Materia & Materialismo

Gustavo Bueno
Materia
Pentalfa, Oviedo 1990
fuente griego

 
Capítulo 6
Investigaciones en contextos marxistas

1. Marx se ha referido casi siempre a la materia en contextos críticos, no sólo frente al idealismo subjetivo (al modo de Fichte) sino también frente al idealismo objetivo (al modo de Hegel) y, por supuesto, frente al materialismo mecánico. Si frente el idealismo subjetivo Marx apela a la materia, es para rebasar el subjetivismo, y aun el solipsismo -un subjetivismo que, en todo caso, también quedaba desbordado por el idealismo hegeliano. La «vuelta del revés» de Hegel, entre otras cosas, contiene la crítica al formalismo de las ideas objetivas; formalismo que las dota de una legalidad teleológica, independiente de los procesos materiales y las refiere de hecho a una conciencia objetiva, «centro metafísico de la realidad», por respecto de la cual la materia aparece como negatividad pura. La «vuelta del revés» de Marx apela a realidades positivas -no negativas- que co-determinan a la propia conciencia humana y a las ideas que la conforman. Pero no por ello la materia representa para Marx la simple res extensa cartesiana o atomística: la materia no es una realidad que pueda dársenos como una entidad absoluta previa e independiente de la actividad práctica humana, la que se lleva a efecto principalmente por medio de la actividad industrial. Pues esta misma actividad [80] práctica (que incluye, desde luego, la actividad operatoria) forma parte de la materia y esta constatación obligará a concebir a la materia como inmediatamente determinada en tipos o escalas diversas de organización, en interacción y conflicto dialéctico incesante. En este contexto, son intercambiables los términos (usados por Marx) de Materie, Natur, Naturstoff, Naturding, Erde, &c., como ha señalado Alfred Schmidt, acaso inclinándose, excesivamente, en su interpretación, por el momento de la subordinación de la idea marxista de materia al trabajo humano (A. Schmidt, Der Begriff der Natur in der Lehre von Carl Marx, Frankfurt 1962, p. 21). En cualquier caso, Marx no ha escrito ningún tratado explícito sobre la materia, lo que no excluye que haya utilizado (ejercitado) y desarrollado, de modos dialécticos muy característicos y ejemplares, la idea de materia en contextos muy precisos, especialmente los históricos. Cabría decir que en la idea de materia utilizada por Marx actúan, y de un modo no siempre muy definido, tanto componentes analogistas como componentes anomalistas. Y, según el peso relativo que adquieran en cada caso, conformarán dos orientaciones o tendencias similares o paralelas a aquellas que hemos analizado en el capítulo anterior.

2. La orientación analogista, o, si se prefiere, los componentes analogistas de la idea marxista de materia se hacen presentes, en el materialismo dialéctico e histórico, principalmente por la tendencia a las fórmulas monistas, sin que tengamos necesidad de entender el monismo como monismo de la sustancia, y menos aún, como un reduccionismo fisicalista o mecánico. Es decir, como un monismo del cosmos imfinito, del orden y concatenación recíproca de todas las partes de un universo entendido como una totalidad universal que se da, eso sí, en diferentes niveles jerarquizados, entre los que median «saltos cualitativos», que recorren una escala que culmina en el pensamiento -no ya sólo el humano sino acaso también en el pensamiento propio de otros [81] seres inteligentes que pueblen astros desconocidos-. La Dialéctica de la Naturaleza, de F. Engels, se aproxima a este límite monista. Representa este límite monista el equivalente en el marxismo de lo que en la filosofía no marxista pudo ser el energetismo jerarquizado de W. Ostwald o el emergentismo de S. Alexander (Space, Time and Deity, 1920); al menos, los «saltos cualitativos» pueden ponerse en paralelo con las «emergencias». Por supuesto, este analogismo impulsa, en la teoría de la historia o de la política, la tendencia hacia formas de evolucionismo unilineal y paralelo de las diversas sociedades, sin perjuicio de las variantes locales; la confianza en los resultados objetivos del desarrollo material de la producción, el dogmatismo, en mucho casos. Por ello a veces se ha considerado como una recaída en el idealismo objetivo, por lo que tiene de apelación a unas «leyes de bronce», naturales o históricas, capaces de explicar de modo escolástico cualquier situación, por peculiar que ésta sea. Caracterizamos con estos rápidos trazos, a muchas posiciones del Diamat, comenzando por la obra de G. Plejanov, Beiträge zur Geschichte des Materialismus: Holbach, Helvetius, Marx, 1896. Robert Havemann ha señalado certeramente la presencia de componentes idealistas en el Diamat (personificado a la sazón por Fataliev) en unas célebres conferencias en la Universidad Humboldt de Berlín (1963-64) publicadas bajo el título: Dialektik ohne Dogma?, 1964. Sin embargo, hay que reconocer a Engels la brillante utilización de la tesis de la conexión entre los conceptos de materia y movimiento, como principio para una clasificación de las ciencias y la insistencia en la necesidad del tratamiento conjugado de los problemas ontológicos y de los gnoseológicos que giran en torno al concepto de materia (B. M. Kedrov, Clasificación de las Ciencias, tomo I, Moscú 1974).

3. La orientación anomalista, es decir, la tendencia a considerar la materia desde sus componentes anomalistas, [82] subrayando la necesidad de atenerse en cada caso al análisis de las realidades concretas, a mantener el sentido de las distancias entre los campos que se dan como cualitativamente diferenciados, se prefigura ya también en Engels, que insistió en los peligros derivados de aplicar los métodos de las ciencias naturales a las ciencias sociales. Desde la perspectiva del anomalismo cobra un amplio significado la definición de materia propuesta por Lenin («materia no significa en gnoseología más que: la realidad objetiva, existente independientemente de la conciencia humana y reflejada por ésta») y que, por sí misma, ha podido ser considerada, aun reconociéndosele lo que ella contiene de crítica al subjetivismo, como ambigua y poco rigurosa, en tanto que en esa definición cabe también, por ejemplo, incluso el Dios de los tomistas -naturalmente, supuesto que se admita su existencia-. Pero Lenin utilizó esa definición precisamente contra ciertos reduccionismos propios del monismo materialista cuyo fracaso pretendía ser presentado por algunos científicos (L. Houlle Vigne, C. Pearson, «uno de los machistas más consecuentes») como testimonio de la «desaparición de la materia» del horizonte de la ciencia. Lenin puntualiza: «'La materia desaparece' quiere decir que desaparecen los límites dentro de los cuales conocíamos la materia hasta ahora y que nuestro conocimiento se profundiza; desaparecen propiedades de la materia que anteriormente nos parecían absolutas, inmutables, primarias (impenetrabilidad, inercia, masa, &c.), y que hoy se revelan como relativas, inherentes solamente a ciertos estados de la materia. Porque la única 'propiedad' de la materia, con cuya admisión está ligado el materialismo filosófico, es la propiedad de ser una realidad objetiva, de existir fuera de nuestra conciencia.» (Lenin: Materialismo y empiriocriticismo, cap.V, 2). Algunos representantes del llamado «neokantismo marxista» llegaron, por su parte, a rechazar la «abstracción confusa» que se designa como «materia»; Marx [83] no tendría nada que ver con el materialismo metafísico, y sí sólo, a lo sumo, con un «realismo crítico»: así, Max Adler, Kausalität und Theologie im Streite um die Wissenschaft (1904), Marxistiche Probleme (1913).

En esta perspectiva anomalista cabría incluir a gran parte de los pensadores marxistas euro-occidentales, desde J.P. Sartre (Critique de la Raison Dialectique, 1960) y M. Merleau Ponty (Les Aventures de la Dialectique, 1955) hasta K. Kosik (Dialéctica de lo concreto, 1963) o P. M. Grujic (Zur Ontologie des Marxismus, 1972). Acaso la gran figura que mejor representa esta perspectiva anomalista en el tratamiento de la materia sea Georg Lukács, quien ha insistido (tomando pie en N. Hartmann) en la idea de complejidad como característica ontológico-inmediata de todo lo existente, frente a cualquier tipo de reduccionismo. La complejidad de lo real implica que existen formaciones heterogéneas e irreductibles: las propias galaxias que hoy descubren los grandes telescopios (dice Lukács) no serían homogéneas. Esto significa que hay que reconocer la casualidad en el seno de la ontología materialista. Así, por ejemplo, «el origen de la vida» (de los complejos orgánicos) no es explicable sino en virtud de una casualidad singularísima que no se puede derivar meramente de los elementos. La estructura del ser (de la materia) constaría de tres niveles fundamentales: el inorgánico, el orgánico y el social (vid. H. Heinzholz, L. Kofler, V. Abendroth: Gespräche mit Georg Lukács, 1967). [85]

 
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{Gustavo Bueno (1924), Materia (1990). La paginación [señalada entre corchetes] corresponde a la edición publicada en papel por Pentalfa Ediciones, Oviedo 1990, 99 páginas.}

 
Presentación | 1. Usos «mundanos» | Usos científicos | Usos filosóficos del término «Materia»
2. Definición léxica | 3. Referencias a Diccionarios o Enciclopedias | 4. Historia de la Idea de Materia
5. Investigaciones en contextos no marxistas | 6. Investigaciones en contextos marxistas
7. Problemas abiertos | Bibliografía


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