tractar entre todos de la vuelta, y lo que más cerca de ella converná, pues él de sí solo no era parte para hacerle volver; y pidiéndonos con mucha instancia que quisiésemos oír la carta que de Roma se le había escrito, la cual era bien larga, le dijimos que pues no contenía otra cosa más de lo que de palabra nos había antes dicho, que lo pudiera muy bien excusar. Y que cuanto a lo que se quejaba de Juan de Vega, que no veíamos que su plática hubiese tenido más sustancia de lo que el dicho Juan de Vega nos había escrito, y que todo lo de Su Santidad y los suyos era siempre palabras, y al fin paraban en decir que no era parte para hacer volver el Concilio; añadiendo que no podíamos entender a Su Santidad, pues unas veces se hacía superior dél, y otras inferior como agora, a lo cual replicando el Nuncio, y queriendo alargarse en disputar de la autoridad del papa, le dijimos que no era tiempo de disputar de ella ni queríamos meternos en semejante plática, pues no era para remediar el efecto de lo que se pedía y era tan necesario, y que que agora convenía no era sino que el Concilio volviese en todo caso a Trento, como justamente se había pedido; y discurriendo el dicho Nuncio por la plática, y viniendo a tocar en la seguridad del Concilio con decir que no nos tocaba, ni era menester sino cuando fuésemos requerido de los prelados, y que Boloña era lugar seguro y donde podrían decir y hablar libremente, le respondimos que Nos sabíamos muy bien cuál era nuestra autoridad, y lo que como a emperador nos pertenecía de la dicha seguridad y protección, requerido o no requerido, y que así no había para qué tratar della.
Y tornando el Nuncio a repetir otra vez que convernía que en todo caso mandásemos a los prelados que están en Trento que fuesen a Boloña por lo que tocaba a la autoridad del Concilio, y excusar el inconveniente que por ventura se podría causar de scisma, y pareciéndonos que lo había dicho de mala manera, le respondímos que no solamente a Boloña si fuese menester, pero que a Roma los haríamos ir y les acompañaríamos con nuestra propia persona como convernía por asegurarlos; alargándonos en decir y encarescer la no buena intención y acciones del papa, juzgadas de todo el mundo por ser ya tan manifiestas; y queriendo sacar el dicho Nuncio y preguntándonos que qué mal hacía el papa, no le respondimos otra cosa sino que hacía de bien, ninguna cosa; a que dijo de presto: «a lo menos atiende a vivir;» y Nos le respondimos que esto era la verdad, pues se sabía el estudio y cuidado que tenía de ello y de engrandescer su casa y juntar dineros, y que por tener fin a esto echaba atrás todo lo que tocaba a su oficio y dignidad; pero que Nos esperábamos en Dios que aunque Su Santidad se descuidase desto y no quisiese ayudarnos, que él nos haría merced de enderezar y hacer lo que conviniese a su servicio, y aun por ventura mucho mejor de lo que Su Santidad querría. Y el Nuncio entonces quiso excusar al papa y abonarle con decir, que al cabo no faltaría de hacer todo lo que pudiese en beneficio de más cosas, confiando que le corresponderíamos a su buena voluntad, aun hasta darnos los roquetes de los prelados de la cristiandad; a que le respondimos que así lo teníamos creído, que nos daría los roquetes viejos y rolos, y él se quedaría con los dineros, y que al cabo no conocíamos dél otra cosa sino ser un viejo obstinado: a lo cual habiendo el Nuncio replicádonos que pues esto se conocía de Su Santidad era bien regalarle y darle más satisfacción que hasta aquí en lo tocante a la empresa de Alemania, y justificar las causas por que no se había hecho mención dél en los tractados, y ablandar la aspereza que en estos días se había usado con él: le respondimos que siempre habíamos hecho lo que debíamos, de que podrán ser buenos testigos todos los del mundo, el cual estaba lleno de cuán lejos iba Su Santidad de todo lo que era obligado por su dignidad y oficio; y tocándonos a este propósito no sé qué de los legados, no pudimos excusar de decir lo que sentíamos del cardenal Santa Cruz, y del ruin oficio que siempre hacía en las cosas públicas de la cristiandad y particulares nuestras, llamándole de poltrón, y que con el tiempo vería muy bien lo que hacíamos.
Dejando suspensa esta materia del Concilio y lo que más de ella se siguió, pasó a tratar de la venida del legado Sfondrato, y de cómo se había Su Santidad resuelto de enviarle con resolución de algunas cosas, así sobre lo del Concilio como de la plata de las Iglesias y comisión de don Juan de Mendoza, de manera que seríamos satisfecho, no dejando de tocarnos en que Su Santidad había sentido y notado lo que dijimos que no tomaríamos las armas contra el rey de Inglaterra por su respecto; lo cual le tornamos a confirmar por los mismos términos que la vez pasada, y más claros, por habernos dejado al mejor tiempo: y hablando el dicho Nuncio sobre las cosas de levante, y queriendo encarescer los avisos que se tenían de armada del turco por este año, le respondimos que ya se tenían por acá los verdaderos, y que lo que Su Santidad decía no dubdábamos que serían tales como él mismo los deseaba. Y queriendo el Nuncio replicar sobre este punto y los arriba dichos, le respondimos que no queríamos más disputa con él, pues su manera de negociar era tal, que nos forzaba a decir cosas, que aunque verdaderas, las pudiéramos dejar si no fuéramos irritado, y que ya nos tenía mohíno con traernos continuamente palabras y repiquetes sin ningún efecto ni sustancia, y que si tal pensáramos, no le hubiéramos dado audiencia, y que de aquí adelante tuviese entendido, que no negociaríamos mas con él, añadiendo que si acerca de lo arriba dicho quisiese decir cosa alguna, hablase con nuestros ministros, que ellos le darían la respuesta: y con esto le despedimos…
VI
Copia de otra carta
(Archivo general de Simancas, Estado, legajo 875.)
De don Diego Hurtado de Mendoza, en la que cuenta minuciosamente lo que le acaeció con el papa Paulo III, su fecha de 27 de diciembre de 1548.
Habiendo yo hecho instancia con Su Santidad para que me diese respuesta cerca el mandar que los perlados congregados en Bolonia volviesen a Trento, me hizo entender que ya tenía respuesta de los mismos perlados, y así me mandaría hoy responder después de la misa en congregación. Yo fui a recebir la respuesta, y hablé particularmente con el cardenal de Trana, que es Decano, y con Frenes, trayendo mi protesto en la mano para hacerlo en caso que la respuesta no fuese conveniente a la presente ocasión y necesidad; y así cerrándose la Congregación, estuve aguardando que me llamasen dentro del Consistorio con todos los embajadores y agentes de los príncipes y repúblicas que aquí se hallan más de dos horas. Salieron a hablarme Trana, Frenes y Coria, de parte de Su Santidad y de toda la congregación de Cardenales, y propusiéronme dos cosas; la una, que yo oyese y recibiese la respuesta de los perlados de Bolonia, y tal cual era, la enviase a S. M., y tuviese veinte días de término para tener aviso y respuesta de S. M. de lo que me mandaría hacer sobre dicha respuesta, y que en estos veinte días, los perlados que están en Bolonia no harían sesión ni acto conciliar alguno, y de esto me daban ellos tres su fe y palabra en nombre de Su Santidad y de todo el colegio de Cardenales y de los de Bolonia. La otra que Su Santidad deseaba que se juzgase si la traslación de Trento a Bolonia había sido buena y legítima, y que este juicio yo consintiese que lo hiciese Su Santidad, pues tocaba a él como cabeza de la religión. Respondí, que, pues sin yo demandar cosa ninguna me proponían este partido, que me contentaría de recebir la respuesta y enviarla a S. M., con tal que en ella no hubiese cosa que me forzase y obligase a protestar, porque en tal caso protestaría; y que me reservaba facultad y quedaba libre para protestar dentro de los veinte días si me cumpliese: ellos se contentaron y me prometieron que la respuesta no contenía cosa que me forzase. Cuanto al juicio de la traslación, respondí que no tenía poder de S. M. para diferir el juicio a Su Santidad. En esto sobrevino el cardenal de la Cueva, enviado por Su Santidad y los otros cardenales que estaban en congregación, a solicitar y hacer instancia conmigo que acetase aquellos partidos y concluyese, y concluí de la manera que arriba digo, y así ellos fueron a referir a Su Santidad y a la Congregación lo que habían pasado conmigo, y desde a un cuarto de hora me llamaron, y entré dentro con todos los embajadores y agentes de los príncipes y mis secretarios Montesa y Ximénez, y hecho debido acatamiento, dije a Su Santidad en sustancia, que habiendo yo en aquel mismo lugar suplicado con instancia a Su Santidad de parte de S. M. que mandase volver los perlados de Bolonia a Trento para continuar y acabar el Concilio, al que me fue respondido por Su Santidad que en el primer Consistorio me mandaría responder, que ahora venía a demandar de nuevo la respuesta, y le suplicaba que fuese tal, cual convenía al servicio de Dios y al beneficio de la cristiandad, y en particular de las ánimas de la provincia de Germania, y cual yo esperaba de la bondad e integridad de Su Santidad y del grado y dignidad que tenía. El papa respondió, que a instancia mía, con el celo que siempre había tenido de la unión de aquella provincia, había enviado a consultar con los perlados de Bolonia, y que era venida con diligencia la respuesta dellos, la cual mandó a su secretario Blosio que la leyese en voz alta, y él, puesto de rodillas, lo hizo; cuya copia va con esta. Yo, acabada de oír, comencé a hablar, y el papa me interrumpió diciendo, que ya se me había dado la respuesta, de la cual me darían treslado, y así no había para qué hablar, porque sería menester responderme y entrar en disputas y réplicas, y sería nunca acabar. Yo, con mucha humildad, supliqué a Su Santidad que me oyese, porque era necesario, y me convenía decir dos palabras. Su Santidad calló, e yo dije que había oído la respuesta; y porque la dilación en la presente ocasión y necesidad era muy perjudicial a la reducción de Germania y remedio de las ánimas, suplicaba a Su Santidad que con toda diligencia pusiese el remedio que convenía; y porque en la respuesta se nombraba muchas veces el Concilio de Bolonia, yo por no haberlo contradicho ni replicado en tanto que se me leía, no entendía que por ello se causase perjuicio alguno al Concilio de Trento, y lo mismo decía y entendía de la dilación que hubiese en el remedio, y esto decía en presencia de los reverendísimos cardenales asistentes. El papa dijo, ¿luego vos protestáis? Yo respondí que no protestaba, sino que declaraba esto, porque perdiéndose la ocasión, no se pudiese imputar a S. M. El papa replicó, que aquello era protestar por ambages y acusarle la negligencia, la cual no había habido por su parte, porque las prorrogaciones y suspensiones que hasta ahora se habían hecho, las habían procurado por parte de S. M. como yo sabía; respondí que yo diría la verdad como convenía en aquel lugar, y dije que yo nunca tal cosa había procurado por parte de S. M. como muy bien lo sabían los señores cardenales Frenes y Cresentio que estaban presentes, y también lo sabía Su Santidad. Que en Perosa a ellos y a él había parecido bien la suspensión y prorrogación en Bolonia por algunos días, para que en aquel medio se pudiese reducir el negocio sin escándalo a los términos que convenía, pero que yo nunca hablo de parte de S. M. como ministro, ni Su Santidad como pontífice en suspensión ni prorrogación, como muy bien sabían los dichos cardenales, los cuales comprobaron y dijeron que yo decía verdad, de que se enojó el papa, diciendo que conmigo no tenía que hacer si no fuese como ministro de S. M. Respondí que fuese como Su Santidad mandase, pero que dejado lo pasado aparte, tenía la ocasión en la mano para remediarlo todo, y así le suplicaba que lo hiciese, y a los reverendísimos que estaban presentes, que no diesen lugar a dilación, y concluí diciendo que ni aprobaba ni reprobaba la respuesta que allí se me daba, y declaraba en presencia de los reverendísimos y los demás que se hallaban presentes, que no entendía que se prejudicase en cosa alguna al emperador mi señor, ni al Concilio de Trento por haber oído ni recebido dicha respuesta, y con esto, haciendo mi acatamiento me salí, dejando a Su Santidad bien en cólera. Esto pasó el tercer día de Pascua, a los 27 de diciembre.
El día de Navidad, entrando con el papa en capilla, hallé en mi lugar, que es el primero junto a la silla del papa, su nieto Oratio, casado con hija bastarda del rey, y el marqués Dunsala, hermano del cardenal de Guisa cabe él; vinieron aposta con sabiduría del papa, según pareció en el suceso, yo llegué a ellos, y me les puse delante arrimado a la silla del papa, llamando al embajador de Francia cabe mi; luego vino un maestro de ceremonias a decirme que aquel lugar era de los duques, no de los embajadores, y así que debía ceder a Oratio como a duque de Castro. Respondí que no entendía aquel lenguaje, y tornándome a porfiar, lo envié… En esto los cardenales París y Ridolfo, que eran asistentes cabe el papa, me comenzaron a persuadir que lo hiciese; respondiles que no me entendía de ceremonias de capilla, pero que estaba en el lugar que había estado otras veces. Viendo el papa lo que pasaba, mostró de no saberlo, y demandólo al cardenal Ridolfo, el cual se lo dijo. El papa en voz alta, dijo, «yo se lo diré:» y volviéndose a mí con mucha cólera, me dijo que no teníamos nosotros por duque a Oratio, pero que lo era, e yo era caballero, así debía dar lugar a los duques; respondí que tenía por duque a Oratio y a cualquier otro que viese en estado, y que lo daría firmado de mi mano si Su Santidad lo quería. Que era verdad que yo no era duque, pero cuando lo fuese, no sería el segundo de mi casa. Que yo estaba allí como embajador de S. M., y en el lugar que habían estado los otros embajadores e yo otras veces, del cual nadie me apartaría vivo. El papa comenzó a torcer las manos y a dar nalgadas en la silla, con harto poca reputación. El embajador de Francia se fue al Evangelio, y Oratio y el otro marqués al prefacio, habiendo sentido todo lo pasado; e yo quedé solo sin competencia hasta el cabo de la misa, y sin esperar la bendición de Su Santidad ni quererle aguardar para le acompaniar. Me salí porque se quedase sin embajador que le acompaniase. Díjome Ridolfo al salir que aguardase la bendición; respondí… (Aquí hay contestaciones que creemos deber omitir por demasiado fuertes y duras). De aquí me partí a Pomblin a los 30 de diciembre, habiendo despachado correo a S. M. con la respuesta de los de Bolonia que me dió el papa, porque pudiese tornar dentro de los veinte días, y saber lo que S. M. ordenaba.
El cardenal de Guisa se partió a los 3 de éste la vuelta de Ferrara y Venecia, deja acordada la liga defensiva con el papa de esta manera; que siendo el rey acometido, el papa le valga con diez mil infantes y trescientos caballos, y para esto ha de hacer un depósito de dinero en León dentro de tres meses; y si lo fuere el papa, le ha de valer el rey con veinte mil infantes y mil caballos, y dentro del mismo tiempo ha de hacer un depósito de dinero en Venecia; para esto no hay nada firmado aun mas de platicado.
VII
Pregón de rompimiento de la paz con Francia. Fecha en Zaragoza, 1.° de enero de 1553
(Archivo de Simancas, Estado, leg. 1553)
El Príncipe:
A todos se hace saber de parte de la Cesárea y Católica Majestad y del príncipe Nuestro Señor, como el año pasado de mil quinientos cincuenta y uno, estando S. M. en Alemania entendiendo en las cosas de la fe, y procurando el asiento de ellas, y que se llevase adelante la celebración del Concilio que con tanto cuidado S. M. ha instado y solicitado, poniendo para venir a conseguirlo a su imperial persona en diversos viajes y trabajos, el rey de Francia, Enrique, sin haberle dado S. M. ocasión ninguna para ello, estando en paz y amistad con él, como quedó asentada de vida de su padre, sin hacerle dar aviso de quejas que de S. M. tuviese como fuera razón, y entre príncipes y reyes se acostumbra, comenzó a traer pláticas con algunos príncipes de Alemania para que se confederasen con él e hiciesen guerra contra S. M., y así se concertó y confederó con ellos y con el turco, enemigo de nuestra Santa Fe católica, contra ella, a que enviase su armada en daño de la cristiandad, y principalmente en daño de los reinos, estados y señoríos de S. M., como más cercano al peligro; y no contento con tratar y tramar esto por medio de sus criados y embajadores, procuró de hurtar algunas tierras de las que posee S. M. en el Piamonte, y yendo diversos navíos de estos reinos a Flandes, y volviendo de allá otros, hizo salir muchos navíos de su reino armados de guerra con orden que los combatiesen y tomasen, como lo hicieron en efecto, en que se perdieron muy grandes cantidades de dineros y mercaderías, y lo mismo mando hacer al prior de Capua, su capitán general en el mar Mediterráneo de ciertos navíos y una galera que estaban surtas en la costa de Barcelona, como ya lo debéis tener entendido, viniendo con engaño y disimulación a ejecutallo, y pasando adelante con su dañada intención, hizo juntar muy poderoso ejército, yendo en persona dentro en el ducado de Lorena, que es un hijo de la duquesa, sobrina de S. M., y le ocupó y usurpó todo y la mitad de Metz, que es del imperio, y juntamente tres o cuatro plazas del dominio de las tierras bajas de Flandes, y hizo otros muchos daños e incursiones, y a un mismo tiempo tomó algunas otras tierras en el Piamonte por engaño o por dineros que recibió a los que las tenían en guardas; y asimismo hizo venir el armada del turco tan poderosa como habréis entendido, la cual estuvo en la costa del reino de Nápoles, esperando que él enviase sus galeras con algunos rebeldes de S. M., que iban en ellas para alterar y conmover aquel reino; y demás de esto dio favor y calor a los de la ciudad de Sena, que es sujeta al imperio para que se rebelase contra él y le entregase y pusiese su gente dentro de ella, usando en todo esto de tales términos y malos modos cuales nunca se han usado; y asimismo procediendo contra los naturales de este reino de Aragón, que estaban estudiando en la Universidad de Tolosa, haciéndolos buscar y echar en prisiones, como a todos es notorio, y haciendo otras vejaciones y malos tratamientos a los vasallos y súbditos de S. M. y de estos reinos, así por mar como por tierra; de manera, que aunque la inclinación e intención de S. M. Cesárea ha sido siempre de poner paz en la cristiandad y convertir sus armas contra los enemigos de la fe, viendo que por tantas partes y tan poderosamente el dicho rey de Francia se ha movido contra él y sus tierras, y ayudádose de tantos enemigos tan conjurados y concertados, y movido con tan justa ocasión como son los daños que ha hecho en sus estados y tierras y lo que tan justamente le ha ocupado de ellos, no ha podido dejar de armarse contra ellos, como lo ha hecho con juntar un poderoso ejército y procurar de dañar al dicho rey de Francia y a sus amigos y aliados, como a perturbadores de la paz de la cristiandad y dañadores de sus reinos, señoríos y vasallos. Y para que venga a noticia de todos, S. M. por la presente declara y da por sus enemigos al dicho rey de Francia, Enrique, y a sus amigos, aliados y confederados, de cualquier estado, grado o condición que sean, y a todas sus tierras y vasallos, y a las de sus amigos y aliados, para que se le pueda hacer guerra por mar y por tierra, por todas aquellas vías, formas y modos que entre enemigos capitales declarados se suele, puede y debe hacer, y la manda pregonar y publicar en este reino para que llegando a noticia de todos procuren de hacer al dicho rey de Francia, y a todos sus amigos y vasallos de él y de ellos, todos los daños, incursiones y males que se pudieren hacer sin entrar en sus reinos, sin licencia nuestra o de nuestro capitán general, y que donde quiera que los hubieren y hallaren los traten como a tales; y da facultad, licencia y permisión para ello, sin que por ello hayan de incurrir ni incurran en pena ninguna, y manda a su capitán general en este reino y a todos los oficiales y ministros dél de cualquier estado, grado o condición que sean que lo hagan publicar, para que esté notorio a todos, como la guerra entre S. M. y el rey de Francia está rompida, y que ninguno pueda pretender ignorancia de ello agora ni en ningún tiempo.
Y porque aprovecharía poco pregonar la guerra si no se ejecutasen las cosas que resultan della, entendiendo que el reino de Francia y los naturales dél, y por consiguiente el dicho rey y sus aliados y sus vasallos y súbditos reciben muy gran provecho y utilidad del comercio que tienen con los naturales de este reino, y que quitándoseles y prohibiéndoseles aquél, vendrán a recibir notables daños para hacerles la guerra en todas las maneras que se puede, es la voluntad de S. M. y de S. A., y así lo mandan expresamente, que de aquí adelante estén cerrados y se cierren todos los puertos y pasos que hay entre el presente reino de Aragón y los reinos de Francia, y las tierras de sus aliados y confederados de cualquiera estado, grado y condición que sean, y que ningún natural ni habitador de este reino sea osado de pasar ni llevar ningunas mercaderías ni otra cosa alguna al dicho reino de Francia ni a las dichas tierras de sus aliados, ni menos traellas del dicho reino de Francia a este por sí ni por tercera persona, sopena que los que lo contrario hicieren estén a merced de S. M. y de S. A. y sean perdidas todas las mercaderías y otras cosas que así sacaren de estos reinos o de allá trajeren, y lo mismo se vieda y prohíbe a los vasallos del dicho reino de Francia y de sus aliados, con los cuales no quiere S. M. que se haga comercio ni contratación alguna, avisándoos a todos que se ejecutarán todas las dichas penas muy rigurosamente contra los que hicieren lo contrario, sin remisión alguna. Asimismo manda S. M. que no puedan entrar, ni entren en este reino de Aragón ningún francés, bearnés ni gascón, y que si alguno entrase sea preso y detenido, y la persona esté a merced de S. M. según lo ordenare su capitán general en este reino; y para la ejecución de esto manda que dentro de diez días que se cuenten desde hoy que se publica, salgan fuera de este reino de Aragón todos los franceses, bearneses y gascones que se hallará en él si no fuesen casados o mostraren que ha diez años que viven en el reino, exceptuados también los molineros y pastores, los cuales quiere S. M. que en esto no sean comprendidos, y que el que se hallare en este presente reino pasados los diez días pueda y deba ser preso, y su persona esté a merced de S. M., y porque haya orden en esto, manda S. M. que todos los gascones, bearneses o franceses que entraren en este reino pasados los dichos diez días, donde quiera que fueren hallados, hayan de ser presos y entregados a la justicia de la villa o lugar más cercano de donde le prendieren, y que aquél avise al capitán general de como los tiene para que él cumpla la orden que de S. M. o de S. A. tuvieren sobre ello. Demás de esto, porque del comercio o contratación que hay de cambios de este reino para los de Francia se sigue mucha utilidad a aquel reino, y el rey tiene más forma y manera de haber dineros para hacer guerra a S. M., queriendo también por esta vía estorbarle el provecho que recibe, pues no es justo que de reino a quien él tiene tanta enemiga, se le siga ningún fructo ni comodidad, manda S. M. y expresamente vieda y prohíbe que del día de la publicación de ésta en adelante ningún mercader ni tratante, ni otra persona alguna de este reino, haga cambio ninguno de ninguna calidad para la dicha ciudad de León de Francia por sí ni por tercera persona, ni menos reciba, acepte ni cumpla las letras de cambio que de ella se les remitieren o vinieren, y que de aquí adelante los cambios que se remitían a la ciudad de León, se remitan a la ciudad de Besanzón, donde S. M. ha mandado y ordenado a todos sus vasallos que pasen el trato y correspondencia que tenían en León, y que ninguno sea osado de hacer lo contrario, sopena de la desgracia de S. M. y de dos mil ducados y la persona a merced de S. M., por cada vez que lo contrario hiciere, todo lo cual ha mandado pregonar S. M. por los lugares públicos de esta ciudad, y por otros lugares que se acostumbra en este reino, para que llegue a noticia de todos y ninguno se pueda excusar ni pretender ignorancia. Dado en la ciudad de Zaragoza el 1.° de enero de 1553.
VIII
Efectos del emperador en Yuste, elegidos por su hijo don Felipe II
(Archivo general de Simancas, leg. núm. 13.)
Sumario de lo que montan las cosas que S. M. señaló se le guardasen y no se vendiesen de los bienes de Yuste.
Cámara | |
La piedra filosofal… | 7.500 |
Un cofrecito de plata… | 11.250 |
Una bolsa de sirgo morado con retratos… | 11.250 |
Una bolsa con un retrato de la duquesa de Parma… | 1.500 |
Un librillo de oro con retratos… | 21.957 |
Las piedras bezoar… | 48.750 |
Un librillo de oro con tres cuadrantes, dos de oro y uno de plata… | 46.545 |
Un cuadrante y un silbato de oro… | 8.544 |
Un cuadrante de oro como polvorín… | 17.731 ½ |
Otro cuadrante de oro, redondo… | 4.500 |
Otro cuadrante dorado… | 2.250 |
Otro cuadrante quebrado y dorado… | 2.250 |
Otro como este… | 3.750 |
Otro como librillo dorado… | 3.000 |
Otro plateado y dorado… | 4.974 |
Otro pequeño de plata… | 1.056 |
Otro dorado, con armas imperiales… | 1.500 |
Otro de plata llano… | 1.500 |
Otro de oro de sol… | 3.401 |
Otro dorado… | 3.000 |
Un reloj de arena, de ébano… | 204 |
Un cuadrante de plata… | 2.250 |
Otro cuadrante dorado… | 4.500 |
Un cofrecillo con antojos de camino… | 8.557 |
Una tabla de las palabras de la consagración… | 16.500 |
Un libro de mano del Cavallero determinado, iluminado, en francés. (No está tasado.) | |
Un libro intitulado Bohecio. (Ídem.) | |
Otro intitulado Astronomicum Cesaria… | 9.375 |
Otro libro del Cavallero determinado, en romance. (No se tasó.) | |
Otros dos libros en francés, de molde, de meditación. (Ídem.) | |
Dos Bohecios. (Ídem.) | |
Un libro de mano de Santa Cruz, de astronomía, y este va tasado con el de Pero Apiano. | |
Otro de la jornada a Alemania del comendador mayor. (No se tasó.) | |
Otro de pergamino de dibujos y patrones… | 7.500 |
Los Comentarios de César en italiano. (No se tasó.) | |
Un paño con cuadernos de la corónica de Florián. (Ídem.) | |
Un almohadilla de olores… | 15.000 |
Dos breviarios romano y de San Gerónimo, y un oficio de la Semana Santa. (No se tasó.) | |
Un misal pequeño… | 3.400 |
Unas horas iluminadas… | 3.400 |
Dos saeterios pequeños… | 272 |
Un libro de memoria, de oro… | 2.250 |
Una sortija con piedra de restrañar sangre… | 7.500 |
Otra de la misma virtud, engastada en oro… | 15.000 |
Dos brazaletes y una sortija de oro y otra de hueso… | 10.024 |
Una piedra azul para la gota… | 1.125 |
Un cuadrante de plata… | 11.250 |
Otro dorado con unos antojos… | 2.625 |
Un estuche con ocho piezas de geometría… | 1.125 |
Un compás de hierro… | 187 |
Otro de hierro con su regla… | 1.125 |
Una pluma y dos dedales para las uñas… | 166 |
Un rosario de madera con cruz y medalla de oro… | 2.250 |
Diez cuentas esculpidas con cruz, medalla y sortija de oro… | 6.750 |
Una cadenilla de oro con una cruz… | 6.623 |
Otra con el tusón de oro y una cinta roja. (Esta tiene S. M. y no la ha pagado.)… | 21.963 |
La orden pequeña del tusón con cordón negro… | 3.121 |
Otro tusón con una cinta de seda negra. (Tiénele S. M. y no lo ha de pagar.) | |
La orden grande del tusón. (Ídem.) | |
Cuatro callues y cuatro eslavones de oro. (Ídem.) | |
Otro collar de diez y ocho eslavones y callues. (Tiénelo S. M. y no lo ha pagado.)… | 52.316 |
Un libro de mano de la dicha orden. (Entregóse.) | |
Una tabla con crucifijo iluminado. (Tomolo en Yuste el señor Luis Quijada, y quemose.) | |
Una tablilla de Nuestra Señora, que era de la emperatriz Nuestra Señora… | 1.500 |
Un crucifijo de madera con que murieron SS. MM., y unas deciplinas. (No se tasó.) | |
Dos dagas y una espada con su talabarte… | 1.875 |
Dos libros de devociones, de mano… | 3.750 |
Una carta de marear, como libro que dio el príncipe Doria… | 9.375 |
Un estuche con dos compases… | 187 |
Una caja con cuatro compases de hierro y latón… | 750 |
Una pluma de plata… | 110 |
Una carta de Italia, de papel. (No se tasó.) | |
Otra de la discrepción de España. (Ídem.) | |
Dos envoltorios de cartas de pergamino. (Ídem.) | |
Cuatro pinturas de certificaciones. (Ídem.) | |
Una carta general de la discrepción de Alemania. (Ídem.) | |
Otra de Flandes. (Ídem.) | |
Otra de Alemania y Hungría. (Ídem.) | |
La pintura de Renti. (Ídem.) | |
Otras dos chiquitas de Constantinopla. (Ídem.) | |
Una escritura de las tablas de dimensión. (Ídem.) | |
Una bolsa de terciopelo negro, de papeles que llevó el señor Luis Quijada. (Ídem.) | |
Una medida de geometría. (Ídem.) | |
El arcabuz que era de S. M. y aderezos dél… | 750 |
Una ballesta con sus gafas y aparejos. (Tiénela S. M. y no la ha pagado)… | 7.500 |
La capilla pequeña de plata en que hay un crucifijo, un cáliz con patena, un ostiario, dos vinajeras, dos candeleros, una fuentecica, una palmatoria que sirve de candelero… | 57.034 |
Un libro de pergamino de mano, iluminado, de la missa… | 39.750 |
Otro iluminado, de mano, historiado… | 52.500 |
Barberos. | |
Dos espejos de cristal y un cristalino… | 37.500 |
Dos estrolabios… | 6.000 |
Un anillo astronómico… | 3.750 |
Tres pares de antojos de cristal de montaña… | 1.125 |
Dos estuches con herramienta para las uñas y otros dos para los pies… | 750 |
Tres almohadillas chiquitas de olores. (No se tasó). | |
Panatería. | |
Dos braseros de plata para calentar la vianda… | 38.968 |
Dos volas de plata juntas para llevar a caça duraznos… | 2.635 |
La cava. | |
Dos brocales de plata con sus tornillos para botas de vino… | 4.772 |
Tres cañutos de plata con que S. M. tomaba el caldo y dos medidas de onzas… | 1.828 |
Sausería. | |
Dos platos para servir lechones, de plata… | 66.245 |
Del cargo de guarda-joyas. | |
Una cruz que dio el cardenal de Trento… | 25.717 |
Otra cruz de oro pequeña con lignum crucis… | 1.815 |
Una custodia de oro, y dentro una medalla de Nuestro Señor, de metal… | 5.690 |
Un pedazo de unicornio. (No se tasó, y háse de ver lo que vale.) | |
Una pintura de la Trinidad, de Ticiano… | 75.000 |
Otra grande de Cristo, que lleva la cruz. (Esta quedó en Yuste.) | |
Otra de Cristo crucificado… | 11.250 |
Otra de mano de Ticiano, en piedra, de Cristo azotado, con Nuestra Señora… | 37.500 |
Otra de Nuestro Señor, que lleva la cruz, con otra imagen de Nuestra Señora… | 37.500 |
Otra pintura de Nuestra Señora, de mano del Ticiano… | 7.500 |
Otra de Nuestro Señor, sobre tela… | 7.500 |
Dos tableros pequeños de ébano, de Nuestro Señor, y otras figuras… | 75.000 |
Un retrato del emperador y emperatriz, en tela… | 11.250 |
Un retrato del emperador, armado, en tela… | 5.625 |
Otra pintura en tela de la emperatriz… | 7.500 |
Otro retrato de la reina de Inglaterra, en madera… | 37.500 |
Un retrato en tabla con cuatro hijos del rey de Francia… | 3.750 |
Una pieza pequeña de tapicería de oro y seda… | 41.250 |
Un tablero de madera con nueve medallas de oro y un camafeo… | 424.060 |
Dos astrolabios de cobre y una sortija y libro… | 82.500 |
Una pintura en tabla del Santísimo Sacramento… | 3.000 |
Dos libros grandes de pinturas de las Indias. (No se tasaron). | |
Otro libro menor de lo mismo. (Ídem.) | |
El reloj grande que tiene Juanelo. (Ídem.) | |
Otro de cristal que hizo Juanelo. (Ídem.) | |
Otro llamado el Portal… | 56.250 |
Otro llamado el Espejo… | 63.750 |
Tres relojes pequeños para traer en los pechos… | 41.250 |
Cosas del cargo de guarda-joyas. | |
Tres colchas de pluma de Indias. (No se tasaron.) | |
Otras dos colchas de pluma, cubiertas de tafetán. (Ídem.) | |
Panatería. | |
Veinte y cuatro tablas de manteles de damasco… | 90.000 |
Cinco cofres a la manera de Flandes… | 7.500 |
Dos cajas blancas de madera… | 1.125 |
Una rapa con su cuchillo… | 102 |
Una caldera de azófar… | 221 |
Furriería. | |
Una estufa de metal con su aparejo… | 7.650 |
Un frasco de hierro para aceite… | 102 |
Otro para mostaza, es de estaño… | 170 |
Una mesa de nogal con sus pies… | 1.125 |
Dos bancos de nogal… | 680 |
Cava. | |
Nueve barriles de vino… | 3.672 |
Un cántaro de cobre. (16 y medio reales se tasó). | |
Un cubo como herrado… | 459 |
Dos medidas de estaño… | 535 ½ |
Una caldera de cobre para enfriar vino… | 867 |
Cinco embudos de cobre… | 867 |
Cocina. | |
Nueve formas de metal… | 2.250 |
Las piezas de moldura para hacer gilea con los maniles de las nueve formas. (No se tasaron). | |
Dos mangas para gileas. (Ídem.) | |
Dos calderas grandes de azófar… | 2.250 |
Un candelero de azófar… | 51 |
Una bolsa con tornasol… | 204 |
Cuatro barriles para vinagre y agraz… | 816 |
Dos cofres para plata de Flandes… | 3.000 |
Dos hachas de hierro y tres cuchillos… | 170 |
1.945.212 | |
Suma todo lo que como está dicho S. M. ha mandado que se le guarde de los dichos bienes de Yuste, como arriba va dicho y declarado, un cuento nuevecientos y cuarenta y cinco mil y ducientos y doce mrs., sin las cosas que va dicho, que no están tasadas y otras que tiene S. M. que no ha pagado.… | 1.945.212 |
Todos los bienes que al presente hay en ser de los del dicho monesterio de Yuste, contando los que arriba están escriptos, montan 3.645.294 y medio, y descontados dellos los dichos 1.945.212 que montan los bienes arriba contenidos, que S. M. ha mandado guardar, restan líquidamente 1.670.082 y medio.… | 1.670.082 ½ |
Cuando S. M. mandó poner casa al señor don Juan, ordenó se le diesen de los dichos bienes de Yuste cierta quantidad de tapicería y otras cosas, cuya paga mandó fuese a su cargo en lo qual monta. | |
Monta todo lo contenido en los bienes que estaban en Simancas según el inventario y tasación que se hizo últimamente dellos, sin los que no están tasados, como abajo se apuntará.… | 11.271.861 |
Dejóse de tasar en esta tasación de Simancas un Hércules de bronce, el cual visto por Pompeyo, escultor de S. M., lo tasó en 150 ducados… | 56.250 |
Tambien hay algunos mapamundis y cartas de marear por tasar. | |
De lo que dice Juanelo del estrolabio de Simancas. | |
(Parece estar incompleto, y en su lugar se halla el memorial que se copia a continuación, el cual está en medio pliego separado y de marca más pequeña que los dos en que está la relación que antecede). |
Memorial
De las cosas que S. M. mandó se llevasen a palacio para verlas, de las que estaban en la fortaleza de Simancas, que estaban señaladas con una cruz.
Una imagen de Nuestra Señora, de plata dorada, con Nuestro Señor en brazos y con su diadema y corona, que pesó todo treinta y nueve marcos y siete onzas.
Un Sanct Hierónimo de plata dorado, con un chapeo y un león, y un libro, que pesó veinte y seis marcos y una onza.
Un Sanct Francisco de plata dorado, con una diadema y un crucifijo, que pesó veinte y ocho marcos, siete onzas y cuatro ochavas.
Un Sanct Miguel con un diablo a los pies, con dos alas, y una manzana y una lanza, todo de plata dorada, que pesó treinta y nueve marcos y cuatro onzas.
Una imagen de Santo Domingo de plata dorada, con una diadema y un ramo en la mano, que pesó veinte y seis marcos, cinco onzas y seis ochavas.
Una imagen de Sanct Gabriel con dos alas de plata dorada, que pesó cuarenta marcos y tres onzas.
Otra imagen de un ángel, con dos alas de plata dorada, que pesó trece marcos, dos onzas y dos ochavas.
Otra imagen de otro ángel de plata dorada, con dos alas, que pesó doce marcos, siete onzas y siete ochavas.
IX
Relación de las exequias que Felipe II hizo en Bruselas por el alma de su padre, en 29 de diciembre de 1558
(Archivo general de Simancas, Estado, legajo 517.)
Miércoles 28 de Diciembre de 58, a la noche, vino la majestad del rey Felipe a Bruselas; jueves a los 29 comenzaron los oficios funerales por Carlos V, su padre, los cuales hizo tan suntuosamente cuanto era digno se hiciesen por tan grande e insigne príncipe, y dignos de tal y tan buen hijo, que mostró en su muerte lo mucho que le había amado viviendo.
Salieron antes las dos horas después de medio día de palacio, el cual estaba todo colgado de negro; a la puerta de la capilla de dicho palacio, sobre un paño negro que estaba colgado, y por medio de dicho paño, había un pedazo de terciopelo, así como sale de la pieza, entero; sobre este pendía un escudo grande con las armas imperiales y el Toisón. A la puerta principal de palacio estaba otro escudo, por la misma orden y manera, y otros dos en la iglesia; uno a la puerta y otro en el altar donde se decía la misa, la cual celebró el obispo de Lieja, hermano del marqués de Vargas.
El modo de proceder fue en la manera siguiente: Desde palacio hasta la iglesia estaba hecha una calle cerrada con vallas de una parte y otra porque no atravesase gente ninguna que pudiese impedir a los que iban de ordenanza. Arrimados a dichas vallas estaban los de Villa, con sus antorchas encendidas, por su orden todos los oficios que acá llaman Guildes y en España cofradías, eran buen número, que pasaban de 3.000.
En palacio se juntaron todos los señores grandes y pequeños, y todos los criados del emperador y pensionarios, y los del Rey, la justicia del pueblo, y todos los principales y los de los Estados.
Vinieron asimismo todas las órdenes y clerecía del pueblo, todos los abades y obispos; puestos en orden comenzaron dar que caminasen en procesión; salieron las cruces de la Iglesia mayor delante, como guiones, y los monacillos por su ordenanza con ella, a cada uno dieron su vela de cera.
Luego siguieron las órdenes, procediendo cada una por su antigüedad, los frailes de todas ellas revestidos de sus munizas, casullas, almáticas y pluviales, y de todo lo más rico que tenían.
De la misma manera fueron los clérigos de todas las parroquias, capellanes y canónigos de la Iglesia mayor, los cantores de la capilla del rey, los capellanes con muy ricas pluviales; los abades y obispos vestidos de pontifical, eran fasta veinte mitras, doscientos pobres vestidos de luto, cada uno su antorcha en la mano encendida, en ella dos escudos con el águila imperial, uno que guardaba adelante, otro atrás. Tras de estos iban los juristas advocatos y procuradores todos de luto. Los deputados de todos estos Estados. Los presidentes de la Cámara de Cuentas y los oidores dellas, el chanciller de Bravante y los de la Chancillería, el Drosart y prevoste, la casa de S. M. Los oficiales de manos de la caballeriza y los demás ayudas de furrieles y furriel, las ayudas de oficios de la casa, las ayudas pensionarios de la majestad imperial, los porteros, los alguaciles, los aposentadores de la casa, los jefes de oficios de la Casa Real, los jefes pensionarios de la majestad imperial, los médicos y zurujanos de la casa, los médicos y zurujanos de cámara, las ayudas de cámara, guarda-joyas y guarda-ropa, los pages del rey con su ayo capellán y ayuda, los costilleros.
Los gentiles hombres de la casa de S. M. Los gentiles hombres pensionarios de la Majestad del emperador: los gentiles hombres de la boca, los gentiles hombres pensionarios de la boca del emperador. Los trompetas y alabarderos con sus banderas desplegadas, y al contrario, un rey de armas con la cota de armas del emperador, con otros dos a los lados, a mano derecha el uno, por sirviente del país de Henao, a la izquierda el otro, por el país de Artois.
Sacáronse 27 estandartes y cornetas, y 24 caballos muy bien aderezados, cada uno con sus colores y armas y devisas. A cada caballo guiaban dos caballeros, cada uno le tenía de su parte de un cordón negro echado a la brida. Asimismo sacaron una nave muy rica que significa la conquista de las Indias, dentro de ella las tres virtudes y muchos estandartes y cornetas, guiábanla dos grifos marinos. Junto de ella iban las dos columnas de Hércules, las cuales guiaban dos elefantes marinos, y tras de ellos, en medio las columnas, un Delfín, todo ello muy al natural. Iban tan contiguas las columnas a la nao, que parecía que ella misma les daba cabo; todo tan natural, que fue cosa muy de ver. En torno de la nao, estaban pintadas todas las jornadas y triunfos de la Majestad Cesárea, asimismo había muchas letras en ellos y en los estandartes.
Las cornetas, estandartes, caballos y las demás insignias, fueron repartidos por la orden que sigue:
La corneta de colores, don Pedro de la Cerda. El guión de colores, Mr. de Castro. La tarjeta y yelmo de Justa, juntos. Próspero de Lalam y don Juan de Castilla.
El navío y las columnas de Hércules, y el caballo de Justa, cubierto hasta el suelo, con sus colores, Francisco Marles y Antonio de Bersille.
El grande estandarte de colores, Stéfano de Oria.
Los gentiles hombres de la cámara del emperador, los señores de título, barones, condes y marqueses, un rey de armas con cota del imperio a la mano derecha, otro con las armas de Brabante, y a la izquierda otro de Flandes.
El caballo de Flandes, don Juan Mausino y Guen de Bert. La bandera de Flandes, Felipe de Lanoy.
El caballo de Gueldres, don Pedro de Reinosa y Sile. La bandera de Gueldres, Mr. de Champane.
El caballo de Bravante, don Juan Nuño de Portugal y Charran. La bandera de Bravante, don García Sarmiento.
El caballo de Borgoña, Juan Bautista Juarto y Charles de Armes Pogf. La bandera de Borgoña, Hector Espínola.
El caballo de Austria, don Martín de Goni y Andrés Bacanora. La bandera de Austria, don Juan Tavera.
Un rey de armas con su cota de armas del imperio; a los dos lados otros dos, a la derecha, con las armas de Austria, a la izquierda, con las armas de Borgoña.
El caballo de Córdoba, Mr. de Saxie y don Felipe de Silva. La corneta, Lebio de Oria.
El caballo de Cerdeña, don Carlos de Mellano y Charles Baudemoy. La corneta de dicho reino, don Pedro Manuel.
El caballo de Sevilla, Mos de Mol y Mr. de Maumon. La corneta, el conde de Salma.
El caballo de Mallorca, don Diego de Rojas e Juan de Bransion. La corneta, don Gonzalo Chacon.
El caballo de Galicia, don Pedro de Velasco y Barambarque. La bandera, don Juan de Avalos de Aragón.
El caballo de Valencia, don Josepe de Acuña y Felipe de Benicurt. La bandera, don Rodrigo de Moscoso.
El caballo de Toledo, don Francisco Manrique, caballerizo, Charles de Longan. La bandera, Mr. de Mingonal.
El caballo de Granada, Gómez Jerez de las Marinas y Gerónimo de Mol. La bandera, Antonio de Velasco.
El caballo de Navarra, don Luis de la Cerda y Juan Bastin de Nobega. La bandera, Mos del Pexeten.
El caballo de Jerusalén, Arnut de Chrinunghen y Felipe Brandonsere. La bandera, don Luis de Ayala.
El caballo de Cicilia, don Felipe Manrique y Jaques de Juárez. La bandera, Mr. de Sobrenon.
El caballo de Nápoles, don Luis Brique y Felipe Escanova. La bandera, Garcilaso Puertocarrero.
El caballo de Aragón, Juan de Herrera y Guillaume Inzarte. La bandera, Mr. de Baos.
El caballo de León, don Pedro Bazán y Felipe de Cortavilla. La bandera, don Francisco de Mendoza.
El caballo de Castilla, don Juan Vibero y Pierre de Merbeque. La bandera, Mr. Stranguier.
Dos reyes de armas con cotas de armas del emperador.
El estandarte general con las armas del imperial, el conde Fuensalida.
El guión con las armas imperiales, el vizconde de Gante.
El caballo cubierto todas las bardas de brocado con las armas del emperador, don Pedro de Ulloa y Mos de Berten.
El grande estandarte del imperio, el conde de Policastro.
El caballo con la cubierta de brocado hasta el suelo, con las armas del emperador, don Pedro de las Rueles y don Camilo de Correjo. La gran corneta cuadrada con las armas imperiales, el conde de Castellar.
Los cuatro cuartos del escudo, el marqués de Cerralbo, el conde de Rus, el conde de Cruna y el conde de Rivadavia, todos cuatro cuartos juntos, el duque de Seminara y yelmo con su lumbre, a la mano derecha, a la izquierda del escudo doble con su corona, el duque de Atri.
La espada de armas, el príncipe de Asculi. La cota de armas, el príncipe de Salmona.
Los maceros, tres reyes de armas con las armas imperiales.
El caballo con lasa de terciopelo negro hasta el suelo, y su banda de raso carmesí, don Manrique de Lara y don Carlos Ventemille.
El collar de la orden, el conde de Xuarzemberg.
El cetro imperial, el marqués de Aguilar.
La espada imperial, el duque de Villahermosa.
El Mundo, el príncipe de Orange.
La corona imperial, harto rica, don Antonio de Toledo, prior de San Juan.
Los mayordomos, el conde de Olivares, el marqués de las Navas, mayordomo mayor, el duque de Alba, el Tusón de oro, su Majestad Real, y a la mano derecha, que levantaba la falda, el duque Rico de Brunzvig, y a la izquierda, el duque de Arcos, la falda atrás llevaba Rui Gómez, conde de Melito, el duque de Saboya solo, y capirote por la cabeza, como el rey, llevábase él mismo su falda.
Los caballeros de la Orden del Tusón, iban dos a dos.
Los tres oficiales de la Orden, contralor, tesorero y grafier.
El consejo de España y regentes de las provincias y reinos.
El consejo de Estado, privado de estos estados.
Los del Consejo de Finanzas. Bureo.
El teniente de los archeros, y archeros.
Otras personas que entendían en que se guardase el orden.
Embajadores del emperador, Portugal y Venecia.
Esta fue la orden que se tuvo. Los embajadores fueron en su plaza. Por la misma orden vinieron viernes a la misa, pero sin la clerecía, y sin caballos y sin las demás insignias, porque la vigilia quedaron en la Iglesia, la cual estaba tan bien adornada, como para semejante acto se requería, toda colgada de paño negro, y sobre él, por lo alto, terciopelo; estando atajada la capilla mayor de dicha iglesia, y cerrada por todo él, de manera que nadie pudiese estar, sino los que convenía que entrasen, y todo el tablamento estaba teñido de negro.
Bajo del altar buen espacio estaba hecho un cadalso grande del alzar que la altura del templo sufría a modo de castillo todo lleno de candeleros. El chapitel dél le abrazaban tres coronas, a lo extremo del alto dél estaba la del imperio. Pusiéronse en él cerca de tres mil velas de cera de a libra, ultra las antorchas que estaban por los cuatro cantos de dicho cadalso. Bajo de él estaba una tumba grande cubierta con un paño de brocado negro, rico, a lo alto de los paños colgados. Todo en torno había una galería de candeleros y era cosa agradable a la vista verlos todos arder sus candelas. A las gradas de la iglesia hicieron un tablado por do entrasen los caballos, y por el cuerpo de la iglesia otro por do pasasen de una parte a otra, y por la manera que vinieron en la procesión los llevaron a ofrescer con todas las demás insignias. Después hubo prédica en francés, buena. Acabáronse los oficios a las dos horas después de medio día y con ellos se cumplió con Carlos V. Sea en el cielo.